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Presidentes por un socialismo feminista

Fuentes: IPS-TerraViva

«El verdadero socialismo es feminista» y ya está en construcción, sostuvo el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, junto a otros tres mandatarios sudamericanos, todos hombres, en un diálogo organizado este jueves en el ámbito del Foro Social Mundial (FSM). «Un nuevo mundo está naciendo, la utopía está en Sudamérica», reforzó Chávez, en un discurso que […]

«El verdadero socialismo es feminista» y ya está en construcción, sostuvo el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, junto a otros tres mandatarios sudamericanos, todos hombres, en un diálogo organizado este jueves en el ámbito del Foro Social Mundial (FSM).

«Un nuevo mundo está naciendo, la utopía está en Sudamérica», reforzó Chávez, en un discurso que mencionó varias veces a Fidel Castro como el precursor de la ola de gobernantes de izquierda elegidos en los últimos años y de la Alternativa Bolivariana de para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).

Los mandatarios hablaron en el Diálogo sobre la Integración Popular de Nuestra América, organizado por Vía Campesina, una red de movimientos y grupos rurales de todo el mundo.

El presidente ecuatoriano Rafael Correa destacó, sin embargo, las varias diferencias entre el «socialismo del siglo XXI», que él comparte con su colega venezolano, y el «socialismo tradicional». Una de ellas es la «justicia de género», el fin de la discriminación de la mujer que, por ejemplo, busca el Estado ecuatoriano al igualar salarios de funcionarias y funcionarios.

La «equidad étnica», en favor de los pueblos indígenas y afrodescendientes, e intergeneracional serían otras distinciones, pero la crítica más general que hace Correa al «socialismo clásico» es que «no cuestionó el desarrollo» promovido por el capitalismo, proponiendo «sólo una forma más justa de alcanzarlo», con el mismo objetivo de elevar la productividad y el consumo.

Si China alcanza el mismo nivel de «desarrollo» de países industrializados, el planeta sería insuficiente para atender la demanda material, arguyó. Ahora se trata de perseguir otro desarrollo, preservando la naturaleza, la supervivencia de la biodiversidad y la diversidad cultural, explicó.

El socialismo de este siglo «ya existe en aplicación», reconoce la supremacía del trabajo humano, defiende la vida y el «valor social» de los ecosistemas, como «la selva amazónica, un pulmón del planeta». Los países amazónicos, al contrario de los industriales que devastaron sus bosques, preservaron un ambiente de «altísimo valor, pero sin precio», afirmó.

También dejar de extraer el petróleo, como intenta hacer Ecuador, representa un sacrificio en beneficio de la humanidad que «debería ser compensado por lo menos en mitad del ingreso que podríamos percibir», explotando las reservas, acotó.

Ante la crisis climática global, un desarrollo alternativo es hoy una «imposición incluso técnica», afirmó Correa.

Un «modelo alternativo ya existe» en América Latina y podrá avanzar mucho con la integración regional que ya tiene instrumentos financieros como el Banco del Sur y un posible marco institucional, con la Organización de los Estados Latinoamericanos y del Caribe, cuya construcción aprobó la cumbre regional de diciembre en Salvador, Brasil, agregó.

Los cambios en la región, reflejados en la presencia en Belém de los cuatro presidentes considerados los más izquierdistas, deben mucho al FSM, la «asamblea de la humanidad» que empezó a reunirse anualmente en la meridional ciudad brasileña de Porto Alegre en 2001, coincidieron los mandatarios.

«Paraguay cambió por la voz esperanzadora de ustedes, de los movimientos sociales», declaró Fernando Lugo, presidente de ese país desde agosto que informó haber participado de foros anteriores como obispo católico.

Con consignas antiimperialistas, el presidente de Bolivia, Evo Morales, condenó la existencia de bases militares extranjeras en la región, producto del «intervencionismo americano» (estadounidense).

Con un discurso lleno de bromas y anécdotas, Chávez cosechó muchos aplausos cuando se declaró «feminista», especialmente entre las mujeres que coreaban «aguanta imperialista, América Latina será toda feminista».

Cerca de 1.200 personas participaron en el diálogo de Vía Campesina, de hecho organizada por el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil, con invitados de otros grupos sociales. En la mesa, solo dos mujeres se sentaron junto a ocho hombres.

Magdalena León, de la Red Latinoamericana de Mujeres Transformando la Economía, dijo que las soberanías financiera y alimentaria y en otras áreas, como comunicación, son dimensiones esenciales del ALBA y que los pequeños productores, muchos de subsistencia, son la base de la «otra economía» en construcción.

El ALBA, una iniciativa de Chávez, está conformada por Bolivia, Cuba, Dominica, Honduras, Nicaragua y Venezuela.

La ausencia del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en un encuentro de tantos mandatarios sudamericanos «preocupa porque se trata del anfitrión» y una señal de «insuficiente interés en la integración», comentó a IPS Pedro Quimbiamba, dirigente de la Federación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras (Fenocin) de Ecuador.

El socialismo proclamado por los cuatro líderes presentes defensores del ALBA, si bien Ecuador y Paraguay aún no formalizaron su adhesión, puede ser la diferencia que motivó la decisión de Lula, matizó María Gualán, dirigente de base de Fenocin.

Una mayor presencia de mujeres en la presidencia de los países «es cuestión de tiempo», dijo Gualán a IPS, justificando el dominio masculino por la demora en superar la cultura machista.

Tener un presidente indígena en Ecuador, como en Bolivia, aún demandará tiempo también, pero «un día vendrá», coincidieron los dos activistas de Fenocin, ambos aborígenes.

Por otra parte, el mandatario paraguayo Lugo afirmó que «no descansaremos en paz, y nuestra alma no descansará, mientras no alcancemos ese objetivo», refiriéndose a un precio mejor y la «libre disponibilidad» de la energía de la central hidroeléctrica de Itaipú, que Paraguay vende a Brasil.

Itaipú es compartida por los dos países, según las condiciones acordadas en «un tratado firmado en la época de las dictaduras» en 1973 y cuya revisión fue una de las principales banderas de Lugo en la campaña electoral del año pasado.

Paraguay quiere «reconquistar su dignidad» y ser «tratado de igual para igual», cumpliendo una profecía guaraní, señaló el mandatario.

La disputa no tiene razón de existir, según el gobierno de Brasil y los administradores brasileños de Itaipú, porque se trata de un precio justo y un acuerdo que benefició mucho a Paraguay. La construcción de Itaipú, una gigantesca central que aprovecha las aguas fronterizas del río Paraná, fue financiada por Brasil.

Para Paraguay «un negocio mejor que Itaipú solo podría ser otra Itaipú», afirmó a IPS Nelton Friedrich, director brasileño de Coordinación y Medio Ambiente de Itaipú Binacional, la empresa que administra la hidroeléctrica.

Paraguay gana 700 millones de dólares anuales sin haber invertido nada. Brasil se encargó de la obra y en un momento la deuda externa asumida para la construcción de Itaipú representó 20 por ciento del total del endeudamiento brasileño, arguyó.

Además, en los primeros años de operación, cuando no había en Brasil la demanda suficiente para absorber casi toda la energía de la central, el gobierno brasileño obligó a empresas de distribución a adquirir y pagar la electricidad de Itaipú, beneficiando a Paraguay, acotó.

La deuda de la empresa, actualmente de 18.000 millones de dólares, ya está decreciendo y será liquidada en 2023, cuando expire el tratado y Paraguay disponga de mitad de la hidroeléctrica que en el mercado vale hoy 60.000 millones de dólares, y podrá vender la energía a quien quiera, concluyó.

Por ahora, Paraguay solo consume cinco por ciento de la energía generada y está obligado a vender a Brasil todo el resto de la mitad que le corresponde.