Irene León
Itaici, Brasil.- La existencia de la Vía Campesina tiene mucho que ver con la globalización y las amenazas que esta coloca para el mantenimiento de la vida en el campo, un ejemplo de ello es la desaparición de una finca por minuto en Europa, donde la Política Agraria Común pone en jaque todas las formas de pequeña producción rural, para priorizar los grandes intereses mercantiles.
Entre los resultados de este tipo de políticas que, con distintos matices, se aplican en el mundo entero, figuran: la evicción masiva de la población rural, el desempleo, el empobrecimiento, y las consecuentes migraciones, internas y externas.
La implantación de la llamada agricultura científica, es decir desarrollada con semillas producidas en los laboratorios de biogenética -las transgénicas u Organismos Genéticamente Modificados -OGM-, socava toda posibilidad de desarrollo propio y conjura contra el desenvolvimiento del conocimiento campesino, ahora privatizado a través del régimen de patentes -APDIC-, que la Organización Mundial de Comercio impone.
África, Asia, Latinoamérica y el Caribe, están condicionados, a través de distintos mecanismos, entre ellos la rescisión de eventuales créditos de las instituciones financieras internacionales, a apresurar su incorporación total al enfoque neoliberal. El apuro en la adopción de las reglas del libre comercio, tiene que ver con el apremio de control absoluto de las zonas rurales por parte de las corporaciones transnacionales y del gran capital.
Bajo esas reglas de juego, estos últimos ganarían un control absoluto, no sólo sobre el conjunto de la producción alimentaria, sino también sobre los recursos naturales, y hasta los elementos vitales: tierra, agua, aire y energía, y colocaría, además, a toda la humanidad en una situación de total dependencia.
De allí que, desde su fundación en 1993, la Vía Campesina ubicó la lucha contra la globalización neoliberal y sus instituciones al centro de sus preocupaciones. Al concebirse como un movimiento internacional orientado al desarrollo de una visión integral del mundo rural, basada en la justicia social y la igualdad, el respeto de las culturas campesinas y la ética humana, la solidaridad y la autonomía, esta organización viene contribuyendo a generar alternativas de alcance universal.
Para poner en práctica esta propuesta, la Vía Campesina (que lleva a cabo su IV Conferencia del 14 al 20 de junio en Sao Paulo) ha forjado conceptos y principios, tales como el de soberanía alimentaria o el de reforma agraria integral, y desarrollado iniciativas amplias como lo son la campaña por la defensa de las semillas como patrimonio de los pueblos, o las acciones directas contra la mercantilización que imponen las transnacionales.
Según Rafael Alegría, Coordinador internacional, una de las fortalezas de la organización ha sido su claridad en la identificación de sus luchas, causas, propuestas y, también, enemigos. La OMC es la primera en la lista de estos últimos, pues su visión mercantil y su adhesión incondicional a los intereses del capital y las transnacionales, pone en alerta roja el mantenimiento del campo como entidad social, para convertirla en una fábrica de transgénicos, que emplaza todo principio de vida humana y ecológica.
La reivindicación de mantener la agricultura fuera de la OMC constituye una causa en sí y una fuerza movilizadora, cuyas victorias acumuladas suscita incluso el desarrollo de propuestas similares por parte de otros movimientos: el de la pesca, la cultura, los servicios y otros, señala Alegría.
Las propuestas y acciones directas de lucha contra las transnacionales han generado la adhesión de distintos movimientos sociales, que se suman a las campañas convocadas por la Vía Campesina; iniciativas como la de detener las negociaciones de la OMC y realizar una auditoria social, han tenido un amplio eco en la sociedad. Entre las victorias de esta lucha figura el fracaso consecutivo de las negociaciones de la OMC, como se vio en Seattle y Cancún.
Así, el balance es positivo, la Vía Campesina se ha convertido en un referente de lucha contra la globalización, su enfoque y análisis de contexto, en actualización en el presente IV Congreso, se robustece ahora con nuevas ideas y propuestas estratégicas, sobre la Política Agraria Común europea, las luchas universales contra el libre comercio, las resistencias a la transnacionalización, las acciones de defensa de los recursos y la diversidad, la igualdad de género y la justicia para el mundo rural.