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Una vez más Camboya

Provocar a Siria

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Tras la investigación llevada a cabo por Naciones Unidas, en la que se han visto implicados varios funcionarios sirios y libaneses por el asesinato del ex primer ministro libanés, Rafik Hariri, la Administración Bush exige sanciones internacionales, y se le escapan vagas amenazas. Pero Estados Unidos ya está en guerra no declarada con Siria. Durante los últimos seis meses, los Rangers del ejército estadounidense y las fuerzas especiales Delta han cruzado la frontera siria, supuestamente para «impedir» que entren en Irak terroristas, y son varios los soldados sirios muertos.

¿Cuál es el ejemplo que está utilizando la Administración para esta invasión? La de Camboya, a quien la Administración Nixon acusó de acoger a tropas de Vietnam del Norte durante la guerra del Sudeste asiático. El 30 de abril de 1970, unidades de los ejércitos estadounidense y sudvietamita cruzaron la frontera y desataron uno de los más grandes desastres de la historia. La invasión no fue sólo una debacle militar sino que llevó al poder a Pol Pot quien, de forma sistemática, masacró a dos millones de camboyanos.

De la misma manera que en Vietnam, la argumentación que mantienen estadounidenses y británicos es la de que la guerra la alimentan fanáticos extranjeros que se infiltran desde Siria e Irán. En octubre, durante una conferencia ante el National Endowment for Democracy, el presidente George. W. Bush, se dirigía a la audiencia para afirmar que «Irán y Siria» se habían aliado con grupos terroristas islámicos y advertía de que «Estados Unidos no hace distinciones entre quienes cometen atentados terroristas y quienes les apoyan y acogen».

Según el Financial Times, la Administración Bush ya está pensando en quién va a sustituir al presidente sirio, Basar al-Assad, con la Casa Blanca planeando patrocinar un golpe militar en el interior. El consejero nacional de seguridad, Stephen Hadley- el tipo que nos vendió el cuento de hadas del uranio de Níger e Irán-, está al frente de la operación.

Flynt Leverett del Brookings Institute afirma que el cruce de las fronteras tiene como objetivo animar al ejército sirio a «echar» a Assad. Fue con un golpe militar como Estados Unidos ayudó a llegar al poder a Saddam Hussein para que pudiera liquidar a la izquierda.

La Casa Blanca, en efecto, sabe que los resistentes extranjeros tienen poco que ver con la insurgencia en Irak. El conservador Insitute for Strategic Studies (IISS), con sede en Londres, estima que el número de extranjeros en la rebelión está «muy por debajo del 10 por ciento, y puede que sólo lleguen a cerca del 4-6 por ciento». Los servicios de inteligencia estadounidenses consideran que el 95 por ciento de los insurgentes es iraquí.

Desde hace mucho tiempo, la Administración Bush tiene en su punto de mira a Irán, al que considera «el principal Estado del mundo que financia el terrorismo». Opiniones que hace poco se han repetido en Londres, donde el primer ministro Toni Blair ha acusado a Teherán de pasar de contrabando armas y explosivos a Irak para atacar a las tropas británicas en Basora. En uno de los momentos de máxima ironía de la historia, Blair afirmó: No hay justificación alguna para que Irán o cualquier otro país interfiera en Irak».

Las provocaciones

Estados Unidos, provocadoramente, ha estado enviando a Irán aviones Predator no tripulados, supuestamente para buscar armas nucleares pero, lo que es más verosímil, para hacerse con la red de sistemas de radar, una información que Estados Unidos pudiera necesitar antes de lanzar un ataque. Según el periodista irlandés, Gordon Thomas, Estados Unidos ya tiene misiles apuntando a las centrales eléctricas de Natanz y Arak.

Unos 4.000 miembros del Mujahedeen-e-Khalq (MEK), organización armada que quiere derrocar al régimen actual de Teherán, tienen una Base al norte de Bagdad, cerca de la frontera persa. Estados Unidos ha establecido una pantalla protectora sobre los soldados y equipos del MEK, aunque el Departamento de Estado lo tiene clasificado como organización «terrorista».

La mayor parte de la información sobre los programas de armas nucleares de Irán procede del MEK que tiene historial de poca credibilidad. En cualquier caso, existe un inquietante paralelismo entre el papel que desempeña el MEK en el suministro de información sobre las armas de destrucción masiva en Irán, y las informaciones previas a la guerra sobre las ADM de Bagdad, preparadas por Ahmed Chalabi y el grupo de exilados iraquíes que se movían en los aledaños del Pentágono.

Protagonista principal en todo esto es Israel, donde el Likud y sus partidarios estadounidenses han ejercido presiones para que Estados Unidos ataque a Irán y Siria. En un discurso ante el AIPAC (American Israel Public Affairs Committee). Richard Perle, un consejero del Likud y ex consejero de Bush, dijo que Estados Unidos debería atacar Irán «si está a punto de (desarrollar) armas nucleares. Perle es coautor, con David Frum del Weekly Standard, de An End to Evil (La derrota del Mal) en el que se pide el derrocamiento de los «mulahs terroristas de Irán».

¿Un poder israelí?

El vicepresidente Dick Cheney ha llegado a sugerir que Israel podría hacer el trabajo. Según el diario israelí Ha’aretz, Estados Unidos ha vendido recientemente a Tel Aviv 500 GBU-27 y 28 bombas dirigidas «revienta búnker» (aunque Siria sea el más probable objetivo para ellas).

La derecha israelí, desde hace tiempo, tiene ganas de atacar a Siria. El año pasado, los israelíes bombardearon las cercanías de Damasco, y el ministro Gideon Ezra amenazó con asesinar al líder de Hamás, Khaled Meshaal, que reside en Damasco. El primer ministro israelí, Ariel Sharon lanzó una amenaza semejante contra el líder de Hezbollah, Asan Nasallah.

El Gobierno de Sharon es igualmente beligerante respecto a Irán. Cuando era el jefe de personal, el teniente general Moshe Ya’alon, dijo que esperaba que la presión internacional sobre Irán paralizara su desarrollo del programa de armas nucleares, y añadió siniestramente «Si no fuera así, nosotros tendríamos que considerar nuestras opciones».

Un funcionario israelí de los servicios de inteligencia declaró al Financial Times que «podría tener lugar una carrera para ver quién aprieta primero el botón, nosotros o los estadounidenses».

No está claro lo que quería decir el funcionario con «el botón», pero lo lógico es que se tratara de un ataque nuclear. En 1981, los israelíes utilizaron armas y aviones convencionales para destruir la central nuclear iraquí de Osirak pero un ataque a las instalaciones iraníes podría ser diferente.

Tras el ataque de 1981, los iraníes dispersaron y fortificaron sus infraestructuras nucleares, y aunque las bombas contra búnker podrían hacer el trabajo, la distancia es un problema. Irán está mucho más lejos de Israel que Irak, y los aviones israelíes tendrían dificultades para llevar a cabo un viaje de ida y vuelta a Irán sin repostar en el aire. Sin embargo, Israel tiene misiles y varios centenares de armas nucleares y, cuando menos, hay algunos en Tel Aviv que no temblarían ante la idea de usarlos. El mes pasado, el veterano analista del Pentágono, Lawrence Franklin, admitió haber pasado información confidencial sobre Irán a Israel a través de dos empleados de AIPAC. Franklin solía trabajar para el subsecretario de Defensa, Douglas Feith, y mantiene estrechas relaciones con el neoconservador Michael Ledeen del American Entreprise Institute, quien dice que «Teherán es precisamente la ciudad que nos está esperando».

Si todos esos nombres nos resultan familiares es porque fueron ellos quienes nos metieron en la Guerra de Irak.

Perspectivas para la invasión: ¿Una nueva Camboya?

¿Atacaría Estados Unidos (aliado posiblemente con los británicos e Israel) a Irán y/o Siria ?

Irán supondría un gran esfuerzo: el país tiene una población tres veces superior a la de Irak, casi cuatro veces su extensión además de cadenas montañosas en las que a uno no le gustaría combatir. Tiene también un apoyo internacional considerable, que quedó demostrado hace varias semanas cuando los europeos dijeron que no apoyarían los intentos de llevar a Irán ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas por supuestas violaciones del Tratado de no Proliferación Nuclear.

Aunque algunos países están inquietos por las actividades nucleares de Irán, no le consideran una amenaza regional. Su presupuesto militar es sólo un tercio del que tenía en 1980 y, según el especialista en Oriente Próximo, Stephan Zunes, Irán en realidad tiene menos tanques y aviones de los que tenía hace veinte años.

En parte, ese apoyo se debe al hecho de que Irán tiene las segundas más importantes reservas de petróleo y gas del planeta, reservas que Europa, China e India consideran imprescindibles.

Los estadounidense podrían bombardear y dar un susto de muerte pero la invasión plantea dudas en especial dado el actual desorden del ejército de Estados Unidos. El ejército no ha conseguido sus objetivos de reclutamiento para 2005, y con las tropas ya super desplegadas en Irak, no está claro siquiera si Estados Unidos podría reunir una fuerza invasora eficaz.

Una advertencia podría alterar la situación: la doctrina de la guerra preventiva y la utilización en primer lugar de armas nucleares. ¿Apretaría de verdad el botón la Casa Blanca? No es descartable.

De acuerdo con la Secretaria de Estado, Condoleeza Rice, si se tuviera que ir a la guerra, el Congreso no tendría nada que decir. El 19 de octubre, preguntada sobre si el Presidente tendría que comparecer en el Congreso en caso de una ataque a Siria y /o Irán, afirmó ante el Comité del Senado para Asuntos Exteriores: «El Presidente tiene los poderes para la guerra contra el terrorismo y para la guerra en Irak».

Siria es un objetivo más fácil que Irán. Salvo su frontera norte, el país es una llanura de menos de la mitad de la superficie de Irak y con una población de sólo 16,7 millones. También está pendiente de las investigaciones de Naciones Unidas.

Todo ello podría hacer que Siria se mostrara como un fruto maduro para la recolección, y una invasión podría desviar la atención del caos existente en Irak y Afganistán. También sería una extensión lógica de la mitología de la Administración Bush de que todos nuestros problemas en Oriente Próximo se deben a los terroristas islámicos de fuera de Irak.

Para adivinar el resultado de una estrategia semejante, recuérdese la guerra del sudeste asiático.

Conn Hallinan es analista político de Foreign Policy in Focus y profesor de periodismo en la University of California, Santa Cruz.

Counterpunch, 14 de noviembre de 2005

http://www.counterpunch.org/hallinan11142005.html