Según analistas coreanos, el objetivo del ataque que Corea del Norte llevó a cabo ayer contra la isla de Yeonpyeong no era provocar una respuesta armada de Corea del Sur y EEUU, sino mostrar fuerza para obligar a sus enemigos a firmar un tratado de paz. De este modo, Pyongyang blindaría su singular sistema socialista […]
Según analistas coreanos, el objetivo del ataque que Corea del Norte llevó a cabo ayer contra la isla de Yeonpyeong no era provocar una respuesta armada de Corea del Sur y EEUU, sino mostrar fuerza para obligar a sus enemigos a firmar un tratado de paz. De este modo, Pyongyang blindaría su singular sistema socialista en un momento delicado, ya que se encuentra en pleno proceso de traspaso de poderes de Kim Jong-il a su hijo Kim Jong-un.
Corea del Norte disparó el martes decenas de obuses sobre la isla de Yeonpyeong, situada al sur de la línea fronteriza trazada a lo largo del paralelo 38 pero que Pyongyang reclama como propia, matando a dos soldados surcoreanos y volviendo a colocar a la península coreana en el centro de la atención mediática mundial.
Este incidente es uno de los más graves desde la guerra de Corea (1950-1953) y ha avivado la tensión en la zona, apenas dos días después de que se diera a conocer que Pyongyang dispone de avanzadísimas infraestructuras para el enriquecimiento de uranio, lo que podría reforzar su arsenal atómico.
Asegurando que Corea del Sur disparó primero, el mando militar norcoreano advirtió de que Pyongyang lanzará «nuevos ataques despiadados de las fuerzas armadas revolucionarios si el títere surcoreano se atreve a entrar en nuestras aguas territoriales, aunque sólo sean 0,0001 milímetros».
EEUU, que tiene destinados 28.500 soldados en Corea del Sur, reaccionó inmediatamente condenando el ataque norcoreano.
Unos 50 obuses, según la cadena de televisión surcoreana YTN, fueron lanzados contra Yeonpyeong, donde viven unas 1.500 personas. Esta isla del mar Amarillo ya ha sido escenario de otros enfrentamientos intercoreanos en el pasado.
Los bombardeos mataron a dos soldados surcoreanos y provocaron dieciocho heridos, entre los que figuran cinco soldados heridos de gravedad y cinco civiles, según fuentes oficiales de Seúl.
Yeonpyeong está situada justo al sur de la línea fronteriza decretada por la ONU tras la guerra de Corea, pero está al norte de la línea de partición reivindicada por Pyongyang. En esta zona ya se registraron graves incidentes navales en los años 1999 y 2002 y en noviembre de 2009.
A la hora de explicar los motivos por los que Corea del Norte habría lanzado precisamente ahora un ataque contra Corea del Sur, los analistas surcoreanos destacaban que Pyongyang querría mostrar una imagen de fuerza ante Seúl y Washington ante el eventualmente cercano proceso de sucesión del líder Kim Jong-il por su hijo Kim Jong-un y posibles conversaciones.
«Es una provocación intencionada para aumentar la tensión entre las dos Coreas. El Norte ha hecho una serie de gestos, pero no ha tenido respuesta ni del Sur ni de EEUU. Por ello, ha comenzado un pulso para forzar a Seúl y a Washington a tomar medidas y a aceptar un diálogo», señaló Kim Yong-hyun, profesor de la Universidad Donmuk de Seúl.
«Ha enviado un mensaje fuerte a EEUU y a la comunidad internacional de que la península coreana necesita un régimen de paz», añadió Kim.
Pyongyang, que afirmó que ha desarrollado su programa nuclear para protegerse de una agresión estadounidense, ha reclamado en numerosas ocasiones que se ponga en marcha un proceso de diálogo con Washington para firmar un tratado de paz, ya que la guerra que les enfrentó entre 1950 y 1953 no ha concluido oficialmente todavía.
EEUU ha respondido que estas negociaciones podrían producirse si Corea del Norte retoma las conversaciones a seis bandas -las dos Coreas, China, Japón, EEUU y Rusia- sobre desarme que Pyongyang abandonó en abril de 2009.
El diario «The New York Times» publicó el sábado que Corea del Norte mostró a un científico estadounidense una nueva, vasta y «ultramoderna» fábrica de enriquecimiento de uranio, en la que hay cientos de centrifugadoras.
En este tenso contexto, numerosos analistas consideran que Corea del Norte, que piensa que una invasión estadounidense de su territorio es una hipótesis factible especialmente tras la de Irak, aboga por un tratado de paz para blindar su continuidad en un momento en el que está inmersa en un delicado proceso de transición.
Para Pyongyang, incidentes como el de ayer son una manera de atraer la atención estadounidense, considera Kim Young-soo, de la Universidad Sogang de Seúl. «Tras mostrar su fábrica de enriquecimiento de uranio, éste es un nuevo acto que busca obligar a EEUU a sentarse en la mesa de negociaciones», asegura.
Furiosa con el Sur
Con ese mismo análisis coincide Yan Moo-jin, de la Universidad de Estudios Norcoreanos de Seúl. «Cora del Norte está furiosa con la actitud del Sur. Ha incrementado intencionadamente la tensión con el bombardeo fronterizo y la revelación de su programa de enri- quecimiento nuclear. Está diciendo a Washington que es preciso negociar para alcanzar lo más rápidamente posible un tratado de paz».
Yang piensa que es posible que existan nuevas maniobras en esta dirección en un futuro próximo y menciona la eventualidad de un tercer test nuclear, si Washington no escucha la demanda de Pyongyang.
«Corea del Sur tiene que tomar una decisión estratégica», añadió Yang, que desea que Seúl reaccione con firmeza ante lo que considera provocaciones de Pyongyang, pero priorizando el diálogo a una respuesta militar.
Siegfried Hecker, el científico estadounidense que fue invitado a visitar el nuevo centro nuclear norcoreano, también piensa que para convencer a Pyongyang de que renuncie a su arsenal atómico «habrá que tener en cuenta el sentimiento subyacente de inseguridad de Corea del Norte».
Más allá de las mediáticas condenas de la Casa Blanca, el Pentágono pareció comprender este planteamiento, ya que el portavoz del Departamento estadounidense de Defensa, el coronel Dave Lapan, declaró que «aún es demasiado pronto» cuando fue preguntado si los militares de EEUU respondería con la fuerza a Pyongyang.
El secretario de Prensa del Pentágono, Geoff Morrell, por su parte rechazó la posibilidad de nuevas sanciones contra Corea del Norte, ya que «es difícil amontonar más de las que ya tiene».
Las condenas a Corea del Norte llegaron de inmediato
A diferencia de lo ocurrido tras la matanza marroquí en Sahara Occidental, Pyongyang tuvo que hacer frente ayer inmediatamente a numerosas condenas tras su ataque Yeonpyeong.
«EEUU condena firmemente este ataque y llama a Corea del Norte a cesar su acción beligerante y a respetar plenamente los términos del armisticio», declaró el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs.
Sergei Lavrov, ministro ruso de Exteriores, declaró en Minsk que el disparo de obuses «supone un peligro colosal que merece ser condenado».
China, principal aliado del Gobierno de Pyongyang, expresó su preocupación. «Esperamos que las partes contribuyan a la paz y a la estabilidad de la península coreana», declaró Hong Lei, un portavoz del Ministerio chino de Exteriores.
El primer ministro japonés, Naoto Kan, anunció que ordenó a sus ministros que se preparasen para «reaccionar firmemente a cualquier eventualidad», tras un reunión de urgencia de su Gabinete.
El Estado francés, a través de su ministra de Exteriores, Michèle Alliot-Marie, reclamó «el fin de las provocaciones» y condenó «con la mayor firmeza» el bombardeo.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, también condenó el ataque norcoreano dirigiéndose al Consejo de Seguridad, cuyo presidente, el británico, Mark Lyall Grant, señaló que la cuestión coreana no se trataría en la reunión de este organismo prevista para ayer.
«No se ha pedido ninguna reunión al respecto», destacó Grant, que explicó que en la agenda de ayer se incluían la situación en Oriente Medio y la piratería en Somalia.
La responsable de la diplomacia de la Unión Europea, Catherine Ashton, también condenó el ataque y reclamó Corea del Norte que «se abstenga de cualquier acción que suponga un riesgo de escalada de la tensión».
La portavoz adjunta de la OTAN, Carmen Romero, se sumó a las condenas contra Pyongyang y señaló que la Alianza sigue la crisis con atención.