Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
El 1 de diciembre, el Presidente ruso Vladimir Putin cerró un revolucionario acuerdo con el Presidente turco Tayyip Erdogan que reforzará los lazos económicos entre las dos naciones y ha hecho de Turquía el principal receptor en la región del gas ruso. En función de los términos del acuerdo, Rusia bombeará gas adicional a las poblaciones del centro de Turquía y a un «enclave en la frontera turco-griega» que en última instancia va a facilitarle a Putin un acceso por la puerta trasera al lucrativo mercado de la UE, sirviendo Turquía de fundamental intermediario. La medida crea de facto una alianza ruso-turca que podría cambiar decisivamente el equilibrio regional del poder a favor de Moscú, dando así otra formidable estocada a la estrategia del «pivote hacia Asia» de Washington. Aunque los medios están describiendo el cambio en los planes (Putin ha abandonado el proyecto del gasoducto de la Corriente del Sur que habría transportado gas al sur de Europa) como una «derrota diplomática de Rusia», parece ser que la realidad es todo lo contrario. Putin le ha ganado de nuevo la partida a EEUU tanto en el frente energético como en el geopolítico, añadiéndola a su larga lista de triunfos políticos. Aquí expongo un breve resumen del artículo de Andrew Korybko en Sputnik News:
«Rusia ha dejado atrás el conflictivo proyecto de la Corriente del Sur y lo ha sustituido ahora por Turquía. Esta trascendente decisión indica que Ankara ha optado por rechazar el euroatlantismo y abrazar la integración euroasiática.
En lo que posiblemente constituya el movimiento más importante hasta ahora hacia la multipolaridad… Turquía ha puesto fin a sus antiguas aspiraciones euroatlánticas. Nadie hubiera podido prever esto hace un año, pero el absoluto fracaso de la política de EEUU hacia Oriente Medio y la política energética de la UE han posibilitado este impresionante cambio en menos de tal período. Todavía se espera que Turquía tenga algunas relaciones privilegiadas con Occidente, pero la naturaleza global de la relación ha cambiado para siempre mientras el país se compromete oficialmente con una multipolaridad pragmática.
Los dirigentes de Turquía dieron un paso importante al sellar un acuerdo tan colosal con Rusia en un ambiente político extremadamente sensible, y es posible que la vieja amistad no pueda restaurarse de nuevo… Las repercusiones serán verdaderamente globales.» («Cold Turkey: Ankara Buckles Against Western Pressure, Turns to Rusia», Sputnik News)
Korybko parece hallarse solo en la comprensión de la magnitud de lo que sucedió ese lunes en Ankara, aunque -si juzgamos por el silencio de la administración Obama ante los hechos- la gravedad de la transacción está empezando a calar. El reciente movimiento del Gran Maestro Vlad ha cogido desprevenidos a los mandamases estadounidenses, dejándoles sin palabras. Es este un escenario que nadie había previsto y, como no se maneje de forma correcta, puede convertirse en una verdadera pesadilla. Veamos la conferencia de prensa de Russia Today:
«Putin dijo que Rusia está preparada para construir un nuevo gasoducto que satisfaga la creciente demanda de gas por parte de Turquía que va a incluir un núcleo especial de distribución en la frontera turco-griega para los clientes del sur de Europa.
Por ahora, el suministro de gas ruso a Turquía alcanzará los tres mil millones de metros cúbicos a través del gasoducto ya operativo Corriente Azul… Moscú reducirá también el precio del gas a los clientes turcos en un 6% a partir del 1 de enero de 2015, según manifestó Putin.
‘Estamos preparados para reducir los precios del gas además de la puesta en marcha de nuestros proyectos conjuntos a gran escala’, añadió.» («Putin: Russia forced to withdraw from S. Stream Project due to EU stance», Russia Today)
¿Cómo ha podido suceder esto? ¿Cómo puede Putin dirigirse tan campante hacia Ankara, garabatear su nombre en unas pocas hojas de papel y escaparse con un aliado clave de EEUU justo bajo la nariz de Washington? ¿No hay nadie en la Casa Blanca que fuera suficientemente inteligente como para prever un escenario como este o es que todos han sido reemplazados por camorristas como Susan Rice y Samantha Powers?
La administración Obama ha hecho cuanto estaba en su poder para controlar el flujo del gas del este al oeste y socavar la integración económica rusa en la UE. Ahora parece que el astuto de Putin ha encontrado una vía para evitar las sanciones económicas (Turquía se negó a suscribir las sanciones a Rusia), sortear las coacciones y chantajes de EEUU (utilizados con Bulgaria, Hungría y Serbia) y evitar la inacabable beligerancia y hostilidad de Washington, al tiempo que consigue sus objetivos. Pero, -de nuevo-, ¿no es eso lo que Vd. esperaría de un astuto aficionado a las artes marciales como Putin?
«No quiero pegarte», dice Vlad el malo. «Voy a dejar que tú mismo te atices».
Y eso es lo que ha sucedido. Sólo tienen que preguntarle al aturdido de Obama quién ha quedado por encima de quién en cualquiera de sus encuentros con Putin.
Pero, ¿por qué el silencio? ¿Por qué la Casa Blanca no ha emitido un comunicado sobre el gran acuerdo gasístico ruso-turco del que todo el mundo está hablando?
Les voy a contar por qué. Porque aún no saben que el infierno ha acabado por alcanzarles, esa es la razón. El anuncio les ha pillado totalmente por sorpresa y no pueden comprender muy bien lo que todo ello implica para las cuestiones que están en lo alto de su agenda política exterior, como el pivote hacia Asia, las guerras en Siria y Ucrania, el tan cacareado gasoducto que iba desde Qatar a la UE y que se suponía que tenía que atravesar -sí, acertaron- Turquía. ¿Está todavía en marcha ese plan o la alianza Putin-Erdogan ha dado al traste también con esa joya? Seamos realistas, esta vez Putin les ha sacado del campo. El equipo de Obama está claramente fuera de la liga y no tiene ni idea de lo que está pasando. Si Turquía se vuelve hacia el este y se une al bloque ruso en ascenso, los políticos estadounidenses van a tener que descartar la mejor parte de sus planes estratégicos para el siglo que viene y volver a la Casilla 1. ¡Qué dolor de cabeza!
Hay un buen artículo en el New York Times del miércoles que resume perfectamente la ambivalencia de Washington hacia el gasoducto Corriente del Sur. He aquí el siguiente extracto:
«Rusia lleva mucho tiempo presentando el proyecto, propuesto en 2007 con buen sentido empresarial porque iba a proporcionar una nueva ruta para que el gas ruso llegara a Europa. Washington y Bruselas se han opuesto al proyecto sobre la base de que era una vía para cimentar la influencia rusa sobre el sur de Europa y por circunvalar Ucrania, cuyas disputas con Gazprom a causa de los precios interrumpieron dos veces los suministros hacia Europa en los últimos años.» («Putin’s Surprise Call To Scrap South Stream Gas Pipeline Leaves Europe Reeling», New York Times).
Este ha sido el argumento desde el principio, que vender gas a la UE refuerza de alguna forma el control maniaco de Putin sobre el continente. ¡Qué mentira! ¿Estaría Vd. dispuesto, querido lector, a apagar la calefacción, a romper su factura energética y morir de frío en la oscuridad para demostrarle a su compañía de gas que no está dispuesto a capitular ante su dominio tiránico?
Desde luego que no, porque la idea es ridícula. Al igual que bloquear la Corriente del Sur es ridícula. Putin está vendiendo gas, no tiranía. No pretende que la gente se ponga a taconear y marche al trabajo a paso de ganso. Eso es solo la propaganda de los tipos de la industria petrolera que han perdido en la competición por el suministro de combustible a la UE. Llámenlo frustración si quieren, porque eso es lo que es. Su gasoducto fracasó (Nabucco) y Putin ganó. Fin de la historia. Se llama capitalismo. Lidien con él.
Y aquí va otra cosa: Los países a los que habría servido la Corriente del Sur no tienen un suministrador sustituto para satisfacer sus crecientes necesidades de gas. Por tanto, por marchar tras las huellas de Washington, se han disparado a sí mismos en el pie. Los analistas dan por sentado que cualquier sustituto del gas ruso será probablemente un 30% más caro que si se lo hubieran pagado a Gazprom.
¡Hurra por EEUU! ¡Hurra por la estupidez!
EEUU estaba decidido a sabotear la Corriente del Sur desde el mismo principio, sobre todo porque Washington quiere que sus corporaciones y bancos controlen el flujo del gas hacia el mercado de la UE a través de gasoductos de propiedad privada en Ucrania. De esa forma pueden amontonar mayores beneficios aún en los monederos de sus accionistas. Sin entrar en demasiados detalles sobre los diversos métodos que EEUU ha utilizado para torpedear el proyecto, hay una historia que merece contarse y que apareció en Zero Hedge:
«… dos meses antes de que el gobierno de Ucrania fuera derrocado, el primer ministro de Bulgaria, Plamen Oresharski, ordenó detener los trabajos en la Corriente del Sur por recomendación de la UE. La decisión la anunció tras conversaciones con senadores estadounidenses.
‘En este momento hay una petición de la Comisión Europea, tras la que he ordenado suspender los actuales trabajos’, dijo Oresharski a los periodistas tras reunirse con John McCain, Chris Murphy y Ron Johnson durante su visita a Bulgaria el domingo. ‘Una vez consultemos con Bruselas, se adoptarán otras medidas’.
En aquel momento, McCain, al comentar la situación, dijo que ‘Bulgaria debería resolver los problemas de la Corriente del Sur en colaboración con sus colegas europeos’, añadiendo que en la actual situación querrían ‘menor implicación de Rusia’ en el proyecto.
‘EEUU ha decidido que quiere colocarse en una posición donde excluya a cualquiera que no le guste en los países donde crea que puede tener intereses, y no hay racionalidad económica alguna en esto’, dijo Ben Aris, editor de Business New Europe a RT.» («Europe Gives Bulgaria A Bank System Lifeline As Battle Over ‘South Stream’ Pipeline Heats Up», Zero Hedge).
A ver si lo entiendo: ¿El loco de McCain fue a darse una vuelta e inmediatamente empezó a ordenar a la gente que dijera que quiere «menos implicación rusa» y eso fue suficiente como para interrumpir la Corriente del Sur? ¿Es eso lo que me están diciendo?
Pues sí. Parece que es eso.
¿Les ayuda a ver lo que está realmente sucediendo? No se trata de Putin. Se trata del gas y de quién va a sacar beneficios de ese gas y en qué moneda se van a emitir las facturas de ese gas. De eso se trata. El resto de las tonterías sobre la «implicación rusa» o el terrorismo o los derechos humanos o la soberanía nacional es como hablar en chino. A la gente que dirige este país (como McCain) se le da una higa todo eso. Lo que les preocupa es el dinero; dinero y poder. Eso es.
Por tanto, ¿qué van a hacer ahora? ¿Cómo van los grandes supermachos de Washington a expresar su rabia ante esta nueva amenaza creada por Putin y Erdogan?
No hace falta ser un genio para imaginárselo, después de todo ya lo hemos visto antes un millón de veces.
Van a ir como fieras a por Erdogan. Es lo que hacen siempre, ¿no es cierto?
La única razón de que no hayan ido ya es porque están tratando de aclararse y eso les lleva normalmente un día o dos. Pero tan pronto como se organicen empezarán a cargarse poco a poco al viejo Recep con descalificaciones humillantes. Erdogan va a ser el nuevo Hitler y la mayor amenaza para la humanidad que el mundo ha visto. Pueden apostar por ello.
La denunciante Sibel Edmonds piensa que Washington se la tiene jurada a Erdogan desde hace tiempo, que la historia se remonta a una bronca que tuvo con la CIA unos cuantos años atrás. En cualquier caso, da buena cuenta de lo que podemos esperar ahora que Erdogan está en la lista de los enemigos de Washington. He aquí un extracto de su escrito en Boiling Frogs:
«Todos sabemos lo que sucede con esos títeres cuando acaban alejándose de la CIA. ¿No es verdad? La ruptura conlleva siempre expiración. Una vez que se considera que un títere está acabado, he ahí entonces que de repente empieza la inversión propagandística: Se sacan todos los esqueletos de lo profundo del armario y se filtran a los medios. Sus violaciones de los derechos humanos anteriormente pasadas por alto son sometidas a escrutinio bajo microscopio. La carta terrorista entra asimismo en la ecuación. Y la lista continúa…
Todos los regímenes y títeres instalados por el Imperio deben comprometerse con los mandamientos del Imperio… No violarás los mandamientos imperiales. Porque si lo haces entonces te vas a ver humillado, expuesto, desinstalado y puede que incluso te maten. Todo lo que tienen que hacer es mirar la historia del siglo pasado. Vean lo que sucede cuando un títere instalado se confía demasiado, se vuelve arrogante y hace caso omiso de uno o más mandamientos. Entonces es cuando renace convertido en dictador, déspota, torturador y, sí, terrorista. Y se ponen a excavar en los patios traseros hasta encontrar unos cuantos gramos de armas de destrucción masiva…
Lo miren por dónde lo miren, los días de Erdogan están contados… Cualquiera que se atreva a ser temerario será castigado y convertido en ejemplo para el resto de títeres instalados…» («Turkish PM Erdogan: The Speedy Transformation of an Imperial Puppet», BFP)
Ahí lo tienen. Eso es lo que pueden esperar a finales de semana cuando los medios empiecen a demonizar a toda máquina a Erdogan, el hombre que se atrevió a actuar con independencia y puso los intereses de su propio pueblo por encima de capos mafiosos. Como les diría cualquiera que haya seguido la política exterior estadounidense durante los últimos sesenta años: ¡Eso no se hace!
Mike Whitney vive en el Estado de Washington. Colaboró en el libro «Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion» (AK Press). Hopeless también existe en una edición Kindle. Contacto: [email protected]
Fuente: http://www.counterpunch.org/2014/12/05/talking-turkey/