Carolina Sanín en su columna del pasado domingo plantea una reflexión interesante sobre la campaña “Aguanta Ucrania” que lidera el excomisionado de paz, Sergio Jaramillo. Ella, con gracia y sutileza se pregunta: “¿Quién los financia? ¿Qué objetivos persiguen?”
Dicha iniciativa (“plataforma ciudadana”) se hizo visible con ocasión de que Jaramillo, el escritor Héctor Abad Faciolince, la periodista Catalina Gómez Ángel y la escritora ucraniana Victoria Amelina (quien murió), fueron víctimas con otras personas de un ataque con un misil ruso en un restaurante en Kramatorsk (Ucrania) en plena zona de guerra.
Esa iniciativa de supuesta solidaridad con el pueblo ucraniano se lanzó el pasado febrero en Cartagena durante el Hay Festival y ha conseguido el respaldo de varios escritores e intelectuales que rechazan la invasión rusa a Ucrania.
No obstante, detrás de la campaña existe un complejo entramado de empresas y publicistas colombianos y latinoamericanos que hacen parte de una élite empresarial ligada a los intereses de “Occidente” (USA, Reino Unido, UE). Todo indica que no es una iniciativa casual y ciudadana, y que no tiene motivaciones democráticas ni pacifistas.
Con ocasión de ese trágico suceso y de la campaña publicitaria que se realizó a nivel mundial, el Gobierno colombiano y su cancillería se vieron obligados a enviar una nota diplomática a la embajada de Rusia en Bogotá de rechazo a ese atentado. Así, Petro se vio forzado a romper –en parte– su posición de “no alineamiento” frente a dicho conflicto armado.
Como refiere Sanín en su disertación, Sergio Jaramillo argumenta en sus diferentes intervenciones que impulsa esa “iniciativa” porque defiende la soberanía de Ucrania como lo han hecho los pueblos latinoamericanos a lo largo de su historia.
Lo que no dice Jaramillo es que la oligarquía colombiana –de la que él hace parte con el grupo de publicistas que encabezan la “iniciativa”– siempre fue una aliada incondicional (y entreguista) tanto del imperio británico como del estadounidense. Y por ello, nunca han dicho nada frente a las invasiones y agresiones realizadas por los imperios de Occidente contra pueblos y naciones de Asia, África o América Latina. ¡Nunca es nunca!
Lo que ha ido mostrando la guerra en Ucrania
Hoy, después de más de un año de iniciada la guerra entre la USA-OTAN y Rusia, en donde Ucrania es un instrumento y el pueblo ucraniano una víctima de intereses imperiales y fuerzas geopolíticas, está quedando claro que dicho conflicto fue inducido y preparado desde décadas atrás y que su desarrollo y escalamiento bélico va mucho más allá de la invasión rusa.
Son múltiples los acontecimientos que permiten afirmar que lo que inicialmente se veía como una agresión de una potencia (Rusia) contra una nación soberana (Ucrania), en la actualidad se puede definir con total nitidez como una “guerra interimperialista”, en donde los intereses de los pueblos o de la humanidad no aparecen por ningún lado.
Al contrario, se puede afirmar con total convicción que es una guerra surgida como resultado de la decadencia de esas dos (2) potencias y de la existencia de una crisis de carácter civilizatorio que amenaza a la humanidad desde todos los flancos (económico, social, cultural, ambiental, moral).
Esos acontecimientos, procesos, intereses y actuales resultados se pueden resumir así:
– En 1989 implosionó la Unión Soviética y los EE.UU. se erigieron como la única superpotencia hegemónica en el mundo. Los neoliberales declararon “el fin de la historia” (Fukuyama).
– Gorbachov intentó llegar a un acuerdo con Europa, pero los EE.UU. desde los años 90 del siglo XX ya se habían trazado la meta de desmantelar lo que quedaba del imperio ruso.
– Sucede que las élites “gran-chovinistas” rusas (nacional-imperiales) siempre estuvieron agazapadas dentro de la URSS y los “gringos” lo sabían. Vieron y aprovecharon la oportunidad.
– Ucrania, por su pasado histórico y conflictivo, integrada forzosamente a la Unión Soviética en 1922, era el instrumento perfecto para lograr ese objetivo estratégico.
– Mientras Rusia utilizaba hasta 2014 a élites corruptas (prorrusas) para mantener su dominio sobre Ucrania, USA usaba a sectores prooccidentales (igualmente corruptos) para subvertir ese poder.
– Cuando Rusia pierde el control de gran parte de Ucrania (efecto del “Euromaidan” en 2014) se anexa a Crimea y se inicia una guerra no declarada por el control de Donetsk y Lugansk (parte de Ucrania oriental).
– Esa guerra sorda e irregular va escalando a pesar de la firma del Protocolo de Minsk (septiembre 2014). Luego de la elección de Zelenski (2019) se fortalece la campaña de promover la integración y adhesión de Ucrania a la UE y a la OTAN. Polonia y Lituania juegan su papel.
– En febrero de 2022 Putin lanza la “operación militar especial” o guerra de invasión a Ucrania como resultado de lo que los rusos llaman “la provocación de la OTAN”.
Luego de haberse declarado la guerra abierta entre Rusia y Ucrania han sucedido otra serie de hechos que han ido clarificando los intereses y motivos de las élites capitalistas globales (de todos los bandos), que se fueron acumulando durante los últimos 30 años. Los principales son:
– Rusia intentó una guerra relámpago y fracasó de inmediato. Putin no calculó el tamaño de la resistencia ucraniana. Su tentativa unificó a amplios sectores ucranianos y europeos.
– Poco después, los EE.UU. se colocan a la cabeza de la guerra y de la Unión Europea. Se aprueban sanciones económicas contra Rusia y se decide armar a Ucrania para la “defensa”.
– En septiembre de 2022 se registraron varias explosiones submarinas que dañaron los gasoductos del Nord Stream 1 y 2. Dicho sabotaje se hizo para impedir el abastecimiento de combustibles ruso a Alemania y acrecentar la dependencia energética de Europa respecto de los EE.UU.
– Durante todo este período los EE.UU. han intentado aislar a Rusia en lo político y económico. No obstante, no lo han logrado. Nuevas alianzas han surgido y el multipolarismo se ha fortalecido. La decadencia global de los EE.UU. es un hecho evidente y verificable.
– Poco a poco se ha ido develando que la estrategia estadounidense apuntaba realmente a enfrentar a China. Las provocaciones en Taiwán así lo muestran. La guerra con Rusia parece ser sólo un primer paso y una forma de subordinar y asegurar a sus aliados europeos y fortalecer la OTAN.
– Los movimientos y reacomodos políticos entre globalistas y nacionalistas en cada potencia y país (USA, UE, Rusia, China, India, Irán, Arabia Saudí, Israel, etc.) revelan cómo la guerra les sirve a las élites para atemorizar y controlar a sus propios pueblos.
– Los últimos acontecimientos en Europa (fortalecimiento de las derechas neo y protofascistas, militarización de los Estados, protestas en Francia y otros países de los “no-incluidos”, etc.) y en Rusia (intento de rebelión del Grupo Wagner) muestran que la guerra es un síntoma más de la crisis societal y civilizatoria que vivimos y que se utiliza por los grandes poderes capitalistas como instrumento de miedo y control.
Conclusión
No es casual que desde Colombia se lance para América Latina la campaña “Aguanta Ucrania”. Colombia, a pesar de su precariedad histórica, es muy importante como punta de lanza de la OTAN y del imperio estadounidense. Algunos estudios sitúan este país como la tercera economía de América Latina después de Brasil y México. Las grandes corporaciones capitalistas le ven grandes potencialidades de inversión en agroindustria, energía y turismo.
Desde la época colonial, Bogotá, Lima y México fueron centros políticos importantes para los imperios europeos (eran cabeza de las Audiencias Reales de las “nuevas” Granada, Castilla y España). Después de la “independencia” Colombia y Perú fueron sometidos por el imperio británico y luego, en el siglo XX, los EE.UU. consolidaron su dominio imperial.
Colombia siempre ha sido el Israel y el Caín de América. Nunca surgió una burguesía nacional que se identificara con su territorio y con su pueblo. La élite parasitaria colombiana está acostumbrada a ser un borrego del imperio. Esa oligarquía –además de criminal– vende su alma al mejor postor.
Por ello, se presta para ese tipo de jugadas que son planeadas en Londres y Washington. No están cómodos con el Gobierno progresista que encabeza Gustavo Petro que impulsa el “no alineamiento” con ninguna potencia imperial y que afirma “¿Para qué la guerra? Si lo que necesitamos es salvar a la especie humana”. No les gusta que denuncie esa guerra como “un crimen contra toda la humanidad”. Para ellos es una guerra para “defender la democracia”.
Y es un crimen, porque esa guerra ha acrecentado el hambre en el mundo por cuanto ha bloqueado el comercio global de cereales y fertilizantes producidos en Rusia y Ucrania. Además, desvía la atención mundial y los recursos económicos que deberían estar concentrados en la lucha contra el cambio climático y la descarbonización de la producción. Y lo más grave, porque de seguir por el camino de agudización del conflicto que impulsa el Gobierno estadounidense, en cualquier momento la hecatombe nuclear será una realidad de muerte y de exterminio humano.
Por todo lo anterior no hay que hacer el juego a quienes quieren hacernos creer que en Ucrania se está defendiendo la democracia liberal frente a la autocracia rusa (“oriental”). Eso es un chiste. O que “Aguanta Ucrania” es una campaña “pacifista”. Y por ello, Carolina Sanín se merece un aplauso dado que, aunque es alguien de la misma clase social de Jaramillo, con esa especie de opinión “quinista” nos devela con mucha valentía el “cinismo” de esa indigna oligarquía.
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