A pesar de la expansión sin precedentes de la protección social durante la crisis generada por la COVID-19, más de cuatro mil millones de personas en el mundo, el 47 por ciento de la población del urbe, siguen estando completamente desprotegidas, según un nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
El informe constata que la respuesta a la pandemia fue desigual e insuficiente, aumentando la distancia entre los países de altos ingresos y los de bajos ingresos, y no logró ofrecer la protección social indispensable que todos los seres humanos merecen.
La gran mayoría de los niños sigue sin tener una cobertura de protección social efectiva y, en todo el mundo, solo el 26,4 por ciento de los niños recibe prestaciones de protección social. La cobertura efectiva es especialmente baja en algunas regiones: del 18 por ciento en Asia y el Pacífico, del 15,4 por ciento en los Estados Árabes y del 12,6 por ciento en África.
La protección social incluye el acceso a la atención médica y a la seguridad del ingreso, en particular para las personas de edad, en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, accidente en el trabajo, maternidad o pérdida del principal generador de ingresos de la familia, así como para las familias con hijos.
El Informe Mundial sobre la Protección Social 2020-2022: La protección social en la encrucijada – en busca de un futuro mejor ofrece un panorama mundial de la evolución reciente de los sistemas de protección social, incluyendo los pisos de protección social, y abarca las consecuencias de la pandemia de Covid-19. Asimismo identifica los déficits en materia de protección social y formula recomendaciones políticas esenciales, en especial con relación a los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (ODS).
Los países se encuentran en una encrucijada, afirmó el Director General de la OIT, Guy Ryder, quien señaló que «este es un momento propicio para utilizar la respuesta a la pandemia a fin de construir una nueva generación de sistemas de protección social basados en los derechos».
Añadió que estos sistemas pueden proteger a las personas de futuras crisis y dar a los trabajadores y a las empresas la seguridad para enfrentar las múltiples transiciones que se avecinan con confianza y esperanza. «Debemos reconocer que una protección social eficaz y completa no sólo es esencial para la justicia social y el trabajo decente sino también para la creación de un futuro sostenible y resiliente”, señaló Ryder.
En la actualidad, sólo 47 por ciento de la población mundial está efectivamente cubierta por al menos una prestación de protección social, mientras que 4.100 millones de personas (53 por ciento) no se benefician de ninguna seguridad del ingreso de su sistema de protección social nacional.
Tras esta media mundial existen importantes desigualdades entre las regiones y dentro de ellas, ya que las tasas de cobertura en Europa y Asia Central (83,9 por ciento) y las Américas (64,3 por ciento) están por encima de la media mundial, mientras que en Asia y el Pacífico (44,1 por ciento), los Estados Árabes (40,0 por ciento) y África (17,4 por ciento) se observan unas diferencias de cobertura mucho más pronunciadas
Esta brecha de financiación para la creación de pisos de protección social ha aumentado aproximadamente un 30 por ciento desde el inicio de la crisis de la Covid‑19 ,debido a la mayor necesidad de servicios de salud y medidas de seguridad de los ingresos y a las reducciones del PIB causadas por la crisis.
A fin de garantizar al menos una cobertura de protección social básica, los países de bajos ingresos deberían invertir 77.900 millones de dólares adicionales al año, los países de ingresos medios-bajos 362.900 millones de dólares adicionales al año, los países de ingresos medios-altos 750.800 millones de dólares adicionales al año. Esto equivale respectivamente a 15,9; 5,1 y 3,1 por ciento de su Producto Interno Bruto.
El gasto público en protección social también varía de manera significativa. En promedio, los países destinan 12,8 por ciento de su producto interior bruto (PIB) a la protección social (excluyendo la salud), sin embargo los países de altos ingresos invierten 16,4 por ciento de su PIB en protección social y los de bajos ingresos sólo 1,1 por ciento.
“Hay una enorme presión para que los países alcancen una consolidación fiscal, después de los gastos públicos enormes relacionados con sus medidas de respuesta a la crisis, pero sería sumamente perjudicial reducir los gastos en protección social; es necesario invertir en ello ahora”, declaró Shahra Razavi, Directora del Departamento de Protección Social de la OIT.
Medidas específicas para promover una protección social universal fueron presentadas en el Llamamiento mundial a la acción para una recuperación centrada en las personas de la crisis causada por la COVID-19 HYPERLINK «https://www.ilo.org/ilc/ILCSessions/109/news/WCMS_803987/lang–es/index.htm» , que define un programa de recuperación completo, y fue adoptado por unanimidad en junio 2021 por los Estados miembros de la OIT, en representación de los gobiernos, las organizaciones de trabajadores y de empleadores.
Ejercicios dialécticos en la hegemonía de la desgracia
La Covid‑19 ha subrayado la importancia crítica de lograr la protección social universal. Es fundamental que los países –los gobiernos, los interlocutores sociales y todas las partes interesadas– resistan las presiones para volver a un camino fácil y adopten el camino óptimo hacia la protección social para hacer frente a la pandemia en curso, así como para asegurar una recuperación centrada en las personas y un futuro inclusivo.
Para ello, los expertos destacan varias prioridades, engtre ellas que las medidas de protección social para hacer frente a la crisis de la Covid‑19 deben mantenerse hasta que la crisis amaine y la recuperación esté bien encauzada, para lo cual será necesario seguir invirtiendo en los sistemas de protección social a fin de mantener el nivel de vida, garantizar un acceso equitativo a las vacunas y a la atención de salud, y evitar una mayor contracción económica.
Asimismo, señalan que se deben garantizar un acceso equitativo y oportuno a las vacunas es decisivo para la salud y la prosperidad de todos los países y pueblos. En un mundo interconectado, una recuperación verdaderamente inclusiva depende de ello.
Los exprtos afirman que hay que evitar la tentación de volver a la consolidación fiscal para hacer frente a los enormes desembolsos de gasto público que requiere la Covid‑19. Las crisis anteriores han demostrado que la austeridad deja profundas cicatrices sociales, perjudicando a los más vulnerables de la sociedad.
Por el contrario, esforzarse por una recuperación rica en empleo y centrada en las personas, alineada con los objetivos sanitarios, sociales, ambientales y de cambio climático, puede contribuir a los objetivos de seguridad de los ingresos, creación de empleo y cohesión social, ampliar la base fiscal y ayudar a financiar la protección social universal.
Al dejar al descubierto la vulnerabilidad inherente a todos, haciendo explícito que nuestro bienestar individual está íntimamente ligado al bienestar colectivo y a la seguridad de las demás personas, la pandemia ha demostrado que la protección social es indispensable. Además, la crisis ha revelado que existe un margen importante para que los países se propongan «hacer lo necesario» para lograr los objetivos prioritarios si así lo deciden.
La aplicación del mismo enfoque político a medida que disminuye lo peor de la pandemia es una estrategia que algunos ven como prometedora para tomar un camino óptimo hacia el logro de los ODS y la protección social universal. Pero para seguir por ese camino es preciso construir sistemas de protección social universal y permanentes que proporcionen una cobertura adecuada e integral a todos, orientados por un diálogo social tripartito eficaz.
Estos sistemas son esenciales para prevenir la pobreza y la desigualdad, así como para hacer frente a los retos de hoy y de mañana, en particular promoviendo el trabajo decente, apoyando a las mujeres y a los hombres para que puedan afrontar mejor sus transiciones vitales y laborales.
Y, asimismo, facilitando la transición de los trabajadores y las empresas de la economía informal a la economía formal, impulsando la transformación estructural de las economías y apoyando la transición hacia economías y sociedades más sostenibles desde el punto de vista ambiental.
La eterna crisis del capitalismo, un viejo mal y sus tratamientos homeopáticos
Entre otras muchas cosas la pandemia ha puesto de manifiesto dos cosas: una, que los recortes en la sanidad pública y la consecuente privatización de los servicios sanitarios provocó que fueran absolutamente desbordados por la pandemia, y dos, la propiedad privada de las patentes farmacéuticas está frenando la resolución de la crisis sanitaria a nivel mundial.
Pero debemos ir a la esencia de los Informes, que pueden interpretarse con la marca de la sofistería política, usada para que los trabajadores abandonen sus luchas.
Bajo el paraguas de los discursos pastorales y demagógicos surgen las diferentes prerrogativas -“socialismo democrático”, “poder alternativo”, “distribución justa de las riquezas”, “refundar la sociedad”, “capitalismo humano”, “estrategia de los ODS”, “desarrollo sostenible” -, que en realidad sirven de pretexto a una conducta mercenaria y de colaboración con la burguesía filantrópica del gran capital.
Sin dudas, estamos en una época de profundos cambios históricos, después de un período de crecimiento económico, el sistema capitalista está llegando a sus límites. En lugar de crecimiento nos enfrentamos al estancamiento económico, la recesión y una grave crisis de las fuerzas productivas, ampliado por la Covid-19.
Pero la crisis del capitalismo desde hace mucho tiempo se manifiesta en todos los niveles de la vida. Se refleja en la especulación y la corrupción, el consumo y el tráfico de drogas, la violencia, el egoísmo, y la indiferencia hacia los sufrimientos de los demás, incluidas las pandemias, el colapso de la familia burguesa, la crisis de la moralidad, la cultura, el derroche y la irracionalidad. ¿cómo podría ser de otra manera?
El mundo vive una gravísima situación que va mucho más allá del marco teórico, esbozado en un sinnúmero de Informes Internacionales. Un diluvio de crecientes injusticias sociales aunadas a las guerras que proliferan y que hunden naciones enteras en una atmosfera de confusión, desolación e incredulidad, nos inunda cada día.
La Covid-19 ha señalado al rey desnudo, mientras sus fieles teólogos insisten en convencernos de que sigue llevando ropa, pero que sus prendas necesitan una renovación. Un año donde hasta el Papa se permitió el lujo de señalar directamente al capitalismo y sus dogmas como causantes de la desigualdad en el mundo y la inminente crisis ecológica.
Ante la actual coyuntura parece pertinente tomar alguna distancia para reflexionar sobre el aquí y el ahora. En contra de la idea acuñada de que las soluciones de justicia social de los pueblos requieren de más desarrollo del capitalismo, bajo el supuesto que ello le permitiría acercarse a las formas del capitalismo del mundo central, además de aproximarla a las posibilidades de un bienestar infinito, creemos que no.
Es necesario replantear la ética en la teoría y la práctica de los movimientos emancipatorios. Principios como la solidaridad, la igualdad, la justicia social, la realización plena del ser humano están inscriptos en las banderas de lucha de todos quienes aspiran a la superación del capitalismo, sistema que por su propia naturaleza es la antítesis de aquellos principios. ¿Acaso 4100 mil millones de personas no cuentan?
*Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
https://estrategia.la/2021/09/09/realidad-incontenible-4-100-millones-de-personas-socialmente-desprotegidas/