¿Quienes Somos? Reclama Las Calles (Reclaim the Streets) no es una organización, es una propuesta descentralizada que coordinamos con total autonomía de acción para cada actividad. Surge como forma de protesta en Inglaterra tomando notoriedad en los días de acción global anticapitalistas propuestas entorno a la AGP (Acción Global de los Pueblos). Hoy es una […]
¿Quienes Somos?
Reclama Las Calles (Reclaim the Streets) no es una organización, es una propuesta descentralizada que coordinamos con total autonomía de acción para cada actividad.
Surge como forma de protesta en Inglaterra tomando notoriedad en los días de acción global anticapitalistas propuestas entorno a la AGP (Acción Global de los Pueblos).
Hoy es una práctica común en las manifestaciones contra la globalización económica en todo el mundo (Londres, Praga, Niza, Washington, Barcelona, Gotemburgo, Génova, Ottawa, Bruselas…)
¿Las calles?
La vida cotidiana, que solía desarrollarse al aire libre, en la calle, fuera de las casas y los lugares de trabajo, hoy en día ha sido desplazada hacia los espacios privatizados. La calle, espacio público por excelencia, es ahora propiedad de la Intendencia y el Estado, sometida a las ordenanzas municipales y vigilada por la policía y la seguridad privada.
El aparato del Estado adopta una cara bondadosa con su policía amiga, que cuida a los buenos vecinos y vecinas, pero no dudará un segundo en dispararles o pisotearlos si salen a las calles a exigir sus derechos como trabajadores o como ciudadanos.
El control policial, la video vigilancia, los ‘vecinos alertas’ y la educación escolar nos enseñan que los que no tienen nada que hacer, no deben estar en la calle. Un buen ciudadano no debe molestar a sus vecinos.
A excepción del candombe (aceptado pero perseguido cada día más) los espacios públicos se están vaciando de espontaneidad, todo está prohibido: cantar, cocinar, comer, tomar, dormir, amar, lavar, pintar, bailar…
Las plazas están siendo privatizadas y las calles ensanchadas a necesidad de los coches particulares. No se trata sólo de que el coche sea un medio de transporte caro, privado, ruidoso, contaminante y con capacidad para matar, sino que, además, la circulación de vehículos es la justificación para que el espacio urbano quede imposibilitado para el juego, el paseo, la fiesta, el arte o, simplemente, para estar en la calle. Es «natural» que la calle sea para los coches y que no pueda ser para nada más.
Algunos grupos sociales se resisten a la privatización de las calles. Así ocurre que músicos, artesanos, vendedores ambulantes, mendigos, grafiteros, manifestantes… son regulados, amenazados, multados, denunciados y, si llega el caso, detenidos. Algunos días al año la autoridad tolera tambores en la calle, carnavales y otras celebraciones colectivas que se resisten a entrar en la norma y conservan la memoria histórica de cómo se puede estar en la calle de otra manera. Si muchas cosas se han dejado de hacer en la calle es porque la gente ya no se atreve, o ni siquiera lo intenta, porque cree que no se deben hacer. El gran éxito del poder es haber reproducido las relaciones de sumisión en la vida cotidiana de la gente sin que pesen las leyes. El ciudadano asimila las prohibiciones hasta parecerle lógicas y naturales. Como a otras instituciones de encierro (escuela, hospital, cuartel, fábrica, manicomio o cárcel) a la calle le llega también su adecuación a la sociedad del control. Cuando la norma está interiorizada y la sumisión se reproduce sin excesivo desgaste por parte del Estado, entonces el mayor problema ya no es que la calle sea frecuentada sino todo lo contrario, que esté desierta.
En la sociedad de control el problema no es la participación, sino la abstención en la que el poder no puede ver ni oír nada. Cámaras que nos apuntan, pero tras ellas no encontramos nada. En la sociedad de control uno teme participar en una acción no porque lo detengan, si no, porque si sale en la tele se enterarán los vecinos, o el jefe y puede perder el trabajo.
El Estado capitalista solo quiere consumidores y trabajadores en las calles. La fiesta es lo que disuelve las estructuras de autoridad, libera el tiempo y el espacio, se desencadena como acontecimiento. Mientras el poder nos invita a celebrar los grandes momentos de nuestra vida aunando mercancía con espectáculo, imponer el derecho a la fiesta es algo más que una parodia de la lucha radical: es una manifestación de esa misma lucha que instaura una nueva sociedad, pues es abierta, no está regulada ni sometida a orden y, aunque puede estar planeada, a menos que suceda por sí misma será un fracaso.
La esencia de la fiesta, el cara a cara, el grupo de amigos y amigas, tanto si son decenas como miles, que aúnan sus esfuerzos en un intercambio de riquezas desmercantilizado para el puro circular de la alegría a través de la comida y la bebida, la música y el baile, la conversación o el arte, en la actualidad, se puede considerar uno de los actos más revolucionarios.
fuentes: sindominio.net y http://reclamalascalles.20m.com/. Pagina oficial: www.reclaimthestreets.net. Pagina de una «reclama las calles» de uruguay 2001: http://reclamalascalles.20m.com/. Pagina de Argentina http://www.reclamalascalles.cjb.net