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Recordando a Alvaro Cunhal

Fuentes: resistir.info

En Portugal, en las últimas semanas, se escribió y se habló sobre Álvaro Cunhal más de lo que recuerdo se haya escrito y hablado desde el 25 de Abril sobre cualquier otro portugués. Leí algunos textos muy bellos e inteligentes sobre el gran desaparecido. Más, con pocas excepciones, la calidad, en esa producción torrencial, no […]

En Portugal, en las últimas semanas, se escribió y se habló sobre Álvaro Cunhal más de lo que recuerdo se haya escrito y hablado desde el 25 de Abril sobre cualquier otro portugués.

Leí algunos textos muy bellos e inteligentes sobre el gran desaparecido. Más, con pocas excepciones, la calidad, en esa producción torrencial, no correspondió a la cantidad.

Un sistema mediático perverso, dominado por una gran burguesía que identificó siempre en Álvaro Cunhal un enemigo irreductible del sistema capitalista tenia todo el interés en que el personaje, su pensamiento y su intervención en la historia surgiesen deformados en la imagen proyectada después de la muerte.

Pero el pueblo portugués, compareciendo masiva y compactamente en el mayor funeral del que haya memoria, rechazó la deformación. Comunistas y no comunistas desfilaron hombro a hombro en el adiós a un revolucionario ejemplar que entró por la puerta grande en el panteón de los héroes permanentes.

Álvaro Cunhal fue un personaje irrepetible.

Tenia la marca de lo diferente sin que para ello hiciese el menor esfuerzo. Me pareció desde que lo conocí como uno de aquellos seres raros vocacionados para hacer bien todo lo que emprendiera en el caminar por la vida.

Fue un gran revolucionario. La memoria más densa que de el va a perdurar es la de dirigente e ideólogo comunista de prestigio mundial. Pero el éxito lo acompaño siempre en todos los frentes de intervención. Escribió una novela notable –Hasta mañana Camaradas– y cuentos, ensayos y narrativas de elevada calidad literaria. Su traducción del Rey Lear, de Shakespeare, además de ser muestra de intimidad profunda con dos grandes idiomas, deja entrever la complejidad de su reflexión sobre la obra del genial ingles. Como artista plástico, los Diseños de Prisión anuncian el talento creador del gran pintor que pudo haber sido.

Su obra teórica será con el tiempo fuente de consulta indispensable para la comprensión de Portugal del Siglo XX. Nadie como el ilumina las luchas del tiempo del fascismo y profundiza en la comprensión de las estructuras sociales del pueblo que fue sujeto de la breve pero luminosa saga de la Revolución de Abril.

Como ideólogo él tenia la capacidad poco común de hacer el puente entre la teoría y la práctica. Nos hacia recordar a Marx por la manera como del estudio y del conocimiento profundo de la historia extraía conclusiones que lo empujaban para la innovación.

Dos generaciones de simuladores de la cultura que vociferan contra Lenin sin nunca haberlo leído terminan por exorcizar a Álvaro Cunhal por su firme defensa del marxismo-leninismo.

Un partido revolucionario es siempre una obra colectiva. Pero es evidente que fue decisiva la contribución de Álvaro Cunhal para la transformación del PCP en un gran partido de masas preparado para sumir tareas históricas que no era posible prever en Abril del 74.

Lenin decía que sin organización revolucionaria no hay revolución posible. Su teoría del partido -combatida por los mencheviques- aparece como una columna vertebral del leninismo.

Obviamente, el PCP no creció como un partido moldeado por la imagen del partido bolchevique, tal como este se presentaba en la Revolución de Febrero del 17. Más el leninismo, en Portugal -el fantasma que hirió la sensibilidad de «disidentes» y «renovadores» ansiosos por adherirse a un capitalismo «reformado» y «humanizado»- funcionó como la sabia que permitió al PCP mantener una organización y una firmeza sin las cuales no podría haber respondido a las exigencias de la historia. El centralismo democrático, tal como Lenin lo concebía, es infinitamente más democrático que los mecanismos de falsa participación montados por las dictaduras de la burguesía de fachada democrática.

En articulo que escribí para www.resistir.info y Alentejo Popular en el 91 aniversario de Álvaro Cunhal recordé que «la grande y generosa marea inicial, marcada por el espontaneismo, habría bajado rápidamente, si el Partido Comunista Portugués no hubiera conseguido con éxito canalizar, a través de una participación organizada, la combatividad de las masas, en las ciudades, en las áreas industriales y en los campos de Alentejo y de Ribatejo, para los objetivos estratégicos que sobrepasaran largamente las reivindicaciones coyunturales.»

Me atrevo a afirmar que la poderosa creatividad de Álvaro Cunhal, como estratega se afirmó sobre todo en los años de la escalada contrarrevolucionaria. Repito aquí lo que entonces escribí: «Si es un hecho que las grandes conquistas de Abril se materializaron en el breve periodo comprendido entre la malograda intentona de la «mayoría silenciosa» y el 25 de Noviembre, cabe recordar que la defensa tenaz de las mismas conquistas cuando principió la contrarrevolución no habrían sido también viables si en la época un porcentaje importante de los trabajadores no hubiese resistido con lucidez y firmeza la ofensiva restauradora de las fuerzas de la derecha tradicional dirigidas por el Partido Socialista.»

La intervención personal de Álvaro Cunhal en la estructuración de un colectivo partidario movilizado para una lucha permanente y dificilísima se me presenta como determinante en aquellos años. Su capacidad como estratega, servida por una sensibilidad que le permitía adoptar las inflexiones tácticas indispensables con una rapidez impresionante hizo posible aquello que desesperó siempre al PSD y al PS: la vitalidad revolucionaria del PCP como partido que en un batallar ininterrumpido había adquirido, en el cuadro de una democracia ya castrada, la estructura y el perfil que lo proyectaron en el mundo como paradigma de organización que en la lucha utilizaba como guía para la acción el marxismo-leninismo no como breviario escolástico al que fuera reducido en los países del Este y en la URSS, pero como teoría (y praxis) creadora en permanente renovación. Tal como Lenin lo imaginara.

La atención dedicada a la muerte de Álvaro Cunhal como acontecimiento -atención inseparable de la ambigüedad que caracteriza la actuación de los dirigentes de la burguesía portuguesa- no puede esconder una evidencia: ningún portugués contemporáneo (con excepción de Vasco Gonçalves) fue tan calumniado e injuriado como el ex secretario general del PCP.

Su grandeza hería a los enemigos de la Revolución.

En mesas redondas aflictivas por la perversidad y la mediocridad de la mayoría de los analistas, se habló mucho del mito Cunhal. Aventureros de la política, algunos ex-comunistas, esbozaron de él retratos fantasmaticos, como si fuera un actor de Hollywood o un caballero del jet set.

La vida me proporcionó la oportunidad de trabajar durante más de una década con Álvaro Cunhal. Siempre lo vi y sentí como un camarada que se asumía, en el reracionamiento, como alguien que no soportaba privilegios.

Su talento en debates en la TV, la finura en el trato y la capacidad de usar la sonrisa como arma de respuesta a eventuales groserías habrán contribuido para generalizar la idea del «seductor»

El recuerdo más fuerte que conservo de los contactos con el es el de un camarada que establecía una frontera muy nítida entre la actitud asumida en el trabajo y la adoptada en momentos de convivencia .

Álvaro era de una extraordinaria exigencia, seco, a rozar con la dureza cuando se encontraba tratando asuntos a los que llamare políticos. En esos diálogos nada había de seductor en su estilo. Pocas veces oí de él elogios. Y no tengo temor en revelar que las críticas eran muy frecuentes y en ocasiones severas. Casi siempre justas. No lastimaban, porque fraternales, ellas siempre eran inseparables de la confianza que transmitía simultáneamente en su estilo inconfundible.

Al fin de una reunión, cuando, raramente, sobraba tiempo, se transmutaba y me encantaba oírlo hablar de pintura, de historia, y emitir opiniones sobre temas ideológicos que yo colocaba.

Mi admiración por el dirigente y por el hombre creció con el tiempo. No fue minimamente afectada cuando dejó de ser Secretario General.

En los últimos ocho años, porque viví lejos del país, solo tenía oportunidad de verle en breves visitas a Portugal. Lo visitaba siempre en su casa de los Olivais,en Lisboa. Me impresionaba la manera serena con que asumía el envejecimiento y sobre todo la ceguera progresiva. La última conversación prolongada que mantuvimos ocurrió en la semana en que las torres del World Trade Center, en Nueva York caían. Recuerdo que Álvaro, bien informado y muy lucido, previó la escalada de violencia e irracionalidad que el imperialismo estadounidense comenzaría con la agresión al pueblo de Afganistán.

Lastima que en Portugal el sistema mediático que tanto lo calumnió en vida no haya divulgado algunos de los artículos que en decenas de países fueron dedicados al autor de El Partido con paredes de cristal.

Me impresiona el contraste entre muchos de estos textos y el tono y el contenido de la mayoría de los testimonios de políticos de la burguesía portuguesa. Leí trabajos sobre Álvaro Cunhal ahora publicados en México, en Brasil y en otros países de América Latina que dejan aparecer una profunda y conmovida admiración por el revolucionario y por el ciudadano. Admiración que se expresa también por la reproducción de páginas de sus libros y de ensayos y artículos de la última fase de su vida.

En Portugal los comentarios irrespetuosos no me sorprendieron. Prefiero recordar artículos inesperados como el de la periodista São José de Almeida. Sin esconder su posición de anticomunista indefectible, su articulo sobre Álvaro Cunhal queda como lección de dignidad ofrecida a gente que vió en la muerte del dirigente comunista una oportunidad para hacer baja politiquería.

Leí textos que siendo berridos de odio mancharon los periódicos que los divulgaron. Los autores quedaron desnudos en la plaza por su primitivismo. Considero más negativos sin embargo testimonios como los de Mario Soares y Manuel Alegre. El primero toca la musica de un Cunhal que soñaría con la implantación de una «democracia popular» en los moldes de las existentes en Europa del Este. Y retoma desastrosamente, la antinomia vencedor-vencido.

Mente conciente. Álvaro Cunhal tenía una opinión muy crítica sobre el funcionamiento de esos regimenes y el trabajo en ellos desarrollado por los partidos allí en el poder. Además, nunca defendió para Portugal el partido único.

Mario Soares contempla la historia como un campo de juego de fútbol. El claro, se presenta como un vencedor, mirando desde encima al derrotado Álvaro Cunhal.

¡Que pobreza de reflexión, para no decir indigencia!

El 25 de Noviembre no fue una victoria personal de Mario Soares. Permanecerá en la historia como una derrota del pueblo portugués hecha posible por la ruptura de unidad entre el movimiento popular y la heterogénea vanguardia militar (agravada por múltiples divisiones) que hizo posible el 25 de Abril. Es un hecho que Mario Soares desarrolló una actividad contrarrevolucionaria desde el 11 de Marzo, pero fue la mudanza de relación de fuerzas en la sociedad portuguesa que puso fin al proyecto de Abril. Al adornarse con las plumas de pavo real de un vencedor exhibe una imagen bien pequeñita de su dimensión política y humana.

En cuanto al artículo de Manuel Alegre publicado en la revista Visão aparece como un ejemplo de una actitud irrespetuosa. El texto es, en apariencia elogioso. Pero la técnica es perversa. El autor atribuye a Álvaro palabras y opiniones que el, muerto, no puede desmentir.

Quien conoció al comunista que fue Secretario General del PCP sabe que algunas de esas opiniones son incompatibles con su pensamiento sobre los temas en causa.

Álvaro Cunhal fue, además, siempre contrario a las confidencias políticas y personales. En este homenaje tan insuficiente recuerdo con añoranza su maravillosa y rarísima facultad de, usando un lenguaje muy simple, accesible a cualquier persona, transmitir ideas y conceptos de elevado contenido ideológico.

Muchos años pasaran hasta que vuelva a nacer entre nosotros un hombre con la dimensión de grandeza de Álvaro Cunhal. Desapareció el mayor portugués del siglo XX. Esa evidencia no puede ser ocultada.Su glorioso funeral(250 000 participantes) fue simultáneamente una herencia cargada de leciones para el Partido revolucionario que dio significado a su existencia. Ojalá los comunistas portugueses sepan interpretarlas, poniendolas en pratica en las grandes luchas que se esbozan en el horizonte.

Serpa, 27 de Junio de 2005
Este articulo se encuentra en http://resistir.info
Traducción: Pável Blanco Cabrera