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Regresa la sombra del ALCA en una cumbre presidencial sin acuerdos

Fuentes: Integración Sur

En un sentido estricto en Mar del Plata no murió el ALCA ni mucho menos. El ALCA como tal nunca ha existido, y el objeto de debate era reiniciar las negociaciones hacia un futuro tratado hemisférico. La oposición del MERCOSUR no es fruto de un desacuerdo sobre el instrumento de un acuerdo de libre comercio. […]

En un sentido estricto en Mar del Plata no murió el ALCA ni mucho menos. El ALCA como tal nunca ha existido, y el objeto de debate era reiniciar las negociaciones hacia un futuro tratado hemisférico.

La oposición del MERCOSUR no es fruto de un desacuerdo sobre el instrumento de un acuerdo de libre comercio. En realidad estos gobiernos apoyan los acuerdos de libre comercio, pero advierten que mientras ellos abren sus mercados a ciertos sectores, no reciben una apertura recíproca del mismo tipo desde Estados Unidos (y también Canadá)

La clausura de la IV Cumbre de las Américas estuvo cargada de suspenso. Las horas pasaban y los presidentes no lograban un consenso para una declaración final. El escollo fue la propuesta de reflotar las negociaciones del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), y el debate cobró tal intensidad que los propios presidentes debieron sumar una nueva sesión de trabajo por fuera de la programación oficial. Las negociaciones se sucedieron durante toda la tarde del sábado 5 de noviembre, bajo la extraña circunstancia de presidentes que poco a poco abandonaban la ciudad mientras sus ministros debían quedarse para intentar llegar a un acuerdo.

A media tarde parecía que la Cumbre terminaría sin declaración final. Un extremo que parece que nadie quería. Horas más tarde se logró un consenso en dejar en claro las dos posiciones sobre los temas comerciales. En un extremo inusual, se mantuvieron las secciones generales típicas de estos encuentros referidos al desarrollo y el trabajo, pero en cuanto al ALCA se reconoce que unos países apuestan a lograrla, proponiendo relanzar las negociaciones en el primer semestre de 2006, mientras que otros sostienen que todavía no están dadas las condiciones de lograr un acuerdo comercial «equilibrado y equitativo».

Estas dos posiciones se basan por un lado, en la iniciativa de Estados Unidos, Canadá, México, los países de Centroamérica y el Caribe, casi todos los andinos (especialmente Colombia) y Chile, de reflotar las negociaciones del ALCA; mientras que se opusieron los cuatro socios del MERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y Venezuela.
A pesar de estas diferencias todos los participantes parecen estar a la vez complacidos en al menos un punto. Por ejemplo, el presidente Kirchner de Argentina sostuvo que el Mercosur demostró «está fuerte». Chávez de Venezuela sostuvo que él y los demás miembros del Mercosur fueron como los «cinco mosqueteros» y que el resultado fue enterrar el ALCA. Hasta la delegación de Estados Unidos calificó a la Cumbre como un éxito -según las palabras del subsecretario para las Américas, T. Shannon, quien agregó que si bien Chávez anunció la muerte del ALCA, en realidad esa idea «resucitó» en Mar del Plata. La prensa internacional ha enfocado sus coberturas en los incidentes de una de las marchas callejeras en Mar del Plata, y en la falta de acuerdo sobre el documento final. Pero los hechos son un poco más complicados, y es necesario adelantar algunas observaciones un poco más rigurosas.
En primer lugar, en sentido estricto en Mar del Plata no murió el ALCA ni mucho menos. El ALCA como tal nunca ha existido, y el objeto de debate era reiniciar las negociaciones hacia un futuro tratado hemisférico. Esas negociaciones estaban empantanadas desde la cumbre ministerial de Miami en 2003.
En segundo lugar, es importante no ocultar ni olvidar que 27 países Latinoamericanos y Caribeños deseaban retomar las negociaciones del ALCA (29 en total al sumársele EE.UU. y Canadá). Sólo cinco se opusieron. Si de mayorías se trata, lo cierto es que el grupo mayoritario desea más acuerdos de libre comercio. Estados Unidos tiene el apoyo de Canadá y de muchas naciones Latinoamericanas, y ese apoyo es tal que el texto en discusión ni siquiera fue presentado por Washington, sino por Panamá. Es cierto que en el otro grupo se encuentran economías muy importantes (Brasil, Argentina, Venezuela), lo que equilibraba el debate, y fue agudamente señalado por el presidente Kirchner.
Pero es evidente que la región sigue dividida. La situación es particularmente dramática dentro de América del Sur donde países como Colombia, Perú o Chile insisten en seguir el camino de los tratados de libre comercio (TLCs), y por lo tanto estamos lejos de alcanzar una coherencia política en los acuerdos MERCOSUR – CAN (Comunidad Andina de Naciones). Todavía más lejos están las acciones concretas que permitan instalar una «comunidad sudamericana». Sería muy bueno que todos esos gobiernos reflexionaran, y en especial el canciller de Brasil, Celso Amorim, para reorientar esas iniciativas hacia un camino que verdaderamente fortalezca la vinculación política, ya que los instrumentos ensayados hasta ahora no aseguran unidad en las posiciones.
En tercer lugar es importante analizar los términos del debate. La oposición del MERCOSUR no es fruto de un desacuerdo sobre el instrumento de un acuerdo de libre comercio. En realidad estos gobiernos apoyan los acuerdos de libre comercio, pero advierten que mientras ellos abren sus mercados a ciertos sectores, no reciben una apertura recíproca del mismo tipo desde Estados Unidos (y también Canadá). El MERCOSUR quiere libre comercio «en serio», y por lo tanto apunta a desmontar el proteccionismo y los subsidios agrícolas. Esa es una postura comprensible, y debe felicitarse a los gobiernos que intenten revertir la experiencia de acuerdos comerciales asimétricos donde siempre pierde el sur. Pero debemos entender que esa posición no sólo se debe a la propia existencia del MERCOSUR sino que a los cuatro países son exportadores netos agroalimentarios, y es en ese rubro donde tienen las mayores ventajas frente a Estados Unidos. El MERCOSUR esperará a la reunión de la OMC en Hong Kong para saber si habrá avances sustantivos en recortar los subsidios agrícolas. Tampoco puede descartarse que la posición de este bloque en realidad sea una forma de presionar a Washington para que altere su posición frente a la OMC. Si eso ocurre, seguramente habrá cambios en la posición del MERCOSUR en cuanto al ALCA.
Una vez establecidas esas circunstancias tampoco debe pasar desapercibido que ninguno de los cuatro gobiernos del MERCOSUR está planteando un esquema de integración alternativo, que permita promover otro estilo de desarrollo. Kirchner critica duramente al FMI, lo que está muy bien, pero sigue apostando a un modelo agroexportador de recursos naturales, y esencialmente basado en la soja; ese estilo de desarrollo y las relaciones comerciales que implica no está en discusión. Lula tampoco está pensando en otro tipo de relaciones comerciales ancladas en un estilo de desarrollo distinto, y ni siquiera trata de reformar el sistema financiero internacional.
En cuarto término, los bloques regionales Latinoamericanos tuvieron distintos comportamientos en Mar del Plata. El Mercado Común Centroamericano actuó en el marco de los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos (CAFTA-DR), la CAN lo hizo en la aspiración de lograr un convenio similar en un futuro cercano. Por lo tanto, en la práctica, los dos bloques no actuaron como tales sino que quedaron por detrás de los TLCs. El caso del MERCOSUR fue distinto, ya que el bloque volvió a cohesionarse en Mar de Plata a pesar de la discrepancias entre todos sus socios (algunas de ellas incluso evidentes en la Cumbre, como las alusiones de Kirchner a su diferendo ecológico con Tabaré Vázquez). El MERCOSUR siempre ha tenido ese matiz tan típicamente Latinoamericano de resucitar en los peores momentos, y lo demostró en esta ocasión ante Bush y los demás presidentes. Infelizmente bastó que pasaran unas horas, y al día siguiente tanto Brasilia como Buenos Aires volvieron a sus vicios de entender al MERCOSUR como un bloque binacional, dejando fuera de discusión a los países menores.
Finalmente, el cuestionamiento ideológico al proyecto ALCA viene desde Hugo Chávez de Venezuela. En sus largos discursos aparecen insinuaciones y aspiraciones de recorrer otro camino, que se entreveran debajo del slogan del «ALBA» – su iniciativa bolivariana para América. La intención de cambiar el rumbo parece estar allí, pero todavía no es posible interpretar hacia dónde apunta ese cambio. Por ahora el ALBA es más retórica que un programa concreto de integración, y posiblemente sus desafíos mayores están no sólo en generar propuestas aplicables concretas (por ejemplo: cuáles serían las regulaciones aduaneras del ALBA?, existiría libre tránsito de personas?), sino también en reaccionar ante interpelaciones actuales (por ejemplo, apoyar la democratización en Cuba). Por supuesto que todos disfrutamos de las ocurrencias de Chávez, y en especial de su capacidad para dejar en evidencia la teatralización de estas cumbres. Mi momento preferido en esta ocasión sucedió en la plenaria presidencial, cuando algunos jefes de Estado insistían en reflotar el ALCA, y entonces Chávez propuso hacer un referéndum continental para saber la opinión de los pueblos. Sin duda que fue un reclamo notable, pero todavía seguimos necesitando mucho más que eso para ensayar una integración alternativa.

En este contexto la situación de la organizaciones ciudadanas no es sencilla. Por un lado, deben enfrentar los recurrentes discursos de la «unidad» Latinoamericana (o Sudamericana»), mientras que el desorden geopolítico sigue en marcha (por ejemplo, con la novedad del recrudecimiento de los diferendos entre Perú y Chile). Por otro lado, existen tensiones internas en enfrentar las prácticas políticas desde la sociedad civil y en el tipo de relaciones que se establecen con la sociedad política. El impacto de la crisis política en Brasil, con sus implicancias para el Partido de los Trabajadores, y desde allí hacia los sindicatos y las ONGs es uno de los ejemplos más dramáticos de las actuales dificultades. Como siempre la denuncia y reacción frente a relaciones comerciales asimétricas e injustas es un paso esencial. Pero sigue siendo necesario dar un paso más, y explorar medidas concretas de integración alternativa para incidir con mayor efectividad en los debates políticos. Es que este sigue siendo un debate de ideas, y mientras que en el cónclave presidencial se siguen repitiendo las ideas convencionales sobre el libre comercio, la sociedad civil debe aprovechar la oportunidad para promover un debate radicalmente nuevo.

* Eduardo Gudynas es analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología y Equidad – América Latina).