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Réplica a la contrarréplica de Carlos Tena

Fuentes: Rebelión

Deseo, en primer lugar, disculparme con el señor Carlos Tena por no haber respondido pronto a su contrarréplica, pero como él pone el acento en las amebas quise estar seguro de que yo no tenía estos temibles bichos en mi organismo. Me hice exámenes y, para mi fortuna, no padezco de amebiasis. Tengo 64 años […]

Deseo, en primer lugar, disculparme con el señor Carlos Tena por no haber respondido pronto a su contrarréplica, pero como él pone el acento en las amebas quise estar seguro de que yo no tenía estos temibles bichos en mi organismo. Me hice exámenes y, para mi fortuna, no padezco de amebiasis. Tengo 64 años de edad y nunca he padecido esta invasión, a pesar de haber vivido más de 40 años en la ciudad de México.

Me referiré ahora a la contrarréplica del señor Tena. Lamentablemente cae de nuevo en imprecisiones. La primera es decir que el excelentísimo señor embajador de España en México en 1993 tal vez exageró «un poco», siendo que no sólo exageró mucho, sino que estaba mal informado. Hay embajadores que, en su soberbia, no se informan sobre el país en que viven, pero bien que cobran altos sueldos y prestaciones.

Vuelvo a decirlo, por si no quedó claro: una cosa es la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM) y otra la ciudad de México o Distrito Federal. La capital del país se llama Distrito Federal y también Ciudad de México. Los municipios conurbados de la ZMCM pertenecen a otra entidad federativa que se llama estado de México (artículo 43 de la Constitución). Para que el señor Tena me entienda mejor, me permito proporcionarle un dato de 2,000: El DF tenía ese año 8.6 millones de habitantes aproximadamente. El resto de la ZMCM contaba con 9.2 millones, también aproximadamente. Por lo tanto, decir que en la ciudad de México diez millones de personas defecan al aire libre no parece ser una afirmación cuidadosa, como tampoco insistir en que la población del DF es del doble de la que los censos revelan. Para que se perciba mejor la diferencia entre el DF y la ZMCM, me permito añadir el siguiente mapa de localización proporcionado por el INEGI:


Mayor información se puede obtener en http://www.inegi.gob.mx/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/integracion/sociodemografico/medioambdf/2002/archivo2.pdf.

La defecación al aire libre y la contaminación por ésta se circunscribe, en su mayor porcentaje, a la ZMCM donde, repito, hay ciudades perdidas que en otros países se denominan Favelas o Villas Miseria.

El señor Tena, en su contrarréplica, escribió: «dudo muchísimo de que el porcentaje de mexicanos con servicios higiénicos en ese área urbana se halle en el 97 por ciento, a no ser que el señor López-Obrador haya financiado en los últimos meses la compra de tazas de váter y urinarios diversos para el pueblo mexicano, la construcción de miles de metros de alcantarillado y su posterior enterramiento.»

Le aclaro su duda: los datos que cité en mi réplica son oficiales y de 1995, mucho antes de que López Obrador fuera jefe de Gobierno de la Ciudad de México o Distrito Federal, incluso antes de que soñara con serlo, pues en aquel entonces el Distrito Federal era un Departamento administrativo del gobierno federal (del presidente de la república) y el jefe del Departamento era un miembro del PRI designado por el entonces presidente Zedillo. Todas las fuentes consultadas (INEGI, INVI-DF y censos) nos hablan de una población de alrededor, en la actualidad, de 8.6-8.8 millones de habitantes, en el DF (no en la ZMCM). El INEGI reportó para el año 2,000 un total de 2,103,752 viviendas, que en promedio significan 4.1 personas por vivienda. Los datos sobre sanitarios, drenaje y agua que mencioné en mi anterior réplica son también oficiales, y no producto de acciones milagrosas del actual gobernante del Distrito Federal o algo semejante.

El señor Tena puede consultar también las siguientes fuentes:

Gustavo Garza (Coordinador), Atlas de la ciudad de México , DDF y El Colegio de México, 1987; y Gustavo Garza (coordinador), La ciudad de México en el fin del segundo milenio , Gobierno de la Ciudad de México-El Colegio de México, 2000, en donde encontrará datos sobre contaminación ambiental en el DF, vivienda, servicios, etcétera, incluyendo escusados, agua entubada y drenaje.

Toda la literatura que nos ha recomendado el señor Tena sobre las amebas, es agradecida desde acá, pero quizá sería buena idea que nos explicara para qué la citó, pues con esto no confirma su temeraria afirmación de que diez millones de personas en el DF defecan en la calle y no en los lugares apropiados con los que cuentan en sus domicilios.

Dice el señor Tena, «para terminar [unilateralmente] con la polémica de los números», que yo convendría con él en «que lo importante sigue siendo que hay un enorme índice de fecalidad en la ciudad y que, una vez respirado el aire, existen bastantes probabilidades de que las amebas fecales se te cuelen en estómago y pulmones, Y eso, no puede desmentirlo.»

Pues, con toda la pena, sí lo desmiento, y categóricamente, ya que su punto de partida es equivocado y su conclusión sobre la defecación humana al aire libre también. Me da la impresión de que el señor Tena tiene una mala impresión de México y de su ciudad capital. Y añado un dato más para su conocimiento: en mi país no existen ministros, salvo en la Suprema Corte de Justicia. El gabinete del presidente de la república está formado por secretarios de Estado, no ministros y sin duda el señor Tena sabe la diferencia. Y otro dato más, no existe ni ha existido un Ministro de Cultura ni un Ministerio de Cultura como él escribió en su artículo del 23 de junio pasado, por lo que es muy difícil que su titular lo recibiera «muy amable en su despacho». Me temo que el señor Tena no supo siquiera con quién habló en su visita de hace años (en los tiempos del presidente Salinas de Gortari) a México.

Como yo soy democrático y un modesto intelectual mexicano, es decir de un país subdesarrollado que fuera colonia de España durante 300 años, no termino unilateralmente la polémica. El señor Tena, para mí, tendrá todo el derecho a una nueva réplica.