Nada habría que objetar a la propuesta del cardenal dominicano López Rodríguez de «poner el país en manos de Dios» si no fuera porque, en ese caso, habría que preguntarse antes, en manos de quién ha estado el país. En manos de quiénes ha estado la República Dominicana en sus 162 años de independencia, incluyendo […]
Nada habría que objetar a la propuesta del cardenal dominicano López Rodríguez de «poner el país en manos de Dios» si no fuera porque, en ese caso, habría que preguntarse antes, en manos de quién ha estado el país. En manos de quiénes ha estado la República Dominicana en sus 162 años de independencia, incluyendo la llamada independencia efímera.
Porque yo siempre había creído que era en manos de Dios que estábamos y que, precisamente, a ese hecho se debía que todavía quedara república y que la isla no se hubiera hundido.
Siempre había pensado que era la infinita misericordia divina la responsable de que todavía quedaran bienes públicos que robar y malvender, crímenes que perdonar y delincuentes a los que honrar.
Y estoy hablando de una república en la que ni siquiera la embajada (no voy a decir cuál, que cada quien haga sus conjeturas), tiene más peso que la Iglesia Católica, lo que tampoco importa demasiado dadas las coincidencias; una república en la que todos los que se han sucedido en la presidencia, antes y después de Trujillo, han hecho de su catolicismo proclama y estandarte. Incluso, quienes procedían de agnósticas escuelas y principios, al contacto con la banda presidencial, comenzaron a ir a misa los domingos y fiestas de guardar. Otros, confesos y convictos, siempre encontraron tiempo en sus afanes represivos para, entre muerto y muerto, acudir al templo y comulgar.
Y lo mismo podría decirse de la generalidad de los ministros habidos en más de siglo y medio de andadura, de embajadores, de funcionarios, así fueran tildados de corruptos o dejaran algún cadáver en su camino, incluyendo a las esposas, todos se manifestaron siempre como fieles creyentes en Dios y su palabra, frecuentaron la iglesia y entregaron el diezmo…
A lo largo de todos estos años, la presencia de Dios se ha reivindicado hasta en el propio escudo nacional y no hay vivienda por humilde u ostentosa que sea, en la que no se le venere de algún modo.
Y si ahora es que se pide poner la república en manos de Dios, ¿en manos de quién hemos estado? ¿De Lucifer? ¿De un satánico consejo de diablos que ha gobernado en las sombras? ¿Querrá Dios, en cualquier caso, hacerse cargo de esta república? ¿En quién podría delegar el Creador el buen gobierno de la isla? ¿No debería su eminencia servir de intermediario?
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