La imagen pública del sector turístico es paradójica. Se trata de un fenómeno nada inocuo que afecta a ecosistemas y desestabiliza sociedades. El estado español es un buen ejemplo. El turismo es uno de los principales factores del boom inmobiliario que recalentó la economía española hasta hundirla en la crisis, elevó el precio de la […]
La imagen pública del sector turístico es paradójica. Se trata de un fenómeno nada inocuo que afecta a ecosistemas y desestabiliza sociedades. El estado español es un buen ejemplo. El turismo es uno de los principales factores del boom inmobiliario que recalentó la economía española hasta hundirla en la crisis, elevó el precio de la vivienda hasta empobrecer a buena parte de la población y favoreció la expansión de la corrupción municipal. A nivel medioambiental es un factor generador de estrés hídrico y energético, así como el causante de la destrucción de la costa mediterránea.
Pero, por otra parte, es difícil encontrar un sector empresarial con mejor prensa. De los fenómenos anteriormente señalados, el turismo pocas veces aparece como el culpable. Al tratarse de una industria multisectorial le permite que las posibles acusaciones recaigan sobre otros ámbitos como la construcción, que ha crecido en buena medida a su sombra. Así, la cementación del litoral no aparece como resultado del turismo, sino de las segundas residencias o de los puertos deportivos. Como si éstas no fueran infraestructuras turísticas. Los casos de «malas prácticas» que reciben atención por parte de los medios de comunicación mayoritarios, aún cuando son cada vez más numerosos, aparecen como casos concretos y aislados (el hotel de El Algarrobito, la corrupción del consistorio marbellí, el desarrollo inmobiliario en la Vall Fosca, etc.), sin vislumbrar que son resultado de un mismo modelo de desarrollo turístico insostenible que genera grandes beneficios a un determinado entramado empresarial hotelero-transportista-inmobiliario-financiero. Resultado de ello, el turismo ha estado y sigue estando invisibilizado para los movimientos sociales. Mientras que otros sectores, como el energético, el químico-farmacéutico, el agroindustrial, el financiero o incluso el textil han tenido que enfrentar campañas en su contra, el turismo presenta una cara amable que parece haberle exonerado hasta hoy de esta situación. [1]
Turismo y movimientos sociales
El éxito de presentarse como una «industria sin humos» y soft en sus impactos ha favorecido que el sector dedique pocos esfuerzos a políticas de RSC. En los últimos años, no obstante, la cosa parece estar cambiando. Una de las corporaciones del sector más activas es Sol Meliá Hotels & Resorts, que empezó su internacionalización en la década de los 80 y hoy es la principal transnacional hotelera de capital español. Hace un par de años inició una ambiciosa campaña dirigida a mejorar su reputación empresarial.
Una de sus últimas y más llamativas bazas ha sido establecer acuerdos de colaboración con organizaciones sociales. El caso más sonado ha sido el convenio firmado en junio del 2009 con Intermón-OXFAM para la venta de productos de comercio justo en los establecimientos de la cadena hotelera. De este acuerdo se hizo eco la prensa especializada. El acuerdo no sólo se centraba en este tema, sino que abarcaba otros. [2] Según reza la nota de prensa que distribuyó Intermón-OXFAM: «La compañía Sol Meliá y la ONG Intermón Oxfam han firmado un acuerdo marco de colaboración para poner en marcha una serie de iniciativas conjuntas que reforzarán su labor en el ámbito de la cooperación, la acción humanitaria, la sensibilización del comercio justo y actividades de soporte institucional». [3]
En el acuerdo en ningún momento se plantea algún tipo de seguimiento por parte de la ONG de las consecuencias de la internacionalización de la corporación hotelera, o de las condiciones laborales de sus trabajadores, o de sus impactos medioambientales. Nada de esto entra en el convenio. Se trata, en fin, de una transacción mercantil. Intermón-OXFAM, que es una de las principales importadoras y distribuidoras de comercio justo del Estado español, verá aumentadas sus ventas y obtendrá alguna financiación vía fundraising. A cambio, Sol Meliá obtiene prestigio y reputación al pactar con una entidad de carácter social que crea, acumula (y transfiere) legitimidad.
Más recientemente, Sol Meliá ha sido certificada con el sello Biosphere. Es la primera cadena hotelera que obtiene este sello, que hasta entonces sólo se había otorgado a instalaciones hoteleras e infraestructuras turísticas concretas. [4]
Hay que destacar que el sello Biosphere fue creado y es gestionado por el Instituto de Turismo Responsable (ITR), una organización con sede en Tenerife surgida a mediados de los 90 que afirma promocionar «modelos turísticos que contribuyan de forma efectiva al mantenimiento y la protección de los bienes patrimoniales culturales y naturales de los destinos». [5] ITR define su sello como «un sistema de certificación privado, voluntario e independiente (que) tiene el atractivo de que no sólo establece requerimientos exclusivamente de calidad, como por ejemplo los exigidos por la ISO 9001, o sobre medio ambiente, como es el caso de la ISO 14001, EMAS, etc., sino que además de considerar requisitos de calidad y medio ambiente, incluye a su vez requerimientos de sostenibilidad, como son la responsabilidad social, la conservación de los bienes culturales, la satisfacción de las expectativas de los turistas sobre el destino, el aumento de la calidad de vida de la población de acogida, etc.» [6]
Aunque se trata de un sello que pretende vigilar especialmente el aspecto medioambiental, ITR no ha tenido problemas a la hora de concederlo a campos de golf tinerfeños como el de Buenavista y Golf del Sur, inmersos en graves acusaciones de delito ecológico. [7] O al de Las Américas, señalado por destrozar el territorio en su construcción. [8] Para un sello que dice considerar «el aumento de la calidad de vida de la población de acogida», también llama la atención que certifique instalaciones hoteleras que practican el sistema del «Todo Incluido», tan criticado por sus nocivos efectos en el tejido económico local. [9] Es el caso de diversos hoteles situados en las Islas Canarias de las cadenas Occidental y H10 u otros de Sol Meliá instalados en el Caribe.
Lavado de imagen
¿A qué se debe el interés de Sol Meliá por «adquirir» la legitimidad que supuestamente ofrece un marco de colaboración con una ONG grande y prestigiosa, o una certificación de calidad social y medioambiental? Pues posiblemente a que necesita limpiar su imagen. Y es que tiene más de un frente abierto en países del Sur.
Entre otras cosas, Sol Meliá ha sido denunciado por presionar a las instituciones públicas del Sur para construir en zonas de alto valor ecológico, como fue el caso del Costa Esmerald Resort en Quintana Roo, México. [10] O por enajenar el agua a la población local para cubrir las necesidades de sus campos de golf, como en el caso del Paradisus Playa Conchal en Guanacaste, Costa Rica. [11] O por devastar manglares, primera y única línea defensiva frente a huracanes y tsunamis, como sucedió en la construcción del Paradisus Resorts Playa del Carmen y del Paradisus Riviera Cancún en México. [12] Incluso presiona a los gobiernos para que deroguen leyes que defienden estos ecosistemas. [13] El respeto a los derechos laborales de sus trabajadores tampoco es su fuerte, como denuncia la plataforma sindical latinoamericana Rel-UITA. [14]
La certificación de Sol Meliá por parte de ITR no es especialmente significativa. Esta organización y su sello, como hemos visto, tienen una bien ganada dudosa reputación. Mucho más doloroso es el convenio firmado entre Intermón-OXFAM y la transnacional. Intermón es una organización conocida y prestigiosa en el sector de las ONG, factores que le han permitido acumular ese bien preciado, la «legitimidad», que ahora transfiere a una empresa con muchos cadáveres en el armario. Especialmente porque en este proceso hay terceros que pierden capacidad política: la población local afectada por la política empresarial de Sol Meliá y las organizaciones que lo denuncian. Sol Meliá suele tener mayor capacidad de lobby y más fondos para recursos judiciales que ellos, pero menos legitimidad social. En la medida que Sol Meliá obtiene legitimidad gracias a convenios como el firmado con Intermón-OXFAM, esas justas reclamaciones pierden credibilidad pública.
Responsabilidad Social Corporativa
Es de esperar que las estrategias de RSC del sector turístico aumenten en los próximos años, a la par que las organizaciones y movimientos sociales vayan visibilizando sus impactos y arrecien las denuncias. Y es que es una industria especialmente vulnerable a éstas, ya que posiblemente se trate del sector económico que recibe más subvenciones y subsidios, directos e indirectos, evidentes o disimulados, de las instituciones públicas. ¿Cómo puede sentar a la opinión pública descubrir que, desde hace más de 50 años, el combustible de los vuelos internacionales no tiene ninguna carga impositiva mientras que el terrestre supone más de la mitad de su precio? ¿O que, como descubría un informe de la Generalitat de Catalunya hace unos años y que pasó hábilmente desapercibido, el turismo es la primera causa externa de la inflación; es decir, del aumento del encarecimiento de la vida? [15] ¿O que el invento de los contratos fijos-discontinuos tiene como principal objetivo librar al sector del costo de mantener la mano de obra en temporada baja, presionando así los recursos estatales de la Seguridad Social y consolidando/legalizando el trabajo precario? Los habitantes que tienen la dudosa suerte de vivir en poblaciones turísticas, ¿no acabarán sospechando que no es casual que sus municipios sean los más endeudados del Estado español? ¿O que tal vez no es lógico que, mientras que el tejido empresarial del resto de sectores económicos tiene que destinar sus propios recursos a gastos de publicidad y promoción, en el turismo la mayor parte de este esfuerzo recae sobre el sector público, que es el encargado de dar a conocer al mundo las bondades y servicios que ofrece una ciudad, región o país?
Que se empiece a vislumbrar que el turismo no genera los beneficios que se le supone y en cambio si costos muy elevados puede suponer un problema para su sector empresarial. Especialmente si el rechazo social acaba presionando a la clase política al punto de resquebrajar el entramado de subsidios públicos del que vive. Mantener o generar una cierta credibilidad y buena imagen cuando ya no sea posible seguir pasando desapercibido se convierte para el sector en una necesidad. La adquisición de legitimidad pactando con entidades de la sociedad civil o a través del instrumento de la RSC es una estrategia muy socorrida en estos casos. Tarea de las organizaciones y movimientos sociales será desenmascarar este mercadeo de reputaciones.
Jordi Gascón
Coordinador de Acció per un Turisme Responsable – ATR
Fuente: http://www.omal.info/www/article.php3?id_article=2889