El triunfo del Dr. Hasan Rohani en las últimas elecciones presidenciales celebradas en la República Islámica de Irán es susceptible de una serie de primeras lecturas. Las acciones de los «principialistas» El candidato que contó con el apoyo de los «reformistas», Hasan Rohani, llegó a esta instancia electoral con el respaldo explícito de los […]
El triunfo del Dr. Hasan Rohani en las últimas elecciones presidenciales celebradas en la República Islámica de Irán es susceptible de una serie de primeras lecturas.
Las acciones de los «principialistas»
El candidato que contó con el apoyo de los «reformistas», Hasan Rohani, llegó a esta instancia electoral con el respaldo explícito de los referentes de este espacio, los expresidentes Akbar Hashemi Rafsanyani y Mohammed Jatami, además de la declinación en su favor (cuatro días antes) del otro candidato «reformista» Mohammed Reza Aref.
«Pido a todos, especialmente a los reformistas y (…) a los que quieren la grandeza de nuestra nación que participen en las elecciones y voten a Rohani» [2] , dijo Jatami en un comunicado. Y Rafsanyani, por su parte, expresó que «la situación actual de la República Islámica de Irán es crítica y debe ser encabezado por personas que puedan responder a las reclamaciones de los jóvenes, recuperar la situación del país y evitar que el extremismo genere una situación en que podamos sufrir más amenazas y agresiones [3] (…).Voy a votar por el Dr. Rohani, que entró en la carrera después de consultarme» [4] .
Estaba claro que los «reformistas» se jugaban todo en esta primera ronda, los votos que no se consiguieran en esta instancia difícilmente pudiesen obtenerse en la segunda ronda prevista, de ser necesaria, para el 21 de junio.
¿Por qué los candidatos «principialistas» no hicieron lo mismo? ¿No contemplaron la posibilidad de perder las elecciones frente a Rohani?
La fortaleza con la que el candidato «reformista» llegaba al 14 de junio preocupó seriamente a los sectores más duros de los «principialistas»; basta revisar los llamados a un candidato único lanzados desde el diario Kayhan apenas un par de días antes de las elecciones: «Esperamos que los candidatos conservadores se sienten juntos sin dilación y elijan a uno de ellos como representante conservador» [5]. Ya estaba claro que sólo el alcalde de Teherán, Mohammed Baqer Qabilaf, tenía las mejores posibilidades de aspirar a la presidencia. AliY alili y AliAkbar Velayaties tuvieron siempre, en todas las proyecciones, por detrás de Qabilaf.
Ante el escenario de unidad presentado por los «reformistas», los «principialistas» desestimaron la idea de encolumnarse tras un candidato único. Si, como se especuló tanto desde los medios occidentales, se había tratado, desde los diferentes órganos del Estado iraní, de obstaculizar por cualquier medio toda posibilidad de acceso a la presidencia de los «reformistas», ¿por qué el Líder o sus representantes no procuraron que los «principialistas» se concentraran alrededor de una candidatura unificada?
Pensar a la República Islámica de Irán como un sistema en el que podamos adjudicarle todo el poder a una sola figura (ya sea el Líder Supremo, los pasdarans, el Consejo de Expertos, etc.) es de un simplismo mayúsculo. Las relaciones de poder son complejas y dinámicas, detrás de estas instancias electorales encontramos también otras disputas sobre el carácter y la orientación del sistema político producto de la Revolución de 1979.
Con esto en mente tal vez no sea descabellado pensar que el mismo Ayatullah Jamenei haya sido quien abriera la puerta institucional al triunfo del candidato «reformista». Recordemos las pésimas relaciones que mantuvo en los últimos años el Líder Supremo con Mahmud Ahmadineyad, el presidente «principialista» saliente. Cuando Rafsanyani se refirió a «evitar el extremismo» seguramente tenía en mente a Ahmadineyad y los sectores políticos y religiosos que acompañaron su visión apocalíptica del escenario mundial; sectores que presentaron sus propios candidatos «principialistas» en estas elecciones. No sería descabellado pensar que el triunfo de Rohani es, de alguna manera, una victoria política de Jamenei al desplazar de una instancia de poder estatal a los sectores que, a partir de una política inútilmente confrontativa, podrían poner en peligro el futuro de la Revolución al tiempo que hubieran estado en condiciones de fortalecer sus pretensiones frente a la autoridad del Líder Supremo. Un ejercicio interesante es repasar quiénes estuvieron detrás de Ahmadineyad (apoyándolo políticamente y sosteniendo su visión religiosa) [6] y ver dónde se ubicaron en estas elecciones, esto podría darnos algunas coordenadas interesantes para pensar en las acciones de Jamenei.
Sin embargo, ¿cómo explicar lo dicho anteriormente con el veto a la candidatura de Rafsanyani?, ¿no hubiese sido éste el mejor candidato para desplazar a los «principialistas»? La candidatura de Rafsanyani hubiese supuesto una polarización extrema que habría enfrentado en forma directa a las distintas visiones político-religiosas que se encuentran hoy en diferentes órganos del Estado. La canalización de los votos de los seguidores de Rafsanyani por medio de Rohani supuso un desgaste muchísimo menor para el sistema político.
La cobertura mediática
Una vez más la cobertura prelectoral que los medios de comunicación han realizado ha puesto de manifiesto la vigencia de los históricos prejuicios alrededor de Irán y su sistema político. Ningún análisis previo supuso el probable triunfo «reformista» pues se insistió, repitiendo la línea discursiva de la administración norteamericana, que las posibilidades reales de este sector habían naufragado tras el veto a la candidatura de Rafsanyani.
Este es el razonamiento de Robert Fisk el su último artículo previo a las elecciones [7]. Comienza por equiparar solapadamente a la figura del Líder Supremo con la del Fürer alemán, mostrando con ello el absoluto desconocimiento del sistema político iraní y trasladando una vez más las nociones occidentales a construcciones políticas que responden a una lógica completamente distinta. Incapaz de pensar formas de sistemas democráticos distintos a los modelos surgidos de la historia euro-norteamericana insiste en negarle esta condición a la República Islámica. Este pequeño compendio de prejuicios «progresistas» se completan con el supuesto desencanto que, parte de la población iraní, tendría frente a estas elecciones y para esto recurre a la mención de «informantes» iraníes: «el fin de semana llamé a un viejo amigo iraní para preguntarle su opinión. Es un académico -uno muy sabio- y su respuesta fue muy simple. No votaré por ninguno de esos candidatos, no pueden representar los valores que para mí son importantes. Ellos saben que no son democráticos».
El caso de Fisk es apenas un ejemplo de las distorsiones que pueden generar en el análisis de estos procesos los prejuicios tan profundamente arraigados con respecto a un sistema como el iraní.
Es lamentable que, ante la contundencia de la participación popular de alrededor de un setenta y dos por ciento (que obligó a extender cinco horas el tiempo previsto para emitir el voto) y a las expresiones de fidelidad y respeto al sistema político iraní que se han manifestado en estas elecciones presidenciales (incluso manifestadas públicamente por Rafsanyani tras el veto a su candidatura), no hayamos podido leer o escuchar ninguna autocrítica por parte de los medios que, apenas dos días antes, auguraban el triunfo «principialista» a partir del descontado interés de la dirección de la Revolución en obstaculizar el regreso a la presidencia del sector «reformista».
Las elecciones han sido un acontecimiento especialmente significativo para el futuro de Irán y la región: los «reformistas» vuelven a la presidencia contra todo pronóstico, la contundente participación popular legitima el sistema político tanto interna como externamente y se abre para la Revolución una nueva etapa de incuestionable solidez institucional y proyección internacional.
Notas
[1] Preferimos este concepto en vez del de «fundamentalistas» utilizado tanto por algunos medios de comunicación como por ciertos académicos dedicados al estudio de Irán.
[2] http://www.elmundo.es/elmundo/2013/06/12/internacional/1371034277.html
[3] http://www.elmundo.es/elmundo/2013/06/12/internacional/1371034277.html
[4] http://www.aljazeera.com/news/middleeast/2013/06/201361116525755648.html
[5] http://www.elmundo.es/elmundo/2013/06/12/internacional/1371034277.html
[6] Ya hemos trabajado este asunto en «WilayatulFaqih y las relaciones de poder en la jerarquía shií»
[7] Fisk, Robert. «El sucesor de Ahmadineyad debe ser elegido por el pueblo». En el diario La Jornada del día jueves 13 de junio de 2013. http://www.jornada.unam.mx/archivo_opinion/autor/front/53/37264
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.