La disputa por Cachemira entre India y Pakistán sigue recrudeciendo, mientras las naciones hegemónicas de occidente, parecen hacerse las distraídas del que sin duda es uno de los conflictos más peligroso que tiene el mundo, fundamentalmente porque ambas naciones cuentan con armamento nuclear. Por el antiguo principado de Jammu y Cachemira, ya han librado tres […]
La disputa por Cachemira entre India y Pakistán sigue recrudeciendo, mientras las naciones hegemónicas de occidente, parecen hacerse las distraídas del que sin duda es uno de los conflictos más peligroso que tiene el mundo, fundamentalmente porque ambas naciones cuentan con armamento nuclear. Por el antiguo principado de Jammu y Cachemira, ya han librado tres guerras e infinidad de «incidentes» fronterizos que desde el momento de la partición en 1947, ya han provocado cerca de 70 mil muertos, y no solo que no se encuentra una salida diplomática, sino que de manera casi cotidiana elevan la escalada a niveles cada vez más críticos.
Mientras el primer ministro indio Narendra Modi continúa su campaña de provocaciones no solo por sus recientes acciones contra la voluntad independentista de Cachemira, como la tomada el 5 de agosto pasado en que decidió revocar, el artículo 307, vigente desde 1949, que brindaba ciertos e importantes niveles de autonomía a ese estado, lo que permitió conseguir cierta estabilidad, política en la región. Las actuales políticas de Modi, contra la población musulmana de Cachemira, se conjugan con el hostigamiento constante contra la comunidad musulmana en el resto de India (Ver: Cachemira, a la sombra de Kali.). Nueva Delhi, que el dos de agosto envió 10 mil soldados más, estableciendo un bloqueo militar sin antecedentes en la región con el fin de dividir. Para cubrir esas acciones se ha prohibido la llegada de la prensa internacional a Cachemira, censurado los medios independientes locales, restringido el acceso a internet lo que ha provocado que muchas empresas no hayan podido hacer pagos en línea perjudicando el comercio, rompiendo la cadena de pagos y créditos, prácticamente arruinando la economía a pesar de que muchas grandes empresas indias, respondieron al llamado de inversión de Modi, reforzando su argumento de oportunidad económica.
Todas estas medidas han provocado más irritación en la población ya que solo se pueden informar por medios pro gubernamentales, al tiempo que Modi, sigue incentivando a ciudadanos hindis a viajar e instalarse en Cachemira, con la intensión de revertir la patrón demográfico que señala que de los casi 13 millones de habitantes cerca de un setenta por ciento es musulmanas, mientras que el resto son minorías hindúes, sijs y budistas. Por esa razón Modi ha levantado las restricciones a la compra de propiedades a los no cachemires en el estado, una demanda de mucho tiempo del partido ultraderechista Bharatiya Janata (Partido Popular Indio) del primer ministro Modi.
Pakistán, aunque mucho más medido en sus acciones, no se intimida y se muestra dispuesto a no dejarse atropellar por los desafíos de los nacionalistas hindúes.
Islamabad ha amenazado con volver a cerrar sus cielos al trasporte comercial aéreo de India, ya lo había hecho tras los incidentes de febrero (Ver Cachemira, más fuego a la caldera.) lo que le ha provocado a las empresa aéreas indias importantes demoras por la diagramación de sus vuelos por lo que deben tomar rutas mucho más extensas con el consiguiente incremento en los gastos operativos, lo que ha provocado pérdidas por casi 500 millones de dólares. Además amenaza con impedir el cruce terrestre de camiones indios con destino a los ávidos mercados afganos. También se conoció que en los últimos días, Islamabad probó con éxito, el lanzamiento del misil tierra-tierra Ghaznavi, en honor al guerrero musulmán del siglo XI Mahmud de Ghazni , con capacidad de trasportar ojivas nucleares hasta 290 kilómetros de distancia y que se unirá a la serie de misiles Ghauri, por el sultán Shahabuddin Ghauri que tomó Delhi en 1199 y el Shaheen III (Halcón blanco) que tiene un alcance de hasta 2750 kilómetros de distancia.
De hecho en Cachemira está prácticamente paralizada, calles de ciudades y pueblos aparecen desiertas con locales cerrados durante días. En la ciudad de Srinagar, la capital del estado, el mercado de frutas y verduras de Parimpora, uno de los más grandes del continente, la semana pasada no abrió ninguna de sus 250 en protesta por la resolución de Nueva Delhi del pasado 5 de agosto, continúan cerradas las escuelas y universidades, y las protestas son casi cotidianas y más violentas, al punto que los pobladores de las diferentes ciudades cachemires han debido colocar protectores a los vidrios de las ventanas y puertas por las pedradas.
Como ocultar a los muertos
Entre las tantas arbitrariedades cometidas por el gobierno de Modi en Cachemira, se conoció que las autoridades indias se niegan a emitir certificados de defunción de civiles muertos por la represión de las fueras de seguridad, cambiando la razón del fallecimiento. Mientras que oficialmente se justifican diciendo que no se ha producido «ni una sola víctima mortal» desde que Narendra Modi anuló el artículo 307.
A pesar del bloqueo informativo, y el cierre casi total de rutas, se conoce las continuas protestas relámpago en todas las localidades del estado, reprimidas con gases lacrimógenos, gas pimienta, perdigones en las que se han producido entre tres y cinco muertos por inhalación de gases tóxicos. Se ha conocido que el personal de los hospitales recibió órdenes verbales de mantener al mínimo las admisiones provocadas por los enfrentamientos y dar las altas de manera rápida al fin de no elevar las estadísticas y los médicos tiene la obligación de no dar el certificado de defunción.
La policía ha prohibido a los familiares de los muertos que no realicen las tradicionales las procesiones fúnebres, además de limitar a diez el número de asistentes a esos rituales.
La prensa india insiste en cargar toda la responsabilidad del recalentamiento de la crisis en Pakistán y su primer ministro Imran Khan, quien habría amenazado con una guerra nuclear según un medio norteamericano Khan declaró que: «Si el mundo no hace nada para detener el asalto indio a Cachemira y su gente, habrá consecuencias para todo el mundo a medida que dos estados con armas nucleares se acerquen cada vez más a un conflicto directo», se conoció que Khan, ha solicitado a Narendra Modi conversaciones y la normalización de las relaciones. Mientras India exige que Pakistán controlé los grupos terroristas tanto separatistas no rigoristas, como los vinculados al Daesh y al-Qaeda, que operan en Cachemira, con el apoyo de Islamabad, sospecha bastante concreta, que han producido grandes atentados como el del último febrero, o el que sin duda es más emblemático, que se produjo en la ciudad de Mumbay, en noviembre de 2008, y dejó 173 muertos.
Aunque en el encuentro del pasado domingo primero de septiembre en la Cumbre de del Sur de Asia en las islas Maldivas, mantuvieron un más que acalorado enfrentamiento verbal donde hubo gritos y golpes a los escritorios de ambas partes.
Cuando el delegado de India exigió a Pakistán que ponga fin al terrorismo transfronterizo y no les brinde más apoyo. Mientras que el representante de Pakistán exigió el fin de la violación de los derechos humanos a los musulmanes, en Cachemira y el resto de la India, lo que Nueva Delhi considera como un asunto interno en la que Islamabad no puede inmiscuirse.
Nada bueno se preanuncia con la extensión de la cuestión cachemir a los foros internacionales donde ambos bandos cruzan insultos y acusaciones, dejando así en manos de cualquier interés subalterno de un lado u otro e incluso fuera del conflicto una tensa paz que de quebrase podría precipitar al mundo a un conflicto nuclear.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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