Shirin Ebadi, premio Nobel de la Paz 2003, pelo corto, casi nada de maquillaje, tacos bajos, conjunto sobrio verde -el color de la protesta iraní contra el régimen de Mahmoud Ahmadinejad-, habla muy rápido en farsi. Sin pelos en la lengua, reclama que Occidente, obsesionado por la cuestión nuclear iraní, ponga también en su agenda […]
Shirin Ebadi, premio Nobel de la Paz 2003, pelo corto, casi nada de maquillaje, tacos bajos, conjunto sobrio verde -el color de la protesta iraní contra el régimen de Mahmoud Ahmadinejad-, habla muy rápido en farsi. Sin pelos en la lengua, reclama que Occidente, obsesionado por la cuestión nuclear iraní, ponga también en su agenda la dramática cuestión de los derechos de las mujeres y de la democracia en Irán, asuntos, según ella, olvidados. Optimista a pesar de todo, se manifiesta firmemente convencida cuando dice: «Somos las mujeres las que llevaremos la democracia a Irán».
Es la primera mujer iraní y musulmana premiada con el Nobel, a los 62 años. Ebadi -primera jueza en Irán, abogada, profesora universitaria y defensora de los derechos de las mujeres y los niños- no vuelve a su país desde mediados de junio pasado, cuando viajó a España paraparticipar en una convención. Entonces, en elecciones más que dudosas, en Irán estalló una «revolución verde» contra el régimen de Mahmoud Ahmadinejad, con masivas protestas que fueron reprimidas salvajemente.
«Muchos colegas fueron arrestados, expulsaron a los periodistas. Cuando quise volver, mis compañeros me pidieron que me quedara en Occidente para hacer escuchar mi voz y denunciar ante el mundo lo que está pasando», cuenta Ebadi a LA NACION.
-¿Tiene miedo de volver a Irán, dado que allí han acosado a sus familiares y hasta le secuestraron el premio Nobel?
-Sí, se han apropiado de mis cuentas bancarias y de las de mi marido. También de mi pensión y de la de mi marido, así como de la caja de seguridad donde se encontraba lo que me entregaron con el Nobel, junto con otras distinciones. Pero nada de eso me haría desistir de regresar a Irán si pensara que allí puedo ser más útil que aquí. Cuando mis compañeros me pidan que vuelva, o cuando yo crea que es mejor para mi país que vuelva, inmediatamente volveré.
-Hace poco, una mujer fue designada ministra en Qatar. ¿Es un paso adelante en una región marcada por la discriminación contra las mujeres?
-Hasta que no existan derechos civiles completos e iguales a los de los hombres, en Qatar, Irán, Afganistán o donde sea, los derechos políticos no tendrán significado. En Irán, las mujeres tienen el derecho al voto desde hace 50 años. Hoy, en un Parlamento dominado por fundamentalistas, tenemos 13 mujeres diputadas. Pero el punto es otro: después de la revolución de 1979, cuando yo era jueza, fui obligada a dejar de serlo porque el islam no lo permitía. Ahora, el gobierno fundamentalista de Ahmadinejad tiene a una mujer como ministra de Salud. Pero esto para mí no es un paso adelante o un progreso, porque las mujeres no tienen derechos civiles.
-¿Otros ejemplos de esta situación?
-Según las leyes de mi país, un hombre puede tener cuatro mujeres y, sin motivo, puede repudiarlas. Pero divorciarse es muy difícil, si no imposible. Para poder viajar, una mujer casada necesita el permiso escrito de su marido. Nosotros tenemos ahora una ministra de Salud, una mujer. Imagínese: si debe ir a una reunión de la Organización Mundial de la Salud, esta mujer tendrá que rogarle al marido el permiso para viajar. ¿Qué pasa si se pelean y él no la deja ir?
-¿La discriminación de la mujer tiene que ver con la religión?
-El problema no es la religión. Las raíces de los problemas de la mujeres están en la cultura patriarcal, que es una cultura equivocada e injusta hacia las mujeres, porque no acepta la paridad entre las personas.
-¿Usted es religiosa?
-Soy musulmana y creyente, practicante.
-¿Un ejemplo de cultura patriarcal en Occidente?
-Aquí, en Occidente, es muy común que una pareja de novios conviva. Cuando un muchacho les dice a sus padres que le parece haber encontrado a su pareja ideal, los padres le dicen: «Qué bueno, estamos contentos… Pero no te apures para casarte». En cambio, a la muchacha que va a vivir con su novio le contestan: «Estamos contentos de que hayas encontrado al hombre que amas. ¿Por qué no se casan?». Este modo de ver distinto entre hombre y mujer también es parte de una cultura patriarcal.
-¿Se trata, entonces, de un problema cultural?
-Exactamente. En algunos países, esta cultura equivocada entra como partido político; en otros, como religión; en otros, a través del dinero. En Irán, las mujeres conocen muy bien esta cultura y están luchando contra ella. Somos las mujeres iraníes las que llevaremos la democracia a Irán.
-¿Qué debería hacer Occidente para ayudar a Irán?
-Occidente concentró su atención en el tema nuclear de Irán y se olvidó completamente de lo que le está pasando al pueblo iraní. Lo único que le importa a Occidente es su seguridad. No le importa lo que les pasa al pueblo y a las mujeres iraníes. Esto hizo que empeorara la situación de los derechos humanos.
-¿Estuvo alguna vez en la Argentina?
-No, pero tengo allí un querido amigo, que es Adolfo Pérez Esquivel, Nobel de la Paz en 1980.
-Usted conoce los problemas de la Argentina con Ahmadinejad, debido a que su ministro de Defensa, Ahmad Vahidi, es buscado por ser considerado culpable del atentado terrorista contra la embajada de Israel…
-Sí, los conozco muy bien. Y creo que deben existir motivos, si un juez decidió perseguir a esta persona.
El personaje
SHIRIN EBADI Premio Nobel de la Paz 2003
* Edad: 62 años. *Jueza: fue la primera mujer que llegó a ese cargo en Irán. *Perseguida: tras la revolución de 1979, fue obligada a dejar la magistratura y trabajó de abogada y profesora. * Musulmana: es religiosa y cree que el islam es democrático.