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El progreso tecnológico se vuelve regresivo para los humanos que venden su fuerza de trabajo

Siemens: El ejemplo ¿a seguir?

Fuentes: Rebelión

La prensa «democrática» y los sindicatos «democráticos» nos dan la gran noticia de cómo salvar los puestos de trabajo en Alemania, ante la amenaza de trasladar la fábrica a la Hungría «democrática», cuyos costes laborales son más «asequibles» para los compradores de mano de obra. «Expertos en el mercado laboral opinan que la prolongación de […]

La prensa «democrática» y los sindicatos «democráticos» nos dan la gran noticia de cómo salvar los puestos de trabajo en Alemania, ante la amenaza de trasladar la fábrica a la Hungría «democrática», cuyos costes laborales son más «asequibles» para los compradores de mano de obra.

«Expertos en el mercado laboral opinan que la prolongación de la jornada laboral en determinados sectores de la industria se podría extrapolar pronto a todo el sector metalúrgico. ‘Si un gran consorcio como Siemens consiguió el acuerdo, la medida puede marcar la pauta para otras empresas’, destacó Harmen Lehment, experto del Instituto de Economía Mundial de Kiel. Empresas y sindicatos se enfrentan a una dura época de negociaciones si quieren continuar en el país. Las primeras quieren optimizar sus beneficios, y los segundos, asegurar su supervivencia.» (http://www.argenpress.info/nota.asp?num=011799)

Maldito mercado laboral. El ser humano convertido en mercancía de usar y tirar. El trabajo enajenado en su máxima expresión. El progreso tecnológico se vuelve regresivo para los humanos que venden su fuerza de trabajo. El progreso solo lo es para los que acumulan la plusvalía añadida provocada por el progreso tecnológico. El ser social productivo, enajenado e individualizado permite esas aberraciones.

Ya no podemos continuar así, es necesario ver los problemas desde la perspectiva social global, analizar los problemas en su relación dialéctica con el entorno social, económico y político del mundo actual, profundizando en el origen causante del problema.

Si analizamos el problema de SIEMENS con el método individualista y antidialéctico planteado por los empresarios y por los sindicatos, no tenemos más remedio que darles la razón: Hoy día en un mundo «globalizado» (Lenin lo denominaba fase imperialista del capitalismo), la competencia rebasa las fronteras, por lo tanto para poder competir con otras empresas que vendan el mismo producto más barato, trasladar las empresas a otros países más atrasados económica y socialmente, donde la mano de obra es más barata, tiene «pura» lógica económica la medida acordada. Con la medida adoptada por los trabajadores alemanes, retrocediendo en sus conquistas económicas y sociales, hasta la situación de Hungría se consigue la solución del problema, pero debemos insistir que tiene una lógica clasista que nada tiene que ver con las verdaderas necesidades humanas; sí tiene mucho que ver con las del pretendido mundo globalizado interclasista; del llamado mundo libre, donde la explotación del hombre por el hombre es sinónimo de democracia, libertad e igualdad.

Si nos fijamos esa solución, que presumiblemente parte del análisis del mundo globalizado, no lo hace desde la dialéctica de las relaciones laborales del nuevo mundo globalizado, sino desde las arcaicas formas, desde el problema individual de la empresa SIEMENS.

Las viejas reglas que marcan la forma de vida de los seres humanos, las relaciones de producción reguladas a nivel mundial por las leyes del mercado global, evidentemente anticuadas no se corresponden con el progreso tecnológico. El progreso tecnológico no puede convertirse en causa regresiva de los trabajadores. Hay que cambiar las relaciones de producción del actual mundo globalizado, un desarrollo productivo que sirva y beneficie al conjunto de la humanidad, en vez de a la entelequia abstracta del mercado, que debemos insistir no lo es tan abstracto ya que el mercado tiene dueños: los mercaderes que son objetivamente los verdaderos beneficiados.

El reformismo de los partidos políticos que presumen de obreros, más el sindicalismo integrado en el sistema capitalista, convertido en la mayoría de los casos en empresas de servicios para atender el individualismo social de los trabajadores, son los mejores colaboradores del sistema capitalista, contribuyen a eternizar la mentalidad sumisa que da lugar al trabajo enajenado y la alienación del conjunto de una sociedad, que cada vez más camina hacia su autodestrucción.

Frente al mundo capitalista «globalizado» (fase imperialista del capitalismo, según lo definiera Lenin hace cerca de 90 años), las soluciones a los problemas que padecen los trabajadores de todos los países y del conjunto de la sociedad pasa por la solución global anticapitalista. Es necesario romper con el análisis individualista y con las propuestas individualistas ante los múltiples problemas que padece el conjunto de la humanidad, profundizar en las causas que los provocan, para lo cual es imprescindible que cualquier organización política que presume de revolucionaria se plantee la necesidad de contribuir a que se eduque una masa alienada (de la que todos en mayor o menor medida formamos parte), si verdaderamente queremos contribuir a que se tome conciencia y mediante la autoorganización consciente del conjunto de los explotados se acabe con el caos que padecemos, cada día más peligroso y autodestructivo.

Es necesario superar el individualismo al que nos tiene sometidos la ideología dominante capitalista. Vernos como lo que somos: seres sociales que producimos socialmente, necesitados de poder disfrutar también socialmente de los bienes generados colectivamente, y sobre todo para que el trabajo enajenado deje de serlo y nos permita la verdadera creatividad de la que todos los seres humanos estamos dotados, para que el trabajo liberado de la enajenación se convierta en una necesidad, en vez de un sacrificio.