El movimiento internacional En defensa de la humanidad, fundado en México, en octubre de 2003, y continuado en Oviedo, en abril de 2004, logró reunir este diciembre en Caracas a una verdadera multitud de escritores, artistas, científicos, comunicadores y activistas sociales, quienes rechazaron la barbarie reinante y proclamaron unánimemente que «otro mundo no es sólo […]
El movimiento internacional En defensa de la humanidad, fundado en México, en octubre de 2003, y continuado en Oviedo, en abril de 2004, logró reunir este diciembre en Caracas a una verdadera multitud de escritores, artistas, científicos, comunicadores y activistas sociales, quienes rechazaron la barbarie reinante y proclamaron unánimemente que «otro mundo no es sólo posible, sino imprescindible» (1).
Por supuesto, en el gelatinoso clima espiritual (y moral) de la postguerra fría, del postcomunismo, de la posthistoria, algo tan extravagante como un «movimiento de intelectuales» suena pasado de moda, decididamente antiguo, antiquísimo, y hasta de mal gusto. Y es que en el «gran proyecto» nada de eso tiene sentido. Todos los mecanismos que utiliza el sistema para reprimir o absorber la herejía, todos los circuitos culturales de legitimación, exclusión, premio y castigo funcionan armónicamente con una eficacia extraordinaria para promover (y pagar) la integración-entusiasta o la integración-cínica. Así, aquel que pretenda pensar por cuenta propia y elaborar y difundir de algún modo mensajes «disidentes» o «alternativos», tendrá que empezar sacudiéndose toda esa materia viscosa y, con ella, el discurso que nos llega por todas las vías imaginables para reiterarnos que todo esfuerzo por cambiar el actual orden de cosas es inútil y pertenece de modo definitivo al pasado, y que cualquiera que escoja ese sombrío camino-para-fracasados está destinado a la soledad o (en el mejor de los casos) al confinamiento en exóticos guetos.
Caracas vino a demostrarnos, una vez más, que no estamos solos, no somos un gueto ni representamos algo viejo y superado. Todo lo contrario: resulta obvio que, en la misma medida en que crecen el horror y las maniobras mediáticas para justificarlo, ha ido creciendo y ganando influencia el pensamiento de repudio y denuncia, que es también, aunque aún de modo insuficiente, de propuesta. Y si la especie tiene todavía alguna posibilidad de salvación, ese futuro tiene que ver en gran medida con lo que están pensando y haciendo quienes se han vinculado a En defensa de la humanidad. Caracas nos recordó además que la construcción de ese movimiento, de esa red de redes, es y será una tarea muy difícil y trabajosa. No se debe subestimar la carga que significan tantas divisiones y rupturas amarguísimas que ha habido en el seno de la izquierda, tantas heridas no cicatrizadas, tantos fantasmas de otros tiempos que nos siguen acompañando, sectarios, dogmáticos, excluyentes. Sin embargo, también vimos y vivimos allí una estimulante urgencia por hacer, por actuar, y en medio de recelos y contradicciones (unas fecundas y otras no tanto), se nos reveló que son muchas las coincidencias y muchos los principios e ideas que nos permiten unirnos y actuar coordinadamente frente a la mayor y más terrible maquinaria de explotación, destrucción, genocidio y manipulación que recuerde la historia. Seamos justos: Bush y su camarilla han hecho importantísimas contribuciones a nuestra unidad.
Leí una vez que Marguerite Yourcenar consideraba a su padre el mejor conversador imaginable por su rara habilidad para avanzar en el diálogo dejando pendientes («a los lados», creo que dijo) los temas que suscitaban discrepancias y concentrándose en aquellos donde había consenso, y sólo volvía sobre los puntos polémicos cuando había cristalizado un espacio de confluencias entre él y su interlocutor. No sé si llamarle «método» a esto que describe la Yourcenar; pero es obvio que algo así nos haría falta para esta delicada labor de tejido que debemos hacer. (A propósito de esto, un amigo me decía, con razón, que Martí empleó un método similar para unir voluntades en la preparación de una guerra revolucionaria, concebida con el doble propósito de vencer el colonialismo español y hacer frente al expansionismo del entonces joven imperialismo yanqui.)
Por otra parte, ¿cómo evitar que todos estos encuentros (México, Oviedo, Caracas) y los que se hagan en el futuro queden como chispazos aislados? ¿Cómo dar impulso y seguimiento a las muchas acciones concretas que se propusieron? ¿Cómo articular las iniciativas de los capítulos o núcleos que en distintos países se han creado y los que sin duda se crearán? ¿Cómo consolidar este movimiento naciente, esta red de redes, de tanta trascendencia? A mi juicio, el «grupo de enlace» u «oficina coordinadora» que se organizara en Caracas podría contribuir a dar (a darnos) algunas respuestas.
Ante una superpotencia imperial sin contrapeso alguno, absolutamente desenfrenada y en su momento de mayor ferocidad, y ante fuerzas reaccionarias de tanta y tan implacable coherencia, debemos emplearnos a fondo en la conformación de la red, en garantizar su continuidad y ampliación y en utilizar todos los medios a nuestro alcance para la difusión de la verdad y de las ideas que defendemos. Resulta imprescindible, a mi modo de ver, que, inspirándonos en el método descrito por la Yourcenar o en algún otro que pueda ayudarnos (¿el de Martí?), y sin comprometer jamás la pluralidad de este movimiento ni renunciar a la necesaria polémica, trabajemos por identificar nuestras coincidencias y por hacer y rehacer continuamente y sin descanso la plataforma común indispensable para la resistencia.
Pablo González Casanova insistió, durante la inauguración del acto, en que no debemos pensar en términos retóricos, sino «de efectividad»: «Estamos seguros (dijo) que desde aquí, desde la América bolivariana, podemos construir las bases iniciales de una red de redes, de organizaciones y de otras redes menores, que abarquen todos los continentes y todas las civilizaciones, y que desde ellos construya la defensa de la vida (…) Estamos seguros de que este encuentro jugará un papel muy importante en la nueva definición de una humanidad organizada, libre, justa y victoriosa. Convenceremos y venceremos.»
(1) Llamamiento de Caracas
* Ministro de Cultura de Cuba