Sri Lanka finalmente pudo tomar un respiro de las condiciones climáticas extremas que sufrió el año pasado y que muchos atribuyen al recalentamiento planetario. Los embalses alcanzaron su mínimo nivel luego de la última sequía, pero ahora se recuperaron. «Gracias a Dios, el clima ayudó, y todos los embalses están rebosantes», anunció el mes pasado […]
Sri Lanka finalmente pudo tomar un respiro de las condiciones climáticas extremas que sufrió el año pasado y que muchos atribuyen al recalentamiento planetario.
Los embalses alcanzaron su mínimo nivel luego de la última sequía, pero ahora se recuperaron. «Gracias a Dios, el clima ayudó, y todos los embalses están rebosantes», anunció el mes pasado el secretario de Finanzas, P. B. Jayasundera.
«Es como una suerte de compensación», añadió.
En los primeros 10 meses del año pasado, diversas regiones del país sufrieron una severa sequía. Cuando esta finalmente terminó, el clima se inclinó al otro extremo. Desde noviembre, las mismas zonas sufrieron grandes inundaciones en al menos tres ocasiones.
La sequía afectó a por lo menos 1,2 millones de personas, según la Cruz Roja y la Sociedad de la Media Luna Roja de Sri Lanka. Luego, las inundaciones dejaron a por lo menos un millón de damnificados.
Las sequías pusieron a prueba la capacidad de Jayasundera y de otros políticos para mantener andando el motor de la economía, y la caída de los niveles de los embalses afectó la generación de energía.
Por lo general, alrededor de 40 por ciento de la demanda energética del país se cubre con fuentes hidroeléctricas. Algunos años, cuando las lluvias fueron excepcionalmente buenas, como a comienzos de 2011, estas cubrieron hasta 50 por ciento de la demanda.
Para agosto de 2012, en el peor momento de la sequía, la capacidad de generación hidroeléctrica era de apenas 17 por ciento. Entonces, gran parte de la demanda fue cubierta con energía térmica, usando petróleo importado.
El país tuvo que pagar altos costos para cubrir su demanda energética. Alrededor de una quinta parte de las importaciones de este país insular de Asia meridional el año pasado fueron combustibles, según el Banco Central.
Jayasundera admitió que la sequía tendría otros efectos también. El Departamento de Agricultura advirtió que 23 por ciento de las cosechas de arroz podrían perderse por la falta de lluvias.
Los precios del arroz aumentaron 12 por ciento a comienzos de 2013.
Funcionarios de gobierno reconocieron públicamente el impacto de los eventos climáticos extremos. Su estela de destrucción puede ser de largo plazo, y son difíciles de pronosticar, al menos para una nación con pobres recursos tecnológicos.
«Afrontar el cambio climático es un negocio costoso», señaló W. L. Sumathipala, asesor técnico del Ministerio de Ambiente, en diálogo con IPS.
La huella de carbono de este país es pequeña, pero eso no lo excluye a de los efectos del recalentamiento planetario. El experto advirtió que la región oriental srilankesa, la mayor productora de arroz, se vuelve cada vez más seca.
«Había un ritmo para los monzones a los que el país estaba acostumbrado, pero eso se quebró en los últimos años, y cada aspecto de nuestras vidas se está viendo afectado», dijo Sumathipala.
El Proyecto de Desarrollo Urbano para Colombo, que implica una inversión de 233 millones de dólares y que comenzó a implementarse el año pasado, busca convertir a la capital en una ciudad a prueba de inundaciones para fines de 2017.
Colombo y sus suburbios son el corazón económico del país, respondiendo por al menos 50 por ciento del producto interno bruto.
La capital es también hogar de más de 10 por ciento de los 20 millones de srilankeses. Su densidad de población es de 3.300 habitantes por kilómetro cuadrado, 10 veces más que el promedio nacional.
Sumathipala dijo que el aumento de los niveles del mar era otra causa de preocupación. Según el Departamento de Conservación Costera, algunas partes de los 1.500 kilómetros de litoral srilankés registraron una tasa de erosión anual de más de cinco metros.
Algunas de las costas más vulnerables se encuentran justo al norte de la capital.
«Imagínese los costos si el nivel del mar se vuelve un verdadero problema y tenemos que trasladar a la gente y a los negocios lejos de la costa», dijo Sumathipala.
Por lo pronto, Jayasundera espera que los caprichos de la naturaleza beneficien al país, al menos ocasionalmente. «Creemos que podemos lograr un buen crecimiento cuando hay condiciones climáticas favorables», sostuvo.
Si ahora se apela más a la energía hidroeléctrica, los costos se sentirán de inmediato, pues esta es más de tres veces más barata que la termal, apuntó.