Ciudad de Guatemala ha despertado esta mañana con el sonar de los tambores y el agitar de las banderas. Las calles del centro apenas registran el pasar de los carros y los buses, que otros días hacen temblar los cimientos y tiñen de oscuro el aire con sus vómitos de humo, quedaron hoy recluidos en […]
Ciudad de Guatemala ha despertado esta mañana con el sonar de los tambores y el agitar de las banderas. Las calles del centro apenas registran el pasar de los carros y los buses, que otros días hacen temblar los cimientos y tiñen de oscuro el aire con sus vómitos de humo, quedaron hoy recluidos en sus cuevas. El paro general, convocado por una amplia plataforma social conformada por campesinos, indígenas, sindicatos, sector magisterial y trabajadores en general parece haber tenido éxito… Al menos, todo el éxito que puede tener en un país acorralado por su Historia, que aún se está levantando de recientes genocidios y añejas colonizaciones.
La guatemalteca es la sociedad más desigual de toda América Latina. Sin embargo, la oligarquía, conformada por la minoría criolla (aún se puede denominar así a un grupo que no puede ni quiere romper sus raíces europeas) y aliada con el actual Gobierno, ha dado los pasos necesarios para que sus privilegios se mantengan. En el Congreso se debate el famoso «paquetazo fiscal» que, en términos generales, amplía la base tributaria para incluir a las familias de menores ingresos, mientras ni siquiera roza los beneficios de grandes empresas y finqueros, campeones nacionales en evasión de impuestos.
El problema de la tierra es aquí el centro neurálgico de la miseria, cuando las mayorías rurales la necesitan para sobrevivir y el Pueblo Maya depende de ella para su desarrollo autónomo y su reproducción cultural. Sin embargo, en 5 meses de gobierno, la Policía y el Ejército han desalojado 39 fincas ocupadas por campesinos sin tierras. Y lo han hecho violentamente, recordando la política de tierra arrasada que puso en marcha el Ejército durante décadas de limpieza étnica y represión extrema (más de 200.000 muertos y 50.000 desaparecidos; un 83% de ellos, mayas)
Guatemala es uno de los países más ricos de Centroamérica, con colosales reservas de energía, agua y masa forestal… Una naturaleza desbocada que presenta una imposible biodiversidad, en la que cohabitan multitud de pueblos y culturas, formando un crisol que destila belleza y dignidad. Frente a ello, el Gobierno ha decidido poner en venta (a precio de saldo) los bosques, las selvas, las aguas… y también a las personas, firmando un TLC humillante con EEUU y preparándose para dar su apoyo incondicional al proyecto etnocida del ALCA.
Colonización, intervención norteamericana, represión, masacres, humillaciones… conforman esa extraña mezcla de miedo ancestral y rabia contenida que guía los pasos de decenas de miles de campesinos e indígenas que hoy, en una evocación de luchas repetidas durante más de 500 años, ocupan de nuevo una capital adormecida entre la inconsciencia pasiva o el desconocimiento activo.
Tras de ellos, la miseria, el despojo permanente, la dignidad de un pueblo en rebeldía, la resistencia de una civilización que se niega a desaparecer. Delante, las caras de viejos conocidos (el Comisionado Presidencial de Seguridad es Otto Pérez, eminente líder de la contrainsurgencia); las bocas sedientas de sangre de los mismos fusiles que descargaron el fuego del genocidio sobre sus comunidades en los 80; los gritos desquiciados de civilizados licenciados que no pueden evitar el miedo a la revolución y que no esconden su arraigado e irracional racismo.
Hoy, Guatemala despierta sacudida por nuevos vientos, por los gritos de los nunca escuchados, por las consignas de los siempre excluidos… Colaboremos para que esta lucha no quede perdida en el olvido cómplice de los medios de comunicación o en la ceguera ignorante de la placidez primermundista.