Casi dos de cada tres niños y adolescentes varones encarcelados en Afganistán sufren torturas, según una investigación en el sistema de justicia juvenil. El estudio, realizado por la abogada defensora Kimberly Motley para la organización internacional defensora de los derechos de la infancia Terre des Hommes, reveló que la policía somete a los jóvenes, muchos […]
Casi dos de cada tres niños y adolescentes varones encarcelados en Afganistán sufren torturas, según una investigación en el sistema de justicia juvenil.
El estudio, realizado por la abogada defensora Kimberly Motley para la organización internacional defensora de los derechos de la infancia Terre des Hommes, reveló que la policía somete a los jóvenes, muchos de los cuales son inocentes, a torturas, confesiones forzadas y a flagrantes violaciones de sus derechos en los tribunales.
Motley dijo a IPS que la investigación mostraba la necesidad de buscar alternativas para que los jóvenes no caigan en lo que ella llama «sistema de injusticia».
La abogada entrevistó personalmente a 250 de los 600 menores de edad recluidos en cárceles y centros de rehabilitación de todo el país, incluyendo a la mitad de las 80 niñas y adolescentes y 40 por ciento de los 520 varones, así como a 98 profesionales que trabajan en el sistema.
Aunque sólo dos de las niñas y adolescentes consultadas confesaron haber sido golpeadas por la policía, 130 de los 208 varones menores de 18 años encuestados aseguraron haber sufrido maltratos.
Las entrevistas fueron realizadas por Motley en 28 provincias entre septiembre y diciembre de 2009.
Las conclusiones fueron coincidentes con un estudio publicado en 2008 por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán, según el cual 55 por ciento de los niños y 11 por ciento de las niñas denunciaron haber sido víctimas de golpes.
Prácticamente todos los menores varones que denunciaron haber sido golpeados señalaron que se les obligó a firmar una confesión.
En la encuesta de Motley, cuarenta y cuatro por ciento de los jueces entrevistados dijeron que los menores se quejaban regularmente de torturas y de otros abusos por parte de los policías. Treinta y tres por ciento de los magistrados se negaron a responder cuando se les preguntó si habían recibido ese tipo de quejas.
Muchos de los menores varones denunciaron incluso haber sido golpeados por varios policías a la vez. En un caso, uno de 17 años dijo haber sido «pateado como un animal» por seis o siete agentes tras su arresto.
Un menor de edad acusado de haber puesto carteles en la ciudad con amenazas terroristas dijo a Motley que firmó una confesión tras ser torturado con choques eléctricos y ser colgado del techo. El tormento continuó por más de dos meses, según el denunciante.
La fiscal del caso admitió ante Motley que no sólo estaba al tanto de las denuncias sino que también había visto marcas en el cuerpo del muchacho que confirmaban los maltratos.
Veinticuatro por ciento de todos los menores entrevistados por Motley, hombres y mujeres, habían firmado confesiones preparadas por la policía sin darse cuenta de que lo eran hasta llegar al tribunal.
En algunos casos fueron engañados firmando una hoja en blanco que luego fue usada para la confesión.
A casi la mitad de los menores de edad llevados ante la justicia en Afganistán se les niega el derecho de hablar en su defensa, según la investigación de Motley.
Ese fue el caso de un joven acusado de haber mantenido relaciones sexuales con mayores. Había sido secuestrado y violado por tres adultos, los cuales fueron liberados sin recibir imputación alguna.
Cuando el muchacho intentó explicarle al tribunal que había sido víctima de una violación, la jueza le dijo que no podía dirigirle la palabra y ni siquiera mirarla, mientras que su abogado «apenas habló por él». El joven fue sentenciado a cinco años de prisión.
Paradójicamente, 71 por ciento de los jueces encuestados por Motley dijeron creer que si un joven permanece en silencio en un tribunal es un elemento para sospechar de su culpabilidad.
El activista por los derechos humanos Mohammad Ibrahim Hassan dijo a IPS que «la mayoría de las personas en Afganistán están en contra del concepto de presunción de inocencia».
En el sistema afgano, «cuando ellos arrestan a alguien, piensan que debe esperar el peor castigo».
Una visita a un centro de rehabilitación juvenil –en la que este periodista fue acompañado por Motley– confirmó la prevalencia de la violencia policial contra los menores de edad.
En uno de los dormitorios para varones, elegidos al azar, a 10 jóvenes se les preguntó a través de un intérprete si habían sido golpeados por la policía después de su arresto.
La mitad de ellos alzaron sus manos. Uno dijo haber sido sometido a choques eléctricos para que firmara una confesión. «Pusieron cables en mis pies y dedos», contó, «y encendieron la electricidad varias veces por unos segundos».
Finalmente, aceptó firmar la confesión, y la policía le entregó un papel donde estampó su huella digital.
«Nos preguntaban: ‘¿Cometiste este delito?’ Y si decías que no, te golpeaban», contó otro joven.
Gareth Porter es un historiador y periodista de investigación especializado en la política de seguridad nacional de Estados Unidos. Su último libro, «Perils of Dominance: Imbalance of Power and the Road to War in Vietnam» (Peligros del dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam), se editó en 2006.