Uno de los fundadores del Foro Social Mundial de Porto Alegre hace ya nueve años, Cándido Grzybowsky, quien prefiere ser presentado como «activista antes que como analista», compartió con GARA en Guatemala sus ideas para repensar un modelo, el de los foros, que está siendo puesto en cuestión en los últimos tiempos. Más tras la reciente experiencia europea en Malmö.
Cándido Grzybowsky es uno de los fundadores, hace ya nueve años, del Foro Social Mundial. Director del prestigioso instituto IBASE (Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos), a sus 63 años de edad no ha perdido la energía para viajar por medio mundo.
Le gusta presentarse como «analista, pero sobre todo como activista» y cree que una de las claves actuales pasa por estructurar un nuevo diálogo entre la sociedad civil y los gobiernos en un momento en que la crisis del sistema neoliberal aparece con toda su brutalidad.
Este brasileño habla sin pelos en la lengua sobre el «fin de una etapa» que está viviendo el Foro Social Mundial (FSM) y aboga «por repensar este instrumento» tras la octava edición que celebrará en enero en plena Amazonia, siempre bajo la utopía de «Otro mundo es posible».
Tras casi nueve años, ¿en qué perspectiva sitúa la próxima edición del FSM en Belem do Parà?
Si en sus inicios el foro fue criticado por elitista, hoy movimientos sociales en todo el planeta se lo han apropiado. Ejemplo de ello es la multiplicación de foros, no sólo los regionales como los de Europa y el de las Américas que acabamos de clausurar aquí, sino todos los foros nacionales y temáticos que han florecido,
Otra crítica en su inicio fue que se trataba de un foro muy latino. Es cierto que en el de Porto Alegre la principal presencia provenía del sur de Europa y de América del Sur. Ese carácter latino cambió con el foro de India, en 2004.
El reciente foro europeo ha puesto en evidencia la crisis de la izquierda en Europa, pero también en América Latina hacer un foro como éste de Guatemala tiene complejidades. Pero lo que hay que destacar es que, a pesar de las complejidades de cada región, las fuerzas que hacen el foro son tantas y tan diversas que no permiten su control por una sola idea. El foro se refuerza en todos ellos en su horizontalidad, su diversidad y su carácter no estructurado e independiente.
En Guatemala hemos visto que hay muchos actores de base y cuanta más diversidad haya en los foros menos uniformidad habrá.
El foro sorprende siempre porque en las diferentes ediciones comprobamos que si alguien pensé en su momento que podía controlarlo, se ha dado cuenta de que es imposible.
En Malmö (Suecia) muchos vieron la fórmula Foro Social Mundial como agotada…
Yo no se cuánto tiempo puede durar este tipo de formato y tampoco sé si ya cumplió su tarea. En sus inicios, el foro estuvo muy marcado por la agenda neoliberal, por el capitalismo más depredador, más salvaje, que no tenía enfrente ninguna regulación ni ningún contrapeso.
Hoy en día no sólo somos nosotros los que decimos que el sistema necesita mecanismos de regulación; son los propios gobiernos los que constatan que el sistema económico sin regulación no da para mas.
En este sentido, es un momento importante para que la cultura política que el foro ha ayudado a construir determine o no la nueva etapa política que debiera venir. Cuando hablamos de trabajar mucho mejor la diversidad y de establecer mecanismos de diálogo también nos referimos al equilibrio entre gobiernos y sociedad civil.
En enero es importante superar la dispersión en el temario y concretar una serie de ejes fundamentales.
Después del próximo foro de Brasil habrá que repensarlo. A lo mejor hay que crear otro espacio nuevo. Yo sí pienso que la ola del foro va a continuar expandiéndose, llegando a lugares como Europa del Este o a Nepal, con el foro nacional que se celebrará en abril en aquel país. Es un formato interesante para estos países que se incorporan a esta cultura política.
Algunos pensarán que hace falta un instrumento nuevo, habrá que ir discutiendo la virtualidad del instrumento foro en ese nuevo contexto político que se va abriendo camino. Yo he propuesto organizar en 2010, coincidiendo con los 10 años del primer foro, un foro de balance de nuevo en Porto Alegre.
La cuestión medioambiental es central en la agenda mundial. Pero es una cuestión con no pocas contradicciones. Brasil es un Gobierno progresista pero la postura de Lula sobre los biocombustibles crea mucha controversia…
No es tarea del foro ver qué negociaciones se llevan en temas como los biocombustibles, pero sí es tarea del foro ayudar a que el debate surja y articularlo.
En 1992, la conferencia mundial de Río de Janeiro puso ya en evidencia el grave problema medioambiental, agravado después con el calentamiento climático.
Hoy vemos cómo la crisis ambiental se muerde la cola con el desarrollo capitalista. El planeta ya no da mas de sí. Este problema pone en cuestión las bases fundadoras sobre lo que pensábamos que era el desarrollo. Basada en el modelo de consumo, predominaba la idea de que la ciencia puede dar siempre soluciones, idea en la que también creía el marxismo… Es todo esto lo que está en crisis.
En este contexto la elección de la Amazonia para hacer el octavo FSM no es gratuita.
En este contexto de crisis profunda de los propios fundamentos de la economía, la Amazonia surge como un espacio asumido como una reserva planetaria. Es un territorio compartido entre nueve estados pero en el que viven 10 millones de personas, con su propia articulación social. Es, por lo tanto, un espacio no exclusivo sino compartido.
Esta idea debe prevalecer sobre la idea del Estado que lo controla todo -en este caso, Brasil-, incluida la naturaleza de la Amazonia.
La Amazonia ha dejado de ser una frontera natural que separa estados. Es algo radicalmente nuevo. Deben articularse respuestas colectivas teniendo en cuenta a los pueblos originarios que viven en sus límites que, no lo olvidemos, cuentan por su parte con un fuerte movimiento social organizado.
Al mismo tiempo, no podemos olvidar que es una elección con muchas dificultades logísticas. Llegar allí cuesta mucho dinero, no hay infraestructuras para acoger a tanta gente… Y eso puede repercutir en una menor presencia en la próxima edición de enero.
El foro es una estructura horizontal. ¿Cómo se plantea su relación con los gobiernos, en una región con varios ejecutivos progresistas?
La reunión del Consejo en Dinamarca declinó invitar de manera oficial a los presidentes y dejó libertad a sus miembros para hacerlo bajo ciertas condiciones. Yo lamento personalmente esta decisión. Lamento no aprovechar esta posibilidad de diálogo con ellos.
Allí se enfrentaron dos posturas. Una, la que considero fundamentalista, de poner por delante que «no nos queremos contaminar»; y la otra, la vieja cultura de la izquierda sobre la relación entre partidos y movimientos sociales. Concretamente la de quienes quisieran que el foro fuera el sustitutivo de las internacionales.
Evo Morales, Rafael Correa, o Lula, fueron miembros del foro y la realidad es que ellos van a venir independientemente de lo que nosotros decidamos.
Yo pienso que el foro forma parte del clima propicio que ha llevado a estas personas a las presidencias. Somos nosotros los que les votamos, no se votan ellos.
Nosotros tenemos que tener una actitud ciudadana radical. Debemos decirles: «¡Nosotros les pusimos ahí, dialoguen entonces!» A nosotros nos corresponde interpelarles de manera permanente para saber si cumplen con lo que se comprometieron y con aquéllo por lo que les votamos.
Desde el Foro Social de las Américas surge la convicción de que en América Latina existe una capacidad de proponer e interpelar a los gobiernos y de ser escuchados. ¿No es una análisis que parte de una concepción excesivamente optimista de la fuerza propia?
No conozco bien la situación en Centroamérica, pero sí es cierto que tal vez no evaluamos bien nuestra propia fuerza.
Los gobiernos, en general, son expresión de un sentido de la ciudadanía pero deberían ser capaces de funcionar con un contrapeso. Funcionar no sólo con criterios de gobernabilidad.
Si las transnacionales les presionan permanentemente, nosotros debemos hacer lo mismo, estar vigilantes permanentemente. Desde la libertad de los movimientos de poner sobre la mesa sus demandas pero sabiendo que sólo serán aceptadas en función de nuestra propia fuerza para defenderlas. Y tal vez tengamos más fuerza de lo que imaginamos.
No podemos esperar que el Estado responda de manera automática. Debemos mirar más a nuestra capacidad de hacer que a la respuesta del Gobierno.
La cultura política tradicional es esperar que un partido político nos diga lo que hacer. Si hay algo nuevo en el foro es que nosotros no esperamos que los partidos nos dijeran qué hacer.
Pienso que es función de los movimientos sociales crear problemas, es una cultura a desarrollar, la de reclamar, interpelar. Y, para ello, no necesita necesariamente buscar la toma del poder. Esta cultura política de toma del poder no funcionó.
La cultura del foro pasa por no olvidar que la democracia, antes que todo, es la calle. La calle con su legitimidad frente a su legalidad. La legalidad es consecuencia y no origen. Eso nos lleva a la disyuntiva de cómo hacer avanzar actos que a veces son ilegales pero son legítimos. Y pongo como ejemplo el caso del movimiento de los Sin Tierra en Brasil, con toda su profunda radicalidad.