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Reseña de “Irak, Afganistán e Irán. 40 respuestas al conflicto en Oriente Próximo”, de Nazanín Amirian y Marha Zein

Tres puntos calientes analizados por dos mujeres valientes

Fuentes: Rebelión

Se han escrito muchos libros sobre la invasión a Iraq, algo menos sobre la de Afganistán, poco volúmenes sobre la crisis que enfrenta a Estados Unidos con Irán, y creo que nunca sobre estos tres países en un mismo libro y su conflicto con Estados Unidos. Sobre estas tres crisis han escrito Nazanín Amirian y […]

Se han escrito muchos libros sobre la invasión a Iraq, algo menos sobre la de Afganistán, poco volúmenes sobre la crisis que enfrenta a Estados Unidos con Irán, y creo que nunca sobre estos tres países en un mismo libro y su conflicto con Estados Unidos. Sobre estas tres crisis han escrito Nazanín Amirian y Marha Zein su libro «Irak, Afganistán e Irán. 40 respuestas al conflicto en Oriente Próximo», y aunque en el formato dividen la obra en tres bloques según el país que aborden, resulta evidente que existen muchos elementos interrelacionados, el principal de ellos, Estados Unidos, pero también otro que muchas veces queda en segundo plano: Israel. La tesis de la autoras es que «el objetivo primordial de las guerras en Oriente Próximo promovidas por Washington no ha sido el control sobre el oro negro sino cumplir las directrices del gobierno israelí para debilitar e incluso destruir los dos grandes estados de la región, Irak e Irán, que son quienes pueden cuestionar su hegemonía y expansionismo militar y territorial». De ahí que desde el sionismo influyente en Estados Unidos se estableciera un «eje del mal» constituido por Irak, Irán, Siria, Arabia Saudí o Egipto y no estuviera, por ejemplo, Corea del Norte. O que nunca se plantease agresión contra Arabia Saudí y Kuwait, no olvidemos que el primero tenía más relación con Ben Laden y el origen de su ideario que el propio Afganistán. Por otro lado, Estados Unidos ha ejercido el veto para proteger a Israel de las resoluciones condenatorias del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas nada menos que 31 veces.

La influencia judía en Estados Unidos no se limita al ámbito republicano, las autoras nos recuerdan que los demócratas reciben «hasta un 65 por ciento de su financiación de los multimillonarios judíos próximos a Likud».

El libro se desarrolla bajo el formato de cuarenta preguntas que son formuladas y respondidas por Nazanín Amirian y Marha Zein. A través de ellas nos presentan algunas reflexiones que nos resultan familiares, pero también otras originales y muy valiosas. También tienen muy presente el antecedente de la guerra de Iraq con Irán, no siempre tan explicado en los análisis sobre la invasión. La conclusión de este libro sobre la invasión a Iraq, merece ser recogida:

«El plan consistía en destruir el país, apoderarse de él y luego reconstruirlo a su medida.

Para Tel Aviv el objetivo era simplemente eliminar un país árabe-islámico desarrollado con un potencial de fuerza muy importante llamado Irak, e impedir la constitución de ningún otro gobierno que pudiera hacerle sombra; ni siquiera pretender edificar nada. Un montón de escombros garantizaría la marcha exitosa de sus proyectos para la región.

Para los países musulmanes la Guerra del Golfo supuso agudizar la división interárabe; las alianzas regionales cambiaron profundamente; aumentó la brecha entre los ciudadanos y sus gobernantes; provocó una crisis de legitimidad; dio espacio a los movimientos islamistas, tanto a los creados por los norteamericanos e israelíes -los muyahidines afganos, los talibanes, Al Qaeda- como a otros surgidos desde el seno de los sectores de la población más desfavorecidos; redujo el espacio de los partidos de izquierda y nacionalistas; asestó un gran golpe a Arabia Saudí, Kuwait y Qatar, haciéndoles aun más dependientes de los intereses estratégicos de los EEUU; debilitño a la OLP y, paradójicamente, fortaleció a Irán, al desaparecer la fuerza milita de su principal enemigo regional.»

El fracaso de la invasión ha sido manejado por Washington abordando «la mentira como si fuera un error, lo que convierte al gobierno en honesto y humilde, virtudes de gran aceptación en la culturan occidental».

Sobre Afganistán, nos recuerdan el periodo del gobierno de los militares progresistas del Partido Democrático del Pueblo (PDP) en los años setenta y ochenta, una política de desarrollo democrático que se ha intentado ocultar y que fue truncada por Estados Unidos mediante los muyahidines islámicos. También nos explican las autores los intereses geoestratégicos que tiene Estados Unidos en Afganistán como llave de acceso a los recursos de las ex repúblicas soviéticas y cómo la brutalidad de los talibanes se le escapó de las manos a los estadounidenses más partidarios de la elegancia de guante blanco de la dictadura saudí y hubo que cambiar la estrategia para presentar como crueles a quienes antes fueron luchadores por la libertad. Para Nazanín Amirian y Marha Zein la invasión a Afganistán tras el 11-S es «tan absurda como si una persona, por ejemplo, de nacionalidad alemana, después de haber colocado una bomba en Francia y posteriormente haber ido a refugiarse en España, lo que provocara es que el gobierno francés bombardease España como represalia, matara a continuación a decenas de miles de civiles inocentes y ocupara el país con la excusa de estar buscando al supuesto terrorista». Hoy en Afganistán, tras una invasión para libertar a las mujeres del burka, se ha impuesto la sharia, las mujeres vuelven a cubrir sus cuerpos, y son acusadas de delitos penados con la muerte, como la prostitución y el adulterio. Todo ante la indiferencia occidental puesto que en Afganistán, los únicos occidentales que permanecen son los empresarios.

Las autoras también plantean la tesis de que la política de la Administración Bush de no «acabar con la presencia de los talibanes en las provincias sureñas de Afganistán (…) responda a los futuros planes de Bush con respecto a Irán; quizás no descarte recurrir a ellos para desencadenar la guerra en el país persa: de hecho, los talibanes ya están apoyando a los grupos opositores islamistas baluches iraníes».

Probablemente la parte que aporta información más novedosa es la referente a Irán, que casi supone al mitad del libro y diecinueve de las cuarenta preguntas y respuestas que comprende la obra. Sin duda, el origen iraní de Nazarín Amirian explica esto. Y es que por fin una iraní -además mujer, lo cual permite una perspectiva más interesante hacia ese país- tan crítica con el régimen teocrático de ese país como con la política imperialista de Estados Unidos, nos aporta su interpretación de la crisis. A través del sistema de preguntas y respuestas se nos explica lo que nunca, al menos yo, pude leer en los medios de comunicación sobre el sistema político-religioso de Irán, su sistema electoral, las competencias del presidente y de instituciones como el Consejo Supremo de Seguridad Nacional, el Consejo Guardián de la Constitución Islámica; la llegada al poder de Ahamdineyad, su trayectoria. Las autoras nos analizan los conflictos de poder que se desarrollan en ese país y su teoría sobre la aparente belicosidad y arrogancia del mandatario iraní. Según ellas, los presidentes de Irán y Estados Unidos se retroalimentan: «No hay duda de que una agresión militar sobre Irán incrementaría el poder y la popularidad Ahamadineyad, y no sólo en Irán, sino también entre millones de musulmanes del mundo». Recordemos cómo se despertó la admiración en el mundo musulmán hacia Nasrallah, líder de Hezbolláh, tras la agresión de Israel en julio de 2006. «Por su parte -dicen las autoras-, el presidente Bush también puede recurrir a una agresión militar limitada para enviar las noticias sobre el caos en Irak y Afganistán a un segundo plano».

La denuncia de las privatizaciones que está llevando a cabo el gobierno de Irán, la corrupción y debilidad de su economía nacional, con lo que supone de empobrecimiento de la población, no les impide a las analistas dejar en evidencia la hipocresía de Estados Unidos y Europa de querer impedir el desarrollo nuclear pacífico de Irán y recordar que Israel posee armas de ese tipo sin autorización expresa de la comunidad internacional.

Amirian y Zein recuerdan que los planes nucleares de Irán se remontan a los años cincuenta y sesenta, sin embargo entonces recibió la ayuda de EEUU para esos proyectos. Así, en 1959, el Centro de Investigaciones Nucleares de Teherán se equipa de un reactor fabricado en EEUU. En 1975 Henry Kissinger, entonces secretario de Estado de Estados Unidos, firmó el National Security Decision Memorandum 292, bajo el título «La cooperación nuclear EEUU-Irán». Las autoras ofrecen en ese capítulo valiosa información sobre esa cooperación que deja en evidencia la hipocresía estadounidense actual y también la europea que participó en aquellos proyectos. Todo se truncó cuando terminó la dictadura del Sha y llegó la revolución de los ayatolás. Fue entonces cuando, al parecer, los iraníes perdieron su derecho a desarrollar tecnología nuclear pacífica, mientras que sí lo tienen países violadores del Tratado de No Proliferación Nuclear como Israel, Pakistán o India. Las afirmaciones contra Irán repiten el patrón de las acusaciones de armas de destrucción masiva contra Iraq. Según las autoras, «una de las estrategias de Bush es empujar a Irán a abandonar el TNP, la expulsión de los inspectores o la eliminación de las cámaras de vigilancia de la IAEA para sentirse libre a la hora de empezar las operaciones militares contra ese país».

La honestidad y sinceridad de nuestras dos analistas les lleva a abrir el debate sobre si Irán necesita o no energía nuclear, aportándonos los dos puntos de vista y los argumentos de cada parte. Finalmente, Amirian y Zein están convencidas de que «EEUU no invadirá la República Islámica y ni mucho menos la ocupará militarmente. La agresión que ya han puesto en marcha EEUU e Israel obedece a estrategias más maquiavélicas». Según las autoras, el «plan para desestabilizar el país pasa por varias fases y se manifiesta en varios planos, tales como provocar tensiones étnicas y bombardeos puntuales para debilitar las capacidades económicas y defensivas, restarle fuerzas con un embargo económico, provocar alguna ‘revolución naranja’ o ‘de terciopelo’ encabezada por algún reformista o incluso político veterano y retirado…».

Pero los iraníes ya saben por su historia lo que reserva Estados Unidos para ellos, recuerdan el golpe de estado de 1953 que organizó la CIA contra el nacionalista Mosadegh, tan bien explicado en el libro «Todos los hombres del sha», de Stephen Kinzer [1]. Tras él, los iraníes vivieron 25 años de férrea dictadura de Reza Pahlevi.

Como dicen Nazanín Amirian y Marha Zein, «hay algo peor que una dictadura teocrática»; y es un cóctel de bombas, sangre, dolor, desesperación, tortura, hambre, abusos…», en resumen, el formato de «transición» que aplica Estados Unidos a los países que dice democratizar.

Nazanín Amirian y Marha Zein. «Irak, Afganistán e Irán. 40 respuestas al conflicto en Oriente Próximo». Editorial Lengua de Trapo. www.lenguadetrapo.com

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