Las pequeñas iniciativas de comercio «alternativo» introducen aire fresco y constituyen un laboratorio de ideas, un nuevo sistema económico en embrión. Ciertamente la potente agroindustria estrecha las opciones del campesino y las formas de economía solidaria, pero «hemos obtenido algunas victorias», destaca Claude Girod, miembro de la Confederation Payssane France-Vía Campesina, quien ha participado en […]
Las pequeñas iniciativas de comercio «alternativo» introducen aire fresco y constituyen un laboratorio de ideas, un nuevo sistema económico en embrión. Ciertamente la potente agroindustria estrecha las opciones del campesino y las formas de economía solidaria, pero «hemos obtenido algunas victorias», destaca Claude Girod, miembro de la Confederation Payssane France-Vía Campesina, quien ha participado en las jornadas por un Plan B contra la austeridad y por una Europa democrática, celebradas en Madrid entre el 19 y el 21 de febrero. La venta directa y en circuitos cortos tiene también, aunque comúnmente se desprecie, un valor simbólico: acerca a los ciudadanos a otras hortalizas y verduras, permite tomar conciencia de que muchos alimentos se echan a perder y que otros pueden circular al margen de la gran distribución. «El hecho de dirigirse a consumidores próximos no implica producir cualquier cosa ni vender de cualquier modo», señala Claude Girod. Cuando se abordan los pequeños proyectos la casuística es múltiple. En Francia se da el caso de asociaciones que recolectan dinero para la compra de granjas y tierras, con el fin de que otras personas puedan ponerlas en producción.
La activista señala como un avance la compra de alimentos en las granjas y la producción biológica de alimentos, que en algunos países también entran en la cadena de distribución y son publicitados por los medios de comunicación. Pero el rol de los sindicatos campesinos consiste principalmente en defender los valores e ingresos de los agricultores, y hacer propuestas políticas, afirma Girod. «Nos hacen creer que el campesino lo es por el número de hectáreas que posee, cuando no es así: el ha de serlo a tiempo completo». En el sector primario, desde hace décadas, «el debate tecnocrático se opone a la acción política, es más, la Comisión Europea se mantiene sorda a nuestras reivindicaciones mientras continuamos enfermos de plaguicidas; la Política Agraria Común (PAC) recibe muchos ataques, pero nos cuesta revertir la situación».
Una delegación de Vía Campesina visitó en diciembre de 2015 el pequeño municipio de Notre Dame des Landes, en el departamento francés del Loira Atlántico, donde el proyecto de construcción de un aeropuerto -«Grand Ouest»- amenaza la actividad agropecuaria y la biodiversidad de la zona. Los campesinos de Notre Dame des Landes batallan contra el macroproyecto -que califican de «gran aberración»- desde hace 40 años, cuando se inició la expropiación de los terrenos. En 2012 se intensificó la presión sobre los pequeños propietarios, a quienes se negó el derecho de cultivo y venta, explican fuentes de Vía Campesina. Este ejemplo de acción directa, de luchas agrarias sobre el territorio, lo protagoniza la población de Notre Dame des Landes pero también activistas franceses e internacionalistas que ocuparon tierras en apoyo de la lucha. Actualmente viven en la zona cerca de 200 personas, pero otras muchas acudirían de inmediato para enfrentarse a un desalojo. Mientras, se desarrollan proyectos agrícolas y culturales como forma de resistencia sobre el terreno. La conclusión del aeropuerto estaba prevista para 2017, pero no se ha iniciado ninguna obra. En ello ha sido determinante la contundencia de las movilizaciones, algunas de 50.000 personas.
«Luchamos contra los lobbies y las multinacionales, a veces con acciones simples», subraya Claude Girod. Una de las más sonadas se produjo en el verano de 1999, cuando el campesino José Bové y otros activistas de Confederation Paysssane destruyeron parcialmente un local de la multinacional McDonald’s en la localidad de Millau, en la región francesa de Mediodía Pirineos. El objetivo de la acción de desobediencia civil era enfrentarse a las medidas proteccionistas impuestas por Estados Unidos frente a los productos agrícolas europeos. Al juicio celebrado un año después, que se saldó con condenas a tres meses de prisión para los activistas, asistieron 15.000 simpatizantes. El último ejemplo citado por Girod es el de las acciones en 2014 contra el macroproyecto conocido como «la granja de las mil vacas» en un municipio cercano a Amiens.
Joao Camargo, de «Precarios Inflexiveis» de Portugal, considera que el punto de partida para las nuevas experiencias de comercio «alternativo» ha de ser, forzosamente, el cambio climático. Hay ejemplos que activan las alertas. Un informe de la NASA señala que 2016 tuvo el mes de enero más cálido desde que se dispone de registros (el año 1880). La temperatura se situó 1,13 ºC por encima del promedio histórico. «Tenemos muy pocas décadas para evitar un cambio climático de dimensiones catastróficas», afirma el activista. Al hilo de esta argumentación, cobra relieve la «Campaña mundial por trabajos en defensa del clima», cuyo manifiesto impulsaron en noviembre de 2015 organizaciones como «Bridge to the future» (Noruega), «Campaign Against Climate Change» (Reino Unido), «Climate Works for all» (Estado de Nueva York), Climaximo (Portugal) y Green Economy Network (Canadá), entre otras. La iniciativa defiende la necesidad de 120 millones de nuevos empleos a escala mundial con una duración de al menos dos décadas por cada puesto de trabajo, la mayoría en los sectores de las energías renovables, la construcción y el transporte. Para ello, «necesitamos masivos programas gubernamentales en cada país», subraya el manifiesto. El activista luso advierte también de las estrategias de «Greenwashing», que las compañías utilizan para «vestirlo todo de verde y respeto al medio ambiente».
La activista del Transnational Institute, Brid Brennan, pone el énfasis en que los movimientos sociales recuperen la imaginación. Hace 20 años, un veterano luchador social ya octogenario le dijo que el gran desafío para las próximas generaciones remitía al «imaginario» político. «Nuestra imaginación y visión de posibilidad ha sido secuestrada, por ello tenemos que hablar de un Plan B». En ese contexto Brennan pide recuperar «un poco de lo antiguo», de la dialéctica, que no les pertenece exclusivamente a los marxistas. «Es una idea liberadora». Ella la entiende como la resistencia al sistema con el fin de crear nuevos espacios de emancipación, tal como hacen Vía Campesina, los sindicatos de precarios, las personas inmigrantes o el movimiento de economía solidaria. La dialéctica también implica señalar cuestiones sangrientas como la «guerra corporativa», que los movimientos sociales tendrían que incorporar a su discurso económico. En noviembre de 2015, «sólo 12 horas después de los atentados de París, Hollande ordenó bombardear la ciudad siria de Raqqa», recuerda Brid Brennan. No faltan las alternativas. En el capítulo de propuestas pone el ejemplo del «Mandato por un comercio alternativo», que más de 50 organizaciones sociales presentaron en el Parlamento europeo en abril de 2014.
También el «Tratado Internacional de los Pueblos», documento político frente a la impunidad de las transnacionales que está difundiendo la campaña «Desmantelemos el poder corporativo». El llamado a la acción de la citada campaña fue suscrito por más de 150 organizaciones sociales. Entre el 20 y el 22 de noviembre de 2015 se celebró en La Habana el «Encuentro Hemisférico» para conmemorar la liquidación, hace una década, del proyecto de Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) impulsado por Estados Unidos. En la conferencia se apeló a una acción de lucha contra el libre comercio y las multinacionales el 4 de noviembre de 2016.
Son numerosas las reuniones y llamadas a la movilización que invocan el comercio solidario. Entre el 24 y el 26 de junio se celebrarán en Euskadi los Encuentros Internacionales Alternativos ante los retos ecosociales, que en los dos años anteriores se desarrollaron en Ginebra y Madrid. Además, en la agenda del Plan B figuran acciones descentralizadas contra el extractivismo minero entre el 13 y el 15 de mayo de 2016. El punto de referencia de estas movilizaciones son las protestas en el bosque de Hambach (cerca de la ciudad germana de Colonia) contra las minas a cielo abierto de lignito que explota la empresa RWE AG. Se trata de detener al «mayor contaminador de CO2 de Europa», según los organizadores, cuyo lema es «Ende gelände» («Se acabó»). En una de las acciones de desobediencia que tuvo lugar en agosto de 2015, la policía denunció a 800 activistas. El bosque de Hambach es actualmente una zona de resistencia, ocupación y acciones de sabotaje.
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