«(…) Queremos andar todo el tiempo, día y noche, en compañía humana, de todos los hombres. Se trata de no estirar la caravana, porque entonces cada fila percibe apenas a la que le precede, y los hombres que ya no se reconocen, se reúnen cada vez menos, se hablan menos. Se trata (…) de reiniciar […]
El pasado 10 de diciembre, en Nueva York, bajo los auspicios de la Asamblea General, se lanzó oficialmente el Decenio Internacional de los Afrodescendientes. Decenio ganado con una larga lucha, luego de extensas discusiones, explicaciones y negociaciones entre Estados; los unos -mayoritariamente los occidentales, seguidos también por algunos países africanos-, que no quieren un proceso de este tipo, y otros que lo defienden, conscientes de que «(…) las cadenas de la discriminación racial continúan tristemente menoscabando a hombres, mujeres y niños», como lo observó Martin Luther King, hace más de cincuenta años, cuando la marcha por los derechos civiles de los afroamericanos. También hubo discusiones agrias entre el Grupo de Trabajo sobre los Afrodescendientes y los Estados.
Este Grupo de Trabajo de Expertos sobre los Afrodescendientes, creado en 2001 -en la Conferencia Mundial Contra el Racismo, la Xenofobia, la Discriminación Racial y las Formas Conexas de Intolerancia, realizada en Durban, Sudáfrica- está encargado de estudiar los problemas de discriminación racial que enfrentan las personas afrodescendientes y de presentar propuestas para la eliminación de la discriminación racial contra las personas africanas y afrodescendientes en todo el mundo.
El grupo, paso a paso, ha defendido la importancia de una década en vista de que subsiste la colonialidad del poder y del conocimiento, que ha estructurado y sigue estructurando el mundo capitalista e imperialista, el cual no ha cuestionado la jerarquización de las «razas» ni la superioridad de la cultura occidental, en tanto principios fundadores de las sociedades democráticas europeas.
Estas afirmaciones nunca han dejado de incidir en la organización del mundo. Las consecuencias de estos fantasmas ideológicos son infinitas. Se expresan, entre otras, en la reescritura y mistificación de la historia y en la expresión del racismo, que golpea con fuerza a sus víctimas, mediante la discriminación en los planos social, cultural y económico, como también en el civil y político; y ello, sin olvidar la xenofobia de Estado asumida por muchos políticos y representantes gubernamentales; hecho que no deja de señalar la grave crisis moral en las clases políticas.
El programa del Decenio
El grupo de trabajo hizo el mayor esfuerzo para producir el documento marco, que en el Grupo de Trabajo Intergubernamental ha servido de base para el debate sobre la implementación efectiva de la Declaración y del Programa de Acción de Durban, lo que le ha permitido desarrollar y transmitir a la Asamblea General de la ONU un proyecto de programa de actividades para el Decenio Internacional.
El Alto Comisionado de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas actuará como coordinador del Decenio y, entre otros, tendrá que garantizar la creación de una entidad que sirva de mecanismo de consulta y crear las condiciones para una evaluación del Decenio a mediano plazo.
Podemos decir que el Decenio, cuyos temas son Reconocimiento, Justicia y Desarrollo, debe ser una oportunidad para «promover el respeto, la protección y la realización de todos los derechos humanos y libertades fundamentales de los afrodescendientes, como se reconoce en la Declaración Universal de Derechos Humanos», pero también para «promover un mayor conocimiento y respeto de la diversidad de la herencia y la cultura de los afrodescendientes y de su contribución al desarrollo de las sociedades»; además «aprobar y fortalecer marcos jurídicos nacionales, regionales e internacionales de conformidad con la Declaración y el Programa de Acción de Durban y la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, y asegurar su aplicación plena y efectiva».
Queda por conocer el papel que debe cumplir el Grupo de Trabajo sobre los Afrodescendientes y el mandato que le dará el Consejo de Derechos Humanos respecto al Foro Internacional y el proceso de elaboración de la Declaración de los Derechos Humanos de los Afrodescendientes. Este encargo será un indicio de la voluntad política de Naciones Unidas y la comunidad internacional, en cuanto a su verdadera decisión para erradicar definitivamente el racismo, la discriminación, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia.
Corregir los errores del pasado
Si bien el colonialismo y la esclavitud casi han desaparecido, la ideología que los amparó sigue vigente, con sus modalidades para menospreciar a poblaciones colonizadas que parecen haber sido repatriadas a las metrópolis de los países económicamente avanzados.
En el contexto de la globalización actual, la permanencia de esta colonialidad se encuentra en las relaciones sociales, las relaciones internacionales, las instituciones y las mentes; se extiende bajo diversas formas, está presente en todas partes y nos afecta a todos. Ella fundó su discurso en la trata de negros y la esclavitud y lo perfeccionó con la implantación de la dominación colonial.
La xenofobia y el racismo anti-negro asumidos por los nuevos populismos de derecha son un ejemplo elocuente de este discurso. Amparado tras los buenos sentimientos, el discurso del apartheid, de desvalorización y de deshumanización del otro con la argucia del color de su piel, sigue caracterizando una cosmovisión patológica del mundo, a la que algunos medios de comunicación masivos otorgan una respetabilidad inaceptable.
El decenio internacional debería ser el plazo que se dan todas las naciones y los pueblos para restaurar la plena dignidad de quienes han sido humillados, despreciados y que ya no están aquí para reclamar justicia, como también para mostrar a las generaciones más jóvenes que la terrible experiencia de sus antepasados no se reducirá a las pérdidas y ganancias de los caprichos de la historia.
Hay que destacar que en la Declaración y Programa de Acción de Durban, los afrodescendientes, incluyendo aquellos que no son descendientes de esclavos, son identificados -como grupo específico- en tanto víctimas de la discriminación racial, de la xenofobia, provenientes del legado histórico de la trata transatlántica y la esclavitud.
Ésta debe ser la oportunidad para corregir los errores del pasado, afianzar un progreso categórico y dar un primer paso hacia un proceso inclusivo para rehabilitar la memoria y la reparación moral de uno de los mayores delitos cometidos contra la humanidad.
Es este el compromiso que se hizo en el lanzamiento del Decenio, en la Asamblea General de Naciones Unidas. Estos diez años deben permitir el fortalecimiento de las medidas nacionales, de las actividades de cooperación regional e internacional para las personas de ascendencia africana, para garantizar el pleno disfrute de sus derechos económicos, culturales, sociales, civiles y políticos. Se tratará también de hacer avanzar sustancialmente su participación cultural, civil y política en la vida social, como también para promover una mejor comprensión y un mayor respeto de la diversidad y la riqueza de su patrimonio y cultura.
El reconocimiento es, en efecto, un elemento fundamental de la reconstrucción de las relaciones humanas, que permite superar las clasificaciones raciales jerárquicas establecidas a nombre de la llamada civilización. Así, más allá del Foro Internacional y de la Declaración de la ONU sobre los derechos humanos de los afrodescendientes, que son parte del programa de actividades aprobado por los Estados, el Decenio debe dedicarse a operaciones y campañas de sensibilización, de formación, de educación sobre las problemáticas planteadas por los afro-descendientes, respecto a la historia y la actualidad. Es importante que la mayor cantidad de personas se entere de estas cuestiones que están al centro de las relaciones internacionales, como también de las relaciones sociales, al Norte y al Sur, al Este y al Oeste del mundo.
Para poner en marcha estas campañas de sensibilización, el Grupo de Trabajo propuso la realización de un seminario mundial sobre los afrodescendientes y el mundo contemporáneo, en el marco del decenio.
Este tema reuniría a expertos de todos los países y todos los horizontes con el propósito de valorizar el aporte cultural, científico, económico, social, político de los afrodescendientes en el mundo de hoy. Todas las contribuciones, vengan de donde vinieren, deben ser recogidas por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en colaboración con instituciones como la UNESCO, a fin de constituir una enciclopedia de la afrodescendencia y su contribución a la historia del mundo.
Uno de los retos del Decenio Internacional de los Afrodescendientes es acabar con el legado tóxico de una historia a menudo oculta o incluso negada o fantaseada.
Un esfuerzo de re-humanzación
No nos equivoquemos, el reconocimiento del estatus de los Afrodescendientes no es sólo un gesto político hacia las víctimas y las generaciones presentes y futuras; también es un factor determinante para la liberación de quienes han dominado, quienes han explotado y han infligido sufrimientos insoportables a un sinnúmero de poblaciones durante siglos.
Este Decenio Internacional de los Afrodescendientes no puede pensarse sin la contribución esencial de la sociedad civil y su papel central en la puesta en práctica de todas las actividades. Sólo a través de una mayor interacción entre actores estatales, organizaciones internacionales regionales y subregionales y las organizaciones de la sociedad civil, el Decenio Internacional podrá alcanzar sus objetivos. Pero, ¿será eso suficiente?
El éxito del Decenio depende en gran medida de la voluntad política de todos los países que conforman la comunidad internacional; ¿será que la mayoría de ellos quiere realmente revertir la correlación de fuerzas y deconstruir los elementos de la colonialidad que les estructuran?
La década se abre en un contexto global en el cual se enfrentan, en una guerra a muerte, por un lado, los defensores de un mundo occidental asustado por la alteridad y la diferencia y con ganas de imponer, a marcha forzada, su cultura, su ideología alienante, a todas las naciones; y por otro, quienes viven en un mundo -mantenido durante siglos bajo la dominación colonial- que busca conquistar la igualdad de sus derechos, siendo que al más mínimo paso en falso, los primeros les recuerdan lo que les deben y de dónde vienen.
En el marco de la globalización, el contexto se caracteriza por dinámicas de una «colonialidad global», dentro de la cual se siguen construyendo patrones de exclusión.
Por lo tanto, la erradicación del racismo anti-negro -sin olvidar el racismo anti musulmán-, de la discriminación, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia, corre el riesgo de seguir siendo una causa no central para el futuro de los pueblos de las Naciones.
¿Cuál será el motor ideológico-político capaz de hacer entender a los sectores dominantes que uno de los elementos a deconstruir, para empezar a pensar en un mundo de paz basado en la no discriminación y su corolario, la igualdad, es la colonialidad del poder, con su carga de exclusión, esencialismo y estigmatización?
El éxito de la década dependerá básicamente de los intentos de re-humanización que promuevan -en las metrópolis y las ciudades de los antiguos imperios- los descendientes de esclavos y de súbditos coloniales, o los migrantes llegados desde el Sur, entre otros actores. Todos ellos tienen en común con los antiguos esclavos y los ex colonizados el de pertenecer a un grupo humano bajo sospecha.
Estos próximos diez años son un desafío al mundo para que, al 31 de diciembre de 2024, la terrible constatación hecha en la apertura de la Conferencia de Durban, en 2001, no se renueve: «pese a los esfuerzos de la comunidad internacional, no se han alcanzado los principales objetivos de los tres Decenios de Lucha contra el Racismo y la Discriminación Racial, y que aún hoy un sinfín de seres humanos siguen siendo víctimas del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia» . ¿Podremos nosotros, los Estados y los pueblos, responder a este reto? ¿Seremos capaces de cambiar el paradigma de la racialización de nuestras sociedades, y sobre todo, de invertir la correlación de fuerzas a fin de lograr descolonizar tanto el poder como los saberes?
Tenemos diez años para lograrlo; no hay un minuto que perder si queremos tener éxito, neutralizando todas las posturas negativas.
Traducción ALAI.
Mireille Fanon-Mendes-France es Presidenta del Grupo de Trabajo de la ONU sobre Af
Publicado en América Latina en Movimiento, No. 501: http://alainet.org/publica/
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