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Un pingüino en la selva Lacandona I/II

Fuentes: Rebelión

(La zapatista es apenas una casita, acaso la más pequeña, en una calle llamada «México», en un barrio llamado «Latinoamérica», en una ciudad llamada «Mundo»). No me lo van a creer, pero en el Cuartel General del ezetaelene hay un pingüino. Ustedes dirán «¡Ah qué el Sup!, ya se le fundieron los fusibles por la […]

(La zapatista es apenas una casita, acaso la más pequeña, en una calle llamada «México», en un barrio llamado «Latinoamérica», en una ciudad llamada «Mundo»).

No me lo van a creer, pero en el Cuartel General del ezetaelene hay un pingüino. Ustedes dirán «¡Ah qué el Sup!, ya se le fundieron los fusibles por la Alerta Roja», pero es la verdad. Es más, mientras les escribo esto, él (o sea el pingüino) está aquí a mi lado, comiendo del mismo pan duro y rancio (tiene tanto moho que le falta un grado para ser penicilina) que, con el café, me tocó como ración de hoy. Sí, un pingüino. Pero de esto les cuento más luego, porque primero hay que platicar un poco de la Sexta Declaración.

Hemos leído con atención parte de las dudas, críticas, consejos y debates sobre lo que planteamos en la Sexta. No todas, es cierto, pero adjudíquenlo no a la desidia, sino a la lluvia y el lodo que alargan todavía más los caminos en las montañas del Sureste Mexicano. Aunque son muchos los puntos, en este texto sólo me referiré a algunos de ellos.

Algunos de los ejes de crítica se refieren al llamado a un nuevo intercontinental, al carácter nacional mexicano de la Sexta Declaración y, de la mano de éste, a la propuesta (todavía es sólo eso, una propuesta) de unir la lucha indígena a las de otros sectores sociales, marcadamente a las de los trabajadores del campo y la ciudad. Otros se refieren a la definición de izquierda anticapitalista, y a que la Sexta toca «temas viejos» o utiliza conceptos «desgastados». Algunos más advierten peligros: el desplazamiento del tema indígena por otros y, por consiguiente, el arrinconamiento de los pueblos indios como sujetos de transformación; el vanguardismo y centralismo que pudiera surgir en la política de alianzas con organizaciones de izquierda; la sustitución del liderazgo social por el político; el que la derecha use al zapatismo para golpear a López Obrador, o sea al centro político (yo sé que esos señalamientos dicen que AMLO es de izquierda, pero él dice que es de centro, así que aquí tomamos lo que él dice, no lo que dicen por él). La mayoría de estos señalamientos son bien intencionados y buscan ayudar, bien advirtiendo obstáculos en el camino, o bien aportando opiniones de cómo podría crecer el movimiento que pretende despertar la Sexta. Todo esto lo agradecemos, lo valoramos y lo tomamos en cuenta.

De la tijera y el engrudo.

Dejaré de lado a quienes lamentan que la alerta roja no haya culminado en la reanudación los combates ofensivos por parte del EZLN. Sentimos no haber cumplido con sus expectativas de sangre, muerte y destrucción. Ni modos, discúlpenos. Tal vez en otra ocasión… También quedan a un lado las críticas deshonestas. Como las de quienes editan el texto de la Sexta Declaración para que diga lo que quieren que diga. Esto es lo que hace el señor Víctor M. Toledo en su artículo «El zapatismo rebasado. Sustentabilidad, resistencias indígenas y neoliberalismo», publicado en el periódico mexicano La Jomada (18 julio 05). Creo que se pueden debatir los propósitos y métodos que plantea la Sexta Declaración sin necesidad de ser deshonestos. Porque, aplicando el método de «la tijera y el engrudo», el señor Toledo edita la Sexta para señalar que le falta… lo que le cortó. Dice Toledo: »Sorprende que (el EZLN en la Sexta Declaración) decida unir sus esfuerzos a campesinos, trabajadores, obreros, estudiantes, mujeres, jóvenes, homosexuales, lesbianas, transexuales, sacerdotes, monjas y luchadores sociales, y que no haga una sola referencia a las miles de comunidades indígenas volcadas a la búsqueda de la sustentabilidad».

Bueno, las partes que el señor Toledo editó de la Sexta dicen lo contrario. Por ejemplo, en el segmento donde se reconoce la existencia de resistencias y alternativas al neoliberalismo en México, y como primer lugar en la enumeración de ellas, se señala: «Y así nos enteramos que hay indígenas, que sus tierras están retiradas de aquí de Chiapas, y que hacen su autonomía y defienden su cultura y cuidan la tierra, los bosques, el agua». Tal vez el señor Toledo esperaba un recuento detallado de esas luchas indígenas, pero eso es una cosa, y otra muy diferente, y deshonesta, es decir que no se hace ni una sola referencia. En el recuento que hace el señor Toledo de los esfuerzos a los que el EZLN decidió unirse, ha cortado al primer grupo social al que se refiere la Sexta, que dice, textual: «Y entonces, según el acuerdo de la mayoría de esa gente que vamos a escuchar, pues hacemos una lucha con todos, con indígenas, obreros, campesinos, etcétera.». Y no sólo, el primer punto de la Sexta propiamente dicha señala: «1.- Vamos a seguir luchando por los pueblos indios de México, pero ya no sólo por ellos ni sólo con ellos, sino que por todos los explotados y desposeídos de México, con todos ellos y en todo el país «. Y en el colofón de la Sexta se dice «Invitamos a los indígenas, obreros, campesinos, … etcétera». En fin, imagino que habrá, entre los irritados por nuestras críticas a López Obrador y al PRD, argumentos más serios, y honestos, para el debate. Tal vez algún día los presenten. Esperaremos, es nuestra especialidad.

De en este barrio no te queremos.

Están también las críticas, aunque más soterradas, a que la Sexta Declaración se refiera a algunos temas internacionales y al modo en que son tocados. Así, algunos critican que nos refiramos al bloqueo que el gobierno norteamericano mantiene contra el pueblo de Cuba. «Es un tema muy viejo», dicen. ¿Qué tan viejo? ¿Tanto como el bloqueo? ¿O tan viejo como la resistencia de los pueblos indios en México? ¿Cuáles son los temas «modernos»? ¿Quién, con honestidad, puede ver el mundo y dejar pasar, «por ser un tema viejo», una agresión a un pueblo que hace lo que deben hacer todos los pueblos, es decir, decidir su rumbo, paso y destino como Nación («defender la soberanía nacional» le dicen)? ¿Quién puede ignorar las décadas de resistencia de todo un pueblo ante la prepotencia Norteamericana? ¿Quién, sabiendo que puede hacer algo, aunque sea muy poco, por reconocer ese esfuerzo, no lo hace? ¿Quién puede ignorar que ese pueblo cada vez tiene que levantarse, después de una catástrofe natural, no sólo sin los apoyos y créditos de los que gozan otros países, también en medio de un cerco brutal e inhumano? ¿Quién puede hacer caso omiso de la base norteamericana de Guantánamo en territorio cubano, del laboratorio de torturas en que se convirtió, de la herida que representa en la soberanía de una Nación y decir: «vamos, ése es un tema viejo»?

Por otra parte, ¿no les parece natural que, en un movimiento mayoritariamente indígena como el zapatísta, despierte simpatías y admiración lo que hacen los indígenas en Ecuador y Bolivia? Que sienta hermandad con los que no tienen tierra y luchan en Brasil. Que se sienta identificado con los «piqueteros» de Argentina, y que salude a las Madres de Plaza de Mayo. Que perciba similitudes en experiencias y organización con los Mapuche de Chile y con los indígenas de Colombia. Que advierta en Venezuela lo evidente, a saber: que el gobierno norteamericano está haciendo todo lo posible por vulnerar la soberanía de ese país. Que aplauda con entusiasmo las grandes movilizaciones en Uruguay para oponerse a la imposición de la «estabilidad macroeconómica».

La Sexta Declaración no se refiere a instituciones de arriba, buenas o malas. La Sexta está mirando abajo. Y está mirando una realidad que es compartida, cuando menos desde las conquistas que España y Portugal hicieron en las tierras que hoy comparten el nombre de «Latinoamérica». Tal vez este sentimiento de pertenencia a «la patria grande» que es América Latina, es «viejo», y lo «moderno» es voltear la mirada y las aspiraciones al «norte revuelto y brutal». Tal vez, pero si algo es «viejo» en este rincón de México, de América y del Mundo, es la resistencia de los pueblos indios.

De no te queremos en esta calle.

Hay también (resalto y resumo algunas de ellas), las críticas por pretender «nacionalizar y Aún universalizar» nuestro discurso y nuestra lucha. La Sexta, nos dicen, recae en estos despropósitos. Recomiendan entonces que el EZLN se quede en Chiapas, que fortalezca las Juntas de Buen Gobierno, y que se circunscriba al compartimento estanco que le ha tocado. Que ya consolidado ese proyecto y ya que hayamos demostrado que podemos «poner en práctica una modernidad alternativa al neoliberalismo en los propios territorios», entonces podríamos lanzamos a lo nacional, a lo internacional y a lo íntergaláctico. Frente a esos argumentos, nosotros presentamos nuestra realidad. No pretendemos competir con nadie a ver quién es más antíneoliberal o quién tiene más avances en la resistencia, pero, con modestia, nuestro nivel y aporte están en las Juntas de Buen Gobierno. Se puede venir, hablar con las autoridades o con los pueblos, hacer caso omiso de las cartas y comunicados donde hemos dado cuenta de este proceso e investigar, de primera mano, lo que aquí pasa, de los problemas que enfrenta, de cómo se resuelven. No sé ante quienes tenemos qué demostrar que todo esto es «poner en práctica una modernidad alternativa al neoliberalismo en los propios territorios» y quién nos va a calificar con palomita o tache, y, entonces sí, permitirnos salir e intentar unir nuestra lucha a otros sectores.

Además, tenemos el presentimiento de que esas críticas serían alabanzas… si la Sexta declarara el apoyo incondicional al centro político representado por López Obrador. Y, si dijéramos «vamos a salir para sumamos a las redes ciudadanas en apoyo a AMLO», vendrían el entusiasmo, los «sí», los «claro, hay que salir, no hay que quedarse encerrado, es hora de que el zapatismo abandone su guarida y una sus experiencias a las masas volcadas a favor del esperado». Mmh… López Obrador. Acaba de presentar su «Proyecto Alternativo de Nación» ante las redes ciudadanas. Nosotros desconfiamos y no vemos mas que un maquillaje plástico (y que cambia según el respetable) y una lista de promesas olvidables. Como quiera, tal vez alguien pueda decirle a AMLO que no puede prometer «el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés», porque eso significa, entre otras cosas, reformar la Constitución y, si mal no recuerdo, ése es trabajo del Congreso. En todo caso, la promesa la debería hacer un partido político, señalando que sus candidatos cumplirán si son elegidos. De otra forma, tendría que proponerse que el ejecutivo federal mandara sobre los otros poderes, o los desconociera. O sea una dictadura. Pero no se trata de eso. ¿O si?

En la política de arriba, los proyectos buscan, en los períodos electorales, sumar lo más que se pueda. Pero al sumar a unos, restan a otros. Entonces deciden sumar a los más, y restar a los menos. Como estructura paralela al PRD, AMLO ha creado las «redes ciudadanas» y su objetivo es sumar a los que no son perredistas. Para esas redes ciudadanas, AMLO presenta a 6 personas que van a coordinar, a nivel nacional, a todos los lopezobradoristas no perredistas. Veamos a dos de los «coordinadores nacionales»:

Socorro Díaz Palacios, Subsecretaría de Protección Civil en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. El 3 de enero de 1994, mientras los federales perpetraban la matanza del mercado de Ocosingo, declaró (cito el Boletín de Prensa de la Secretaría de Gobernación): «Los grupos violentos que están actuando en el estado de Chiapas presentan una mezcla de intereses y de personas tanto nacionales como extranjeras. Muestran afinidades con otras facciones violentas que operan en países hermanos de Centroamérica. Algunos indígenas han sido reclutados, presionados por los jefes de estos grupos, y también, sin duda, manipulados en torno a sus reclamos históricos que deben seguirse atendiendo». Y más adelante: «El ejército mexicano, por su parte, seguirá actuando con gran respeto a los derechos individuales y de la población hasta dar una respuesta clara y decidida a la demanda de orden y seguridad… bla, bla, bla». En los días subsiguientes la Fuerza Aérea bombardeaba las comunidades indígenas al sur de San Cristóbal de las Casas, y el ejército federal detenía, torturaba y asesinaba a 3 indígenas en la comunidad de Morelia, entonces en el municipio de Altamirano, Chiapas, México.

Ricardo Monreal Ávila.- En enero de 1998, apenas unos días después de la matanza de Acteal, el entonces diputado por el PRI e integrante de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión «comentó que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) es un grupo paramilitar, al igual que aquellos que victimaron a los 45 indígenas tzotziles el 22 de diciembre de 1997 en Chenalhó, Chiapas. «Porque paramilitar es todo aquel que actúa como Ejército sin serlo y se arma siendo civil. Todos tienen que desarmarse, porque todos han contribuido a esta violencia innecesaria, injusta y torpe en el que nos han enlutado a todos los mexicanos», indicó» («El Informador» de Guadalajara, Jalisco. 3/1/98). Días después, antes de pasarse al PRD porque en el PRI no le dieron la candidatura al gobierno de Zacatecas, declararía (cito la nota de Ciro Pérez y Andrea Becerril, en La Jornada, 7/1/98) que el episodio de Chenalhó (se refiere a la matanza de Acteal) sí estaba planeado, «pero no por quien asegura el líder blanco de los indígenas de piel oscura», opina que la posición del EZLN respecto a la matanza trata de «allegarle una justificación adelantada a Marcos y a los intereses que protege», y termina advirtiendo que el EZ sirve intereses extranjeros que buscan «obtener el dominio de la zona del Istmo de Tehuantepec, sus recursos y su ubicación estratégica, objetivo al que adecuadamente Sirven Marcos y los ejércitos que disputan la bandera indígena». Mmh… me suena, me suena… sí, es el punto 28 del programa de AMLO que dice, textual: «Vincularemos el Pacífico con el Atlántico, en el Istmo de Tehuantepec, mediante la construcción de dos puertos comerciales: uno en Salina Cruz, Oaxaca, y otro en Coatzacoalcos, Veracruz, así como ferrocarriles de carga de contenedores y la ampliación de la carretera existente «.

Con esos personajes, López Obrador se ha definido, ha sumado a unos y, con ellos, ha restado, entre otros, a los «neozapatistas».

Pero, por otro lado, ¿por qué no hay nada en ese programa sobre los presos y desaparecidos políticos en la guerra sucia de los 70’s y 80’s?. Ni sobre castigo a los ex gobernantes que se enriquecieron de manera ilícita. Ni sobre hacer justicia en los casos de las masacres de Acteal, El Bosque, Aguas Blancas, El Charco. Me temo que, en justicia, López Obrador ofrece «borrón y cuenta nueva» lo que, paradójicamente, no es nuevo. Antes de volver a las críticas a los pronunciamientos que sobre México, Latinoamérica y el Mundo hace la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, permítanme decirles algo:

De vamos a salir.

Vamos a salir. Vamos a salir, y más vale irse haciendo a la idea. Vamos a salir y, creo, sólo hay 4 formas de detenernos.

Una es con un ataque preventivo, tan de moda en esta etapa neoliberal. Los pasos predecibles son: acusaciones de ligas con el narcotráfico o, en general, con el crimen organizado; invocaciones al estado de derecho y pamplinas por el estilo; una campaña mediática intensa; un ataque doble (contra las comunidades y contra la Comandancia General); control de daños (es decir reparto de dinero, concesiones y privilegios entre los «voceros de la opinión pública»); las autoridades llaman a tomar las cosas con calma; los políticos declaran que lo más importante es que el proceso electoral transcurra en paz y con tranquilidad social; después de un breve impasse, los candidatos reanudan sus campañas.

Otra es tomarnos presos en el momento de salir, o en el transcurso de «la otra campaña». ¿Los pasos? Reuniones clandestinas entre las dirigencias del PRI, PAN y PRD para hacer acuerdos (como en 2001, cuando la contrarreforma indígena); la Cocopa declara que el diálogo está roto; el Congreso vota la anulación de la Ley para el Diálogo; la PGR activa las órdenes de aprehensión; un comando de la AFI, con apoyo del ejército federal, toma prisioneros a los delegados zapatistas; simultáneamente, el ejército federal copa las comunidades indígenas rebeldes «para prevenir el desorden y mantener la paz y la estabilidad nacionales»; control de daños, etcétera.

Otra es matarnosos. Etapas: se contrata a un sicario; se monta una provocación; se comete el crimen; las autoridades lamentan el hecho y ofrecen investigar «hasta las últimas consecuencias y caiga quien caiga». Otra alternativa: «un lamentable accidente provocó la muerte de la delegación zapatista que se encontraba en trayecto hacia bla, bla, bla». En ambas: control de daños, etcétera.

Otra es desaparecernos. Me refiero a una desaparición forzada, como la que se aplicó a cientos de opositores políticos en la etapa de «estabilidad» priísta. Ésta podría ser así: no aparecen los delegados zapatistas; la última vez que se les vio fue cuando bla, bla, bla; las autoridades ofrecen investigar; se aventura la hipótesis de un problema pasional; las autoridades declaran que investigan todas las pistas y que no se descarta que la delegación zapatista haya aprovechado la salida para huir, con una cantidad de pozol agrio, a un paraíso fiscal; la INTERPOL investiga en las Islas Caimán; control de daños, etcétera.

Éstos son los peligros iniciales con los que topa la Sexta. Para enfrentar esas posibilidades es que nos hemos preparado muchos años; es por eso que la Alerta Roja de las tropas insurgentes no se ha levantado, sólo la de los pueblos; y es por eso que uno de los comunicados señalaba que el EZLN puede perder, por cárcel, muerte o desaparición forzada, a parte o a la totalidad de su dirección conocida públicamente, y seguir luchando.

(Continuará…)

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Marcos. México, Julio del 2005.