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Entrevista a Javier Ómar Ruiz, cofundador del Colectivo Hombres y Masculinidades, docente y conferencista

«Una masculinidad alternativa garantizaría que los procesos de reconciliación sean efectivos y que no haya repetición»

Fuentes: Rebelión

Fernanda Sánchez Jaramillo: En su libro Matar, rematar y contramatar: las masacres en Colombia, la antropóloga María Victoria Uribe describe escenas de horror como ésta: «El mecanismo de este nuevo orden es colocar afuera lo que es de adentro, es decir exhibir o mostrar lo más íntimo y poner de arriba lo que es de […]


Fernanda Sánchez Jaramillo: En su libro Matar, rematar y contramatar: las masacres en Colombia, la antropóloga María Victoria Uribe describe escenas de horror como ésta: «El mecanismo de este nuevo orden es colocar afuera lo que es de adentro, es decir exhibir o mostrar lo más íntimo y poner de arriba lo que es de abajo, y viceversa. Con respecto a esto último, la inversión total se producía al poner en el sitio de los órganos sexuales la cabeza y al colocar los órganos sexuales en la boca». i ¿Qué relación tienen estas expresiones de «conquistas» y abusos contra el cuerpo del otro y la masculinidad?

Javier Ómar Ruiz: Esos ejercicios de guerra son casos patológicos pero hacen parte de las expresiones del machismo y de hombría que llega a niveles de barbarie.

Para que un hombre haga eso tuvo que pasar por un proceso de socialización en patrones patriarcales de masculinidad el cual empieza con pautas elementales de crianza masculina.

Esas pautas tienen como fin desconectarnos de la sensibilidad, de la expresividad emocional, excepto de la rabia, la cual sí podemos expresar porque está conectada al odio y la venganza.

La socialización en patrones patriarcales limita las emociones del hombre, lo desconecta del dolor -y eso implica desconectarse del cuerpo de uno y del otro-, vincula al hombre a lo público, donde puede hacer lo que quiera, y está basada en una masculinidad «falocéntrica», del poder de la penetración. Además, la relación con el cuerpo es descuidada. No existe una ética del cuidado del cuerpo de uno, mucho menos de otra persona.

Todos los hombres reciben la misma socialización. ¿Qué se necesita para que un hombre use una motosierra?: ser hombre. Lamentablemente, los hombres tienen los componentes para llegar a hacer eso.

Cortar los genitales a otro hombre es la manera más perversa de dominación. En ese ejercicio de demostración de hombría, si soy el vencedor en la guerra, le cortó simbólicamente su poder al vencido: sus genitales. Los hombres incurren, mayoritariamente, en la sevicia y eso está relacionado con la masculinidad desarrollada en el proceso de socialización.

FSJ: ¿Qué relación hay entre la masculinidad patriarcal y la violencia ejercida -principalmente- contra mujeres, niñas, y niños y grupos minoritarios ya sean étnicos, sociales o políticos en nuestro país?

JOR: El sistema patriarcal nos impone una lógica de poder, de jerarquías, de clase, masculinidades hegemónicas versus masculinidades subordinadas, como la de los homosexuales. Esto da lugar para que en ejercicios de poder patriarcal -en esa relación entre lo diferente y lo hegemónico- haya la posibilidad de la discriminación, del asesinato, etc.

FSJ: ¿Qué opina de la violencia sexual contra las mujeres por parte de paramilitares, y en menor medida, guerrilla en el marco del conflicto armado? 

JOR: En la vida cotidiana el conflicto armado es el punto de llegada de situaciones conflictivas en que nos movemos los hombres criados en «plataformas» que privilegian prácticas guerreristas.

El lenguaje cotidiano está cargado de guerrerismo. Nos movemos en principio en imaginarios culturales y de «género» y la sexualidad y la violencia sexual hacen parte de ese ejercicio, así como el maltrato verbal y psicológico.

«En caso de guerra cualquier hueco es trinchera», es la idea que se instala en el imaginario cultural y de ahí se llega al ámbito de la guerra, del conflicto -del endurecimiento corporal, la rigidez física y mental- con todas las condiciones favorables para arreciar más esa «ideologización».

En la mujer se enfoca ese concepto de lo más frágil. Por eso se violenta lo más frágil de la sociedad y de paso se envía un mensaje a los familiares de esas mujeres, como quien dice: «mire aquí estoy yo papá».

FSJ: ¿Cómo reciben sus talleres, que promueven diferentes masculinidades, en regiones donde se han afianzado estereotipos machistas?

JOR: Hasta ahora no hemos tenido ninguna reacción negativa frente a la intervención que hacemos. Hay dos razones por las cuales hemos sintonizado con los hombres: la primera, que somos hombres los que desarrollamos el trabajo, hablamos de la misma historia y experiencias de crianza y la segunda, encuentran un discurso que interpreta sus necesidades y las canaliza en posibilidades de cambio. Nuestra metodología es corporal, vivencial, emocional y ayudamos a descargar el alma, les decimos que esos mandatos patriarcales van en contra vía de la vida.

En el trabajo que adelantamos recoge el sentir y la necesidad de muchos hombres que consideran importante tomar distancia del modelo patriarcal para acercarse a otras posibilidades de ser hombre, algunos lo venían haciendo por intuición.

Hay hombres que han tomado distancia del modelo guerrerista. Por ejemplo, los objetores de conciencia. Este proceso es también una apuesta política de sociedad, para que esto sea una transformación cultural.

FSJ: ¿Por qué es importante desarrollar nuevas masculinidades en el marco del actual proceso de paz y de un eventual postconflicto armado en Colombia? 

JOR: Porque existe la variable «género» que es protagonista del conflicto armado. En una propuesta de base tiene que incorporarse otra propuesta de paz y otro modelo, de lo masculino, y lo femenino, los derechos de mujeres y hombres.

Cuando se piensa en un modelo de desarrollo para la paz, se piensa en lo colectivo y en una masculinidad alternativa que favorezca prácticas de paz y una cultura de paz.

¡Lo que hay es trabajo! Apostarle a un modelo de sociedad desde masculinidades alternativas. En la masculinidad patriarcal el modelo de desarrollo que impera es la depredación de la naturaleza; en cambio, una sociedad para la paz debe operar en una cultura de paz, en la ética del cuidado de las personas, mujeres, niños y la naturaleza, en el tema del medio ambiente, se debe incluir el tema de «género».

Debemos llegar a un modelo de sociedad, a un modelo de economía, de relaciones humanas, un sistema educativo diferente. «Pongámosle a todo un enfoque de «género» que incorporará derechos de las mujeres y nuevas masculinidades».

FSJ:¿Cómo podría incorporarse la masculinidad alternativa al proceso de postconflicto armado y reconciliación?

JOR: Una ruta sería que a partir de ese acuerdo de paz se diseñen políticas publicas que incorporen perspectivas de masculinidades alternativas. También es importante que haya interlocución con hombres de masculinidades alternativas y replantear enfoques educativos centrados en propuestas de paz, y cuidado de la naturaleza, repensar desde las masculinidades alternativas y desde las mujeres, desde ambas perspectivas.

FSJ: ¿Qué papel jugaría ésta masculinidad en los procesos de reconciliación y en la garantía de no repetición de las violencias en las cuales los hombres han sido principales protagonistas?

JOR: Una masculinidad alternativa garantizaría que los procesos de reconciliación sean efectivos y que no haya repetición. Un hombre que haya repensando su masculinidad no va a repetir, va a ser militante de su nueva identidad. Una masculinidad alternativa le permitiría pedir perdón, asumir su responsabilidad política y reconciliarse.

FSJ: ¿Podrá esa «nueva» masculinidad romper con la relación viciada entre masculinidad, violencia y poder establecida en el marco del conflicto armado?

JOR: Sí yo creo que sí. Desde las masculinidades liberadoras se pueden romper esas relaciones entre poder, masculinidad y violencia.

FSJ: ¿Cuál es la actitud de un hombre cuya masculinidad es redefinida cuando está fuera de cualquier grupo armado que lo validaba colectivamente? ¿Cuál es su reto?

JOR: Nosotros diseñamos un proyecto con reinsertados, de diferentes grupos, y la experiencia fue valiosa, para hombres y mujeres, por la posibilidad de mejorar su calidad de vida. Ese trabajo realizado con familias nos mostró una ruta de trabajo a seguir, pero lamentablemente el gobierno no ofreció las condiciones para continuar con el proceso.

FSJ: ¿Es difícil convencer a un hombre de la importancia de expresar sus emociones y desmontar esa idea erróneas de que sensibilidad es igual a debilidad?

JOR: No los convencemos, les damos la oportunidad para que lo hagan y ellos lo hacen. La metodología que hemos usado durante los 20 años de trabajo ha sido «entrar por el cuerpo», las emociones y luego ofrecer la teoría. Ellos se sintonizan con su propia historia y con nuestra metodología.

Nota: 

i Uribe, María Victoria. Matar, rematar y contramatar: las masacres en Colombia. 1990, página 187.

Fernanda Sánchez Jaramillo, periodista, maestra en relaciones internacionales y trabajadora comunitaria.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.