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Visita a la guarida de los depredadores

Una mirada de cerca a los aviones no tripulados de EE.UU.

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


Una cosa es estudiar en línea artículos que describen los Reaper [la muerte] MQ-9 y MQ-1 Predator [el depredador]. Muy distinto es identificar a esos ‘drones’ [aviones no tripulados] cuando despegan de pistas en la base Creech de la Fuerza Aérea en Nevada, EE.UU., donde tiene lugar nuestra campaña «Bajen los drones… Para que no cosechemos tempestades» que realiza una vigilia de diez días.

Esta mañana, durante una caminata de una hora desde Cactus Springs, Nevada, donde estamos hospedados, a las puertas de la base Creech de la Fuerza Aérea, vimos a los drones Predator y Reaper deslizándose hacia los cielos, uno cada dos minutos. Podíamos distinguir fácilmente al Predator del Reaper – si las aletas colas van levantadas es un Predator, si van bajas, es un Reaper.

Los drones MQ-1 Predator y MQ-9 Reaper funcionan ambos para recolectar información a través de la vigilancia; ambos pueden portar armas. El drone MQ9 Reaper, al cual la Fuerza Aérea de EE.UU. [USAF] se refiere como vehículo «cazador-asesino», puede llevar dos bombas de 226 kilos así como varios misiles Hellfire.

La base Creech de la Fuerza Aérea es la central de coordinación de las últimas armas de alta tecnología que utilizan sistemas aéreos no tripulados (UAS), para vigilancia y cada vez más ataques letales en Pakistán, Afganistán e Iraq. Los Vehículos Aéreos no Tripulados (UAV) despegan desde pistas en el país de origen, controlados por un piloto cercano, «en tierra». Pero una vez que los UAV están en el aire, equipos que están dentro de remolques en la base Creech de la Fuerza Aérea y otras instalaciones de EE.UU. pasan a controlarlos.

Cada vez tenemos más pericia en la detección y escucha de los vehículos.

Pero, queremos reconocer que los pilotos de la base Creech de la Fuerza Aérea que guían misiones de vigilancia sobre áreas de Pakistán y Afganistán, donde se les ordena que persigan a combatientes talibanes, absorben y procesan información que desearíamos que pudieran revelarnos. Entrenadores en la base organizaron la contrata por un contratista de «extras» para que posen de insurgentes, caminando dentro de la base, para que los pilotos que se entrenan para el combate puedan practicar disparos contra ellos. Todo es hecho mediante simulación. A veces sueltan luces de Bengala para simular columnas de humo que representan supuestas escenas de batalla. Pero cuando los pilotos dirigen drones sobre el terreno verdadero en Pakistán y Afganistán, pueden ver caras, pueden lograr un sentido del terreno y estudiar la infraestructura. La cámara de un drone puede mostrar cuadros de la vida diaria en una región en la cual la mayoría de nosotros nunca pensamos.

Deberíamos pensar en las preocupaciones y necesidades de gente que ha estado sufriendo continuos ataques, desplazamiento, estrés económico y, entre los más empobrecidos, insuficientes suministros de alimentos, agua y medicina.

El Pentágono declaró, hoy, que la situación en Pakistán es calamitosa. Estamos de acuerdo. Los paquistaníes han enfrentado una calamitosa escasez de bienes necesarios para sustentar los derechos humanos básicos. Temas de seguridad, como la seguridad de la alimentación, la provisión de atención sanitaria, y el desarrollo de la educación no pueden ser encarados enviando más y más soldados a una región, o disparando misiles y lanzando bombas.

En los últimos días, los talibanes han respondido a los ataques con drones de EE.UU. con sus propios ataques y con amenazas de más represalias provocadas por renovados ataques con drones de EE.UU. ¿Hemos de creer que la previsible espiral de violencia es el único camino futuro?

El antagonismo contra EE.UU. en Pakistán, Afganistán e Iraq será reducido si reaccionamos activamente ante la realidad que nos revelan las propias cámaras de los drones: pobreza extrema y una infraestructura inexistente o que se derrumba. La interacción humana, la negociación, la diplomacia y el diálogo, no la vigilancia y los bombardeos por robots, asegurarán un futuro más pacífico en el interior y en el extranjero.

No podemos ver lo que los «pilotos» de los drones ven a través del ojo de las cámaras del vehículo de vigilancia. Pero podemos ver un modelo en la forma en la que el gobierno de EE.UU. vende o mercadea una estrategia bélica más en un área del mundo en la que EE.UU. quiere dominar los preciosos recursos de otra gente y controlar o desarrollar rutas de transporte. Nos han dicho antes que EE.UU. debe ir a la guerra para proteger derechos humanos de gente en la zona de guerra y reforzar la seguridad del pueblo de EE.UU. Ciertamente, EE.UU. está nervioso porque Pakistán posee un «dispositivo nuclear,» es decir bombas nucleares. Pero otros Estados también las poseen, que han sido temerarios y peligrosos en la conducta de su política exterior, particularmente EE.UU. e Israel.

En las puertas de la base aérea Creech de la Fuerza Aérea, nuestras pancartas dicen «Bajen los drones… Para que no cosechemos tempestades» y «Terminar con la guerra: nuestra responsabilidad colectiva.» Nuestra declaración dice: «Los que proponen el uso de los UAS insisten en que existe una gran ventaja al librar guerras en ‘tiempo real’ por ‘pilotos’ sentados en consolas en oficinas en bases aéreas alejadas de la peligrosa línea del frente de la actividad militar. Con menos riesgo para las vidas de soldados de EE.UU. y por ello para la popularidad y las carreras de políticos, las muertes de por miles de no combatientes ‘enemigos’ son consideradas aceptables. La ilusión de que se pueda librar la guerra sin coste interior deshumaniza tanto a nosotros como a nuestros enemigos. Fomenta un insensible desprecio por la vida humana que puede llevar a aún más ligereza por parte de los políticos.»

Esperamos que el pueblo de EE.UU. considere más de cerca nuestra creencia en que la paz vendrá mediante un amor generoso y mediante la interacción humana, la negociación, el diálogo y la diplomacia, y no mediante robots armados con misiles.

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Kathy Kelly es coordinadora de Voices for Creative Nonviolence y autora de «Other Lands Have Dreams» (publicado por CounterPunch/AK Press). Su correo-e es: [email protected]

Brian Terrell ( [email protected] ) vive y trabaja en la Strangers and Guests Catholic Worker Farm en Maloy, Indiana, EE.UU.

http://www.counterpunch.org/kelly04032009.html