Washington declararía «organización terrorista» a una parte de las Fuerzas Armadas de Irán. Se trata de un nuevo avance para justificar la incursión bélica en el país persa, considerado parte del «Eje del Mal». Los halcones de Washington no se detienen y siguen yendo a la carga contra Irán. Durante la jornada de ayer se […]
Washington declararía «organización terrorista» a una parte de las Fuerzas Armadas de Irán. Se trata de un nuevo avance para justificar la incursión bélica en el país persa, considerado parte del «Eje del Mal».
Los halcones de Washington no se detienen y siguen yendo a la carga contra Irán. Durante la jornada de ayer se conoció la posibilidad de que el gobierno de George W. Bush declare en los próximos días a la Guardia Revolucionaria iraní como «organización terrorista extranjera» (FTO por sus siglas en inglés).
Esta calificación se basa en la Orden Ejecutiva 13224 que Bush firmó luego de los hechos del 11 de septiembre de 2001. La designación de una organización como FTO permite a Washington congelar sus cuentas bancarias y confiscar sus bienes. También le da vía libre a Estados Unidos para tomar represalias contra empresas que tengan relaciones comerciales con las FTO. Entre las organizaciones que han recibido esta clasificación se destacan Al Qaeda, Hamas, Hezbollah, ETA y las FARC.
La Guardia Revolucionaria iraní sería, de este modo, la primera fuerza oficial de seguridad de un estado soberano en ser incluida en una lista de organizaciones terroristas por los funcionarios de la Casa Blanca.
Esta fuerza se formó tras la revolución islámica de 1979 y con el tiempo pasó a formar parte estable del ejército iraní. En la actualidad, los Guardianes representan una parte importante de las Fuerzas Armadas iraníes aunque son consideradas un ejército dentro del ejército ya que cuentan con una fuerza terrestre, fuerzas Aérea y Marina propias y se encargan de la seguridad interna y fronteriza.
La principal acusación que pesa sobre la fuerza por parte de Estados Unidos y sus aliados es que estarían proveyendo armamento a Hezbollah en El Líbano y a las milicias insurgentes que combaten a los ejércitos invasores en Irak y Afganistán. También sostienen que los Guardianes desempeñan un papel importante en el campo nuclear y tienen a su cargo los misiles balísticos de las Fuerzas Armadas de Irán.
De confirmarse, esta medida sería un paso más que importante que darían los halcones en su objetivo Irán, país que ya está en la lista de estados que «patrocinan el terrorismo». Funcionarios de este país restaron importancia a la posibilidad de que Estados Unidos tome esta medida.
Sean Mc Cormack, portavoz del departamento de Estado de la Casa Blanca, señaló al respecto «no vamos a hablar del tema, punto. No vamos a hablar de lo que estamos discutiendo, ni de las medidas que podamos tomar en el futuro».
Esta declaración deja entrever que en las oficinas de Bush y de sus principales asesores no se descarta ni mucho menos la posibilidad. De lo contrario, se supone que el funcionario directamente hubiera negado la versión.
Desde hace tiempo Estados Unidos viene lanzando acusaciones contra el gobierno de Mahmud Ahmadineyad y no descarta una incursión militar en ese territorio.
De hecho, durante el mes de julio pasado la Armada estadounidense envió al Golfo Pérsico el portaaviones Enterprise, considerado como la nave de guerra más grande del mundo, con capacidad para un centenar de cazabombarderos.
En ese momento desde el Pentágono se dijo que el Enterprise proveería potencia naval para responder al «comportamiento desestabilizante y coercitivo de algunos países». La flota estadounidense en el Golfo pasó a contar con más de 12 mil efectivos, incluidos tres portaaviones.
Este despliegue militar es considerado un claro gesto de provocación hacia Teherán a quien se cuestiona por el supuesto apoyo al terrorismo y por el desarrollo de tecnología nuclear.
Pero se sabe que las acusaciones pueden no resultar fehacientes. Para ello basta con recordar las excusas vertidas por Estados Unidos previamente a la invasión a Irak en 2003.
Por otra parte, puede considerarse a la medida que Washington planea como una forma de influir ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para que aumenten la presión diplomática sobre Irán. En los pasillos de la Casa Blanca se ha mostrado cierta frustración por el accionar de la ONU sobre la cuestión nuclear.
En el pasado, la secretaria de Estado, Condolezza Rice, dejó entrever que Estados Unidos podría tomar acciones unilaterales en paralelo a las decisiones del Consejo de Seguridad de la ONU. Las experiencias recientes en Afganistán e Irak no dejan lugar a duda acerca de la posibilidad cierta de que los dichos de Rice se hagan realidad.
Esta nueva amenaza se suma a las advertencias que Estados Unidos lanzó en los últimos días a los gobiernos de Irak y de Afganistán por su acercamiento a Ahmadineyad.
En conclusión, los halcones de Washington están preparando un escenario similar al de marzo de 2003 respecto a Irak. Acusaciones verbales, presión a la ONU, despliegue de fuerzas y una constante intención de posicionar en la opinión pública estadounidense a Irán como un peligro. «El pueblo estadounidense debería estar preocupado por Irán», manifestó Bush la semana pasada. En este panorama, también hay que preocuparse por lo que vaya a hacer Bush.