Desde Hong Kong a Latinoamérica, pasando por la huelga general francesa, Medio Oriente y Norte de África, un reguero de levantamientos populares incendia el planeta.
Una oleada revolucionaria se ha desatado con fuerza desde principios de 2019. Hubo un antecedente a fines del 2018 con la tremenda movilización de los Chalecos Amarillos en Francia. El 2019 arrancó con un gran triunfo de la movilización popular en Argelia que hizo renunciar al dictador Boutheflika. Luego sacudieron al mundo las multitudinarias movilizaciones de Hong Kong, que ya llevan meses enfrentando a la dictadura del Partido Comunista (PC) de China. En julio impactó la llamada «revolución ciudadana» de Puerto Rico que derribó al gobernador. Y en estos últimos meses vimos como volvían las movilizaciones independentistas masivas del pueblo catalán y por la libertad de sus presos políticos. Mientras tanto, en los Estados Unidos se producía la huelga de la General Motors, la más larga en medio siglo.
Un último trimestre plagado de levantamientos populares
Los últimos meses del año estuvieron recorridos por varios levantamientos revolucionarios. En todos los casos empezaron por reclamos puntuales (aumentos del boleto del transporte o los combustibles, o contra un nuevo impuesto) y rápidamente fueron directamente contra los gobiernos.
Así tuvimos el triunfo de la semiinsurrección en Ecuador. Fue un primer triunfo con la derrota del aumento de la gasolina y el plan dictado por el FMI.El gobierno de Lenin Moreno debió retirarse de la capital tomada por el pueblo indígena, con la Conaie a la cabeza, apoyado por el movimiento estudiantil, trabajadores y sectores populares y tuvo que terminar cediendo para retomar el control. Este triunfo generó un tremendo impacto demostrando que se puede derrotar con la movilización los planes del FMI.
Casi inmediatamente comenzó una movilización revolucionaria en Chile contra Piñera y el modelo político-económico heredado del pinochetismo. Millones de jóvenes, trabajadores y mujeres se rebelaron contra el gobierno de derecha liberal de Piñera desbordando a todas las direcciones políticas y sindicales. Pese a que el gobierno de Piñera retrocedió en el aumento de las tarifas del metro, el pueblo trabajador siguió en las calles reclamando fuera el gobierno y fuera el modelo económico, desconociendo el estado de emergencia y el propio toque de queda. La movilización, tras más de un mes y medio, no se ha detenido. Reclama que se vaya Piñera y todo un programa contra el ajuste y el régimen político de los últimos treinta años, continuidad del pinochetismo.
En Haití se dio un nuevo levantamiento popular (ya van por el cuarto). En el Líbano se dio la llamada «revolución del whatsapp», donde los trabajadores, la juventud y los sectores populares siguieron las movilizaciones reclamando para que se vaya el gobierno. Hubo gigantescos levantamientos en Irak que terminaron con la caída del gobierno. También vimos millones en las calles en Irán y Etiopía. Al mismo tiempo ocurrieron las enormes marchas y peleas que se dieron contra el golpe reaccionario en Bolivia. El año terminó con las huelgas generales y masivas protestas en Colombia. Y con Francia, asistiendo a una huelga general casi por tiempo indeterminado, la mayor desde 1995.
Termina un 2019 que tuvo además la continuidad de la ola verde del movimiento de mujeres, que se volvió a reflejar en el nuevo paro mundial del 8 de marzo y en otras movilizaciones. Y vio nacer un nuevo movimiento multitudinario y global, el de la juventud mundial por el cambio climático.
Una rebelión mundial contra el ajuste
En estas movilizaciones participa la clase trabajadora, la juventud, las mujeres y otros sectores populares. Se producen insurrecciones populares, huelgas generales, movilizaciones de masas juveniles, de desocupados, pueblos originarios y luchas por la cuestión nacional. En muchos lugares prima el desborde a las viejas direcciones de los partidos y sindicatos tradicionales; en otros, como Chile, directamente no dirige nadie. Esa ha sido la dinámica en Chile, Líbano o Irak. Más allá de sus diferencias todas tienen algo en común: el enfrentamiento a todos los planes de ajuste, superexplotación y saqueo del capitalismo imperialista y sus gobiernos.
El origen de todo está en la crisis capitalista global abierta en 2007. El imperialismo y los gobiernos capitalistas del mundo trataron de resolverla descargándola sobre las espaldas de la clase trabajadora y los sectores oprimidos con más y mayores ajustes. Pero que se enfrentaron a una fenomenal exacerbación de la lucha obrera y popular. Uno de los puntos más altos fue la llamada primavera árabe de 2011. Ahora nos encontramos ante una nueva oleada que dificulta aún más los intentos del imperialismo de superar la crisis por la vía de mayores niveles de explotación y precarización de las masas a nivel mundial. Este es el factor clave de las rebeliones que generan enormes inestabilidades políticas. En muchos casos provoca la caída de gobiernos o mayor crisis de los regímenes políticos. Y tiene otras expresiones, más indirectas, como el voto castigo a gobiernos patronales de todo tipo que llevan adelante los ajustes.
La aplicación por parte del imperialismo y sus gobiernos, de los planes de super explotación, provoca una exacerbación del odio de las masas. Esto sucede tanto con gobiernos y regímenes de derecha liberal como también con aquellos que aparecen como más «de izquierda», «centro izquierda» o «progresistas». Es lo que ha sucedido, entre otros, con Syriza en Grecia, Maduro y el chavismo en Venezuela o con el lulismo en Brasil. Todos fracasaron gobernando con sectores de la burguesía, pactando con las multinacionales y empobreciendo al pueblo trabajador.
El desafío: la construcción de una nueva dirección revolucionaria
Sabemos que esta nueva oleada de luchas tiene un punto débil que es la crisis y ausencia de una dirección revolucionaria. Este sigue siendo el mayor de los problemas para la clase trabajadora y los pueblos del mundo.
Las movilizaciones de las masas son traicionadas por las burocracias sindicales, las direcciones reformistas y conciliadoras con los gobiernos capitalistas.
Lo que está pendiente es la construcción de nuevas direcciones revolucionarias. Y para ello es necesario construir partidos revolucionarios en cada país. Lo positivo para dar esa pelea, es que en el mundo surgen miles y miles de luchadoras y luchadores que están al frente de cada lucha obrera y popular y que desbordan a las viejas direcciones. Allí está la base para superar la ausencia de dirección revolucionaria. Una nueva dirección que no sólo se ponga a la cabeza de las más sentidas reivindicaciones, sino que apueste a la movilización permanente y postule un programa de salida por el gobierno de los trabajadores y el socialismo.
Miguel Sorans. Dirigente de Izquierda Socialista (Argentina) y de la UIT-CI
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