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UNCTAD XI: magros resultados, nuevos desafios

Fuentes: CIP

La Habana,junio 21.- Quizás la anécdota tragicómica de la recién concluida XI Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD XI), sea la de una singular protesta que protagonizaron tres productores de café provenientes de Honduras, Brasil y Haití, quienes se presentaron en una de las entradas del Centro de Convenciones Inhambi, lugar de […]

La Habana,junio 21.- Quizás la anécdota tragicómica de la recién concluida XI Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD XI), sea la de una singular protesta que protagonizaron tres productores de café provenientes de Honduras, Brasil y Haití, quienes se presentaron en una de las entradas del Centro de Convenciones Inhambi, lugar de la ciudad de Sao Pablo donde tuvo lugar la reunión, acompañados de dos mulas cargadas del grano. Su objetivo era exigir de la UNCTAD una acción que les ayude a afrontar la crisis por la que atraviesan 25 millones de productores del mundo, incluso obligados a vender por debajo de sus costos de producción, debido a la espectacular caída de los precios de ese producto, que en estos momentos anda por las tarifas de hace unos 30 años.

A los cafetaleros protestones no les fue mal; al revés de lo ocurrido en lugares como Seattle, donde a los manifestantes les echan la policía, tuvieron los agricultores la oportunidad de conversar con Rubens Ricupero, secretario general de la UNCTAD y una persona conocida por sus enfrentamientos con las políticas de la Organización Mundial de Comercio(OMC), quien les recibió y les prometio que el tema se abordaría en la Conferencia «como parte de un esfuerzo para contribuir a que sean atendidas sus demandas», reporto Prensa Latina.

Presentarse en semejante lugar con dos mulas cargadas de café denota un sentido del humor bien propio de los latinoamericanos, dueños proverbiales de una manera de enfrentar tragedias, como esa significada por tan espectacular caída de los precios de sus productos básicos. Como se sabe, el problema no sólo tiene que ver con el llamado néctar negro de los dioses blancos: el azúcar, el arroz, los minerales, pasan por idéntico viacrucis, aun sin soluciones de fondo desde que la UNCTAD fue creada en el marco de las Naciones Unidas hace cuarenta años, con el propósito de promover la integración de los países en desarrollo en la economía mundial.

Esta ausencia de soluciones de fondo se presenta como suficiente para entender los roces y tironeos que se dan entre la UNCTAD y la OMC. Ambas trabajan sobre iguales temas. Pero si en la primera la fuerte presencia de las naciones en desarrollo aporta el matiz de los pobres de la Tierra, en la segunda lo que prima son los criterios e intereses–sobre todo intereses– de los países industrializados. Para colmo, la recién concluida reunión en Sao Pablo tuvo lugar bajo un contexto muy diferente al de sus predecesoras: en lo comercial se produjo el fracaso de la reunión de la OMC en Cancún, donde no se lograron nuevos acuerdos entre Norte y Sur; en el terreno Sur-Sur se trata de avanzar hacia nuevas alianzas entre las naciones de esa parte del orbe y, finalmente, todo esta aconteciendo tras episodios como el ataque a las Torres Gemelas y la guerra en Irak, suma expresión de una política made in USA que ya se ha dado en llamar neoimperialismo. Por todo ello, UNCTAD XI tuvo que ver principalmente con la posibilidad de potenciar a la organización como mecanismo privilegiado para profundizar las relaciones entre comercio y desarrollo, lo cual incluye no solo la discusión con los países ricos que mayorean la OMC, sino especialmente la formación de un «consenso de los pobres» y la búsqueda de mas relaciones comerciales entre las naciones del Sur.

Comprender estos problemas pasa por mencionar un rasgo bastante presente en la conciencia habitual de los países subdesarrollados, según el cual se tiende a achacar a otros todo el origen de las desgracias propias, sin apenas atender hasta cuánto se es responsable por sí mismo de las derrotas y retrasos. En tal sentido, si bien es real que los países industrializados han impuesto un modelo de economía globalizada que acentúa las diferencias entre ricos y pobres, en todos los escenarios sociales, también lo es que las naciones del Sur empobrecido están lejos de aprovechar sus inmensas potencialidades en cuanto a capacidad de negociación colectiva y en lo referido al comercio entre ellas, una alternativa real para enfrentar el poder de los oligopolios del planeta. Prueba al canto: según datos de la OMC, el comercio Sur-Sur representa el 12 % del intercambio global, se expandió el doble de rapidez y aumento su valor en 200 % en los noventa del siglo pasado. Sin embargo, los países en desarrollo, que constantemente critican a los industrializados por sus políticas de subsidios a los productos agrícolas y por sus barreras arancelarias y no arancelarias, todavía enfrentan mayores tarifas de ese genero cuando comercian entre si (70 % del total) que cuando lo hacen con las naciones desarrolladas. Más claro, ni el agua: los países subdesarrollados se han estado creando ellos mismos las barreras que les impiden trascender hacia un mejor estado, independientemente de la realidad dramática significada por la probada falta de voluntad política de los ricos de la Tierra para contribuir a su desarrollo.

Quizás por ahí este una de la claves indicativas del porque tan magros resultados de la UNCTAD en sus cuarenta años de existencia, los cuales se ilustran de este modo: según el mandatario brasileño Luis Ignacio da Silva, cuando la UNCTAD fue creada, la renta per cápita de las naciones mas pobres era de 212 dólares al año, mientras que la de los mas ricos sobrepasaba los 11 400; ahora, los mas pobres aun andan por los 267 dólares de promedio, mientras los mas ricos ya están en los 32 400. No por gusto, Fidel Castro envió un mensaje a UNCTAD XI, donde afirmo que «En el mundo actual, caracterizado por un orden global unipolar y neoliberal, bajo la dictadura económica y militar de una superpotencia que trata de imponer su modelo como único patrón para toda la humanidad, los países del Sur debemos seguir fortaleciendo nuestra unidad y cooperación. Sólo unidos podremos aspirar a hacer prevalecer nuestros derechos. En este necesario empeño, al Grupo de los 77 le corresponde un papel de extraordinaria importancia En la Cumbre Sur, celebrada en La Habana hace ya cuatro años, se reactivaron y actualizaron las prioridades y mecanismos de nuestro grupo. Sin embargo, mucho nos falta por hacer para cumplir cabalmente el Plan de Acción adoptado entonces. Por eso nos parece de capital importancia la celebración de una Segunda Cumbre de los Países del Sur, que será una ocasión propicia para defender nuestro ideal de preservar la paz, reafirmar el multilateralismo y fortalecer la cooperación internacional.»

Si esa Cumbre se celebra, si los países del Sur empobrecido son capaces a partir de ahora de instrumentar nuevas estrategias en la dirección de alcanzar una plena relación entre comercio y desarrollo, es algo que trasciende a los magros resultados para caer en el terreno de los nuevos desafíos. Entretanto, sólo cabe apuntar que millones de productores de ese pedazo del orbe se sintieron muy bien representados. No por los delegados a UNCTAD XI, sino por los tres cafetaleros protestones.