Si hay una palabra que llama a la unanimidad en el mundo de la política contemporánea, fuera de la palabra «democracia», es la palabra «integración». Obviamente detrás de esta palabra vienen interpretaciones muy diversas, cuando no totalmente contradictorias. La Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), por ejemplo, es un proceso de integración, al centro del […]
Si hay una palabra que llama a la unanimidad en el mundo de la política contemporánea, fuera de la palabra «democracia», es la palabra «integración». Obviamente detrás de esta palabra vienen interpretaciones muy diversas, cuando no totalmente contradictorias.
La Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), por ejemplo, es un proceso de integración, al centro del cual se encuentra una perspectiva de solidaridad de los países latinoamericanos, y de resistencia anti-hegemónica de sus pueblos, pero igualmente llaman proceso de integración al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que involucra a Estados Unidos, Canadá y México, un TLC que representa una verdadera anexión económica de México por parte de los Estados Unidos, mediante el comercio, que ha llevado a la quiebra y a la miseria a millones de campesinos, ha profundizado la brecha social y acelera la destrucción del medio ambiente.
Del lado europeo también se llama «integración» a procesos muy diversos. Se llama así al proyecto de construcción de la Unión Europea, pero los sectores conservadores entretienen la confusión llamando también «integración» a las negociaciones con terceros países, por ejemplo los actuales acuerdos de asociación en curso de negociación entre la Unión Europea y varios bloques de América latina, o los acuerdos de asociación económica en curso de negociación con los países ACP (África, Caribe y Pacífico).
Sin embargo, aparece cada vez con más claridad, que así sean mejor presentados que las propuestas estadounidenses de ALCA o TLC’s, se trata también, principalmente, de TLC’s destinados a conquistar mercados y apropiarse las materias primas destinadas a alimentar un modelo de producción insostenible que las devora a ritmo cada vez más acelerado.
Integración europea
Esta orientación agresiva de la política comercial internacional de la Unión Europea ha sido resumida en el reciente documento de la Comisión llamado «La Europa Global». Revela dramáticamente como una falla esencial del proceso de integración, el hecho que ha sido construido dando un peso preponderante a los sectores empresariales transnacionales europeos, que perpetúan prácticas dignas de las épocas coloniales que se pensaba superadas.
Sin duda el proyecto de integración europeo, en muchos de sus aspectos, es un ejemplo muy interesado de integración, probablemente el más avanzado. Pero en muchos otros, que desafortunadamente en la actualidad cobran cada día más importancia, puede ser considerado como un ejemplo para no seguir.
En los años de la post-guerra, la propuesta de integración europea surgió con una fuerte adhesión popular. Se trataba de afianzar la paz y la solidaridad entre los pueblos europeos, y de relanzar la economía destrozada en una Europa donde murieron millones de personas, y donde dominaba la miseria y la precariedad.
Nace primero la Europa del acero y del carbón (CECA), luego se constituye el mercado común, y el impulso de la política agrícola común (PAC) que contribuye a solventar los problemas alimenticios, pero tiene un costo social enorme en materia de desaparición de millones de explotaciones familiares pequeñas o medianas.
Existe una política importante de solidaridad entre regiones, que se concreta con los fondos estructurales que contemplan la transferencia de enormes sumas de dinero de las regiones ricas a las regiones más pobres que se juntan al mercado común europeo. Un mecanismo dramáticamente ausente en los actuales procesos de creación de zonas de libre comercio.
Sin duda, el proyecto europeo ha permitido avances importantes. El sistema de protección del medio ambiente es muy avanzado, los índices intercambios comerciales intra-europeos son altísimos, la libre circulación de las personas permite trabajar o instalarse en cualquier país de la UE, la política de no discriminación entre hombres y mujeres ha progresado significativamente, y la política cultural ha permitido conservar cierta diversidad cultural y cierto nivel de expresión cultural propia, como el cine, tan esencial para la identidad.
Se destaca igualmente la construcción institucional, en particular el Parlamento europeo, la Corte de Justicia, la autoridad de regulación de la competencia, etc. Sin embargo, desde el principio, la Unión Europea se construye con ciertas fallas que nunca se han superado, y que hoy en día llevan a una especie de crisis permanente de ella, y se vuelve como una gran nave, que parece cada día menos orientada por sus ciudadanos, y en la cabina de mando hay cada vez menos gente que se preocupa por los intereses de la mayoría de los ciudadanos y los representan.
Se instaló, en cambio, otra gente que no estaba invitada y que tiene agenda propia : grandes empresarios, representantes del complejo militar-industrial, gente del agrobussines, en particular los cerealeros, representantes de las grandes finanzas. Desde el principio estuvo la falla de su presencia preponderante, pero ahora no ni se esconden cuando imponen su agenda a las instituciones europeas. A ellos se tiene que añadir una influencia excesiva permanente de los Estados Unidos, de los cuales la UE no se ha podido emancipar realmente, desde la segunda guerra mundial, y el hundimiento del proyecto de autonomía militar que será reemplazado por la OTAN.
Europa del mercado Vs. Europa social
Desde el inicio hay otra falla, y se trata de la marcha a dos velocidades : marcha acelerada en la agenda de los intereses económicos dominantes, esencialmente la Europa del mercado, la circulación de mercancía y del dinero, la prioridad del agro negocio ; marcha lenta o marcha atrás en cuanto a la Europa que interesa mucho a la gente : la Europa social, la defensa y el desarrollo de los servicios públicos, la reducción del déficit democrático, la autonomía militar en relación con los Estados Unidos.
No es de extrañar, entonces, el hecho que a partir de los años 80, el proyecto europeo comience a volverse cada vez menos popular para los europeos. Con la nueva cruzada neoliberal estos desbalances se aceleran. La opacidad institucional, la ausencia de mecanismos de participación real, los poderes recortados del Parlamento Europeo, la consagración de la libre competencia que deja desprotegido al ciudadano, son tantas nuevas causas del alejamiento de los ciudadanos del proyecto europeo.
Diversos tratados (Maastricht, Niza, Lisboa) instauran políticas de austeridad, dominadas por el monetarismo, y desde las mismas instituciones europeas, -aunque controladas por los gobiernos de los países miembros-, se emprende el desmantelamiento de las conquistas laborales, y la privatización de los servicios públicos. La impopularidad del proyecto europeo, que se expresa por la no participación masiva en las últimas elecciones se explica también por la condición de ciudadanos de segunda categoría que ha sido otorgada a los ciudadanos de los países del Este, quienes, por ejemplo, no gozan todavía del pleno derecho a la libre circulación.
Confrontada a una crisis de gobernabilidad, consecuencia de la acelerada ampliación de la UE a muchos nuevos países, la institucionalidad europea propuso un proyecto de Constitución europea con el cual se trataba de inscribir para largo la orientación neoliberal actual de la Unión Europea y de refrendarla en un voto popular.
A pesar de tener todo el apoyo oficial, dicho texto ha sido rechazado por amplia mayoría en referéndum en dos países europeos fundadores de la UE como son Francia y Holanda.
Ante semejante catástrofe, el proceso de consulta por referéndum fue interrumpido, y el proyecto parecía muerto. El presidente francés Nicolás Sarkozy lo revivió proponiendo a sus homólogos jefes de Estado volver a introducir por la puerta trasera el mismo texto que había sido rechazado por voto popular.
Para disfrazar este golpe de estado institucional, un pequeño grupo de especialistas fue encargado de cambiarle el ropaje al texto : le quitó el nombre de Constitución, y suprimió la mención de la «libre competencia no alterada» pero tan sólo en el preámbulo del texto, dejando que domine todo el resto del dispositivo. Este proceso muy anti-democrático no hace sino volver a la gente más escéptica del proceso europeo en su forma actual.
Retos
Lo anterior significa un gran reto y una gran oportunidad para los sectores progresistas, los movimientos, los partidos, los intelectuales progresistas. Para ser creíble, la izquierda, debe retomar el proyecto europeo, sin el cual no se puede enfrentar los grandes problemas de sociedad hoy, pero para darle un nuevo rumbo, convocando un amplio frente para ello.
Es estratégico trabajar por la democratización de la Unión Europea, denunciando ampliamente los déficits actuales existentes, la monopolización del proyecto por sectores empresariales y la utilización del pretexto de la lucha antiterrorista para restringir las libertades civiles, exigir la creación de mecanismos de participación verdaderos, dar al Parlamento Europeo un poder digno de una asamblea parlamentaria.
Es imprescindible al mismo tiempo poner al centro del proyecto europeo el objetivo de justicia social y de protección del medio ambiente, mediante revisión del modelo de desarrollo económico, que ahora se centra en un crecimiento sin rumbo. Es imprescindible también hacer avanzar el tema de las relaciones de la UE con el mundo. Hay que cuestionar la prioridad dada a los Estados Unidos en la agenda europea, e intensificar, en cambio, las relaciones con aquellos países que comparten los objetivos europeos en materia de medio ambiente y de derechos humanos ; hay que impulsar verdaderas políticas de cooperación para la paz y la justicia social y medio ambiente, y vetar políticas tales como «Global Europe» y los TLC’s llámense como se llamen.
Es urgente reafirmar que la solidaridad debe estar al centro de proyectos de integración. Solidaridad interna, entre regiones, y solidaridad con terceros países. Estos modelos de integración verdadera, como los que se están gestando en América Latina – con la cual queremos compartir experiencias- son los que se hacen con los pueblos y que les sirven. No están en competencia, son complementarios, y son indispensables para salvar el planeta y garantizar una vida digna para todos y todas en él.
* Helmuth Markov, diputado europeo.