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Valencia, 1937; Caracas, 2004

Fuentes: La Jornada

En Ciudad de México y Oviedo primero y en Caracas días atrás, más de 300 pensadores del mundo intercambiaron opiniones en torno a los «qué hacer» ante las políticas de aniquilación planetaria puestas en marcha por el neoliberalismo y los genocidas que ocupan la Casa Negra, en Washington DC. El magno Encuentro Mundial de Intelectuales […]

En Ciudad de México y Oviedo primero y en Caracas días atrás, más de 300 pensadores del mundo intercambiaron opiniones en torno a los «qué hacer» ante las políticas de aniquilación planetaria puestas en marcha por el neoliberalismo y los genocidas que ocupan la Casa Negra, en Washington DC.

El magno Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas «En defensa de la humanidad» (Caracas del 1-4 de diciembre del corriente), mereció de Luis Hernández Navarro una crónica equilibrada y realista: «Otro mundo es posible, ¿pero cuál?» (Masiosare, La Jornada, 12/12/04).

Como es propio de estas reuniones, faltaron muchos de los que son y estuvieron varios de los que fueron. Luis menciona la ausencia de los editores de la revista zapatista «Rebeldía», expresión del movimiento indígena chiapaneco. Yo añadiría la de algunos maestros y orientadores de las juventudes antiimperialistas de América Latina, con más integridad moral que un Daniel Ortega o un Tomás Borge, allí presentes.

Luis señala un asunto algo traumático: «el promedio de edad de los invitados superó los 40 años», dice con generosidad. ¿Cuarenta? Al azar, revisemos la edad de las dignas personalidades con trayectoria y obra consagrada: Adolfo Pérez Esquivel (73 años), Marta Harnecker (69), Pablo González Casanova (82), Ignacio Ramonet (62), Lisandro Otero (72), Gianni Miná (66), Ernesto Cardenal (80), Alfonso Sastre (78), Theotonio Dos Santos (68), Alfonso Bauer (86), Thiago de Mello (78). Promedio: 74 años.

«Dato relevante- dice Luis – en una época en la que juventud ha tomado las calles en muchos países del planeta». No solo por esto. Vale recordar que cuando en México y Cuba tomó forma el movimiento «En Defensa de la Humanidad», fue evocado el encuentro de intelectuales antifascistas que tuvo lugar en Valencia, en plena guerra civil (1936-39).

En España, de los ya consagrados, asistieron César Vallejo (45 años), Raúl González Tuñón (32), Tristán Tzara (41), Ernest Hemingway (38), André Malraux (37), Ilia Ehrenburg (46), Juan de la Cabada (34), Carlos Pellicer (38), David A. Siqueiros (41), Pablo Neruda (33), Pablo Casals (61), Miguel Hernández (27), Rafael Alberti (35). Promedio: 39 años.

Algunos escritores «contra Bush» que en realidad son clones de «Mefisto» (personaje de la novela de Klauss Mann que narra la carrera de un oportunista que se aprovecha del favor que goza por parte de los nazis para avanzar en su vida profesional), han dicho que «…el Encuentro de Caracas contó con una importante delegación de intelectuales cubanos».

Señalamiento pueril. En 1937, cuando Fidel Castro tenía 11 años, el mayor contingente de combatientes latinoamericanos en el bando republicano, y la delegación de intelectuales más numerosa en Valencia fue la cubana. Entre otros: Nicolás Guillén (35), Alejo Carpentier (32) y Juan Marinello (39), a quien le tocó inaugurar el encuentro.

En el encuentro de España participaron, seguramente, más viejos que Antonio Machado (62), y en el de Caracas más jóvenes que las personalidades citadas. Bajando y subiendo 5 años el promedio de edad de ambos cónclaves (69 y 44), aparece con nitidez el hoyo generacional cavado en el cuarto de siglo que va de la «revolución conservadora» de Margaret Thatcher y Ronald Reagan a los «cristianos renacidos» de George W. Bush (1979-2004).

En los tramos más desoladores de aquel vacío generacional, y cuando no había Internet (medio que sería errado reducir a mera tecnología), los llamados «nuevos movimientos sociales» tejieron su propia «red de redes» despejando con su acción y coraje el limbo de la intelectualidad de izquierda realmente existente.

En Valencia, una escritora inglesa que no hablaba español alternó con una campesina cuya familia había sido fusilada en Madrid por los fascistas. Se entendieron a la perfección. Y hace unos días, en México, el reportero Arturo Cruz Bárcenas entrevistó a un joven que cuando los zapatistas tomaron San Cristóbal de las Casas, tenía 8 años.

Dijo el joven: «A mí me gusta el hip-hop, el break, el diyéi, el grafiti, el mc, el rapero…Las bandas de acá cantan lo que sí entendemos…En el Foro Sol las bandas vienen nomás por el billete. Acá es para apoyar al zapatismo» (La Jornada, 13/12/04).

Me muero por saber qué tipo de diálogo entablarían Marta Harnecker o James Petras con estos jóvenes que en las tardes de domingo circulan por la explanada del metro Observatorio en Ciudad de México. O bien, yendo más lejos, con los jóvenes inmigrantes de Africa que se reúnen en el metro Lavapiés, de Madrid.

En el siglo XXI, la «defensa de la humanidad» requiere de una proyección holística. Ya no cabe hablar de «intelectuales de izquierda» excluyendo el aporte de psiquiatras, físicos nucleares, artistas plásticos, biólogos, pedagogos, urbanistas, teólogos, médicos y matemáticos, porque los unos serían «humanistas» y los otros quién sabe qué.