Al principio estaba «Titid», el cura de los marginados, la voz de los sin voz. Más adelante -después de la Iglesia de Don Bosco, en Puerto Príncipe- se convertirá en el presidente Jean Bertrand Aristide, representando el espíritu de un pueblo crucificado desde 1957 a 1986 por la dictadura de los Duvalier. Sin sorpresas, este […]
Al principio estaba «Titid», el cura de los marginados, la voz de los sin voz. Más adelante -después de la Iglesia de Don Bosco, en Puerto Príncipe- se convertirá en el presidente Jean Bertrand Aristide, representando el espíritu de un pueblo crucificado desde 1957 a 1986 por la dictadura de los Duvalier. Sin sorpresas, este pueblo y su movimiento Lavalas (la avalancha) llevan al cura de los pobres al poder en 1990, en el primer escrutinio libre realizado en el país.
¿Han mostrado sin embargo mucho entusiasmo? «No hemos tenido el tiempo de reflexionar sobre su personalidad individual» confía uno de aquellos que, después de haberlo acompañado, había tomado alguna distancia (¿pero que no la mantienen hoy?) «no tuvimos el tiempo para comprender como él podría pasar de un discurso de tipo profético, dónde denunciaba el mal, al ejercicio del poder».
¿Con cuál poder reviste su nuevo hábito? Aristide no tiene la historia en sus manos. Washington ha invadido Grenada en 1984 y acaba de colocar de rodillas a los sandinistas en Nicaragua. Bajo el ojo aprobador de George Bush padre y con la ayuda de la CIA, el general Raoul Cédras no espera más de siete meses para derribar al jefe de estado haitiano. El 29 de septiembre de 1991, en un caos sistemáticamente organizado, marcha sobre los cadáveres de los «lavalasistas».
Habrá que esperar hasta el 19 de septiembre de 1994 para que el presidente norteamericano Bill Clinton, con el aval del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, envíe 20000 soldados para restablecer el poder legítimo y (sobretodo) ponga término a la flota de boat people, buscando refugio en las costas de los Estados Unidos.
Sin embargo, si los viejos tiempos vuelven, no lo hacen en la forma imaginada. «No contaba para él, más que con la fuerza a través del poder y el dinero», pudo oírse el día siguiente al 29 de febrero de 2004 y de la nueva defenestración del presidente -reelegido el 20 de noviembre de 2000 para un segundo mandato.
Sigue la lista de vilezas del viejo «pequeño cura», acusado de ser responsable o cómplice de todos los crímenes de Haití, desde el narcotráfico hasta el asesinato de sus opositores como perros callejeros.
¿Se trata verdaderamente de quien el 8 de enero de 1997 recibió el premio 1996 de Educación de los Derechos del Hombre, o estamos asistiendo a una de estas operaciones de demonización puestas en escena cada vez que un líder popular -a la manera de Hugo Chávez en Venezuela- intenta poner patas arriba, en el patio trasero de los Estados Unidos, el desorden establecido?
En esta historia descompuesta, los tres años de exilio del ex-presidente fueron sin duda desesperantes, seguramente su frustración fue de todas las medidas. «se fue Aristide y volvió Harry Slide» resume abruptamente Anna Jean Charles, militante del sindicato Batay Ouvriyé. De hecho, en Washington se liga estrechamente al partido Demócrata (y particularmente al Congressional Black Caucus), el pitit soyèt (hijo del pueblo) descubre a los grandes líderes del establishment americano. Considerado siempre como presidente en ejercicio, disfrutando de los fondos congelados de su gobierno, se convierte en un «grand mangeur» (gran comilón) como se dice en su país, al cual él hace imponer un embargo devastador para los más necesitados. En tanto sus nuevos amigos demócratas yanquis, en la enramada del poder, se van a beneficiar abiertamente de las privatizaciones que vendrán, sobre todo en el sector de las telecomunicaciones.
Reinstalado en sus funciones, el ex-«cura de los pobres», aplica efectivamente las políticas neoliberales exigidas por las instituciones financieras internacionales. Y lo hace a su manera. Jean-Claude Bajeux es el ministro de cultura cuando se prepara, en consejo de ministros un primer tren de privatizaciones. El cuenta: «Cuando el primer ministro Michel Smarck exponía cómo preparar las condiciones de oferta, el presidente le interrumpió: ¿Por qué no se organiza esto para distribuir estas cosas entre nosotros?»
Es este mismo Aristide que permitió, en 1996, el primer pasaje de poder pacífico entre dos candidatos democráticos. Frente a la imposibilidad constitucional de ser reelecto, permitió ocupar el lugar a René Préval, un antiguo primer ministro y amigo. De manera contradictoria, durante ese período es que la crisis se desnuda. Ahora que «Titid» se ha convertido en el «Duque de Tabarre» -el nombre de la urbanización dónde se hizo construir una suntuosa mansión- numerosas disensiones agitan Lavalas.
Salido de la Organización Política Lavalas (OPL), que acompañó a Aristide en un romance sin amor, en una unión sin pasión, sólo por interés, el primer ministro Rosny Smarth renunció en junio de 1997, provocando una parálisis del sistema político que duraría tres largos meses.
El espacio democrático sufriría ya múltiples huecos mientras llegaban las elecciones destinadas a proveer 7500 cargos vacantes a nivel local y más de 2000 a nivel nacional. A pesar de que los observadores internacionales opinaban que todo se desarrollaba normalmente en las elecciones, surgió una fuerte protesta. Siete candidatos a senador, que habían dudado de someterse a una segunda vuelta, se atribuyen los escaños sin otra forma de proceso. Situación paradojal, que aún sin fraude, Fanmi Lavalas (Familia Avalancha, el nuevo partido de Aristide) habría ganado ampliamente. «Solamente -anota Micha Gaillard, ex-portavoz de Aristide en el exilio- necesita controlar la totalidad de las cosas, el quiere el 100% de los escaños en el parlamento». Como dijo durante el golpe de estado: «Yo soy el centro de una rueda de bicicleta, todos los rayos convergen en mí»
Algunos dicen que Aristide es sobretodo una víctima de partisanos muy celosos «que han jugado con las urnas y las han desbordado» Su única culpa:»No dijo nada y dejó pudrir la situación» Puede ser, pero el examen de la situación de Fanmi Lavalas revela un detalle esclarecedor. «Ha sido elegido Representante Nacional (Dirigente de la organización), anuncia el artículo 29, el presidente Jean-Bertrand Aristide» mientras que el art.32 precisa: «El puesto de Representante Nacional queda vacante si el Representante fallece o renuncia(…)»
Ninguna referencia en ninguna parte a elecciones internas. En otros términos, a menos que por voluntad propia abandone su función, Aristide es implícita y explícitamente «presidente vitalicio» de su partido. Devastador. No se ve ninguna diferencia entre su filosofía política y la de los Duvalier.
Efecto de boomerang, las elecciones de mayo del 2000 van a ofrecer un argumento de oro a la oposición en el momento en que se encontraba en posición de inferioridad. Para deslegitimarlo, la oposición boicotea las elecciones presidenciales de noviembre de 2000, que Aristide gana, con un apoyo popular jamás desmentido. La comunidad internacional no descongela la mayor parte de sus ayudas y sus préstamos, hundiendo al país en la miseria y el caos.
Mientras tanto, el malentendido tendrá dos caras, «Sobre ciertos puntos, manifiesta el padre Frantz Gandoit, cura dominicano llamado a dirigir la campaña de alfabetización (que todavía dirige), Aristide conserva una visión social y la determinación de hacerla triunfar en algunos aspectos. El ha logrado, por ejemplo, un real cambio educativo en el país profundo. Pero en otros puntos, ha practicado la realpolitik, muy maquiavélicamente».
Algunos creen ver todavía en él un lider progresista presa del «ogro yanqui». Pero, si él evoca inflamadamente a Toussaint Louverture en sus discursos, Charlemagne Péralte, el héroe anti-americano ha desaparecido. Mientras el pueblo afronta el sufrimiento cotidiano y las grandes fortunas se consolidan, el ministerio de asuntos sociales toma sistemáticamente el partido de los patrones contra los trabajadores. Cuando los sindicalistas ligados a Batay Ouvriyé son asesinados en Guacimale, el 27 de mayo de 2002, el régimen se vuelca contra las víctimas, algunas de las cuales son puestas en prisión.
Las certidumbres se agrietan aún más con el escándalo de las cooperativas, en 2001 y 2002. Todo comienza con un discurso lanzado luego del estadio nacional: el presidente invita a sus conciudadanos a ahorrar, colocando su dinero en las cooperativas. En el mayor desorden, sin estructuras definidas, las cooperativas en cuestión aparecen dirigidas por no se sabe quien. En nombre de la «solidaridad social» se anuncian tasas de interés extraordinarias: 12% mensual (¡140% anual!). Un entusiasmo irracional gana a las clases medias. Muchos venden sus automóviles, sus casitas, esperando duplicar su capital en un año. Hasta los pobres meten la mano en sus bolsillos para invertir en las cooperativas.
De súbito, de hoy a mañana, todas las cooperativas dan quiebra y desaparecen con el dinero de los ahorristas, 170 millones de dólares cambian de mano. Única reacción del poder: encarcelar a Rosemond Georges, el presidente de la asociación de víctimas (…) El movimiento anti-Aristide gana puntos.
Teniendo en cuenta la miseria de la crisis, la puesta bajo tutela del país, si el antiguo cura tiene una enorme responsabilidad, la oposición tampoco está exenta. Mientras reprocha a Aristide, su complicidad con las políticas del Fondo Monetario Internacional, olvida que cuando ella dirigía el gobierno, Rosny Smarth había también firmado un plan de ajustes estructurales. Con una mayoría, entre 1995 y 2000 de 36 diputados y 8 senadores, su partido, la OPL (ex-Organización Política Lavalas, convertida en Organización del Pueblo en Lucha), explica ahora que «por cuidar los compromisos, ella no ha puesto su propio programa en marcha».
Las elecciones de mayo del 2000… Desde el momento de su retorno a la presidencia Aristide ha demandado a siete senadores de su partido «elegidos» irregularmente, que renuncien a su cargo. Nadie lo hará, la oposición no aceptará ningún compromiso. Boicoteando el congreso y negándose a participar en toda iniciativa gubernamental, se contenta con denunciar la desastrosa situación económica, que agrava el embargo (justificado por la crisis política) y … la ausencia de diálogo del gobierno.
Desprovistos de apoyo real, los partidos políticos, reagrupados en el seno de la Convergencia Democrática hubieran encallado, si no hubiera llegado al rescate el grupo de los 184, mezcla de asociaciones de todo tipo -la «sociedad civil»- dirigido por André Apaid, el mayor empleador industrial haitiano. El hombre explota más de 4000 trabajadores, a los que paga 68 centavos de dólar por día, aunque el salario mínimo legal es de 1,50 dólares, y se opone a un aumento de ese salario mínimo defendido por Aristide.
En esta alianza contra natura, no se olvidan los partidos de izquierda. «sobre toda una serie de puntos, existe consenso, dice Gerárd Pierre Charles, coordinador de la OPL: la instauración de la democracia, de las libertades públicas, la necesidad de cambiar el camino de Haití» Se olvidan la divisiones, las viejas heridas, la ausencia de un proyecto común. Un solo objetivo: cambiar al jefe de estado.
Nadie pone en duda la probidad personal y la valiente trayectoria de los dirigentes, intelectuales y militantes, tales como Gérard Pierre Charles (OPL), Micha Gaillard o Jean Claude Bajeux (Konacom), por no citar otros.
Pero la intransigencia de la ambigua coalición de la que son parte (Gaillard se ha convertido en el portavoz) va a precipitar la catástrofe. Boicoteado por la oposición, abandonado por la comunidad internacional, privado de toda ayuda, el viejo cura no cuenta más que con la masa de desposeídos.
Más allá de una deriva personal, que no se percibe como forzosa, se ve en la ofensiva organizada contra «Titid» una tentativa de «eliminar al pueblo del poder».
Mientras la «plataforma democrática» (Convergencia Democrática+Grupo de los 184) no ha exhibido nunca la más modesta reivindicación social, existe ya un sucedáneo de los Tonton Macuotes -los Chimères- que se abate como violencia ciega sobre la oposición.
Sin duda, se ha hecho portar a Aristide un sombrero muy grande para sus medidas. «Tómese no importa que pueblo», dice Jacques Barros, presióneselo, atropélleselo, desespéreselo, enfrénteselo a la muerte, y se pasará de la República de Weimar a Hitler, de la Liga de los Justos a Stalin, de los fieles de Don Bosco a los Chimères.
La dictadura del general Cedras ha abatido al movimiento popular -4000 muertos- y ha eliminado lo mejor de sus dirigentes. Todavía en 2003, en raids mortales, hieren y matan a militantes de Fanmi Lavalas, entre los cuales se destaca Petit Goâve, por no citar más que este caso. Si agregamos a este contexto un gigantesco vacío de inseguridad (amenazando a todas las familias obligadas a armarse), aquello que algunos nombran como «el romanticismo verbal del pueblo en armas» puede comprenderse aunque no se justifique.
Con los Chimères entramos en otra dimensión, «grupos de choque del presidente». Con la ausencia de un ejército (disuelto por Aristide a su retorno del exilio), y con la memoria del golpe de estado de 1991, el régimen distribuye las armas. A los oficiales del gobierno, en las alcaldías, en los barrios pobres, a los líderes naturales ansiosos de justicia social, a elementos del lumpen proletariat. Sólo que una vez armados, se vuelven exigentes y peligrosos.
Comienzan a pedir el poder, se organizan en gangs criminales, en redes de tipo mafioso, estructuras bajo la mano policial, que conduce con ellos operaciones de todo tipo, desde eliminaciones hasta narcotráfico. Controlan con mano de hierro los barrios, atacan manifestaciones de la oposición, asaltan locales de organizaciones políticas, «para sostener al presidente»
Falta probar que Aristide haya organizado o dirigido personalmente a estos grupos. Sin embargo nunca los combatió o condenó. «Al contrario, explica uno de sus ex-allegados con un suspiro de amargura, el explicaba que eran producto de la miseria -lo que es cierto- y articulaba su discurso en decir implícitamente: ¡Adelante!» Lo importante para él no estaba en la construcción del movimiento popular y su control, sino en la existencia de una clientela utilizable en caso de necesidad.
De esta manera, el presidente cae en su propia trampa. El levantamiento de Butteur Métayer, en la ciudad portuaria de Gonaïves, comenzando febrero, marcará el comienzo del fin. Miembro del ejército caníbal, que fue sostenido por la violencia a cambio del control de las aduanas, Métayer cae en desgracia y cambia de bando. Será bien recibido por el grupo de ex-militares, criminales, ladrones y narcotraficantes, que venidos de las República Dominicana, controlarán 5 de los 9 departamentos del país y harán caer a Aristide.
Esta banda mercenaria no ha surgido de la nada. En los Estados Unidos, los republicanos odian a Aristide, pero el tiene la ventaja de mantener una cierta calma y de aplicar las reformas neoliberales. Formalmente, ellos lo apoyaron hasta el final.
Colin Powell había tenido vivas discusiones con la oposición, para convencerla que transigiera. Bajo la mesa, el sub-secretario de estado para América Latina, Roger Noriega y la CIA, no están dispuestos a perder el control ni a correr el riesgo de ver arribar al poder en Port-au-Prince a hombres que ellos no han elegido.
A fines de marzo de 2004, luego que el presidente se refugiara en Sudáfrica, se harán públicos en Santo Domingo (República Dominicana) los resultados preliminares de una Comisión de Encuesta sobre Haití, conducida por el ex -procurador general de los Estados Unidos, Ramsey Clark.
La comisión reveló que «los gobiernos de Estados Unidos y República Dominicana han participado en el armamento y entrenamiento, en éste último país, de los «rebeldes» haitianos.» Ella comprobó que 200 soldados de las fuerzas especiales americanas habían llegado a República Dominicana para participar en ejercicios militares en febrero de 2003. Con una autorización del presidente Hipólito Mejía, ellos se ubicaron «en la proximidad de la frontera, en una zona dónde justamente los ex-militares haitianos lanzan regularmente ataques contra instalaciones del estado haitiano».
Ninguna cosa nueva. En los años 80 Honduras había jugado el mismo papel contra los sandinistas en Nicaragua. El avance de estas bandas armadas permitirá al embajador de los Estados Unidos, James Foley, el 29 de febrero de 2004, colocar al presidente frente a una salida, ayudada por una fuerza de paz, hacia… París. Buscando una reconciliación frente luego de la crisis iraquí, Francia no permite a Estados Unidos cabalgar solo, al riesgo de despojarse de una isla a la cuál la unen vínculos históricos. Por otra parte las demandas de Aristide por más de 21 millardos de dólares, tienen a Francia sumamente irritada.
Queda una pregunta claramente formulada, entre otros por los dirigentes de los estados del Caribe. ¿Qué legitimidad tienen potencias como Estados Unidos y Francia para disponer de la suerte de un jefe de estado? «Como presidente de la Asamblea Nacional, nos confirma el senador Ivon Feuillé (Fanmi Lavalas), yo no he recibido nunca un documento que me diga que el presidente ha renunciado»
Esta intervención extranjera es un peligroso primer paso que permitirá mañana a la Casa Blanca, proceder de la misma manera en Cuba, en Venezuela, en Colombia o en Bolivia.
Este aspecto de la cuestión no preocupa a la ex-oposición haitiana. Justo a último momento ella ha elegido la política de lo peor. El 21 de febrero, Aristide aceptó un plan internacional previendo la finalización de su mandato en el 2006, con el nombramiento de un primer ministro «neutro e independiente», así como la formación de un nuevo gobierno, en consenso con la oposición.
La Plataforma Democrática rechazó este plan: ellos no mencionan la dimisión del presidente. Pero el día de fiesta se vuelve más frustrado que disfrutado. Es un escenario de fin de crisis que ellos no han escrito, que los priva de su victoria. Washington, con una ocupación de tropas exranjeras, les ha impuesto un «primer ministro importado», Gérard Latortue.
El 20 de marzo, no han dudado en calificar a los «rebeldes», autoproclamados miembros del antiguo ejército, como «combatientes de la libertad». Se habla de reclutar algunos de ellos para aportar «sangre nueva» a la policía nacional.
En el medio rural, erigidos como autoridad declarada, ellos permiten a los «gran dons» (grandes propietarios) o a otros duvalieristas, comenzar a sembrar los terrenos, buscando robar las tierras de los pequeños campesinos, como en los buenos viejos tiempos. Se habla, en algún momento, de organizar elecciones. ¿Pero cómo comenzar una campaña cuando el Norte (Cap Haïtien), el Artibonite (Gonaïves) y el Plateau central (Hinche, Mirebalais) permanecen bajo el poder de estos grupos armados?
En todo este tiempo, una caja de sorpresas se instaura contra los seguidores de Aristide: interdicciones a la salida de territorios, medidas restrictivas de libertad, extradiciones ilegales a los Estados Unidos. Algunos se esconden, otros son asesinados. Sin embargo, Fanmi Lavalas queda sin duda, a pesar del nuevo orden, siendo el movimiento político más popular en el terreno…
Negreros del Bicentenario
Noreste de Haití. La ribera Massacre y un puente ruinoso separan Ouanaminthede de Dajabón, en la República Dominicana. Es allí, en Ouanaminthede, tomado bajo el gobierno de Aristide, que va a ser colocada una zona franca.
El anuncio provoca vivas resistencias de los propietarios de tierras afectados, pero también de aquellos que cultivan, colonos y jornaleros. A quienes sean perjudicados, se les indemnizará (ellos esperan todavía). Acompañados de hombres armados, los tractores arrasan con la producción. Es imposible resistir.
Los pobres miserables permanecen «como pájaros salvajes, sin saber dónde posarse». La firma dominicana encargada, el grupo M, tiene una pesada reputación. Se la conoce por el maltrato brutal y arbitrario a los obreros, su no respeto a los derechos sindicales en República Dominicana, dónde ella es la mayor firma empleadora (12000 trabajadores) en sus fábricas de segunda clase.
Sin duda mal informada, la Corporación financiera internacional del Banco Mundial, financia con 20 millones de dólares la instalación del Grupo M en Ouanaminthede. Sin duda al tanto de estas realidades, es a escondidas que el presidente Jean-Bertrand Aristide viene a colocar la primera piedra, en compañía del jefe de estado dominicano Hipólito Mejía, el 8 de abril de 2003. Los haitianos no conocerán esta noticia, hasta el día siguiente por la prensa dominicana. «No sabemos nada de zonas francas. Aquí no hay trabajo. Lo hemos buscado.»
Abiertas en agosto, las dos unidades de producción y su millar de trabajadores fabrican los famosos Levi’s 505 y 555 (fábrica Codevi), así como las T-Shirts (fábrica MD) exportadas vía República dominicana. Condiciones de trabajo embrutecedoras, ritmo frenético, salarios indigentes…
Desde el 13 de octubre de 2003, un ensayo de resistencia se manifiesta a partir de la creación del Sindicato de Obreros de la Codevi en Ouanaminthede (Sokova en creole), afiliado al Intersindicato 1º. De mayo-Batay Ouvriyé (batalla obrera). Treinta y cuatro trabajadores sindicados, son brutalmente echados el dos de marzo de 2004. El país atraviesa ahora un vacío de poder creado por la partida del gobierno de Aristide.
Acantonados en Ouanaminthede, milicianos del autonombrado «ejército rebelde» del Norte, intervienen para ahogar las protestas.
Antes de iniciar negociaciones, realizadas en presencia de la banca mundial, de una comisión tripartita, del nuevo gobierno haitiano y de la multinacional Levi-Strauss, la dirección aceptó reintegrar a todos los obreros (13 de abril), pero, precisa Yannik Etienne, de Batay Ouvriyé «olvidando que existía todavía un acuerdo para que el sindicato pudiese negociar un nuevo contrato colectivo.»
Que no sería inútil. Cinco días de trabajo, de lunes a viernes -más el sábado- obligatorio y no pagado (como tampoco las horas extras). «No es posible hacer ningún reclamo. Si alguien se atreve a hacerlo, toman su nombre para despedirlo.» Envían regularmente a los recalcitrantes a la «cámara». «Ellos colocan la climatización al máximo, de forma de colocarnos en una situación totalmente inhóspita. Caemos enfermos en pocas horas, custodiados por personas armadas.» Obligados a someterse cada dos meses a una misteriosa inyección, las mujeres se quejan de «reglas negras, muy largas, irregulares» y señalan casos de sospechosos abortos.
Parada parcial de 30 minutos el 7 de junio… Al día siguiente unos cuarenta militares dominicanos, fuertemente armados (en territorio haitiano) reprimen a los trabajadores a golpes de culata. Al día siguiente de una nueva huelga de 24 horas, la patronal cierra la fábrica -lock out ilegal- y 48 horas más tarde, al volver a abrirla, despide 370 obreros.
Después, la carga de trabajo es todavía aumentada. Cada trabajador debía producir antes 1000 piezas diarias. Ahora le demandan que produzca 1300, con un salario de 1300 gourdes (35 euros) por semana. «Nadie puede llegar a esa cantidad, entonces no cobra más que 432 gourdes (12 euros) si no llega.»
Los militares del país vecino, vestidos de civil, guardan el orden en las instalaciones. Fernando Capellán, director dominicano del Grupo M, ha amenazado con trasladar sus actividades a otro sitio. «No creemos en el cierre de las fábricas, contesta Yannick Etienne, de Batay Ouvriyé [1] (Dos actos han sido realizados en Francia para apoyar a Batay Ouvriyé, por el Réseau-Solidarité de la Fédération Peuples Solidaires), pero la amenaza es un signo bien claro de que la guerra está declarada.» En Haití, en 1995, Batay Ouvriyé ha librado una dura batalla con los concesionarios de la Casa Disney y con la Asociación de Industriales de Haití (ADHI). Curiosamente, aunque es dominicano, el Sr. Capellán es miembro de esa asociación. «Creo que las patronales dominicanas y haitianas quieren eliminar nuestro joven sindicato, para crear una situación de no-derecho que les permita la explotación máxima de sus obreros.»
Traducción de Miguel Guaglianone
Maurice Lemoine
Jefe de Redacción de Le Monde Diplomatique, enviado especial a Venezuela.
Ver los artículos de Maurice Lemoine
Ver también el artículo: Golpe de Estado en Haití
[1] (Dos actos han sido realizados en Francia para apoyar a Batay Ouvriyé, por el Réseau-Solidarité de la Fédération Peuples Solidaires)