Histórico portavoz del sindicato rural vasco EHNE, Paul Nicholson es también uno de los fundadores de la Vía Campesina y durante años ha sido miembro del Comité de Coordinación Internacional del movimiento. El sindicalista valoró para DIAGONAL los puntos salientes de la conferencia, el papel de las organizaciones campesinas africanas (muchas de ellas se incorporaron […]
Histórico portavoz del sindicato rural vasco EHNE, Paul Nicholson es también uno de los fundadores de la Vía Campesina y durante años ha sido miembro del Comité de Coordinación Internacional del movimiento. El sindicalista valoró para DIAGONAL los puntos salientes de la conferencia, el papel de las organizaciones campesinas africanas (muchas de ellas se incorporaron a Vía Campesina en esta conferencia) y el proyecto político del movimiento para los próximos cuatro años.
DIAGONAL : ¿Cuáles son los principales retos que salieron de la conferencia?
PAUL NICHOLSON: Primero, una campaña en contra de la violencia ejercida sobre la mujer campesina. No se trata de una campaña usual : es el resultado de una reflexión seria, y representa no solamente el deseo de librar a todas las mujeres de la violencia, sino también la esperanza de mudar la vida interna y la organización de la Vía Campesina, con una presencia y participación femenina más fuerte.
Otra es el fortalecimiento de las organizaciones africanas, de un movimiento campesino africano que aquí ha sido protagonista. Tercero, considero importante los pasos adelante de lo que es el conjunto de Vía Campesina : la representatividad y el compromiso político se han intensificado en todos los continentes: por esto hemos vivido una asamblea muy emotiva, dinámica e intensa. Se ha debatido mucho en estos días sobre la relación de los movimientos africanos con las ONG. Nosotros, como organización campesina tenemos que construir una relación autónoma e independiente, desde lo financiero, buscando recursos propios y desarrollando códigos nuestros, pero sobre todo en lo político, frente a gobiernos y ONG. Uno de los debates se centró, por ejemplo, en la relación con el Gobierno de Chávez, así como con todos los gobiernos ‘progresistas’. Cada uno asume la responsabilidad de colaborar en cuestiones puntuales, pero manteniendo siempre la autonomía.
D. : ¿Cuál es el principal objetivo político para los próximos cuatro años?
P.N. : La soberanía alimentaria. Construir nuestra soberanía alimentaria desde lo local, desde lo concreto, desde el pueblo, desde relaciones con los consumidores, desde la defensa de la tierra, de la actividad agraria, desde un modelo de desarrollo sostenible, desde un transporte sostenible, desde una economía local sostenible. Y a partir de esta construcción local en lo concreto podremos influir en una dimensión política mayor.
Vía Campesina propone la soberanía alimentaria como alternativa global a la crisis
Breno Bringel (Komité de Apoyo al MST)
Del 16 al 23 de octubre, 600 líderes campesinos de todo el mundo, muchos de ellos africanos, analizaron en la Escuela Central del FRELIMO las repercusiones de la actual crisis, presentando alternativas globales.
En 1962 exiliados mozambiqueños en Tanzania fundaron el Frente Revolucionario de Mozambique (FRELIMO), con el objetivo de luchar por la independencia del país frente a Portugal. Tras lograr este objetivo, esta fuerza político-social se transformó, en 1978, en un partido marxista-leninista, aunque la mayoría de las iniciativas iniciadas, como la nacionalización de empresas privadas y el empeño en el desarrollo de los sistemas de salud y educación, serían frustradas con el comienzo de la guerra civil. Si en la década de 1970 el FRELIMO anunciaba la nacionalización de las tierras, a finales de la década de 1980 iniciaba negociaciones con el FMI y el Banco Mundial que llevaron a la introducción de planes de ajuste estructural y a la implantación de las recetas neoliberales en Mozambique. La guerra civil se acabaría a principios de los años ’90 con la firma de los acuerdos de paz y, desde entonces, el FRELIMO volvería, por medio de las urnas, al mando del país, permaneciendo hasta la actualidad en el poder. Fruto de esta compleja evolución histórica, hoy el FRELIMO tiene un discurso ambiguo, con aires de pasado de vanguardia arropados en tintes de una socialdemocracia contemporánea.
De este modo, parecería extraño que apuestas y experiencias reales de transformación donde los sujetos sociales son los grandes protagonistas sonaran en la Escuela Central del FRELIMO en Maputo. Pero así sucedió entre el 16 y 23 de octubre, no porque el partido haya reinventado su trayectoria revolucionaria, sino por la celebración de la V Conferencia Internacional de Vía Campesina.
El encuentro, que contó con la presencia de unos 600 líderes campesinos de todos los continentes, estuvo marcado por una palabraclave de rabiosa actualidad: la soberanía alimentaria, término acuñado por la propia Vía Campesina en 1996. También se discutió sobre la multidimensionalidad de la actual crisis global, que va mucho más allá de la crisis financiera (crisis alimentaria, climática, energética y de la biodiversidad, de las cuales las comunidades campesinas son las primeras víctimas directas) y se reafirmó la apuesta por la soberanía alimentaria como la principal alternativa política global. Una alternativa que hace frente a las políticas del Estado y de las empresas transnacionales, pero que también sirve para crear políticas basadas en las experiencias específicas de las propias organizaciones campesinas para responder a cuestiones sociales concretas y que sostienen esta alternativa, como las reglas de comercio justo, los modelos agroecológicos de producción y el protagonismo de los jóvenes y las mujeres. Como las diferentes estrategias de lucha, cooperación y conflicto que, según las diferentes coyunturas y lugares, buscan una mejora de la calidad de vida de las poblaciones campesinas.
Plan de acción conjunto
A pesar de la diversidad de experiencias y movimientos campesinos reunidos en Mozambique, se asumió un plan de acción conjunto para los próximos cuatro años donde se identificó claramente un enemigo común : las empresas transnacionales. La lucha contra la revolución verde (y particularmente contra el AGRA en África), los agrotóxicos, los transgénicos, el monocultivo, los agrocombustibles, la explotación de los trabajadores agrícolas, la especulación, la represión y criminalización de los movimientos fueron compromisos comunes asumidos por los miembros de Vía Campesina.
Para ello, se propuso seguir luchando con movilizaciones, marchas y protestas que busquen daños económicos y morales a las transnacionales e incidencia en las agendas políticas. Una batalla ideológica de denuncia de sus actividades, acciones internas de formación y movilización de las bases sociales, la articulación con los movimientos urbanos y la profundización de la coordinación internacional con alianzas tácticas y estratégicas. Una de las cuestiones centrales consiste, tal y como reivindica Vía Campesina, en pensar que la agricultura campesina no es sólo un modelo económico de producción sino un modo de vida, que abarca aspectos sociales y ambientales, la igualdad de género, la calidad de la alimentación, la preservación y difusión del conocimiento y saberes autóctonos y las manifestaciones culturales. La lucha de los movimientos campesinos no puede ser, por tanto, solamente una lucha por la tierra, sino una lucha por el territorio.
En el caso mozambiqueño, por ejemplo, los campesinos no tienen un problema de tierra, que pertenece al Estado y es cedida a las familias bajo una serie de condiciones. No obstante, se enfrentan a la escasez de otro tipo de recursos, materiales y simbólicos, que les impiden llevar a cabo la agricultura familiar.
De este modo, la lucha campesina pasa por desafiar todo aquello que define el espacio desde arriba, que impone un modelo de agricultura capitalista que no tiene en cuenta las dimensiones socio-ambientales y culturales de la cuestión agraria. Vía Campesina ofrece una de las principales ‘vías’ para salir de las múltiples crisis : no la inyección de capital estatal en bancos y empresas en bancarrota, sino la inyección de procesos sostenidos, basados en la unidad de la lucha social en el campo, que lleven a la apropiación de los recursos naturales por los propios campesinos.