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Análisis de los Movimientos Sociales ante la Crisis Económica y la Militarización

Vientos de cambio e internacionalismo desde Latinoamérica

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Vientos positivos de cambio, impulsados por los crecientes movimientos sociales e insurrecciones populares espontáneas, soplan desde Latinoamérica y llegan al resto del mundo. Se han originado por la extensión de la humillante pobreza que afecta al 75 por ciento de la población, por la movilidad hacia abajo que está reduciendo las clases medias, por las últimas barricadas de quienes luchan por los escasos puestos de trabajo fijos y por las crisis de gobierno en las democracias de baja intensidad que con frecuencia garantizan la impunidad para los actos de terrorismo de Estado. En las últimas elecciones, esos vientos han inclinado el péndulo político latinoamericano desde la extrema derecha (o centro-derecha) hacia el centro o centro-izquierda. Los candidatos se comprometen de forma rutinaria a no poner en marcha el fundamentalismo imperialista del libre mercado y la propuesta del ALCA (Área de Libre Comercio de América), incluso aunque una vez electos muchos puedan apoyar el moribundo modelo económico neoliberal.

En Washington, se habla frecuentemente de un nuevo «eje del mal»- Brasil, Venezuela y Cuba- que amenaza la «libertad». Para llevar a cabo una política más sofisticada de intervención, el Gobierno estadounidense ha aumentado su movilización y coordinación entre el Pentágono, la CIA, la Agencia de Lucha contra las Drogas, la Fundación Nacional por la Democracia, y sobre todo el Mando del Sur y el Mando del Norte (que unifica las fuerzas armadas de Méjico, Canadá y Estados Unidos), ambos bajo el mando del SOCOM (Mando Secreto de Operaciones Especiales) que ha dirigido la invasión de Irak. En las muy citadas palabras del criminal de guerra y Secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, » La libertad necesita tener las manos libres para hacer daño».

Venezuela, internacionalismo y Cuba

El proceso revolucionario de base de Venezuela y el Presidente Hugo Chávez han influido en los movimientos sociales latinoamericanos, en los partidos políticos e incluso en algunos gobiernos, con su convocatoria hacia una nueva unidad bolivariana sin precedentes desde la primitiva proclama de Simón Bolívar durante las guerras de independencia contra España, Portugal y otras potencias europeas. Ahora, la exigencia es la de una segunda independencia- en esta ocasión no sólo política sino económica y militar- en primer lugar, de las corporaciones multinacionales, de los bancos y de las ensangrentadas garras del águila imperial estadounidense (1).

En la reunión de noviembre de 2004 que mantuvieron los ministros de defensa americanos, 16 países, con Brasil al frente, votaron contra la propuesta estadounidense- apoyada por Colombia- de crear una fuerza militar interamericana para intervenir en cualquier país de Latinoamérica, lo que provocó un impulso adicional al llamamiento previo de Chávez para constituir un bloque militar regional en defensa de la soberanía nacional contra el imperialismo.

En sus últimos discursos, Chávez ha urgido a que la gente lea «La revolución permanente» de Trotsky, indicando que en ella hay mucho de lo que aprender y que Trotsky tenía razón en su disputa con Stalin. «No existe una revolución nacional», insiste Chávez. Para que en un país sobreviva y progrese un proceso revolucionario «la revolución tiene que llegar a ser internacional». Mientras se proclama orgulloso de ser cristiano con preocupaciones sociales, Chávez ha llamado la atención sobre el resultado lógico de los cambios que está realizando el gobierno democrático bolivariano, participativo y popular de Venezuela, que es socialismo.

En las dos primeras semanas de diciembre de 2004, Caracas ha acogido dos importantes reuniones internacionales. El Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, al que asistieron 350 participantes de 52 países, que mostró su solidaridad con Venezuela, Cuba y «los pueblos de Irak, Palestina, Afganistán, y de todos aquellos que se resisten a la ocupación y agresión imperiales». Y se comprometió » a pasar a la ofensiva» mediante «la creación de una ‘red de redes’ de información para actividades artísticas, solidaridad y movilización, que relacione a intelectuales y artistas con las luchas populares y con los Foros Sociales y que garantice la continuidad de esos esfuerzos uniéndolos en un movimiento internacional ‘en defensa de la humanidad'», para terminar con «la convicción de que otro mundo no sólo es posible, sino necesario».

La otra reunión de Caracas fue el II Congreso Bolivariano de los Pueblos, en el que participaron unos 180 dirigentes de partidos políticos latinoamericanos y caribeños y activistas de movimientos sociales que se comprometieron a la defensa permanente de la Revolución Bolivariana de Venezuela y de la Revolución Socialista de Cuba. Al designar el año 2005 «Año de la Ofensiva y Progreso de la Unidad de los Pueblos de Latinoamérica y del Caribe», convocaron un Foro de los Trabajadores del Sector Energético para finales de año. Al mismo tiempo que exigían cambios humanísticos, pluralistas culturalmente y participativos, para obligar a los gobiernos de la región a preocuparse por sus pueblos y a abordar un desarrollo económico sostenible, proclamaron su respeto a las leyes internacionales y a los derechos humanos establecidos en la Carta de Naciones Unidas. Finalmente, crearon un Secretariado Permanente en Caracas, anunciando su propósito de convertir el Congreso en un movimiento internacional mediante la creación de una serie de redes bolivarianas políticas, de comunicación y de control de la producción por los trabajadores.

A mediados de diciembre, el internacionalismo de Chávez se apuntó un nuevo tanto al reunirse con otros dirigentes de Sudamérica para crear la Comunidad Sudamericana de Naciones, una especie de «Unión Europea» (sin su riqueza, pero con inmensas reservas de petróleo, agua, minerales y biodiversidad). Junto con la Comunidad Caribeña (CARICOM) y el Mercado Común Centroamericano, constituyen una alternativa factible para la integración de la economía latinoamericana con una divisa independiente de Estados Unidos.

Al proclamar la muerte del ALCA, Chávez y el Presidente de Cuba, Fidel Castro, anunciaron en La Habana la puesta en marcha de un marco alternativo para la integración económica (la Alternativa Bolivariana para las Américas). Al estrechar los intercambios económicos y culturales beneficiosos para ambos países, entre los que se incluye el petróleo a un precio reducido para los cubanos y miles de maestros, médicos y becas cubanas para los venezolanos, el acuerdo implica similares acuerdos futuros para el resto de Latinoamérica y el Caribe, muchos de cuyos países ya están recibiendo petróleo venezolano a precios reducidos.

De la misma manera que Oriente Próximo no puede entenderse sin poner la situación de Palestina en el centro de mira, cualquier análisis de Latinoamérica tiene que partir de Cuba. Los cubanos, debido a su revolución, han tenido que defenderse de un imperialismo extremadamente agresivo que les mantiene bloqueados económicamente desde hace 45 años, que ha invadido su isla, les ha declarado una guerra con armas químicas y ha llevado a cabo innumerables intentos de asesinato de su popular presidente. Aunque en ningún caso pueda considerarse un «modelo», Cuba , sin embargo, representa una alternativa política y social a la explotación y degradación ecológica impuesta por el imperialismo y su «globalización».

A finales de los años 90, cinco patriotas cubanos, dos de ellos ciudadanos estadounidenses, se infiltraron en los grupos terroristas de exiliados con sede en Miami y facilitaron información al FBI- a quienes ayudaron a evitar 170 atentados terroristas-, para recibir como recompensa que el Departamento de Justicia de EE.UU. los llevara a la cárcel, gracias a un tendencioso jurado de Miami. Conocidos en todo el mundo como los «cinco cubanos» y propuestos para el Nobel de la Paz, en la actualidad cumplen una larga condena por la falsa acusación de espionaje y asesinato, mientras los verdaderos terroristas a quienes denunciaron, gentes como Orlando Bosch- a quien el propio Departamento de Justicia considera responsable de más de 30 atentados terroristas y de la muerte de decenas de personas inocentes- siguen paseando tranquilamente por las calles de Miami e incluso aparecen en público con el Presidente Bush y otras personalidades que los tratan como si fueran héroes en lugar de asesinos de masas.

El año 2004, un equipo español de prospecciones ha descubierto lo que pueden ser inmensas reservas de petróleo en la zona cubana del Golfo de Méjico, lo que ha llevado a la administración Bush a acelerar su campaña por el «cambio de régimen» en Cuba. Quizás los más importantes movimientos sociales en Latinoamérica hoy son los que están teniendo lugar allí, tal como revela la inesperada manifestación en las calles de La Habana en mayo de 2004, en la que participó una décima parte de la población del país, más de un millón de personas, en respuesta al anuncio público de los detallados planes del imperialismo estadounidense para la «Cuba después de Castro».

Crisis del Neoliberalismo, Formación de Nuevas Clases y Movimientos Sociales más Fuertes

A causa del pillaje de las economías latinoamericanas llevado a cabo por el neoliberalismo, y de sus consecuencias en la emigración de trabajadores, la estructura tradicional de clases y las formas de lucha son apenas reconocibles. Las líneas que dividen las clases sociales se han difuminado de forma compleja. Por ejemplo, los movimientos indígenas y de campesinos que han resurgido combinan las tradicionales exigencias de tierra con otras modernas relacionadas con la vivienda urbana, el agua y las condiciones sanitarias. Las clases trabajadoras están fracturadas por sus diversos niveles de participación en sindicatos y salarios reales (ambos cada año más reducidos). La privatización del Estado, junto a la implantación del «trabajo flexible», ha llevado al desplome del salario mínimo, a sumir en la miseria a las masas, al aumento del paro, incluso entre los relativamente bien formados profesionales que sufren la «precariedad» del trabajo y la «sobre explotación», con frecuencia obligados a desempeñar más de un trabajo de media jornada, sin seguridad alguna. Las mujeres y los niños han sufrido el mayor impacto económico, por no hablar de la cada vez mayor violencia en la vida diaria (2).

La complejidad de las formaciones sociales en América Latina, con sus distintos niveles de riqueza, variedad étnica y de componentes culturales, y multiplicidad de lenguas hace muy difícil la generalización. A pesar de ello, un buen análisis de la nueva realidad de las cambiantes condiciones de formación de clases y de la difuminación de las líneas que las separan es la forma en que estalló el «argentinazo» en diciembre de 2001. En unos días, el ya veterano movimiento de parados («piqueteros»), que tenía ya diez años, se unió a las populares asambleas de vecinos (un tipo de comuna de participación urbana) que se unieron a las piqueteras (mujeres que estaban en primera línea de la lucha), a los campesinos, a los proletarios sin tierra del campo y a los combativos mineros y se juntaron con grupos de mayor nivel de vida que se rebelaron contra los bancos por el robo de los ahorros de toda una vida. Mujeres cabeza de familia, trabajadores de fábricas y servicios, funcionarios, profesores, estudiantes, pensionistas, discapacitados físicos y otros grupos sociales se unieron a esos movimientos para gritar a los partidos políticos: «Todos fuera». Aquella algo caótica multiclasista confluencia de fuerzas sociales, que derrocó a cuatro presidentes consecutivamente, redujo las tradicionales divisiones entre los parados y gentes con empleo de Argentina y entre los obreros desposeídos y los «profesionales de clase media», abriendo la puerta a potenciales cambios revolucionarios. Desde el argentinazo, la burguesía argentina «modernizadora», que miraba hacia el capital extranjero, tuvo que recurrir a técnicas antiguas de cooptación y a complejas intervenciones estatales para reestablecer una estabilidad política poco sólida.

La noción de «burguesía nacionalista» capaz de industrializar y desarrollar las sociedades de América Latina hasta hacerlas sostenibles y prósperas está todavía aparentemente viva y en buen estado pero en la práctica está prácticamente muerta, con la posible excepción de algunos sectores de la burguesía brasileña. Esta realidad no contradice la tendencia de algunas fracciones burguesas a unirse de vez en cuando para enfrentarse a las más poderosas del Norte en negociaciones sobre el comercio internacional o las inversiones extranjeras. Algunos teóricos se han referido a los «rentistas» latinoamericanos, o burguesía financiera, llamando la atención sobre la emergencia de bien conocidos y poderosos multimillonarios ligados al capital extranjero. En muchos países como Méjico, no obstante, la casi totalidad del sector bancario está en manos extranjeras. Siguen existiendo, aunque con mucho menos poder, burguesías industriales y comerciales cuyos miembros se relacionan cada vez más con redes de capital extranjero y de explotación de los trabajadores. La acumulación de capital todavía se basa en salarios de hambre (3).

La bajada de la inversión estadounidense en América Latina que ha venido acompañada por el hecho de que España se haya convertido en el primer inversor allí, junto con la ofensiva del comercio chino (China es ahora el principal comprador del cobre chileno y el primer proveedor de ordenadores energéticamente eficientes de Cuba, han complicado todavía más la situación latinoamericana. El total de las inversiones extranjeras ha bajado desde el año 2000, mientras la transferencia de beneficios, el pago de los intereses de la deuda exterior, y el reciclado intercambio de dólares del narco tráfico y del comercio sexual, han ido aumentando los beneficios de los bancos y empresas extranjeras con sede en la zona (4). Al menos el 70 por ciento de la mano de obra latinoamericana trabaja ahora en la economía informal, a consecuencia del genocidio económico cometido durante más de dos décadas por la globocolonización neoliberal que continúa exigiendo el pago del peaje.

A causa de la profunda crisis económica en América Latina, con el desplome de sus monedas y de las exportaciones de materias primas, y debido a la magnitud de la presencia imperialista y el impacto del neoliberalismo con su desmantelamiento de la nación-estado, los espacio para los supuestos «progresismo» y «nacionalismo» casi han desaparecido. El fracaso de la alianza gubernamental de centro-izquierda en Argentina en 2001 y las dificultades del Gobierno del Presidente Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, que son reflejo de esa nueva realidad, han favorecido la emergencia de la alternativa transnacional del bolivarismo a la que Lula se va uniendo cada vez más.

Las esperanzas suscitadas por décadas de movilizaciones de la clase trabajadora y de construcción del Partido del Trabajo brasileño con su consecuente enorme triunfo electoral de Lula han quedado defraudadas por el fracaso del Gobierno para aumentar el nivel de ninguno de los indicadores económicos y sociales. El pago de la Deuda absorbe el superávit conseguido por los trabajadores brasileños. Como resultado de todo ello, el Partido del Trabajo se ha escindido dando lugar a uno nuevo, el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) que ha conseguido casi medio millón de firmas de apoyo para registrarse como opción electoral. Recientemente, el gran movimiento del los obreros rurales sin tierra (MST-Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra) se ha unido al PSOL en las manifestaciones de protesta contra el mantenimiento por parte del Gobierno de las políticas económicas neoliberales .

Todos estos acontecimientos han desembocado en una nueva ola de movilizaciones populares y en la intensificación de la lucha de clases y su internacionalización en toda América Latina. El resultado del crecimiento de los movimientos sociales, a pesar de sus altibajos, ha sido el debilitamiento del neoliberalismo y le ha colocado a la defensiva. Al protestar contra el alza de los productos básicos, han conseguido parar el proceso de privatización del agua, del petróleo, recursos minerales y de la preservación del los bosques. Han centrado sus ataques en el ALCA, en el modelo neoliberal, en la importación de alimentos transgénicos, y en la extorsión que supone la ilegal deuda externa que se remonta a los «años sucios» de las dictaduras militares impuestas desde 1964 hasta mediados de los 80 por el imperialismo de EE.UU. para evitar «otra Cuba», es decir, que se llevaran a cabo cambios sociales.

Los movimientos sociales latinoamericanos se enfrentan a tendencias contradictorias: la desestabilización del centro-izquierda o de los gobiernos populista-nacionalistas; las conspiraciones del la CIA y los medios de información estimulan movilizaciones contrarrevolucionarias; intervenciones militares directas de EE.UU. para derrocar a gobiernos democráticamente elegidos, como ha ocurrido en Haití; masacres policiales o militares; la extensión de grupos paramilitares y el resurgimiento de los «escuadrones de la muerte»; el incremento de la violencia contra las mujeres, los gay y transexuales, las minorías étnicas y las organizaciones progresistas; las amenazas contra la soberanía de Venezuela y Cuba, así como hacia los supuestos «estados-fracasados» de la región; y la criminalización de los actos de protesta. Semejante criminalización de la disidencia y el incremento de la represión violenta, sin embargo, puede que avive futuras insurrecciones sociales en países como Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, e incluso Brasil.

Al margen de las contra-tendencias, la relación de las victorias parciales pero significativas ya alcanzadas por los movimientos sociales, además de las ya mencionadas, es impresionante. Seguidamente señalo unas pocas:

– Bloqueo de los intentos de privatizar la energía eléctrica, el agua, y otros recursos naturales, y/o los planes de pensiones en Perú, Bolivia, Paraguay y otros países.

– La paralización del Plan Puebla en Panamá, del Plan Colombia y de otros programas de infraestructuras militares patrocinados por EE.UU. diseñados para aplastar las insurrecciones populares (los zapatista y otros en Méjico, las FARC y ELN en Colombia) y para garantizar el acceso de EE.UU. a los recursos naturales de Latinoamérica, y en especial al petróleo, gas, productos de la biodiversidad y energía hidroeléctrica, así como el rápido transporte hacia el norte (programas que constituyen la rama militar del ALCA).

– Expulsar a la Armada estadounidense de la zona elegida para maniobras en Vieques, Puerto Rico, gracias a las manifestaciones en todo el país y los actos de desobediencia civil, incluida la internacionalización de las protestas.

– La consolidación del MST (Movimiento de los Sin Tierra) en Brasil en centenares de miles de asentamientos urbanos.

– La consecución en la lucha por la justicia de que culpables de genocidio, como Pinochet en Chile, sean juzgados.

– En 2004, la marcha en apoyo de la Revolución cubana contra la intensificación del bloqueo económico y otros actos de agresión de EE.UU.

– El aislamiento y la pobreza de las recepciones oficiales ofrecidas al Presidente Bush en Colombia y Chile- un país donde, a pesar del relativo silencio producido por los años de la represión de Pinochet, las manifestaciones se han intensificado contra el Acuerdo entre Chile y Estados Unidos y contra el derechista gobierno socialista, junto a la huelga de estibadores y la huelga de hambre de prisioneros políticos y familias de desaparecidos.

– El millón cuatrocientos mil manifestantes que protestaron, seguido por la constitución de la Gran Coalición Democrática en Colombia, que une a la izquierda y a algunos partidos liberales en la oposición contra el belicismo del corrupto narco-régimen del Presidente Álvaro Uribe.

– La elección en Uruguay de un presidente de centro-izquierda y el enorme voto del referéndum que declaró ilegal la privatización del agua.

– Las manifestaciones gigantescas, con la presencia de los combativos trabajadores de la Unión Mejicana de Obreros de la Electricidad, que obligó a retirar los planes de privatización de las pensiones y de la energía que quería llevar a cabo el gobierno conservador mejicano.

– La consolidación de las «Juntas zapatistas de Buen Gobierno» en Chiapas.

– Las protestas que ocasionaron el que se pospusiera la Operación Águila III (maniobras conjuntas de los ejércitos latinoamericanos y estadounidense) en Argentina.

– Las victorias abrumadoras de Chávez en Venezuela, tanto en el referéndum de agosto como en las posteriores elecciones regionales.

– La repercusión de la convocatoria de Chávez para «profundizar en la revolución», la fusión de los movimientos sociales venezolanos en la coalición Conexión Social que aboga por la participación popular en el sector estatal del petróleo, por la democratización de los medios de comunicación, y por la erradicación de la corrupción y la burocracia para «terminar con el viejo y corrupto Estado».

– En el año 2003: el fracaso de la Organización Mundial del Comercio en Cancún, Méjico, al que contribuyó el alineamiento de Brasil con China e India en el «bloque de los 22».

– La unión de los ecologistas, sindicatos, y movimientos contra la globalización capitalista en Miami que produjo un ALCA descafeinado como esperanza apenas viable del imperialismo del libre comercio.

– La insurrección boliviana de los indígenas, campesinos, mineros y estudiantes que derrocaron al presidente títere de EE.UU., «el Gringo», y paralizaron la privatización del gas y el agua, a la que un año más tarde siguió el fuerte incremento electoral del Movimiento hacia el Socialismo (MAS) dirigido por Evo Morales, líder de los cocaleros (los cocaleros son los campesinos indios que cultivan coca para uso ceremonial y comercial).

– La derrota de la propuesta de ley uruguaya para permitir que la compañía estatal de petróleo se asociara con capital extranjero.

– La victoria de los movimientos masivos de Colombia en el referéndum convocado por el Presidente Álvaro Uribe para anular la prohibición constitucional de un segundo mandato presidencial.

– La victoria de los campesinos de San Salvador Atenco, en las afueras de la Ciudad de Méjico, al echar abajo el proyecto de construir un nuevo aeropuerto internacional en sus tierras.

– La derrota que propinó el pueblo venezolano al cierre de la patronal corrupta y burocrática de la compañía estatal de petróleo.

– En 2002: la insurrección popular que echó por tierra el golpe de estado del 13 de abril, que duró dos días, contra el Gobierno de Chávez, y la subsiguiente radicalización de la Revolución Bolivariana de Venezuela.

– La derrota de la propuesta de ley anti-terrorista y de una ley de privatizaciones, llevada a cabo por los movimientos paraguayos .

– Y etc.etc… si seguimos año a año.

Lo que está en juego en América Latina es nada menos que la soberanía de todos los países y el control de sus recursos naturales- incluidos el petróleo, la energía- y el bajo poder adquisitivo del trabajo, la rica biodiversidad y las inmensas reservas de agua potable, escuelas públicas, hospitales, viviendas, sistemas de transporte, seguridad social y sistemas de pensiones y otros servicios públicos; bancos e industria; y , por encima de todo, la continuidad de los dinámicos movimientos sociales.

Análisis de los Movimientos Sociales ante la Crisis Económica y la Militarización

Aunque resulta difícil generalizar, hay ocho principales características en estos movimientos sociales:

1. El papel excepcional desempeñado por la población indígena, especialmente en Bolivia, Perú, Ecuador, Guatemala y Méjico e incluso, por sorprendente que resulte, en países donde son escasos como en Argentina y Chile. Los indígenas en América viven y reconocen el hecho de que detrás del imperialismo hay 500 años de sometimiento genocida y resistencia a él. En este sentido, son conscientes de algunas realidades históricas, tales como la continuidad del colonialismo/ imperialismo; los actos rutinarios de secuestros, desapariciones, torturas y violencia contra las mujeres; la destrucción ecológica; y la creación y perpetuación de una incalculable deuda exterior que constituye una auténtico chantaje a pueblos enteros.

2. El importante trabajo desarrollado por las mujeres y por las gentes más pobres, visto desde la perspectiva del auge de su resistencia y liderazgo. Veamos sólo algunos casos destacados:

– Dirigentes zapatistas de Méjico como la comandante Esther, la única elegida para dirigirse al Congreso mejicano, quien puso de manifiesto que el subcomandante Marcos era sólo uno de los sub-comandantes (Tal como el mismo Marcos había dicho antes, la primera batalla zapatista era la de las mujeres contra el dominio masculino sobre ellas en las filas del zapatismo, una batalla «que las mujeres han ganado sin disparar un solo tiro».

– El movimiento argentino de las Madres de la Plaza de Mayo, que lleva décadas, y la nueva generación de madres que protestan por los asesinatos policiales y las «desapariciones» de sus hijas e hijos, y las piqueteras argentinas y trabajadores que han ocupado las fábricas abandonadas por sus propietarios.

– Las empobrecidas masas de Venezuela y los Círculos Locales Bolivarianos que defienden a su presidente y a su Constitución (Los «Círculos Bolivarianos» de solidaridad con Venezuela que existen ahora en todo América Latina, así como en otros países como EE.UU. y Alemania).

– Los trabajadores bolivianos, los vendedores callejeros, y cabezas de familia de la enorme y joven ciudad El Alto que organizan bloque a bloque los comités de defensa y lucha.

– Los miles de personas hambrientas que se manifestaron en Managua en abril de 2004.

Son las insurrecciones de las mujeres y de los pobres, y la creciente conciencia política, junto con los análisis feministas de clase y las nuevas investigaciones económicas sobre el aumento de la pobreza y su papel en la acumulación de capital en la actualidad, los que han hecho obligatoria la incorporación de la teoría del patriarcado y la triple explotación de las mujeres en cualquier análisis de clase y debate sobre el imperialismo y los movimientos sociales.

Más aún, América Latina continúa asimilando las experiencias con rapidez, la militarización patrocinada por EE.UU. bajo la máscara de la guerra contra las drogas y, últimamente, contra el terrorismo. El capitalismo depende de la jerarquización, y la militarización es el paradigma de la jerarquía. Debido al fracaso del neoliberalismo y a las nubes que se extienden por el horizonte de la crisis económica mundial, el capitalismo contemporáneo refuerza todas las formas posibles de jerarquización y, de manera más obvia, las que se basan en el género y la raza. Busca una «solución final» a sus problemas de la forma más jerarquizada existente, es decir, la militar.

Por definición, el militarismo implica una intensa violencia cotidiana de todo tipo. Los ejércitos son organizaciones masculinas jerarquizadas cuyo objetivo es la destrucción de la oposición por medios físicos y psicológicos; de ahí las guerras preventivas interminables del imperialismo y la amenaza de guantanamización y AbuGraibmización para quienes se opongan.

En resumen, las soluciones militares, incluidas la represión de los movimientos sociales que lleva a cabo el Estado, brindan el consentimiento para la violencia, ya muy visible hoy en Colombia y en algunos lugares de Centroamérica y Méjico. A causa del patriarcado y de todas sus instituciones (que se remontan a épocas anteriores al capitalismo) las mujeres son de forma abrumadora las víctimas «socialmente aceptadas» de la violencia en el mundo militarizado de nuestros días.

Una de las principales consecuencias de las guerras modernas es la privación de derechos a las mujeres. La vinculación afectiva que se produce entre los militares, en las fuerzas mercenarias que se contratan, y en los paramilitares, establece una equivalencia entre poder y sexo, lo que a su vez refuerza la violencia contra las mujeres. Por ello, apenas sorprende que las protestas contra la escalada de abusos con las mujeres y el comercio sexual (en la actualidad una forma de acumulación de capital mayor que la que produce el narco tráfico) se ha convertido en una de los cuestiones fundamentales no sólo en los movimientos feministas como la Marcha de Mujeres de marzo sino en los movimientos de redención social en general (y no sólo en América Latina) (5).

3. El destacado papel de la juventud, que se puso de manifiesto durante el argentinazo de 2001; las huelgas de estudiantes; los movimientos contra la impunidad de los funcionarios y médicos implicados en las «guerras sucias» de ayer y de hoy; los movimientos de gays, lesbianas y transexuales o los del «otro mundo es posible» contra la globalización neoliberal capitalista.

4. El sorprendente papel desempeñado por los campesinos y pequeños granjeros, a pesar de las nuevas oleadas de represión extremadamente violenta contra ellos. En muchos casos, como en Méjico y Brasil, por ejemplo, el «campesinado» es un nuevo proletariado que sirve como una inagotable, y flexible mano de obra emigrante incluso aunque se está produciendo un proceso simultáneo de vuelta al campo, cuando los emigrantes de las ciudades tienen que regresar a sus mínimas parcelas de tierra para conseguir los mínimos alimentos necesarios para sobrevivir. Bien sea en el caso de los movimientos de resistencia de los cocaleros andinos o en el del brasileño MST, el campo y los suburbios urbanos de América Latina constituyen una auténtica zona en pie de guerra con intensos conflictos de clase.

5. El papel, con frecuencia pasado por alto, que desempeñan las mujeres y hombres integrados en sindicatos y quienes intentan sindicarse, que han venido desarrollando nuevas formas de lucha contra los patrones, el Estado, y los corruptos dirigentes sindicales (llamados «charros» en Méjico), que incluyen la constitución de confederaciones de sindicatos independientes como el Frente Auténtico de los Trabajadores de Méjico u otros alternativos como la UNT (Unión Nacional de Trabajadores) de Venezuela y Méjico. En Chile, el práctico vacío sindical dejado por Pinochet ha empezado a llenarse con nuevos y vibrantes movimientos sociales de obreros conocidos como «Colectivos de trabajadores».

De manera importante, las luchas de los trabajadores se están internacionalizando. Entre los ejemplos más relevantes se encuentran las luchas unificadas de los obreros de Coca-Cola en Guatemala, Colombia e India, así como las de las «maquiladoras» (plantas de fabricación con bajos salarios) de Méjico, América Central y el Caribe.

Un caso ejemplar es la huelga de tres años que han mantenido con éxito unos 600 obreros del El Salto, en Jalisco (Méjico)- afiliados a la Unión Nacional Revolucionaria de Trabajadores- de la Compañía Euzkadi Rubber, propiedad de la corporación multinacional alemana Continental Tire. Gracias a las solidaridad internacional entre los sindicatos alemanes y los progresistas, la Unión finalmente consiguió el reconocimiento legal de su huelga, y en noviembre de 2004, los trabajadores llegaron a un acuerdo con Neumáticos Continental que les garantiza el pago de atrasos y la conversión de la fábrica en una cooperativa ( con el 50 % de propiedad de los trabajadores y el otro 50 % de una sociedad anónima de responsabilidad limitada) a la que Continental comprará los neumáticos en el futuro.

Muchos sindicalistas participaron también en las grandes manifestaciones contra la OMC y el ALCA así como en el Foro Social Mundial y en otros foros regionales que habitualmente atraen a miles de participantes de todas las condiciones sociales.

6. El negativo papel de los medios de información de masas no sólo como agentes políticos contra los movimientos sociales sino como movilizadores de manifestaciones reaccionarias cifradas en decenas de miles de participantes, tal como ocurrió en la Ciudad de Méjico en 2004 y en Buenos Aires, cuando los media se unieron a la Iglesia Católica y al Gobierno Federal para patrocinar las protestas contra «la violencia urbana y la alteración de la ley y el orden». Mucho más conocido es el apoyo de los medios de comunicación a las campañas mafiosas, de ultraderecha e imperialistas, para provocar incidentes y desinformación con el fin de tratar de derrocar a gobiernos progresistas como los de Venezuela y Cuba. El acto de provocación, realizado en 2004 por EE.UU., de enviar al espacio aéreo cubano una plataforma volante C-130 para transmitir desde «Radio y TV Martí» es sólo uno más de esos intentos.

La importancia de los medios información puede observarse en la criminalización de los movimientos sociales. En los noticiarios repetidamente se recurre a las palabras «actos de violencia» (sin mencionar a los agentes provocadores) cuando informan de protestas pacíficas del movimiento contra la globalización capitalista durante acontecimientos como el fracaso de la cumbre de la OMC y del ALCA en 2003 o de la estéril reunión de la UE con los países latinoamericanos en Guadalajara en 2004 (donde de hecho se produjeron cargas policiales contra los manifestantes y espectadores inocentes).

7.El papel más evidente que nunca desempeñado por los «fundamentalismos», especialmente el del libre mercado existente tras la globalización capitalista neoliberal, ya que subraya el crecimiento de todos los otros fundamentalismos (religiosos) en su fase contemporánea. Es la práctica de este fundamentalismo del libre mercado, y no el Islam, la que tortura a millones de persona cada día. Cada año 36 millones de personas mueren de hambre y la mitad de los niños del mundo sufren malnutrición. En América Latina existe un considerable aumento de la ayuda cristiana fundamentalista de EE.UU., en parte para contrarrestar el destacado papel de la teoría de la liberación y de los obispos progresistas en países como Brasil. Aunque en Venezuela el Presidente Chávez está persuadiendo a muchos de los «cristianos renacidos» con sus llamadas, en su calidad de cristiano por la solidaridad humana, para superar la pobreza del 80 por ciento de la población.

8. Y lo más importante de todo, existe un reconocimiento creciente entre los movimientos sociales latinoamericanos y los activistas sindicales de la necesidad de unificar sus luchas más allá de las fronteras e internacionalizarlas en todo el mundo. Además de los ejemplos ya citados, se encuentra el MST de Brasil, que forma parte de Vía Campesina, una red de movimientos de agricultores que existe en 87 países; la campaña por la desmilitarización de América Latina, iniciada en Chiapas, Méjico, en 2003, que ahora tiene enlaces con la campaña internacional para desmantelar las 702 bases militares estadounidenses en 130 países; y, por supuesto el Foro Social Mundial.

Conclusión y posibles alternativas

Las circunstancias para los movimientos sociales latinoamericanos son, quizás, más difíciles hoy que en cualquier otro momento desde la pasada época de las «guerras sucias». Esa es la razón más importante para que el apoyo internacional sea más decisivo que nunca.

El creciente reconocimiento de que el emperador está desnudo bajo su nuevo atuendo del fundamentalismo del mercado y la «globalización», unido a la emergente crisis económica estadounidense y la cada vez mayor resistencia del pueblo iraquí a la ocupación militar imperialista y a la manipulación política, han creado la situación adecuada que el Congreso Bolivariano de los Pueblos ha descrito como «un momento histórico favorable de cambio para los pueblos en la correlación de las fuerzas latinoamericanas y caribeñas, expresadas en los avances y victorias de los procesos electorales y de la lucha por la consecución de unos modelos de desarrollo humanista que ofrezcan una alternativa a las políticas del capitalismo neoliberal».

La socióloga mejicana, Raquel Gutiérrez, ex prisionera política en Bolivia, gusta de decir que los mejores recursos para semejante alternativa se pueden hallar en » el sentido común de la disidencia». El sentido común nos indica que si la globalización contemporánea es de hecho mero imperialismo, es decir, la expansión del monopolio del capital, la única solución a los problemas creados por la globocolonización es la socialización de esas empresas gigantescas y de sus filiales en América Latina y en todo el mundo. Sólo nuevas alternativas revolucionarias anticapitalistas- lo que el presidente venezolano gusta llamar «democracia revolucionaria» – bien pensadas y organizadas, pluralistas y democráticas- junto con alianzas internacionales pueden remover los poderosos obstáculos levantados por el moderno imperialismo.

Una alternativa latinoamericana que está siendo defendida como, literalmente, «la única vía para la supervivencia» es la reorientación de las prioridades en «el interior de nuestros países» con el fin de desarrollar los mercados interiores «mediante la redistribución de la riqueza y mayores inversiones en educación, salud, y en suficiencia alimentaria» (6). Lo que es similar a lo que se propone en la Constitución venezolana, como modelo de «desarrollo endógeno».

Otra alternativa es la de la «tercera vía», tal como la formuló el «Consenso de Buenos Aires» de los gobiernos de Brasil y Argentina. Esta aproximación busca bloquear la firma del ALCA con las condiciones impuestas por Estados Unidos al ofrecer diferentes modelos neoliberales, uno de ellos con «rostro humano», lo que es una contradicción en sí misma.

Una alternativa muy popular es la «del crecimiento económico sostenible», que se considera más responsable y, medioambientalmente, más sólida como desarrollo económico. Esta alternativa tampoco es factible en el marco de una economía capitalista porque el objetivo de cualquier empresa capitalista es la de conseguir los mayores beneficios sin preocuparse de las posibles consecuencias medioambientales.

Otra alternativa puesta en marcha en Porto Alegre y en otras ciudades de Brasil es el famoso «presupuesto participativo» que, a pesar de algunos problemas con el clientelismo, es un buen ejemplo de participación democrática desde abajo. Pero estas alternativas de carácter local no pueden llegar muy lejos si los recursos presupuestarios nacionales, mermados por el pago de los intereses de la deuda exterior, no son suficientes para combatir el hambre y otros graves problemas.

Como ya se ha indicado, el presidente Chávez lidera una alianza bolivariana para unificar los estados latinoamericanos política, militar y comercialmente. Esta es una postura muy atractiva y útil como forma de ayudar a plantar cara a las incursiones económicas y militares del imperialismo. Pero, a pesar de ser mejor, y ya posible, debería contar con un acuerdo internacional entre varios estados para negarse a pagar la ilegítima deuda exterior. Semejante «ruptura» brusca con el capital financiero internacional liberaría fondos para el desarrollo interior y ayudaría a crear el espacio para un sistema económico más justo.

Como conclusión final, parece imposible desde el interior del sistema capitalista reformar o transformar la economía de mercado existente- determinada por las corporaciones transnacionales y sus estados capitalistas- en una sociedad diferente regida por la cooperación, la igualdad de oportunidades, el control de los trabajadores sobre la producción y una coordinación descentralizada mediante una planificación democrática y la supresión de las jerarquías de clases, género y opresión étnica. Por el contrario, para conseguir ese mundo mejor es necesario construir en un proceso constante, pieza a pieza, partidos políticos democráticos, sindicatos independientes y progresistas, movimientos sociales de participación masiva unidos en coaliciones nacionales e internacionales, así como organizaciones que seriamente denuncien los obstáculos capitalistas y luchen por una alternativa colectiva y participativa «socialista» o «humanista» en su interior y en el conjunto de la sociedad.

Mucha gente llama a esta alternativa un tipo de «socialismo internacionalista» o «un nuevo humanismo basado en la solidaridad». Sin embargo, no funcionará bien sin una masiva participación desde abajo, y una organización cualificada que sea también democrática y esté decidida a defenderla. Para la supervivencia del planeta y de la humanidad, esta alternativa se discute cada vez con más frecuencia en los foros sociales y entre intelectuales y activistas de América Latina y del mundo. Es una alternativa que puede incorporar muchos aspectos de otras alternativas positivas.

* Miembro del International Institute for Research and Education (Instituto Internacional para la Investigación y la Educación de Amsterdam) y profesor de la State University of New York, el Dr. James Cockcroft es un emprendedor especialista en América Latina en las ONG canadienses, el Congreso Internacional de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, y el Tribunal Benito Juárez de la sociedad civil que se reunirá en abril de 2005 en Méjico para juzgar el terrorismo estadounidense contra Cuba. Ha escrito 35 libros, entre los que se encuentran. Latin America: History, Politics, and U.S. Policy (traducción española en ediciones México & Buenos Aires: Siglo XXI editores, 2001, y La Habana, Instituto del Libro, 2005). Su correo electrónico es : [email protected]

Notas.

(1). El «imperialismo» contemporáneo está subsumido en la ideología de la «globalización neoliberal» y del fundamentalismo del libre mercado, pero continúa siendo, en las clásicas formulaciones de Hobson, Lenin y Luxemburg, la necesaria expansión del sistema capitalista y monopolista en todo el mundo. Hoy, Estados Unidos es la principal potencia imperialista, no sólo militar sino también económicamente (sus corporaciones y bancos suponen más de la mitad de las mayores del mundo). El papel del Estado en el actual ofensiva imperialista de EE.UU. es obvio, y cualquier teoría que proclame que la importancia del Estado ha desaparecido es indemostrable, por prácticamente carente de contenido. Como Ellen Meiksins Wood ha puesto de manifiesto, el poder imperialista depende no sólo de su propio Estado sino también del sistema global de múltiples estados en su totalidad. Véase su » El imperio capitalista y el Estado nación: ¿Un nuevo imperialismo norteamericano?», Revista Viento Sur (Estado español), 112 de junio de 2004. http://www.vientosur.info/articulosweb/textos/index.php?x=246]. Para más información sobre «la segunda revolución por la independencia» de América Latina, véase mi Latin America: History, Politics, and U.S. Policy , en especial la «conclusión».

(2) Véase la página en Internet World March Women, www.marchemondiale.org.. Para mayor información sobre el empobrecimiento de las masas y el papel central, no marginal, de los trabajadores pobres en la acumulación de capital, véase James D. Cockcroft, Mexico’s Hope (New York, Monthly Review Press, 1998), 230-242, 274-285. David Harvey ha dejado claro que la miseria y la desposesión son los principales métodos de acumulación de capital en la época actual de fundamentalismo del mercado y neoliberalismo. Véase su «El ‘nuevo imperialismo’: sobre reajustes espacio-temporales y acumulación mediante desposesión», Revista Viento Sur (Estado español), 13 de diciembre de 2003. http://www.vientosur.info/articulosweb/textos/index.php?x=196].

(3). Véase, Claudio Katz, «Burguesías imaginarias y existentes», Enfoques Alternativos, nº 21, febrero de 2004, Buenos Aires, reeditado en Correspondencia de Prensa- Boletín Informativo, nº 242, 8 de febrero de 2004 ([email protected]].

(4). En el periodo 1992-2002, América Latina transfirió como pago de los intereses de la deuda a los bancos extranjeros cuatro veces el total del importe del préstamo original, mientras la deuda exterior se duplicaba. Las estimaciones del Banco Mundial y de otras instituciones financieras internacionales señalan que los beneficios del narcotráfico probablemente están siendo superados por los derivados del «comercio sexual» con mujeres y niños. Al contrario que la droga, una mujer puede «consumirse» más de una vez. Incontable número de mujeres son prácticamente esclavas y asaltadas violentamente hasta su temprana muerte en un proceso de feminicidio sin precedentes desde la época de la «quema de brujas».

(5). Véanse las notas 2 y 4. He aprendido mucho sobre la cuestión de la violencia contra las mujeres en mis conversaciones con la Dra. Susan Caldwell ([email protected]) . El marco teórico de Caldwell para el análisis de género como clase se basa en la re-conceptualización de Departamento III de producción de Marx. Para un resumen,véase James D. Cockcroft, «Gendered Class Analysis: Internationalizing, Feminizing, and Latininizing Labor’s Struggle in the Americas», Latin American Perspectives, nº. 103, 25:6 (noviembre 1998), 42-46, y Mexico’s Hope, 146-151.

(6). Citas del artículo de Raúl Zibechi, Correspondencia de Prensa-Boletín Informativo, 29 de abril de 2004.