En las últimas décadas y bajo el patronazgo estadounidense, Japón ha sido la locomotora económica e ideológica del sudeste asiático. Modelo a imitar y fuente de inversiones, ocupó una posición dominante sin perder un ápice de la soberbia con la que trata a muchos de los países asiáticos, que fueron colonias perdidas al término de […]
En las últimas décadas y bajo el patronazgo estadounidense, Japón ha sido la locomotora económica e ideológica del sudeste asiático. Modelo a imitar y fuente de inversiones, ocupó una posición dominante sin perder un ápice de la soberbia con la que trata a muchos de los países asiáticos, que fueron colonias perdidas al término de la Segunda Guerra Mundial.
La última reunión del ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) ha dado una lección histórica a Japón. China y Japón, países que actualmente mantienen una lucha bipolar por el control de una región, se vieron de nuevo las caras como invitados en la última reunión de Laos. Siguiendo el discurso estadounidense, Japón centró su intervención en la lucha contra el terrorismo, mientras que China, mucho más pragmática, logro un acuerdo de cinco años con los países miembros del ASEAN para crear una zona de libre comercio, que favorecerá las necesidades de la gran locomotora económica y prooductiva que se ha convertido China. Conscientes de su error de planteamiento, Japón intentó seguir la estela China y los diplómaticos se afanaron en lograr un acuerdo similar, aunque sólo lograron firmar un tratado de libre comercio con Filipinas. Las «colonias» no olvidan.
Los gestos imperialistas de un país que todavía no ha digerido la pérdida de las colonias, es una inmensa losa con la que Japón debe enfrentarse, si quiere mantener una posición hegemónica en Asia. La otra clave son las relaciones con China, antaño débil vecino pero ahora poderoso rival, que sin duda jugará un papel central en el equilibrio socio-político de la región. De momento, el primer ministro chino Wen Jiabao en su encuentro con su homólogo japonés, planteó el primer gesto que debería de hacer el gobierno japonés en su camino para normalizar las relaciones políticas con China, segundo socio comercial japonés tras los Estados Unidos. La petición pasa porque Junichiro Koizumi, primer ministro japonés, interrumpa las visitas de cortesía al templo Yasukuni, santuario que honra a los caídos japoneses durante la segunda Guerra mundial, incluidos muchos de los militares acusados y juzgados por cometer crímenes contra la humanidad.
Habrá que esperar hasta Agosto para saber si hay un cambio de postura en Koizumi.