Traducido para Rebelión por Caty R.
¿La bauxita? Parece que los vietnamitas tienen una fijación. El asunto se abordó varias veces en la sesión de junio de la Asamblea Nacional. «¡Alto a la bauxita!». «¡Hay que recuperar la vegetación en nuestros altiplanos!», se podía leer en las pancartas el 16 de junio, en Hanoi, durante una manifestación de católicos cuyo objetivo, sin embargo, era la recuperación de un terreno parroquial. El general Vo Nguyen Giap, héroe de las guerras de Vietnam e Indochina, tomó la pluma en dos ocasiones para expresar sus reservas a las autoridades, mensajes de los que el Primer Ministro, Nguyen Tan Dung, acusó recibo cuando visitó al viejo general -que acaba de celebrar su 89 cumpleaños- durante la celebración, el 7 de mayo, del trigésimo quinto aniversario de la victoria de Dien Bien Phu.
¿De qué se trata? Vietnam posee la tercera reserva mundial de bauxita, el mineral a partir del cual se fabrica el aluminio. Conocidos desde hace decenios, los yacimiento son de excelente calidad. Se encuentran en los altiplanos de las provincias de Dak Nong y Lam Dong, un poco al sur de la ciudad de Ban Me Thuot. Pero, aunque salió del cajón a principios de los años 90, el proyecto de explotarlos se ha aplazado varias veces. Por una parte, la inversión global se ha evaluado, incluido el refinamiento, en la suma fabulosa de 15.000 millones de dólares durante quince años, con una rentabilidad dependiente de la evolución de los precios en el mercado internacional. Por otro lado, la explotación de la bauxita es un quebradero de cabeza ecológico, porque se hace en minas a cielo abierto y el tratamiento del mineral produce grandes cantidades de «barros rojos» muy tóxicos que hay que almacenar con el fin de proteger lo suelos y las corrientes de agua.
Después de muchas vacilaciones, las autoridades vietnamitas decidieron dar el paso en 2007, con la firma de un acuerdo de cooperación con China relativo a dos lugares, Nhan Co y Tan Rai. La participación de los chinos en la explotación de los yacimientos ha dado una nueva dimensión al debate. Los expertos, incluidos los de la administración, han expresado sus preocupaciones: Pekín ha cerrado sus propias minas debido a los daños que causaban en el medio ambiente. Así, las garantías que se ofrecen son dudosas. Sobre todo, las presiones chinas sobre Vietnam continúan siendo muy fuertes desde la breve pero sangrienta guerra que enfrentó a ambos países, en 1979, en su frontera común.
Pekín y Hanoi, relaciones turbulentas
Una docena de años después, Pekín y Hanoi normalizaron sus relaciones. Actualmente, China se ha convertido en el primer socio comercial de Vietnam. Hanoi tiene dos buenas razones para desear un refuerzo de las inversiones chinas: reducir un fuerte déficit comercial bilateral y una bajada muy sensible -un 40% durante el primer trimestre de este año- de las inversiones extranjeras directas, relacionada con las repercusiones de la crisis económica mundial. En una visita a China en abril, Nguyen Tan Dung estimó, tras entrevistarse con su homólogo Wen Jibao, que el objetivo era incrementar, de 20.000 millones de dólares en 2008 a 25.000 millones en 2010, el comercio bilateral, reduciendo el déficit vietnamita.
El auge de China en los dos últimos decenios, la llevan cada vez más a considerar el sudeste asiático como su patio trasero. Vietnam, a quien Pekín jamás ha perdonado su intervención militar en Camboya (1978-1989), es el primer afectado. Considerablemente reforzada, la marina de guerra china cada vez está más presente en el Mar de China del Sur -el Mar del Este, según los vietnamitas- del cual Pekín y Hanoi se disputan los dos archipiélagos, las islas Paracel y las Spratley (leer «La Chine affirme sus ambitions navales» de Olivier Zajec, Le Monde diplomatique, septiembre de 2008). Las patrullas de la marina china confiscan las capturas de los pescadores vietnamitas en las zonas que Pekín considera bajo soberanía china, es decir el 80% de las aguas de este mar meridional. Ya ha habido manifestaciones contra China en Vietnam durante los últimos años, especialmente relacionadas con la delimitación de la frontera terrestre entre ambos vecinos.
Así, la participación china en la explotación del mineral en Vietnam aparece en un contexto delicado. El gobierno ha tenido que defender ante la Asamblea Nacional su claudicación a las presiones chinas, el hecho de haber descuidado el impacto ecológico e incluso el asunto de haber ajustado el contrato, para eludir la votación de los diputados, con una filial de la empresa pública Chinalco. El ministerio de Comercio e Industria organizó un seminario en Hanoi, en mayo, para dar explicaciones e intentar calmar los temores de una cincuentena de especialistas de la administración y del sector privado.
Las dos explotaciones deberán producir 1,2 millones de toneladas de aluminio al año. La construcción de una refinería en Nhan Co, por importe de 735 millones de dólares, debería crear dos mil puestos de trabajo. Sin embargo, la rentabilidad del conjunto de la operación es discutible. Una bajada del precio del aluminio, que lleva cayendo desde 2007, podría poner el proyecto en números rojos. Si las necesidades de aluminio de Vietnam aumentan, sus importaciones actuales se limitarían únicamente a unas cien mil toneladas. Los expertos advierten del riesgo de un precipicio financiero.
«Graves daños al medio ambiente»
La apertura de la primera mina, en Tan Rai, ya suscita inquietudes. En una región más bien seca, los agricultores utilizan el agua de un lago para regar el té y el café. Ese lago podría transformarse en un depósito de «barro rojo» con un 70% de hidróxido de sodio. Los riesgos de contaminación del suelo son importantes. En una carta divulgada durante el seminario oficial reunido en mayo en Hanoi, el general Giap recordó que, hace un cuarto de siglo, los expertos soviéticos aconsejaron que se renunciases al proyecto de explotación por el «riesgo de serios daños ecológicos». En una carta pastoral del 28 de mayo, el cardenal arzobispo de Saigón consideraba que el proyecto causaría graves daños al medio ambiente y representaría una amenaza para la seguridad de las poblaciones. Sin embargo, hace dos años se autorizó a la empresa estatal Vinacomin para que formara una empresa mixta con los chinos para la explotación de los yacimientos. La explotación de Tan Rai ya ha empezado, con la participación de China.
Este es el aspecto más controvertido del proyecto. Ya hay allí medio millón de chinos, declaró a finales de mayo un vicepresidente del Comité Popular de la provincia de Lam Dong. Algunos son simples trabajadores que sólo disponen de un visado turístico. La contratación de obreros extranjeros no cualificados está prohibida en Vietnam. El 12 de mayo, un gerente de Vinacomin declaró que los subcontratistas chinos habían recibido amenazas «por haber traído a Vietnam a los obreros y haberlos apalabrado sin permiso de trabajo». «En términos de intereses nacionales y de desarrollo sostenible y a largo plazo, la explotación de la bauxita tendrá consecuencias críticas en los ámbitos ecológico, social y de la seguridad», resumió el general Giap en su carta.
Aquí es donde aprieta el zapato. A la defensiva, el gobierno se ha comprometido a tomar todas las precauciones necesarias, incluido recurrir a las tecnologías de explotación más eficientes, para prevenir cualquier patinazo. Pero nada indica que esté dispuesto a renunciar al proyecto. El debate no tiene perspectivas de cerrarse…
Nota:
Este artículo se publico en Cambogde-Soir Hebdo nº 89, el 2 de julio de 2009.
Texto original en francés: http://blog.mondediplo.net/2009-07-03-Le-Vietnam-la-Chine-et-la-bauxite