Recomiendo:
0

Entrevista a Fina Sanz, psicóloga clínica y creadora de la Terapia de Reencuentro

«Vivimos en una sociedad patriarcal, que valora la razón, la acción y el afuera»

Fuentes: Rebelión

Creadora de la terapia de Reencuentro, modelo que desarrolla desde 1977, la psicóloga y sexóloga Fina Sanz, ha publicado en febrero de 2015 «Hombres con corazón» (Kairós), un libro en el que reúne a siete hombres entre 45-50 años para que hablen, «con el corazón y con las tripas», de su familia, trabajo, espiritualidad o […]

Creadora de la terapia de Reencuentro, modelo que desarrolla desde 1977, la psicóloga y sexóloga Fina Sanz, ha publicado en febrero de 2015 «Hombres con corazón» (Kairós), un libro en el que reúne a siete hombres entre 45-50 años para que hablen, «con el corazón y con las tripas», de su familia, trabajo, espiritualidad o vida sexual. Sus dificultades son mucho mayores que las de las mujeres, en una sociedad patriarcal que privilegia la razón, la voluntad, la acción y el «afuera», mientras que desvaloriza aspectos como la intuición o la sensibilidad, considerados «femeninos». «Vivimos en una sociedad en la que al hombre se le considera proveedor, por lo que si no trabaja no vale», sostiene la psicóloga. Fina Sanz es cofundadora de la Sociedad de Sexología del País Valenciano y la Asociación de Mujeres para la Salud y la Paz. Además ha escrito libros como «Psicoerotismo femenino y masculino», «Los vínculos amorosos», «Los laberintos de la vida cotidiana. La enfermedad como autoconocimiento y transformación» y «Diálogos de mujeres sabias».

-¿En qué se basa la Terapia de Reencuentro, cuyo marco teórico esbozas en el libro «Psicoerotismo femenino y masculino. Para unas relaciones placenteras, autónomas y justas»?

La idea es que todas las personas somos únicas. Por tanto en la terapia se estudia la historia personal, pero también tenemos una serie de condicionantes sociales que hemos de considerar. Además a las personas se las educa socialmente a partir del sexo con el que nacen, y eso influye en las características de su personalidad y en la manera de ver el mundo. Las personas pertenecen además a una sociedad concreta, de tipo patriarcal, en la que socialmente no vale lo mismo un hombre que una mujer. A partir de las desigualdades de género se aprenden relaciones jerárquicas y de poder, una estructura de dominio y sumisión que está «normalizada». Esto se ve en el «afuera», por ejemplo en la violencia de género o los feminicidios. Las relaciones de poder se observan también entre hombres, entre mujeres y dentro de uno mismo (ésta última es la parte más invisibilizada).

-¿De qué modo influye la cultura, en sentido muy amplio, en el individuo?

Todos pertenecemos a una tradición cultural, sea judeo-cristiana, musulmana, taoísta, celta u otras, de la que aprendemos características como -en el caso de la cultura judeo-cristiana- la culpa. Las diferentes tradiciones transmiten formas de ver el mundo, ritos, costumbres y normas. Esas tradiciones culturales se concretan en sociedades que educan a los individuos para que conserven el orden establecido (familia, escuela, universidad…) y reproduzcan los valores de la tradición. El resultado es el individuo concreto que incorpora todos estos valores de una manera inconsciente. La idea, en la terapia, es que lo que a uno le vaya bien, se lo quede; y lo que no, ha de soltarlo. Trabajo a partir del autoconocimiento, los pares de opuestos (escindidos por la educación de género) y el buen trato. Dado que vivimos en una sociedad maltratadora, propongo relaciones solidarias y de cooperación.

-Trabajas también sobre el erotismo. ¿Quién es uno con su cuerpo erótico?

Hay diferentes tipos de erotismo. Un erotismo global y otro de carácter genital, que tenemos todos, hombres y mujeres. El erotismo global es, por ejemplo, al placer ante las caricias, miradas y abrazos, que no necesariamente se genitaliza. La otra erótica, más genital y que tenemos todas las personas, es más urgente, aguda y tiende a la descarga. Pero ocurre que se nos ha dividido entre hombres y mujeres. Los hombres desarrollan la erótica genital; y las mujeres, la global. Eso genera problemas. No es algo biológico, sino totalmente aprendido.

-¿Qué importancia tiene el mundo de las emociones? ¿Cómo influyen en la relación con el otro?

Se trata de reconocer las emociones, identificarlas y manejarlas. Cuando una persona siente rabia, se tensa y respira de manera entrecortada. Uno puede reconocer el lenguaje de la rabia y aprender a manejarla. Por qué me ocurre algo (en este caso la rabia) y cómo manejarlo, eso es el autoconocimiento, para no hacerme daño ni hacérselo a los demás. Por otro lado, según como uno se sitúa en las relaciones, se coloca en condiciones de igualdad o desigualdad, sabe o no negociar. De eso depende que la relación sea buena para ambos, de lo contrario hay una relación de poder. Todas las personas necesitamos ser queridas, escuchadas, valoradas y hacemos cosas desde pequeños para que nos quieran. Uno hace cosas de manera inconsciente para que lo valoren.

-¿Vivimos en una sociedad llena de individuos que transitan protegidos por una «coraza»?

La gente ha de aprender a verbalizar lo que desea y aceptar que la otra persona le diga «sí» o «no», aunque pueda haber en ello un punto de frustración. Además hay que desarrollar la capacidad de intuir, leer el lenguaje del cuerpo, y de las palabras… Una persona ha de estar abierta a la vida y las relaciones, sabiendo qué y a quién tiene delante y cómo acercarse. En algunos casos de manera directa, y en otros poco a poco.

-¿Es importante la intuición? ¿Se concede demasiada relevancia hoy en día al racionalismo y poca a la escucha de las emociones?

Se nos ha dividido en función del género, masculino y femenino. Lo masculino se vincula a lo racional, la fortaleza, la voluntad, la actividad. Lo femenino se relaciona, por el contrario, con la debilidad, la sensibilidad y la intuición. Son pares de opuestos que todas las personas tenemos, pero de acuerdo con los valores establecidos, se nos educa de manera diferente. En las sesiones enseñamos a leer nuestro cuerpo y el de la otra persona. Uno ha de conectar con su deseo, pero también acompasarlo al ritmo del otro. Si no escucho mis emociones, mi cuerpo y no estoy conectado conmigo, la aproximación puede resultar un fracaso.

-¿Viven las personas actualmente de espaldas a sus emociones, «señales» e intuiciones?

En las escuelas se debería enseñar el autoconocimiento, es decir, conocer las emociones y aprender a respirar. Cuando una persona no escucha el cuerpo y las sensaciones corporales -por ejemplo si está agotado y el cuerpo le pide parar-, entonces se produce una disfunción. Todo en la vida tiene un ritmo, de actividad y pasividad.

-Hablabas de «pares opuestos» que la sociedad en la que vivimos «escinde». ¿Está el ser humano construido de una sola pieza?

Todos tenemos «subpersonalidades». Una parte inteligente, el niño interior, la parte acogedora, la maternal, una miedosa y otra valiente… No estamos hechos de una pieza, sino de una multiplicidad de aspectos: como los «trajes» de un armario.

-¿El mundo es muy masculino? ¿Abandonarlo supone desarmarse en una sociedad tan agresiva y competitiva?

Vivimos en una sociedad patriarcal, que valora la acción y el «afuera». Lo que se ha considerado «femenino» está desvalorizado. Además, la persona ha de aprender herramientas para vivir bien, con gente que viva como uno. Hay muchas personas violentas y agresivas, por lo que deben tomarse precauciones. El cuerpo siempre transmite cosas. Hay quien con la manera de hablar produce estrés, otras personas transmiten paz y sosiego.

-¿Qué son los «guiones de vida»?

Cosas que he aprendido de manera inconsciente en mi vida, que repito y que no me funcionan. Por qué me abandonan, me golpean o no acabo las cosas que empiezo. Hay quien entra en los 40-50 años y no entiende por qué le ocurre todo esto. Ha de observar, entonces, sus «guiones de vida». Qué cosas repite de manera inconsciente y le van mal. Todo esto tiene mucho que ver con los duelos y los cierres de etapa, por ejemplo, cuando un adolescente ha de despedirse de la infancia; o en la segunda mitad de la vida, cuando hay que despedirse del primer periodo. Ocurre que muchas veces las personas no quieren hacer la despedida, y se quedan estancadas. Quiere uno tener 25 años cuando ha cumplido 60. Los duelos son muy importantes y habría que enseñarlos en la escuela: la muerte de un ser querido o el fin de una amistad. Lleva un tiempo hacerlo y es un proceso de muerte y renacimiento.

-¿Retornan las heridas mal curadas? ¿El dolor que no se subsana es como un aldabón?

El pasado que no se cierra puede volver, inconscientemente, a través de pautas y situaciones que repetimos. De hecho, lo que una persona no «recicla» -tomando conciencia y con la respiración-, genera una «bola» interior. Cuando uno no ha resuelto un determinado conflicto, no está en paz. Si esta situación conflictiva se repite (y no se expresa), el cuerpo la pone de manifiesto por ejemplo con dolores de cabeza. El cuerpo habla, a cada persona de una manera. Si un asunto me genera angustia y rechazo, y no hago caso, me desconecto de las emociones. Entonces el cuerpo te grita. En situaciones de estrés muy cronificado, el cuerpo a veces no puede «reciclar».

-¿Se enfrentan del mismo modo a la angustia emocional los hombres y las mujeres?

Partimos de una sociedad en la que al hombre se le considera proveedor, y que si no trabaja no «vale». Los hombres viven mucho más de espaldas a las emociones que las mujeres. Sin embargo, el cuerpo va dando señales. Las mujeres sí hemos aprendido e intentamos que alguien nos ayude. Por el contrario, los hombres no escuchan ese malestar, ya que un hombre en esta sociedad no puede ser «débil. Ahora con la crisis y el desempleo, los hombres empiezan a entrar en depresión y asistir a la atención primaria.

-Por último, en febrero de 2015 publicaste tu último libro, «Hombres con corazón. Hablando en la segunda mitad de la vida» (Kairós). ¿En qué consistió el proyecto?

Es muy fácil reunir a mujeres para que hablen (me costó una semana para un libro anterior), pero en el caso de los hombres me costó dos años reunirlos, para que hablaran entre sí con las tripas, con el corazón, y así componer el libro. Siete hombres en la segunda mitad de su vida (entre los 45 y los 50 años) hablan del paro de larga duración, los cambios físicos, emocionales, en el ámbito sexual… El erotismo que han aprendido es muy genital, pero en la segunda mitad de su vida se ha hecho más global. También distinguen la estructura religiosa de la espiritualidad. Critican asimismo la situación económica y política, hablan de lo difícil que resulta estar en el desempleo. Lo más interesante es que el libro lo leen más mujeres que hombres. Ellos no se escuchan ni quieren enterarse de lo que les ocurre…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.