La designación de Xi Jinping como vicepresidente de la Comisión Militar Central del PCCh supone el inicio formal del proceso de relevo en la máxima dirigencia china. Al respecto, convendría hacer algunas consideraciones. En primer lugar, la decisión transmite, a propios y extraños, un mensaje de estabilidad y control del proceso de reforma. En segundo […]
La designación de Xi Jinping como vicepresidente de la Comisión Militar Central del PCCh supone el inicio formal del proceso de relevo en la máxima dirigencia china. Al respecto, convendría hacer algunas consideraciones. En primer lugar, la decisión transmite, a propios y extraños, un mensaje de estabilidad y control del proceso de reforma. En segundo lugar, confirma el pleno respeto a esa institucionalidad de cuño oriental basada en una alternancia pilotada desde el interior de las cuatro paredes del PCCh atendiendo al consenso y la colegiación. En tercer lugar, la firme apuesta por un continuismo sin sobresaltos, con un tándem invertido, el formado por Xi-Li (Keqiang), en relación al binomio Hu-Wen.
Actualmente, pues, se están poniendo los cimientos de una nueva etapa que sin embargo va más allá de dicha alternancia. No se trata solo de nuevas caras (que afectarán mucho a la composición del futuro Comité Permanente del Buró Político ya que en 2012 deberán abandonar su puesto siete de sus nueve miembros actuales), sino del inicio de un nuevo tramo en el proceso de reforma caracterizado por ese empuje al cambio en el modelo de desarrollo y a nuevas formas de gestión política que hace oídos sordos a las presiones de liberalización occidental, posición ampliamente mayoritaria entre los cuerpos dirigentes del PCCh, pero que no puede hacer la vista gorda ante las exigencias de más justicia, mayor transparencia y una mayor calidad democrática en el devenir político chino.
El próximo lustro será clave, dice el PCCh. Y, lustro o década, así es. Ya no se trata de mantener el ritmo de crecimiento. Esa capacidad se ha demostrado sobradamente incluso en tiempo de crisis y la política de expansión hacia el centro y oeste del país augura más años de bonanza que pueden permitir enjugar las lágrimas de la reconversión en algunas zonas costeras emblemáticas. No obstante, el mayor problema radica en la socialización de los beneficios de la reforma, en la superación de las múltiples injusticias que desangran el país, a sabiendas de que las declaraciones y comunicados no van a ser suficientes para esas nuevas generaciones que no dudan en recurrir a formas de protesta tan dramáticas como los suicidios que vivimos en el sur de China hace pocos meses.
El cierre de filas del PCCh, «acosado» por las exigencias de Occidente en todos los órdenes, se consuma con la invitación a mejorar la capacidad para gobernar bajo el imperio de la ley, pasando de puntillas sobre la «democracia socialista» y la «reestructuración política», haciendo oídos sordos, deliberadamente, a cualquier petición foránea, incidiendo en que lo esencial ahora es mejorar la vida de la población y eso requiere esa estabilidad que solo puede proporcionar un PCCh cohesionado. La «construcción social», con especial atención a la mejora de los servicios públicos, vuelve al primer plano.
Eficacia, justicia, democracia…. deberán encadenarse sucesivamente. Por lo pronto, la apuesta por la mejora del bienestar, la prosperidad, el desarrollo cultural, etc. equivalen a un nuevo enfriamiento de la reforma política. El PCCh parece dispuesto a tomar las medidas necesarias para apuntalar su proyecto sin hacer la más mínima concesión en cuanto considere sustancial, a sabiendas de que solo preservando su capacidad decisoria sin hipotecas podrá consolidar la emergencia del país y preservar su soberanía.
Xi Jinping, por su origen, trayectoria y formación, pero también en función de la correlación de fuerzas en el propio PCCh, que probablemente no experimentará grandes alteraciones en los próximos años en orden a preservar la estabilidad, está llamado a ser un continuista defensor del proyecto que debe confirmar a China como un país moderno, próspero y cada vez más decisivo en el sistema internacional. No obstante, a diferencia de sus predecesores, su probable mandato (2012-2022) puede tener al alcance de la mano el sueño de ver de nuevo a China ocupando una posición preeminente y central del mundo del siglo XXI, dejando definitivamente atrás siglos de decadencia. Su responsabilidad y liderazgo serán cruciales.
Xulio Ríos, es director del Observatorio de la Política China.
Fuente: http://www.socialismo-o-barbarie.org/asia_pacifico/101025_china_a_comenzosucesionhujintao.htm#expre