Dice el refrán que «la primavera la sangre altera», y aunque parezca mentira en Kosova, a poco de fundirse las últimas nieves, los acontecimientos se precipitan. Se podría decir que anualmente por estas fechas, se producen situaciones que auguran importantes proyecciones conflictivas, parece que por fin se dan los parámetros para que la bulliciosa olla […]
Dice el refrán que «la primavera la sangre altera», y aunque parezca mentira en Kosova, a poco de fundirse las últimas nieves, los acontecimientos se precipitan. Se podría decir que anualmente por estas fechas, se producen situaciones que auguran importantes proyecciones conflictivas, parece que por fin se dan los parámetros para que la bulliciosa olla a presión kosovar reviente de una vez, pero hasta ahora, el tiempo demuestra que el «calentón» suele ser pasajero.
De echo el pasado año se daban todas las condiciones para que el tantas veces anunciado «estallido inevitable» fuera un hecho. Entonces, la muerte de tres críos albaneses precipitó una crisis de carácter casi prebélico y si bien aquel precedente, paradójicamente, llevo de modo literal «la sangre al río», tras los primeros conatos, la crisis no fue a más.
Desde entonces, en el anonimato que genera el hecho de que Irak monopolice la información «internacional», ha habido decenas de sucesos que de modo variable han ido subiendo la presión en el ¿protectorado? balcánico.
En ejemplo de ello está en el reciente atentado contra el histórico presidente Ibrahim Rugova. Este no es sino el calco del que sufrió hace exactamente un año en su apartamento. Si bien entonces fue atacado con una granada, esta vez, una carga de escasa potencia zarandeaba su todo-terreno blindado. Obviamente, ambos atentados tienen como común denominador, la interpretable tesis de que por el tipo de carga explosiva, han sido concebidos más como «aviso a navegantes», que como estricta acción magnicida.
Pero está claro que al margen de «calentones primaverales» y presuntas intenciones «operativas», Kosova está llegando a una situación insostenible, si no lo es ya. Tras varios años de «protección internacional», la realidad jurídica de «¿la provincia serbia?» es un sangrante despropósito que demuestra el pavor de la Unión Europea y demás instituciones internacionales por aplicar una lógica estrictamente democrática, al margen de presuntos juridicismos contemporizadores. La sociedad albanesa en su inmensa mayoría, ha demostrado permanentemente, y de modo abrumador en todas las encuestas, desea la constitución de un estado kosovar independiente reconocido y separado administrativa y políticamente de Serbia.
Ese «pavor» europeo, a la democracia real, a la voluntad popular, y que demuestra, una vez más, la inexistencia de lo que debiera ser, de modo efectivo, una política exterior común solvente, lo que no ha de extrañar, por otra parte, estando dicha representación en manos de un mediocre personaje como Javier Solana, va enconando el callejón sin salida al que se está abocando a Kosova. Frustración colectiva que emerge de la patente presión que sufren las presuntas instituciones autónomas de Kosova, ineficientes e ineficaces por seguir estando sometidas. Pero también, por la lógica subterránea que se ha impuesto en el funcionamiento cotidiano del país, por una parte fruto de las dinámicas generadas por la propia guerra, también reflejo coherente con la situación general de todo el centro-sur de los Balcanes, y por otra parte, claro espejo de las coordenadas clánicas que rigen la estructura social kosovar, alejadas del cliché «democrático» que exige «Europa» para cualquier «homolo
gación», y aspecto sociológico incomprendido tradicionalmente por los «demócratas modernizadores», hoy «gestores del renacimiento de Kosova». De ahí la genérica y simplista definición de «organización social de carácter mafioso» para definir las complejas tramas clásicas de la estructura de poder tradicional ajena a los principios «occidentales»; lo que no es óbice para reconocer que en efecto la delincuencia organizada campa a sus anchas por Kosova y el resto de los Balcanes aprovechando todos los aspectos descritos del despropósito kosovar.
Los desvaríos que atizan el fuego de la olla kosovar son tan graves en su fondo, que demuestran la catadura frívola de los que se reclaman «gestores de un proceso de resolución», o sea la UE y la ONU. Un ejemplo de ello, es sin duda, el proceso de criminalización contra el primer ministro kosovar Ramush Haradijnaj reclamado por el ilegítimo Tribunal Penal de La Haya. Con graves cargos pero vagas pruebas, invariables ¡desde hace dos años!, «el reo» ha sido reclamado «casualmente» cuando acababa de ser nombrado primer ministro. Y, además, ha sido igualado de modo público con criminales de guerra de la talla de los serbios Radovan Karadzic, Ratko Mladic o el croata Ante Gotovina. Una «tabla rasa» agraviante que pone en el mismo lugar a los agresores que a los agredidos, a los que gestionaban la limpieza étnica de modo «ciéntificamente táctico» en Bosnia o las Krahinas croatas, con los que se defendían de un progromo genocida. Los primeros, evidentemente, huyen, mientras Haradina
j demuestra con tranquilidad que no tiene nada que esconder.
Pero además del insultante agravio, la operación de encausar a Haradinaj ha sido también un modo por parte de «los gestores» de blindar al «dialogante» Rugova y evitar que las instituciones kosovares se renueven con un prestigiosos líder «guerrillero» que probablemente activaría la actitud gubernamental hacia posiciones de claro compromiso independentista, superando el histórico inmovilismo rugoviano.
Que los gestores «barren» claramente hacia Belgrado, aun siendo esto claramente «anti natura», se puede vislumbrar también en la entrega ¡a las autoridades serbias! de un importante miembro del AKSh o Ejercito Nacional de Kosova, grupo armado que busca la unificación de los albaneses de los Balcanes, divididos en cinco realidades político.administrativas diferentes, en un único estado, siendo, además, los bienes de éste grupo congelados en Suiza.
Todas estas maniobras, a añadir a la, de por si, convulsa situación de Kosova, generan decenas de variables explicativas que alimentan hipótesis de muy distintas naturalezas. El atentado a Rúgova, por ejemplo, puede haber sido obra de militantes del entorno de Taçi, otro excomandante del UÇK, líder del PDK y ninguneado en las nuevas instituciones; obra del entorno del AKSh o incluso de agentes de Belgrado con objeto de desestabilizar.
Pero al margen de autorías, es obvió que las piezas han de moverse ya, que ésta «primavera» quizá sea la definitiva para que de una vez por todas Kosova salga de ese letargo falso, de ese callejón sin salida al que ha sido abocada por la «lúcida» «protección» de «los gestores». La mayoría ansía el estado independiente, los «gestores» quisieran garantizar la «imposible» pertenencia a Serbia, y Belgrado, nunca aceptará nada que suponga la renuncia formal (de facto Kosova es cualquier cosa menos Serbia) de sus mitificados territorios kosovares.
Gabirel Ezkurdia es analista internacional de GAIN