La ciudad rusa de Ufa acogerá en los próximos días las cumbres de los BRICS y de la OCS (Organización de Cooperación de Shanghai). Ambos eventos están llamados a evidenciar una nueva fase del entendimiento sino-ruso y a reafirmar la emergencia de acrónimos que reflejan los cambios experimentados en la geopolítica global. En la cumbre […]
La ciudad rusa de Ufa acogerá en los próximos días las cumbres de los BRICS y de la OCS (Organización de Cooperación de Shanghai). Ambos eventos están llamados a evidenciar una nueva fase del entendimiento sino-ruso y a reafirmar la emergencia de acrónimos que reflejan los cambios experimentados en la geopolítica global. En la cumbre de la OCS, India y Pakistán deben pasar a formar parte de la organización, que vivirá así una primera ampliación desde su constitución en 2001.
La simultaneidad de ambas cumbres refleja el discurrir paralelo de los fines económicos y de seguridad en las estrategias exteriores chinas. El diálogo en ambas cumbres sumado a los encuentros bilaterales debe servir, en primer lugar, para despejar las dudas sobre la economía de los BRICS y sus expectativas de desempeñar un papel de mayor relevancia en el orden global a la vista del delicado trance que atraviesan algunos de sus miembros que enfrentan enormes presiones a la baja. Esas dificultades representan una singular prueba para mostrar la capacidad de generar soluciones endógenas y, en paralelo, aunar criterios en relación a los grandes asuntos de la agenda global, incluida la reforma del FMI o el cambio climático.
Por otra parte, se podría abrir aquí camino a la institucionalización de mecanismos para hacer converger los proyectos de la Franja (Ruta de la Seda) y la Unión Económica Euroasiática y quizá también al banco de desarrollo de la OCS si se logran salvar las reticencias de Moscú. El auge de la presencia financiera china en la región, así como la puesta en marcha de nuevos proyectos en este orden como el BAII o el NBD y el acuerdo de reserva de contingencia de los BRICS señalan diferentes plataformas de interacción entre sus miembros que podrían facilitar la cooperación económica en áreas determinantes como el transporte, la energía, las infraestructuras, las finanzas, etc.
A la imperiosa necesidad de coordinación en las estrategias de desarrollo se suma la cooperación en materia de seguridad que, desde 2001, cuando se fundó la OCS, ha experimentado un alza creciente. La creación de una agencia antiterrorista, la reiteración de ejercicios militares multilaterales y la anticipación a las amenazas de seguridad (Afganistán, la presencia del EI en la región, etc.) le han permitido ganar influencia y terreno en el blindaje de la región asentando mecanismos estables de consulta entre las partes.
La cuestión definitoria de tantas iniciativas reside en el engarce eficiente de todas ellas. Ello exige, como premisa previa, una compartida asunción de criterios estratégicos, con medidas que tanto respondan a la coyuntura como sean capaces de trascenderla. Esa es la gran apuesta de China. No está del todo claro que así sea para los demás países, quizá atentos a sumar las oportunidades que brindan las iniciativas chinas o, en otro caso, reservados ante la dimensión de sus impactos en áreas sensibles, pero no del todo receptivos a la hora de comprometerse con una estrategia de mayor alcance y más duradero que apunte a un reequilibrio efectivo del orden global.
Tanto el grupo BRICS como la OCS están llegando a un punto de su desarrollo en el que la retórica debe complementarse con demostraciones efectivas y decisiones sólidas que transformen su reconocido potencial en un armazón capaz de incidir en el reequilibrio global. Esta cumbre de Ufa, los acuerdos a que lleguen las partes y su implementación en el próximo lustro y década confirmarán o desmentirán las expectativas.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China.
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