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Un estudio constata enfermedades congénitas en los nietos de quienes trabajaron en las pruebas nucleares en la Polinesia francesa

Las víctimas de la grandeur atómica

Fuentes: La Vanguardia

  A Mahine, hoy adolescente, le detectaron una enfermedad congénita cuando tenía dos años. Hoy sufre todavía un retraso mental grave, problemas psicomotores, de expresión oral y anomalías en sus rasgos faciales. Según el doctor Christian Sueur, autor de un estudio sobre los efectos de las pruebas nucleares en los niños de la Polinesia francesa […]

 

A Mahine, hoy adolescente, le detectaron una enfermedad congénita cuando tenía dos años. Hoy sufre todavía un retraso mental grave, problemas psicomotores, de expresión oral y anomalías en sus rasgos faciales. Según el doctor Christian Sueur, autor de un estudio sobre los efectos de las pruebas nucleares en los niños de la Polinesia francesa que fue revelado por el rotativo Le Parisien, Mahine arrastra las consecuencias del trabajo que realizó su abuelo, en los años setenta del siglo pasado, en el Centro de Experimentación del Pacífico (CEP), donde se realizaban los ensayos atómicos.

Es probable que el padre de Mahine, Raphaël, también sea una víctima de aquellas bombas que debían mostrar al mundo la grandeur francesa, su estatus de potencia internacional, codo a codo con los grandes. Entre 1966 y 1974 hubo 46 explosiones en la atmósfera en los atolones de Mururoa y Fangataufa, a 17.000 kilómetros de la metrópoli. Raphaël desarrolló un cáncer de huesos cuando tenía 40 años. Después, tras ser operado de la rodilla izquierda, ya no pudo doblar más la pierna.

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