FICHA Nombre oficial: República Chechena de Ichkeria (no reconocida internacionalmente) Capital: Grozni Sistema de gobierno: República islamista. Presidente: Serguéi Abrámov, presidente interino hasta las elecciones del 29 de agosto de 2004. Población: 1.000.000 habitantes: 53% chechenos, 29% rusos, 12% ingush y el resto otras nacionalidades. Superficie: 19.300 km2 Idioma: Chechén-tushi, ingush y chechén Religión: Mayoritariamente […]
FICHA Nombre oficial: República Chechena de Ichkeria (no reconocida internacionalmente) Capital: Grozni Sistema de gobierno: República islamista. Presidente: Serguéi Abrámov, presidente interino hasta las elecciones del 29 de agosto de 2004. Población: 1.000.000 habitantes: 53% chechenos, 29% rusos, 12% ingush y el resto otras nacionalidades. Superficie: 19.300 km2 Idioma: Chechén-tushi, ingush y chechén Religión: Mayoritariamente musulmana y ortodoxos
CONFLICTO Chechenia clama una independencia por la que lleva más de dos siglos luchando, desde que el imperialismo zarista la incorporó a sus dominios. Diversos intereses internacionales frenan por la fuerza la autodeterminación.
Rusia no consigue sacarse la piedrecita -convertida ya en sólida montaña- que tanto le duele al caminar. El petróleo, siempre en el fondo de los conflictos más sangrientos e interminables, asoma la cabeza también en el caso de Chechenia, en cuanto se escarba mínimamente en un conflicto independentista que comenzó en el siglo XVIII con el imperialismo zarista, y que hoy continúa cobrándose cientos de vidas en la guerra abierta que sigue librando con Rusia -un 10% de la población ha muerto en los últimos nueve años-.
Más de 200.000 refugiados chechenos malviven en la actualidad en los campos de acogida de la vecina Ingushia, a merced no sólo de la extrema climatología -temperaturas de más de 20º bajo cero en invierno y asfixiante calor en verano- sino del terror generado por los soldados rusos. Secuestros, saqueos, incendios, violaciones y la colocación indiscriminada de minas antipersonales tranforman en un infierno la ya de por sí mísera existencia de estos exiliados. Las muertes exceden el cuarto de millón -desde que en 1994 Rusia desplegara todo su potencial bélico en esta zona del Cáucaso norte-, aunque los datos en un conflicto en el que la vida está devaluada siempre se quedan cortos.
El control de los oleoductos que atraviesan la ex-república rusa transportando el petróleo de los campos de la región del Mar Caspio protagonizan un tira y afloja entre EEUU, más los países occidentales con intereses en la zona, y Rusia. Al final, Chechenia no es más que un peón al que se utiliza , sin plantearse los cadáveres que quedan en el camino. La doble moral sirve para ocultar hechos más que reprobables. Así, el Gobierno de Putin apoyó la campaña bélica norteamericana contra Al Qaeda en Afganistán, a cambio de que EEUU, adalid del terrorismo de Estado e internacional, acabara con los rebeldes chechenos, entre otros puntos de un sustancioso paquete de acuerdos. Sin embargo, una vez finiquitado el régimen talibán, la primera potencia olvidó sus promesas.
Cuando, a finales de 1991, el general Dzhojar Dudáyev es elegido presidente de la República Chechena con la participación sólo de la población chechena -el 53%- en el referéndum, no todo el pueblo apoya la independencia. Pero la intervención rusa de 1994 unifica el sentimiento antiruso. Mientras, la situación militar se enquista, la economía se desploma y pasa a ser controlada por mafias y señores de la guerra que arrastran al país a la ruina. El recuerdo de la deportación a que fue sometido el pueblo checheno -alrededor de 400.000 personas- por Stalin, acusado de colaborar con Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, aún está fresco y contribuye a alimentar el odio por un enemigo que no logra controlar la contienda en que se ha metido. En 1996, el general ruso Lébed y el futuro presidente de Chechenia, Masjádov, firman un acuerdo de paz en el que no se resuelven las relaciones constitucionales entre ambas partes. Tras dos años de profunda inestibilidad, en 1999, Masjádov instaura el régimen islámico para adelantarse a sus rivales internos y Rusia vuelve a intervenir con la intención de aplastar de una vez por todas a la resistencia chechena.
En octubre de 2002, el fracaso de las tácticas de Putin quedó confirmada con el asalto al teatro de Moscú y llevó a primera plana la necesidad de solucionar esta sangría envuelta ya en un odio irracional. Durante 2003, los atentados, secuestros y emboscadas de la guerrilla chechena fueron constantes. Incluso el presidente en funciones, Antoli Popov, fue envenenado misteriosamente en el mes de septiembre. En octubre de 2003 Popov cedió el puesto a Ajmad Kadirov, candidato del Kremlin que obtuvo más de la mitad de los 462.000 votos registrados en las elecciones, pero, el 9 de mayo de 2004, Kadirov murió al explotar una bomba en un estadio de Grozni, donde presenciaba un acto oficial. Su sucesor Serguéi Abrámov -presidente interino hasta la celebración de elecciones-, también estuvo en el punto de mira de los rebeldes chechenos, que atentaron contra él el 13 de julio de 2004. La batalla continúa.