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Un Papa que agasajó a Aznar y reprimió a Ernesto Cardenal

Karol Wojtyla: Por sus obras le conoceréis

Fuentes: Rebelión

Juan Pablo II no era una excepción. Todos usamos buenas palabras. Cuando los empresarios y el gobierno acuerdan empeorar las condiciones laborales de los trabajadores siempre dicen que lo hacen para crear empleo, y en consecuencia, que favorecen a los propios obreros. Cuando Bush invade un país dice que es en favor del propio pueblo […]

Juan Pablo II no era una excepción. Todos usamos buenas palabras. Cuando los empresarios y el gobierno acuerdan empeorar las condiciones laborales de los trabajadores siempre dicen que lo hacen para crear empleo, y en consecuencia, que favorecen a los propios obreros. Cuando Bush invade un país dice que es en favor del propio pueblo conquistado para darle democracia, y así siempre…

Uno de los tópicos más insistentemente oídos estos días sobre este personaje que acaba de morir es que era conservador en lo moral y progresista en lo social. En lo moral no es que fuera conservador, es que era machista, sexista y homófobo, pero lo que más llama la atención es eso de ser «progresista en lo social». Enre los argumentos, se dice que  siempre intercedía en favor de los pobres, se cita siempre  la carta encíclica escrita en el centenario de la «Rerum Novarum».  En este documento se pueden leer párrafos como el siguiente: La libertad económica es solamente un elemento de libertad humana… Es deber del Estado proveer a la defensa y tutela de los bienes colectivos… He ahí un nuevo límite del mercado: existen necesidades colectivas y cualitativas que no pueden ser satisfechas mediante sus mecanismosBien, ¿qué hizo el Papa para la promoción de esta doctrina a la que se le podría calificar de socialdemócrata? Pues que yo sepa nada, no recuerdo que la Iglesia Católica condenara a algún gobierno por su política neoliberal, ni excomulgara o impidiera tomar la comunión a algún especulador o vendedor de armas, como sí que se ha hecho con personas con orientación homosexual.

Otro de los argumentos en defensa del progresismo del Papa es que condenó la guerra. ¡No faltaba más! Solo hay que leer el quinto mandamiento. Sin embargo, poco después del inicio de la guerra, Juan Pablo II recibió a José Maria Aznar, copatrocinador de este crimen colectivo, el Jefe de la Iglesia se limitó a pedirle que se adoptaran «decisiones justas e iniciativas pacíficas para superar la crisis iraquí« y ambos coincidieron en la «necesidad de una acción común por parte de la ONU«. Reuniones así de cordiales las tuvo, también, con los Bush o el propio genocida Augusto Pinochet

¡Qué trato más  diferente  respecto al que recibió Ernesto Cardenal del Santo Padre! ¿Qué mandamiento había incumplido el sacerdote, poeta y político nicaragüense? En su libro «La revolución perdida» , Ernesto Cardenal recuerda con dolor «la humillación pública» a la que el papa Juan Pablo II lo sometió en su visita a Managua en 1983: «Después de todos los saludos de protocolo, incluyendo los de la guardia de honor y la bandera, el Papa le preguntó a Daniel Ortega (el presidente de Nicaragua), que lo llevaba del brazo, si podía saludar también a los ministros, y naturalmente le dijo que sí; y se dirigió a nosotros. Flanqueado por Daniel y el cardenal Casaroli fue dando la mano a los ministros, y cuando se acercó donde mí yo hice lo que en ese caso había previsto hacer, alertado ya por el Nuncio: y fue quitarme reverentemente la boina, y doblar la rodilla para besarle el anillo. No permitió él que se lo besara, y blandiendo el dedo como si fuera un bastón me dijo en tono de reproche: «Usted debe regularizar su situación». Como no contesté nada, volvió a repetir la brusca admonición. Mientras enfocaban todas las cámaras del mundo. Me parece que todo esto fue bien premeditado por el Papa. Y que las cámaras de televisión estaban sobre aviso. El hecho es que esta imagen fue difundida por el mundo entero, y lo sigue siendo todavía: ahorita mismo, me informan que la han vuelto a sacar con motivo de unos recientes viajes del Papa. En realidad era injusta la reprimenda del Papa, porque yo tenía regularizada mi situación con la Iglesia. Los sacerdotes con cargos en el gobierno los teníamos con autorización de los obispos, y ellos habían hecho pública esa autorización. (Hasta después fue que el Vaticano nos prohibió tener esos cargos)».

A todos nosotros se nos debe juzgar, no por las palabras que utilizamos, sino por nuestros hechos. Y respecto al recientemente fallecido Juan Pablo II al juzgarlo por sus actos solo cabe una conclusión: su mandato ha estado siempre al servicio de los más poderosos del planeta, olvidando a los pobres y desposeídos a los que condenó al infierno en la tierra.