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Huertos urbanos en Venezuela

Los beneficios en nutrición y empleo motivan a los pobres urbanos

Fuentes: FAO

Noraly Verenzuela, de 28 años, trabajaba asesorando turistas en un hotel del centro. Sigue trabajando en el centro, pero ahora como presidenta de una eficaz cooperativa urbana de horticultura que produce y vende toneladas de hortalizas frescas en una parcela de media hectárea, rodeada de oficinas. El huerto es uno de casi 20 que hay […]

Noraly Verenzuela, de 28 años, trabajaba asesorando turistas en un hotel del centro. Sigue trabajando en el centro, pero ahora como presidenta de una eficaz cooperativa urbana de horticultura que produce y vende toneladas de hortalizas frescas en una parcela de media hectárea, rodeada de oficinas.

El huerto es uno de casi 20 que hay en Caracas y sus alrededores, iniciados el año pasado en el marco de un programa común entre el gobierno y la FAO, con el objetivo de mejorar la nutrición y los medios de subsistencia de la población pobre de la ciudad. Las familias y los niños de las escuelas también producen hortalizas en 4 000 microhuertos nuevos que han surgido en las azoteas y pequeñas terrazas de toda la capital.

«No sabía nada de las hortalizas ni de su importancia para la salud -explica Verenzuela durante una pausa mientras prepara productos recién cosechados para que la cooperativa los venda junto a una concurrida estación de la metropolitana-. Ahora consumo hortalizas todos los días».

«Esta es agricultura ecológica -explica con orgullo-. No se utilizan plaguicidas. En cambio, sembramos junto a las lechugas, los tomates y otras hortalizas algunas plantas, como la albahaca, el perejil y la menta, que son repelentes naturales contra los insectos.»

Si bien casi todos los huertos del proyecto están en barrios que no están expuestos a la contaminación, en los huertos del centro, como éste, se aplican rigurosas medidas para velar por la inocuidad de los alimentos. «Un laboratorio analiza con regularidad las hortalizas, para asegurar que no sufran efectos de la contaminación urbana», explica Verenzuela.

También se han creado huertos fuera de Caracas. En la ciudad satélite de Chupulún, Yolanda Leiva describe cómo su cooperativa rescató a su familia de la pobreza extrema después de un desastre natural.

«Crecí en una granja del Ecuador, pero vivía con mi esposo y nuestros cinco hijos en Vargas, en la costa de Venezuela, antes de que un deslave destruyera en 1999 nuestra casa y todo lo que teníamos. Antes de unirme a la cooperativa vendía ropa y perfumes en los mercados», explica.

Orgullosos microhorticultores difunden nuevos conocimientos

En menos de un año el programa de agricultura urbana también ha llevado la microhorticultura a los barrios pobres de Caracas, situados en las empinadas laderas de las montañas que rodean la ciudad.

Gladys Hernández y su esposo, Luis Orlando Ramírez, fueron de los primeros participantes del proyecto. Hernández explica que su familia raras veces consumía hortalizas. «Hay que ir muy lejos para comprar hortalizas frescas en el mercado. Y son muy costosas. Con el microhuerto tenemos hortalizas frescas sin costo todos los días», afirma.

Las hortalizas se producen en una mezcla de cáscaras de arroz, cacahuete y bolitas de barro, en unas cajas forradas de plástico, y hay que aplicar a este material una solución nutriente todos los días.

«La clave del éxito es acordarse de aplicar la solución y sembrar plantas como la albahaca con las hortalizas, para que no se acerquen los insectos», explica Hernández.

Los encantadores huertos verdes en medio de estos barrios de concreto están resultando una gran publicidad para esta iniciativa. El programa está ampliándose y los microhorticultores colaboran transmitiendo sus conocimientos a sus vecinos.

Algunos horticultores se preocupan por el costo de la solución nutriente, según Zurima Vivas, supervisora de tiempo parcial, financiada por el proyecto para asesorar a 40 familias. «El gobierno ha dicho que proporcionaría algunos insumos en forma constante», señala. El plan es que la comunidad misma produzca esta solución a un precio accesible, al comprar al granel la materia prima.

Arturo Michelena, agrónomo del programa, describe los problemas que el proyecto tuvo que superar. «A veces las personas prueban la horticultura y no siguen. Tratamos de recuperar entonces la mesa para dársela como recompensa a algún horticultor al que esté yéndole bien».

«Al principio del año hubo una huelga general en Venezuela y no teníamos fertilizante -explica-. Por entonces había unos mil microhuertos en marcha y nos preocupamos mucho. Pero improvisamos y pasó la crisis».

Comenzar con los jóvenes

En la escuela primaria Maria Taberoa, los niños pronto cosecharán y consumirán lo que han producido en sus microhuertos.

«Al principio, el proyecto les enseña a producir las hortalizas -explica la directora de la escuela, Margarita Esteves-, pero el proyecto también les inculca la costumbre de consumir hortalizas todos los días».

Participan en el proyecto maestros, estudiantes y padres de familia. «Aparte de habernos enseñado mucho sobre el cultivo de hortalizas y la importancia de tener una alimentación con abundantes vitaminas, el proyecto en su conjunto ha contribuido a modificar el espíritu de la escuela. Ahora hay un sentimiento de colaboración», explica Esteves.

Jessica Suárez, de 11 años de edad, es una entusiasta microhorticultora. «He aprendido a atender el huerto y cuidar las hortalizas, cuáles se pueden producir, cuándo hay que regarlas y cuándo aplicarles la solución nutritiva -explica-. Cuando haya aprendido lo necesario voy a poner un microhuerto en mi casa, con mis padres».