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Flujos entre el campo y la ciudad en la megalópolis neoyorquiina

Tres flores raras entre el asfalto

Fuentes: Diagonal

En un entorno absolutamente hostil nos encontramos con proyectos que, superando con mayor o menor fortuna sus contradicciones, han sabido mantener durante décadas rasgos profundamente transgresores: propiedad colectiva, pequeña producción artesanal, trabajo cooperativo, usos agrarios de zonas urbanas y la participación directa de los consumidores y las consumidoras en la producción. 1. GREEN MARKET Mercado […]

En un entorno absolutamente hostil nos encontramos con proyectos que, superando con mayor o menor fortuna sus contradicciones, han sabido mantener durante décadas rasgos profundamente transgresores: propiedad colectiva, pequeña producción artesanal, trabajo cooperativo, usos agrarios de zonas urbanas y la participación directa de los consumidores y las consumidoras en la producción.

1. GREEN MARKET Mercado de productos locales.

Nos encontramos con uno de estos proyectos al pasear por Union Square, en el corazón de Manhattan, probablemente una de las zonas con los precios del suelo más caros del mundo. A este mercado acuden cuatro días a la semana granjeros locales a vender los productos que provienen exclusivamente de sus propias granjas.

Así los granjeros pueden vender los productos directamente al consumidor y obtener rentas dignas, un 85% del precio final de venta, según esta organización. De esta forma, los neoyorquinos tienen acceso a productos frescos, muchos de ellos de producción ecológica, y a precios no muy altos.

En Nueva York existen en la actualidad unos 50 Green Market, en distintos barrios. La mayor parte de ellos abren uno o dos días a la semana y durante siete u ocho meses al año, pues el duro invierno de Nueva York impide la producción el resto del tiempo. El de Union Square es el primero y también el más grande: a él acuden unas 100 granjas con muy diversos productos: frutas y verduras frescas, carne, huevos, flores y todo tipo de cosméticos y alimentos transformados. Las granjas más lejanas se sitúan a unos 350 km. de distancia, y la mayoría de ellas encuentran en el Green Market su único punto de venta.

El proyecto surge en 1976, época en que la Revolución Verde, con su intensificación e industrialización de la agricultura, estaba transformando radicalmente el medio rural norteamericano generando graves desequilibrios sociodemográficos y ambientales.

El 80% de las granjas asegura que no habría podido sobrevivir si el mercadillo no existiese. El coordinador del mercado de Union Sq. nos comenta: «Esta zona estaba muy degradada socialmente, hemos hecho que aquí venga todas las semanas mucha gente, y que incluso nuevos negocios se instalen en los alrededores». Este es el caso del lujoso supermercado de la cadena Health Market, especializada en productos naturales, dietéticos y ecológicos. Competencia que no temen pues «la gente sabe que el mercadillo preserva el medio ambiente y la economía rural, fortalece la seguridad alimentaria y es un espacio de socialización del barrio donde se encuentra».

El Green Market se sostiene por las cuotas de los granjeros, con lo que se paga el alquiler de las carpas, los sueldos de los 30 técnicos que dinamizan los 50 mercadillos de la ciudad, la propaganda, las inspecciones a las granjas, etc. Se gestiona a través de una junta gestora de 10 granjeros, elegidos por el resto, y está apoyado económicamente por el ayuntamiento de Nueva York, que alquila el espacio a bajo precio y apoya la gestión. El Green Market está dentro del movimiento internacional Slow Food, que pretende sacar a la luz las problemáticas sociales, ambientales, territoriales, sanitarias y económicas que vienen asociadas a la agricultura industrial, y que promueve un modelo agroalimentario donde primen la calidad y los principios sociales y ambientales.

2. COMMUNITY SUPPORTED AGRICULTURE Agricultura apoyada por la comunidad. Algo más difícil de encontrar son los 18 proyectos de Agricultura Apoyada por la Comunidad. No cuentan con el apoyo de la administración y su estrategia tampoco es la visibilidad ni el crecimiento. De hecho, muchos de ellos se hallan en vecindarios de bajo poder adquisitivo.

Así, las organizaciones promotoras de los Community Supported Agriculture (CSA) localizan granjas locales interesadas y grupos urbanos para ponerlos en relación. Just Food lleva más de 10 años acompañando la formación y el desarrollo de CSA. Les acompaña durante el primer año de formación y luego cada grupo continúa su andadura autónomamente.

Cada CSA suele tener un productor de verdura o fruta fresca y, eventualmente, otros productores de materias de menor consumo, como carne, huevos o alimentos transformados. La distribución se realiza en lotes iguales para todos los miembros.

Cada campaña se evalúa conjuntamente, con productores y consumidores, y se planifica lo que se producirá al año siguiente. En la mayor parte de los CSA los consumidores pagan por adelantado, lo cual ayuda a las granjas a planificarse.

En Nueva York el tamaño de estos grupos varía de las 30 a las 180 familias, que se agrupan en dos o tres puntos de abastecimiento, a cargo, normalmente, de un sólo producto.

La gestión de las cestas, los pagos y la organización interna se realizan por trabajo voluntario. Intentan mezclar a gente de procedencias y rentas distintas para generar cohesión en los barrios neoyorquinos, que presentan tantas desigualdades sociales.

Muchos de ellos ponen en marcha programas especiales para adaptar el precio de la cesta a las rentas bajas, mientras que los miembros más desahogados pagan más. Algunos CSA también aceptan bonos del programa de comidas para pobres del ayuntamiento.

En general, las relaciones con el productor varían, desde la simple compra de la cesta semanal hasta un CSA -el más antiguo en Nueva York- en que los consumidores son propietarios de los medios de producción y el productor es miembro del CSA, y entre todos se reparten responsabilidades y beneficios (un modelo parecido al de Bajo el Asfalto está la Huerta, en Madrid). La experiencia de los CSA lleva unos 10 años en Nueva York, pero en los EE UU existen CSA desde 1985, y en 1996 ya se censaban un total de 600 proyectos de CSA en todo el país (sobre todo en California y la costa este), que agrupaban a unas 100.000 familias miembros.

Es un modelo de agricultura que se apoya en las redes sociales de los barrios, pero que a su vez las refuerza y las dota de nuevas utilidades para los que las componen.

Just Food asegura que están arrancando con al menos seis nuevos proyectos de CSA por año. Paseando por Union street, en el tranquilo barrio de Park Slope, encontramos un discreto neón que anuncia: Food Coop. Esta coopertiva de consumidores nos ofrece «buena comida a bajos precios para miembros que trabajan a través de la cooperación», como dice su lema. Lleva funcionando desde 1973 y fue fundado por un pequeño grupo de compañeros de militancia, dentro de la oleada de proyectos cooperativos que surgieron a lo largo y ancho de los EE UU tras las movilizaciones contra la guerra de Vietnam. Su objetivo era, al igual que en los otros dos proyectos, traer a la ciudad fruta y verdura fresca y de calidad a precios asequibles; y frenar la rápida desaparición de las pequeñas explotaciones agrarias del nordeste.

En la actualidad, Park Slope está formada por casi 12.000 socios y ocupa tres edificios contiguos de dos plantas y un sótano para las cámaras frigoríficas. Sólo sus socios pueden comprar las más de 200 variedades de alimentos frescos y los más de 7.000 productos (alimenticios, textiles, de limpieza, cosméticos, etc.) que ofrecen. El 70% de éstos son ecológicos y, muchos de ellos, también de productores locales.

El resto de mercancías proviene de lejos, se mezclan en sus estantes de comercio justo y de grandes multinacionales (como Dole, Nabisco o Coca-cola). «Tenemos lo que quieren los consumidores», aseguran, ya que ven muy importante que los socios no tengan que completar su compra en otras tiendas. Sin embargo, procuran hacer bien visible la procedencia de cada artículo, sus características y las condiciones en que se produjo, para que el consumidor decida qué modelo sostiene con su compra.

Lo que diferencia del resto de la multitud de cooperativas de este tipo en EE UU es que todos sus miembros deben aportar trabajo para poder acceder a los productos: dos horas y tres cuartos cada mes. Esto hace que todos los días haya unas 400 personas que aportan su trabajo como cuota de socio, unas 137 jornadas laborales de 8 horas. Es así como pueden permitirse tener la tienda abierta 14 horas al día y conseguir unas rebajas de entre un 20 y un 40% del precio de mercado.

Las tareas que realizan los cooperativistas son de todo tipo: desde el servicio de guardería hasta las tareas de empaquetado, pasando por las cajas, la reposición del producto, la recepción del producto, atención al consumidor, limpieza, clasificado de producto, tareas de oficina, comunicación interna y externa…

Además hay 51 socios trabajadores remunerados, que cubren las tareas que requieren de mayor constancia, formación o responsabilidad, y que sobre todo se dedican a coordinar mensualmente el trabajo de los miles de miembros de la cooperativa.

Los socios son también los propietarios de la cooperativa, y como tales deben decidir sobre todos los aspectos de la gestión de ésta. Así, todos los meses realizan una asamblea abierta, que es quién toma las decisiones, y una vez al año eligen a la comisión rectora, la figura legal de gestión de la cooperativa.

La cooperativa Park Slope provee de muchos otros servicios y realiza muchas otras actividades: eventos sociales, talleres prácticos y teóricos alrededor de la alimentación y el medio ambiente, campañas ecologistas (como por ejemplo contra los alimentos transgénicos o contra la desaparición de las pequeñas explotaciones agrarias). Con sus problemas y sus muchas contradicciones lleva 32 años funcionando con un modelo de economía cooperativa y autogestionaria, y parece que tiene para unos cuantos más.