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Una verdadera revolución

Más de 200 mil mexicanos fueron alfabetizados el pasado año con la ayuda de Cuba

Fuentes: Rebelión

Existen cuestiones que no se pueden explicar bajo la óptica capitalista. Hay acciones realizadas de acuerdo a determinados principios, que no contemplan ninguna satisfacción económica. En un mundo donde a cada cosa se le ha asigando un precio, e incluso se criminaliza cualquier iniciativa que pretenda saltarse las leyes del mercado, estas acciones solidarias realizadas […]

Existen cuestiones que no se pueden explicar bajo la óptica capitalista. Hay acciones realizadas de acuerdo a determinados principios, que no contemplan ninguna satisfacción económica. En un mundo donde a cada cosa se le ha asigando un precio, e incluso se criminaliza cualquier iniciativa que pretenda saltarse las leyes del mercado, estas acciones solidarias realizadas para el bien común no sólo son infrecuentes, también son peligrosas.

Para los amos de los recursos y el conocimiento, el peligro es el ejemplo -el mal ejemplo- que supone la existencia de personas, organizaciones o gobiernos que cuestionan con su trabajo el modelo económico capitalista. En su lógica, la educación y la cultura son sólo dos parcelas más donde es posible invertir y sacar abultados beneficios. Una forma perversa de marginar aún más a quienes no tienen recursos económicos.

Sin embargo, quienes consideran que no hay igualdad social posible sin igualdad de cultura, ponen su empeño en concretar esa bella frase mediante un programa llevado a la práctica. Y así, en México trabajan más de 100 educadores cubanos con el objetivo de conseguir que decenas de miles de personas puedan llegar a leer y a escribir.

Durante el pasado año (2005) unos 200 mil mexicanos fueron alfabetizados y más de 130 mil estudiantes de educación primaria y secundaria se beneficiaron de los Programas de Alfabetización «Yo sí puedo» (Alfa-TV), para el Mejoramiento de la Calidad Educativa de la Enseñanza Básica (MECE) y en la atención a los niños de hasta seis años, por las vías no formales.

Ambos programas cuentan con algunos años de experiencia en México, implantándose en zonas donde se han observado las mayores deficiencias en materia de educación. En concreto, el programa de alfabetización «Yo sí puedo», concebido en Cuba y adaptado completamente a las condiciones de México, se aplicó el pasado año en los estados de Michoacán, Oaxaca, Veracruz, Nayarit, Tabasco y en la Delegación Gustavo A. Madero del Distrito Federal, con resultados muy positivos.

El original sistema -elogiado por la Unesco- se está llevando a cabo en una decena de países, y consiste en 65 video-clases (una especie de serial televisivo), una cartilla y un manual para los llamados facilitadores, encargados de conducir el programa con los analfabetos. Los educadores cubanos tienen como misiones la formación de estos facilitadores y la asistencia en el desarrollo del Programa, que está calculado para ser llevado a cabo en siete semanas en óptimas condiciones.

El desarrollo de esta cooperación ha sido posible gracias a los acuerdos directos suscritos entre el gobierno cubano y los de algunos estados mexicanos, con la participación de ayuntamientos, instituciones, asociaciones civiles y partidos políticos. La firma, por ejemplo, del Convenio con el gobierno de Oaxaca permitió en 2005 que más de 150 mil habitantes de 270 comunidades rurales abandonaran el analfabetismo y se espera que para 2007 esa asistencia llegue a más de 400 mil oaxaqueños.

Los resultados obtenidos son más que notables, y así ha sido reconocido por la Unesco y por las autoridades educativas y políticas de México. Según Pedro Pino, responsable cubano para la supervisión de estos planes de colaboración pedagógica, el modelo cubano «es más económico, da mayores resultados, es un método que propicia una participación más directa de educadores y educandos y establece un riguroso control de la docencia».

Cuando algún día se escriba la enciclopedia mundial de la infamia, habrá de ser recordado el silencio al que los medios de propaganda capitalista somenten estas y otras iniciativas similares, y la ignominiosa tergiversación de la realidad para presentar a los medicos y educadores cubanos en el extranjero como espías infiltrados, adoctrinadores de incautos.