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Otro gazapo del foxismo

La batalla del Sheraton

Fuentes: Rebelión

La expulsión de dieciséis funcionarios cubanos del Hotel Sheraton María Isabel de Ciudad México ha dado la vuelta al mundo como un baldón deshonroso de la política exterior mexicana. La docilidad del gobierno foxista ante los mandatos imperiales de Washington, el empequeñecimiento de la firmeza patria ha apenado a todos los latinoamericanos y la vergüenza […]

La expulsión de dieciséis funcionarios cubanos del Hotel Sheraton María Isabel de Ciudad México ha dado la vuelta al mundo como un baldón deshonroso de la política exterior mexicana. La docilidad del gobierno foxista ante los mandatos imperiales de Washington, el empequeñecimiento de la firmeza patria ha apenado a todos los latinoamericanos y la vergüenza ha abrumado a muchos mexicanos.

A Fox le quedan pocos meses en el poder. Como es sabido tras las elecciones del dos de julio las visitas a Los Pinos disminuyen y los cuarteles del candidato ganador se convierten en el verdadero palacio presidencial hasta su toma de posesión. O sea que al desgobierno de la «pareja presidencial» le quedan apenas 140 días de su régimen. El foxismo le cayó encima a México como una plaga de langostas, ha agotado todos los tropezones, los traspiés y los deslices. México ha retrocedido a ojos vista. El gobierno del cambio resultó ser el del continuismo y la profundización de los vicios políticos de siempre. Fox prometió resolver la insurrección del EZLN en quince minutos, aumentar el crecimiento económico a un siete por ciento y crear un millón de nuevos empleos: estruendosas frustraciones y retumbantes fracasos. Sin hablar del pobre papel en sus discursos en el extranjero confundiendo nombres, haciendo citas incorrectas, dando muestras de rusticidad oscurantista.
Pero de todo este inmenso naufragio quizás el peor yerro haya sido la decadencia de la política exterior, la pérdida de prestigio y de liderazgo en materia diplomática. Hasta el advenimiento de Fox las relaciones internacionales de México eran vistas por las cancillerías latinoamericanas con el acatamiento debido a un hermano mayor, como algo que se miraba con deferencia. La palabra de los diplomáticos mexicanos era acatada con respeto en todas partes. Ya no es así. De eso se han encargado Fox y sus deficientes secretarios de relaciones exteriores.
El comportamiento de Fox en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata fue doloroso por su incivilidad y descortesía al negarse a aplaudir el discurso del Presidente del país anfitrión. Fue igualmente bochornosa la defensa que Fox hizo de los postulados de Estados Unidos enfrentándose a la oleada de liberación nacional que irrumpe en Latinoamérica. No menos innoble fue el enfrentamiento con el recién electo Presidente de Bolivia, Evo Morales y su pugna con el Presidente Chávez. Parecía que Fox estaba buscando las posiciones más áridas, menos populares, más cercanas a los mayordomos dóciles para situarse en defensa de los amos del norte. Hacerle el juego al emperador de una manera impúdica es una demostración de torpeza diplomática, además de falta de principios.
Pero ya antes había comenzado por Cuba su devastación de la política exterior mexicana. Jorge Castañeda caracterizó su gestión por una animadversión fanática contra la revolución cubana, obviamente con la anuencia de Fox. Ordenó que se votase contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos, en Ginebra, favoreciendo una resolución anticubana en connivencia con Estados Unidos.
Castañeda inauguró en Miami, sede de los más recalcitrantes y vengativos contrarrevolucionarios isleños, un instituto cultural. En el ambiguo discurso que pronunció en esa ocasión deslizó párrafos que dieron lugar al penoso incidente diplomático provocado por la embestida de un autobús, tripulado por dos decenas de marginales, contra la sede diplomática mexicana
El episodio ocurrido en Monterrey, cuando Fox le pidió a Fidel: «comes y te vas», para obedecer la orden dada por Bush, fue otro acto inspirado por el aborrecimiento obsesivo de Castañeda que luego, para empeorar las cosas, fue negado ante el pueblo de México.
Es evidente que en la provocación del Sheraton se desconocieron las leyes mexicanas y se aplicaron extraterritorialmente las de Estados Unidos. Se pisoteó la soberanía nacional y la respuesta inicial de Derbez fue que se trataba de «un asunto entre particulares» para después seguirse replegando y negarse a protestar ante el gobierno en Washington. A Bush se le tolera el muro de la ignominia, que proclame su derecho a cazar mexicanos a tiros, como si fueran caza mayor y que se aplique en México la legislación que se vota en el Capitolio de Washington. Como si todo eso fuera poco ahora Derbez proclama que México votará, una vez más, contra Cuba en la comisión de derechos humanos de Naciones Unidas.
Pero, afortunadamente, quedan exactamente ciento cuarenta días de enajenación de la soberanía, de bajar la frente ante al amo poderoso, de irrespetuosidad hacia Hidalgo, Morelos, Madero, Zapata, Villa y tantos otros que ofrendaron su sangre por la independencia y la justicia social de esta gran nación.