Los acontecimientos bélicos que estos días están sucediéndose en Sri Lanka han vuelto a colocar el proceso de paz entre tamiles y cingaleses en una delicada situación, poniendo nuevamente a prueba la fortaleza o debilidad del proceso de paz iniciado hace algunos años. Los enfrentamientos armados entre ambos actores son cada vez de mayor intensidad […]
Los acontecimientos bélicos que estos días están sucediéndose en Sri Lanka han vuelto a colocar el proceso de paz entre tamiles y cingaleses en una delicada situación, poniendo nuevamente a prueba la fortaleza o debilidad del proceso de paz iniciado hace algunos años.
Los enfrentamientos armados entre ambos actores son cada vez de mayor intensidad y para muchos observadores en estos momentos la tregua es «papel mojado» y el proceso de paz está pasando por uno de sus peores momentos. Además existe el peligro que tanto la llamada comunidad internacional, sumida en el pantanal de Iraq, Afganistán, y ahora Líbano, y el gobierno de Colombo, sujeto a importantes presiones internas, aprovechando la coyuntura mundial actual acaben aceptando finalmente este escenario en Sri Lanka, asumiendo una mal llamada «guerra de baja intensidad».
Ese eufemismo no es de ninguna forma aceptado por parte del LTTE, máximo representante de la nación tamil, que es consciente que esa realidad significa más años de sufrimiento y muerte para su pueblo, y que lo firmado en el acuerdo de paz debe ser de obligado cumplimiento para poder asentar los pilares de un futuro justo y en paz para el conjunto de los pueblos que habitan la isla de Sri Lanka.
La lucha entre el ejército de Sri Lanka y el LTTE ha tenido lugar en el este de la isla, en torno a Trincomalee y Mutur, y el motivo aparente y manido por ambas partes ha sido la disputa en torno al control del agua en la zona. Además, el gobierno cingalés no ha tenido ningún reparo para utilizar el argumento de «intervención humanitaria, tan en uso en la política internacional actual, para justificar su intervención militar contra los tamiles. El LTTE, por su parte, ha señalado que se ha visto obligado a responder a la agresión militar con el uso de la fuerza también, «para poder defender a la población civil tamil de la región».
Otros intereses
Aunque la crisis actual quiera presentarse como el enfrentamiento en torno al agua, lo cierto es que detrás de esas declaraciones existen otras motivaciones de mayor calado político y militar. El control de la región es una de las claves más importantes, ya que para ambas partes tiene una gran importancia por diferentes motivos. Para los tamiles esa zona de la isla está dentro de «Tamil Eelam», su nación, y la mayoría tamil de la región ha ido perdiendo su peso demográfico tanto por las acciones militares de Colombo como por la política colonial que el gobierno cingalés ha llevado a cabo desde hace años, impulsando la presencia de población cingalesa en esas tierras.
El gobierno de Sri Lanka, fiel a su discurso unionista, defiende la «unidad de la isla» sin aceptar ninguna fisura, de ahí su política colonizadora en las zonas de mayoría tamil. Pero además la importancia de Trincomalee y sus alrededores viene reforzada por los importantes puertos marítimos naturales que alberga, unos de los más importantes del mundo, además de su importancia por su ubicación geográfica que la convierten en una zona de un alto valor estratégico.
Por todo ello la región viene siendo el escenario de importantes maniobras por ambas partes desde hace algunos años. Así, la deserción del coronel Karuna debilitó en un primer momento la posición del LTTE en la región. El gobierno de Colombo supo aprovechar la situación y ha venido dando apoyo material y abrigo al desertor tamil, utilizándolo como punta de lanza para lanzar una guerra sucia contra los representantes y simpatizantes del LTTE en la zona.
Con el ataque militar colombo ha querido demostrar a sus aliados del gobierno (el chovinista JVP y el ultrarreligioso JHU) que mantiene una política firme, «de no concesiones», hacia la guerrilla tamil, y han llegado a utilizar, para justificar los bombardeos contra la población civil tamil, los argumentos que esgrime el gobierno de Tel Aviv en su campaña genocida del Líbano.
El LTTE por su parte también ha sabido aprovechar la ofensiva gubernamental para lograr alguno de sus objetivos. Los ataques a las bases militares del gobierno en torno a Trincomalee buscan contrarrestar los bombardeos cingaleses, pero al mismo tiempo ataca directamente los refugios del renegado Karuna, algo que no hubiera podido hacer sin «la estimable e involuntaria colaboración del gobierno de Sri Lanka». En estos momentos, las fuentes locales señalan que el LTTE se ha recuperado del primer golpe que supuso la deserción de esos cuadros y que en ahora, con la campaña que lleva a cabo, se está ganando también la confianza y el apoyo de la población civil, quien no duda en verlo como el único garante de su seguridad y de su futuro.
Asimetría
Uno de los motivos para entender esta crisis radica en loque algunos han venido a definir como «una paz asimétrica», donde la zona cingalesa es receptora y beneficiaria de los frutos del acuerdo, mientras que la nación tamil, las zonas más castigadas por la guerra, no pueden desarrollar una vida con normalidad. «La reconstrucción, el desarrollo, la ayuda a la población, la solución a los refugiados y desplazados, no se ha producido en las áreas tamiles» han denunciado los representantes del LTTE.
Los continuos impedimentos puestos por Colombo para el cumplimiento de los acuerdos realizados en torno al proceso de paz junto al apoyo hacia los paramilitares de Karuna son otro obstáculo que encamina la situación hasta esta especie de oscuro callejón, y que pone en peligro el acuerdo alcanzado entre las partes.
Y finalmente, el papel de la comunidad internacional debe guardar una equidistancia entre las partes, y no posicionarse claramente al lado de Colombo (la declaración del LTTE como «organización terrorista» no hace sino retrasar la solución al conflicto, tal y como se ha demostrado en otras experiencias similares en el mundo.
También la política del doble rasero debe acabar en los foros internacionales. Los procesos de Machakos (donde se reconoce el derecho de autodeterminación del sur de Sudán han contado con la participación de EEUU, Gran Bretaña, Noruega e Italia), los de Papua Nueva Guinea-Bounganville (reconociendo la realización de un referéndum para conocer las aspiraciones del pueblo de Boungaville), o los más cercanos como el Acuerdo de Viernes santo en Irlanda (donde a través de otro referéndum los irlandeses de los seis condados pueden decidir libremente su futuro) o el Acuerdo de Serbia-Montenegro (que facilitó el derecho de Montenegro a constituirse como estado independiente), son algunos ejemplos que debería seguir la comunidad internacional de cara a profundizar en el camino de la paz y poder consolidar los procesos puestos en marcha.
En todos estos casos los que se oponen a determinados procesos de autodeterminación, y a la materialización de la voluntad popular, no han tenido ningún reparo para aceptar esas realidades que probablemente desemboquen en la creación de nuevos estados, si sus protagonistas así lo decidieran. Y sólo en esas realidades podemos ver toda una casuística que echa por tierra todos los argumentos contrarios al ejercicio del derecho de autodeterminación.
En la actual crisis entre tamiles y cingaleses en Sri Lanka, la llave de la solución y el camino para mantener el proceso de paz pasa por el reconocimiento al pueblo tamil del ejercicio citado, y que si la población de Tamil Eelam decide una u otra vía para su futuro, ésta debe ser respetado por Colombo y por la comunidad internacional.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)